Lo que terminó y lo que empezó el 1 de abril de 1939

Una cuestión clave en que se expresa la soberanía, y a la que nuestros políticos no prestan la menor atención, es la de las relaciones con nuestros supuestos aliados y la opción de la neutralidad, una vez caído el Pacto de Varsovia y a la vista de las desgraciadas intervenciones de la OTAN.  ¿Es la neutralidad  conveniente? ¿Es posible?: https://www.youtube.com/watch?v=qJ5cAHxL5n0&t=240s

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Aquel día perdieron la guerra un conglomerado de separatistas, stalinistas, anarquistas, marxistas y jacobinos. Y la perdieron en la forma ¡tan reveladora!  de furiosos choques armados entre ellos mismos. Lo que deja a cualquiera estupefacto es que aquella alianza de golpistas, totalitarios y racistas (pues los separatismos vasco y catalán se basaban en un racismo no por estrafalario menos dañino) haya querido pasar por democrático y engañado a tanta gente. Este absurdo distorsiona de principio la mayoría de los análisis de aquella contienda y de sus consecuencias, y distorsiona  también la política actual. 

   Claro que los vencedores tampoco eran demócratas. Pero es que la democracia no jugó ningún papel en aquella guerra. Lo que tenía de democrática la caótica república fue herido por la insurrección izquierdista de octubre del 34, y rematado por las fraudulentas elecciones de febrero del 36 y el violento proceso revolucionario que siguió. Por esta razón, los nacionales que se alzaron contra dicho proceso no creían en una democracia liberal que había desembocado en el desastre y que estaba en crisis en toda Europa. Las razones de  la guerra no fueron una democracia ya destrozada  por izquierdas y separatistas, sino los valores más fundamentales de la supervivencia de la nación española y de la cultura cristiana, raíz también de la cultura europea.  

   Lo que terminó aquel día tan señalado fue un largo proceso de desintegración social y nacional  comenzado con la crisis  subsiguiente al “Desastre” del 98, marcada por un desatado terrorismo anarquista, agitaciones y huelgas revolucionarias y provocaciones secesionistas que derrumbaron el régimen liberal de la Restauración. La breve dictadura de Primo de Rivera contuvo tales derivas, pero a continuación la II República elevó a un nivel más alto el frenesí  político. El mismo Azaña caracterizó a sus partidos como “incompetentes, de codicia y botín, sin ninguna idea alta”; otros eran simplemente totalitarios, hasta empujar a la mitad de la sociedad a someterse a un despotismo nunca visto, o rebelarse. Hubo rebelión y finalmente victoria en una difícil lucha. 

   Y lo que empezó ese 1 de abril fue la paz más larga que haya vivido España en varios siglos, hasta hoy mismo, aunque perturbada por  el terrorismo comunista del maquis y el separatista de la ETA y otros, añorantes del aquel Frente Popular felizmente vencido. 

   No fue una paz estéril, pues con el nuevo régimen España se remozó de arriba abajo, superando las taras de la miseria, el analfabetismo y graves desigualdades sociales y regionales, características de la época anterior. España pudo eludir la guerra mundial,  deseada por los vencidos y que habría multiplicado las víctimas y los destrozos. El régimen llamado franquismo supo vencer al intento comunista de volver a la guerra civil mediante el maquis.  Supo derrotar el criminal intento de hambrear masivamente a los españoles propiciado por Moscú, Londres, Washington y otros por medio del aislamiento  internacional. En Años de hierro he tratado con una óptica más objetiva  los difíciles años de la posguerra. 

   En fin, los vencedores del 1 de abril supieron reconstruir el país sin ayudas como las que beneficiaron a Inglaterra, Francia o Alemania,  y luego alcanzar una de las cotas de desarrollo más altas del mundo,  poniendo en pie una economía próspera y sana con muy poca deuda y desempleo. Supieron defender la soberanía nacional contra viento y marea y dejar un país libre de los odios brutales de la república, políticamente moderado y más culto que nunca antes (o después, si vamos a eso).  Supieron, en fin, crear condiciones para una democracia viable, no convulsa o caótica, y organizar el tránsito a ella sin graves traumas…  Son verdaderas hazañas históricas que devolvieron a España la confianza en sí misma después de tantos años de autodenigración e ineptitud. No voy a extenderme, porque ya lo he hecho en el libro Los mitos del franquismo, que puede leer quien tenga interés.  

    Pues bien, hoy es el día en que unos políticos que se sienten herederos de los vencidos en la guerra o ajenos a los vencedores tratan de destruir todo lo construido,  mintiendo, calumniando y amenazando a la nación; partidos cuyas señas de identidad son la corrupción, la demagogia, la hispanofobia, el terrorismo o la colaboración con él,  y una violencia mal contenida por ahora. Con la misma desenvoltura que los del Frente Popular se proclaman demócratas, cuando en realidad son más bien parásitos de una democracia que no les debe nada. Este uno de abril debe ser la ocasión para reflexionar sobre el mal camino y la degradación a la que llevan tales partidos y políticos a la democracia y a la nación.

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Historiadores profesionales… del fraude

Hace ya bastantes años que vengo, no diciendo, sino documentando y demostrando, que las elecciones del Frente Popular fueron un fraude. Y  que en ese fraude se apoyan la gran mayoría de las versiones circuladas a partir de la universidad sobre la guerra civil y el franquismo,  así como gran parte de las políticas actuales y, por supuesto, la infame ley de memoria histórica.  Puede admitirse que en un primer momento muchos de esos historiadores creyesen de buena fe lo que decían, pero hace bastante tiempo que no es así.  Sus historias, contengan más o menos datos reales, están desenfocadas y en lo esencial son tan fraudulentas como las bases de que parten, y ellos lo saben perfectamente. Viven en el fraude y del fraude. 

    En diversos libros, en particular Los orígenes de la Guerra Civil y El derrumbe de la república, he tratado todo lo referente al significado de la revolución de octubre del 34 y su repercusión en las elecciones del Frente Popular; a la conducta golpista o guerracivilista  de la izquierda en general, también de Azaña; a la utilización electoral de una campaña falsaria sobre la represión de Asturias, campaña que he analizado y cuya transcendencia histórica nadie había señalado; al tono de violencia y amenaza de guerra civil en que se desarrollaron las elecciones, con avisos de Azaña,  Largo Caballero y otros de recurrir a “otros medios” si ganaban las derechas; a la ausencia de garantías en el escrutinio y las falsificaciones evidentes en varias provincias; a la continuación de un proceso de ilegalidades hasta la destitución de Alcalá-Zamora; a la ausencia de investigación sobre la supuesta represión de Asturias, pese a haberlo prometido las izquierdas como eje de su campaña electoral;  al estallido inmediato, desde el 16 de febrero, de una violencia extrema con cientos de muertos y de incendios de iglesias, registros, periódicos y sedes de la derecha; ea significado y muy probable autoría intelectual del asesinato de Calvo Sotelo… Conjunto de hechos tiránicos y totalitarios que hicieron inevitable la guerra civil. Estas y otras cuestiones decisivas las he adelantado en mis trabajos hace ya bastante tiempo.

  Por supuesto, no he sido el único, pues unos u otros aspectos han sido tratados por Ricardo de la Cierva, Tusell y otros historiadores; pero creo que sí  he sido  quien más ha documentado esa historia en conjunto y  más ha insistido en ella, contra la marea de distorsiones pque nos ha abrumado durante tanto tiempo. Pues bien, el reciente libro Fraude y violencia en las elecciones del Frente Popular  recoge gran parte de mi trabajo anterior –sin citarme–  y lo completa en un aspecto: el examen de muchas de las actas que fueron falsificadas. Esto realmente no era imprescindible para decidir sobre el carácter, ya aclarado,  de aquellas elecciones, pero es importante porque pone el último clavo en el ataúd de las versiones que han circulado durante tantos años de manera imperiosa y a menudo amenazante.  

   Me pregunto qué dirán los historiadores, intelectuales y políticos que han cultivado el fraude desde hace tanto tiempo, hasta hacerlo una seña de identidad profesional. Sospecho que pasará como cuando cayó el muro de Berlín (y el fraude de  aquellas elecciones ha elevado un verdadero muro contra la verdad histórica en España): seguirán como si nada pasara, sin el menor debate de alguna enjundia. Y, por supuesto, los autores de este último libro, procuran desde el principio contentar a los falsarios advirtiendo que no ponen en cuestión la legitimidad del Frente Popular.  Son cómicos en su falta de honestidad intelectual y de valor moral.

    Uno de los “argumentos” de los historiadores de este género, sean de derechas o de izquierdas, es que ellos son profesionales y yo no puedo serlo porque no he recibido sus sabias lecciones en la universidad. Y no cabe duda de que son profesionales… del fraude. Y  en una universidad degradada que produce cosas como Podemos. Su pedantería solo tiene comparación con su ineptitud y majadería. En Nueva historia de España he señalado cómo el Siglo de Oro de España tiene relación con una enseñanza superior más nutrida que en otras naciones europeas, y de una calidad a menudo muy elevada. Hoy, la cantidad es mucho mayor, pero la calidad ha descendido  a niveles pedestres. A ver si denunciándolo logramos ir demoliendo este muro de Berlín y abriendo vías a la verdad que, según el dicho,  ”nos hace libres”. 

 

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Condición humana: incertidumbre parcial e incertidumbre radical

https://www.youtube.com/watch?v=wk1Zcs-3c7E&t=5s

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  El hombre siempre ha tratado de entenderse y mucho es lo que ha llegado a saber sobre sí mismo. Estamos diseñados, por decirlo así, para manejarnos en el mundo y en la sociedad, para alcanzar fines parciales mediante el esfuerzo, el conocimiento y el cálculo, también mediante la acción instintiva. En la tragedia Antígona  de Sófocles  podemos leer: Muchos son los terribles prodigios del mundo; pero, de todos, la mayor es el hombre. Él cruza los mares espumosos agitados por el impetuoso Noto, desafiando las rugientes olas. Él fatiga a la Tierra, la más vieja de las diosas, labrándola año tras año con el ir y venir de los arados tirados por caballos. Con su ingenio envuelve en sus redes a las aves, a las fieras y a los peces del mar. Con sus artes captura a los animales salvajes y montaraces, somete al yugo al caballo y al toro indomable.  Él aprendió por sí mismo el lenguaje y se adiestró con la palabra y el sutil pensamiento  que informa  las costumbres civilizadas; y también aprendió a resguardarse de la intemperie, de sus penosas heladas y lluvias inclementes. Sus recursos le permiten encontrar soluciones a todo, y prever el futuro de modo que no le sorprenda.  Solo del Hades no ha podido escapar, aunque sabe luchar contra las peores enfermedades y curarlas. Y con su ingenio más allá de lo imaginable, se abre camino hacia el bien, pero otras veces hacia el mal, infringiendo las leyes de los dioses y de los hombres…

   En esta descripción, el hombre aparece al mismo tiempo como un ser maravilloso y terrible, el sentido de cuyos afanes es dictado por las leyes divinas y humanas, dando por sabido el contenido de ellas. Aun así, la propia tragedia expone un conflicto sin solución en la conducta humana, que deja el sentido de su vida en la incertidumbre: se atribuye a Sócrates la frase “De todos los misterios, el mayor es el hombre” (¿?? No conozco el origen de la cita, que quizá se refiera a Sofocles, ya que el término usado para calificar al hombre también podría significar “misterio”).

  Cabe observar que este tipo de reflexiones apenas parece afectar a la mayoría de las personas, cuya vida transcurre bajo la presión de las necesidades y afanes inmediatos, valiéndose de las certezas elementales necesarias para subsistir, sin plantearse problemas de mayor enjundia. No obstante, en ese nivel doméstico o trivial tratamos de obrar intencionalmente, “con sentido”, y evitamos actuar “a lo loco”. Adecuamos los medios a los fines que nos proponemos, y lo hacemos con más o menos inteligencia, pero en conjunto con la suficiente para vivir, a veces con dificultad, a veces con holgura. Claro que no siempre tenemos éxito, y los errores persistentes  pueden llevar a la locura, que se manifiesta precisamente en acciones ilógicas, “sin sentido”.

  A lo largo de la vida nos planteamos objetivos de lo más variado, desde la preparación de una comida o tomarnos un descanso, hasta proyectos para la vida entera, sean profesionales, conyugales o de otro género. Todo esto, con sus dificultades como con sus logros y fracasos, es bastante inteligible y nuestra razón puede por lo general explicarlo bastante bien y prever el futuro de modo que este “no nos sorprenda”.

     Sin embargo,  incluso en el nivel más trivial de la actividad cotidiana permanece  la incertidumbre, en forma de accidentes o de incidencias inesperadas, que  estropean los cálculos más finos y arruinan el esfuerzo más perseverante. Como decía Julián Marías, el hombre es un ser “futurizo”, volcado al porvenir, que obra de acuerdo con proyectos, orientados hacia un futuro… el cual es por naturaleza desconocido, solo calculable de modo parcial y expuesto a mil errores. Así, la actividad más simple y bien ordenada puede frustrarse por intervención de lo que llamamos azar, cuya naturaleza consiste precisamente en que desborda los cálculos racionales. En el curso de la vida nos afectan sucesos, o encuentros con otras personas… que pueden desviar bruscamente nuestra orientación o planes previos, o dar al traste con ellos. Esto es una experiencia corriente, y tal elemento imponderable es también connatural a la condición humana y hace que “la fortuna”, buena o mala, desempeñe en ella un papel importante e incontrolable.

    Y dentro de esas condiciones, los planes, por lúcidos que sean, tropiezan con otro obstáculo: la dificultad, a menudo imposibilidad, de prever las consecuencias de sus actos a largo plazo y aún a medio plazo. Unas acciones generan otras acciones y mueven o influyen en proyectos ajenos, difíciles de calcular o prever y que pueden destruir nuestras esperanzas en principio mejor fundadas. Se trata de una experiencia muy corriente.  Es decir, gran parte de nuestra vida, incluso en el plano más trivial, escapa a nuestra voluntad y cálculos racionales.  Y hasta los individuos más absorbidos por intereses puramente utilitarios se ven forzados a percibir el misterio en ocasión de enfermedades o accidentes graves, de la pérdida de seres queridos o de sucesos catastróficos, a veces de la simple contemplación del firmamento nocturno.

    Por lo demás, sí existe una certeza real, y no precisamente consoladora: nuestra vida, tan colmada de inquietudes y trabajos, está abocada finalmente a deshacerse en lo que se nos presenta como la nada, a desvanecerse del mundo en que se ha desenvuelto mejor o peor por un tiempo y que contiene todas sus referencias. Aun así, nadie sabe cuándo le llegará, salvo en momentos inminentes o en caso de suicidio, generalmente causado por una depresión profunda.  La consciencia del fin al que abocan los afanes, penas y alegrías de la vida, afecta, por vagamente que sea, a toda persona.  Este sentimiento indefinible recorre y subyace a la vida humana. A él solo es posible escapar en parte, mediante el trabajo y la diversión, en cuyos logros o placer encontramos cierto sentido implícito. Pero el sentimiento profundo puede aflorar como una anonadante angustia vital que incapacita para las actividades normales.     

   A pesar de todas estas limitaciones, extrapolamos de modo impensado al conjunto de nuestras vidas la sensación de sentido que encontramos en las parciales acciones cotidianas. Sentido que relacionamos con nosotros mismos, con nuestros intereses o deseos. Sin embargo, cuando lo referimos a la vida como un todo encontramos una dificultad definitiva. Hay muchas citas de pensadores sobre la perplejidad que inspira al ser humano su propia condición, pero quizá sea Omar Jayam quien más breve y racionalmente haya expresado ese sentimiento de misterio: “Me dieron la existencia sin consultar conmigo / Luego la vida aumentó cada día mi asombro/ Me iré sin desearlo y sin saber la causa / de mi llegada, mi estancia y mi partida”.

   Esta incertidumbre radical puede extenderse a la especie humana y al mundo, que tampoco “saben” la causa ni el objeto de su existencia. Así, la condición humana podría definirse como un conjunto variable de certezas parciales y relativas, abordables aproximadamente con la razón… dentro de un marco de incertidumbre radical. Lo que podríamos llamar certeza de la incertidumbre. Semeja, salvando las distancias, al comportamiento de los animales domésticos: entienden parcialmente lo que el hombre espera de ellos y reaccionan y cumplen mejor o peor, pero sin poder penetrar el designio humano, que puede llegar a ser muy cruel para ellos.  Pues así como podemos discernir, al menos hasta cierto punto práctico, el sentido o intención de nuestros actos, nos es imposible descubrir la intención de aquella fuerza, voluntad o como queramos llamarla, que nos ha traído al mundo, nos deja vivir en él por un tiempo con más o menos trabajo, y finalmente nos expulsa sin molestarse en explicarnos la razón de todo ello

   En suma, aunque el ser humano experimenta un impulso fortísimo a conocer y dominar su propia existencia, ello le es posible solo de forma muy restringida, y la vida se desenvuelve sujeta a misterios. No solo los definitivos como el expresado por Omar Jayam, sino los que envuelven los aspectos de la vida más cotidianos o familiares y que tendemos a creer dominables por nuestra razón, pero que solo lo son en parte.

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Consecuencias actuales del golpe de estado de las elecciones del Frente Popular

Blog I: ¿Existe amenaza islámica?: http://gaceta.es/pio-moa/existe-amenaza-islamica-23032017-1917

****Una hora con la Historia: ¿Cuándo se derrumbó realmente la república? / ¿Es Inglaterra realmente un país amigo y aliado?: https://www.youtube.com/watch?v=wk1Zcs-3c7E&t=5s

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Madrid, 22 de Marzo de 2017

En este mes de marzo se ha publicado en España el libro “1936: Fraude y Violencia” de los historiadores de la Universidad Rey Juan Carlos don Manuel Álvarez Tardío y don Roberto Villa García (editorial Espasa), que demuestra con cifras y documentos el pucherazo electoral llevado a cabo por los partidos y sindicatos del Frente Popular en las elecciones de febrero de 1936, en las que dichas fuerzas se atribuyeron mediante el fraude electoral y la violencia sobre las personas y las cosas, al menos, cincuenta escaños que pertenecían a otras fuerzas políticas, logrando así una mayoría absoluta que les permitió formar gobierno en solitario.

Estos hechos constituyeron un delito de fraude electoral que equivale de facto a un golpe de estado contra la Segunda República, que no fue el primero por ellos protagonizado (recordemos la revolución de Asturias y la proclamación de la secesión de Cataluña por Companys), aunque sí el único que triunfó, formándose un gobierno ilegal e ilegítimo compuesto de marxistas, anarquistas, secesionistas y racistas, en contra de la Ley y del derecho de todos los españoles.

Sin embargo, aunque estos hechos eran conocidos desde antiguo, y ya esbozados a través de las memorias del expresidente de la Segunda República don Niceto Alcalá-Zamora, memorias previamente robadas por el gobierno del Frente Popular y posteriormente secuestradas por orden del gobierno de Zapatero cuando se hallaron en una caja fuerte, no ha sido hasta ahora cuando se han aportado cifras exactas y documentos originales con enmiendas y raspaduras en actas electorales, recuentos de votos a puerta cerrada, violencia contra candidatos y electores, y un largo etcétera de actos contrarios a la libertad que conformaron un ambiente viciado, radicalizado, polarizado y caníbal en palabras de los propios autores del libro, llegándose a contar en la campaña electoral hasta 41 muertos y 80 heridos de gravedad.

Estas pruebas irrefutables dan al traste definitivamente con la falsa mitología izquierdista y secesionista con la que los políticos actuales han impuesto una verdad oficial, también de manera totalitaria, sobre los hechos acaecidos en aquellos años y que, según ellos, hicieron ilegítimo el Alzamiento Nacional contra el supuesto gobierno legítimo proveniente de aquellas elecciones.

Queda demostrado que los verdaderos golpistas y enemigos de la democracia y de la libertad fueron, precisamente, los que se han autoproclamado sus defensores a lo largo de los 80 años transcurridos. La toma del poder mediante la falsificación de las actas electorales constituye un golpe de estado, y los posteriores actos violentos promovidos y amparados por el Frente Popular provocaron la desaparición del estado de derecho, incluyendo una campaña de exterminio de las personas e instituciones no afectas a su ideología, que culminó con el asesinato del parlamentario y líder opositor Calvo Sotelo. Ello hizo inevitable y legítimo un alzamiento combinado del ejército y del pueblo contra el poder ilegítimo, que pasó a la historia como Alzamiento Nacional. Más de media España decidió no dejarse exterminar, plantando cara al golpe de estado, los asesinatos, la barbarie, la sinrazón y el caos con las únicas armas que les quedaron, en defensa de sus propias vidas y haciendas, del derecho, de la Iglesia y de la unidad de España.

Queda demostrado que el PSOE, el PCE, la UGT, la CNT-FAI, el PNV y la ERC asaltaron el poder mediante un golpe de estado, en el que usaron la violencia y algunas instituciones públicas para falsificar actas y privar al pueblo español del legítimo resultado de los comicios, haciéndose con el poder de forma totalitaria y delictiva, y llevando a la nación entera a la difícil elección entre dejarse

matar o rebelarse para tratar de sobrevivir. No existe ya duda de ningún tipo de que el Alzamiento Nacional fue la única alternativa posible ante el totalitarismo de los que se hicieron fraudulentamente con el poder.

Ante esta evidencia histórica irrefutable, la Fundación Nacional Francisco Franco exige al gobierno y al Parlamento, en nombre de la Verdad y en beneficio del pueblo español, que lleven a cabo las siguientes acciones:

1.- Una declaración institucional condenando tanto el fraude electoral del Frente Popular en las elecciones de febrero de 1936, como los actos de violencia llevados a cabo por los partidos y sindicatos del Frente Popular en el período comprendido desde la precampaña electoral de las elecciones del 16 de febrero de 1936 y el final de la Guerra Civil.

2.- La exigencia a esas organizaciones políticas y sindicales miembros del Frente Popular, cuyas siglas son aún hoy legales y subvencionadas, PSOE, PCE, UGT, CNT, PNV y ERC, de que pidan perdón públicamente a todos los españoles y a la Iglesia Católica, que fue una de sus principales víctimas.

3.- La derogación inmediata de la Ley mal llamada de Memoria Histórica, por basarse en falsificaciones de la verdad, así como la devolución con intereses de todas las subvenciones recibidas por cualquier organización a raíz de su implantación.

4.- La restitución de honores, estatuas y nombres de calles y espacios públicos a todas las personas e instituciones que han sido despojadas de los mismos como consecuencia de la aplicación sectaria de la falsificadora Ley mal llamada de Memoria Histórica, así como la supresión de todos los honores, estatuas y nombres de calles y espacios públicos, atribuidos a personas u organizaciones relacionadas con el Frente Popular.

5.- La ilegalización de las organizaciones citadas en el punto segundo que no se avengan a pedir perdón al pueblo español por su pasado delictivo.

6.- Convocatoria de elecciones generales, con el fin de que el pueblo español, una vez informado del pasado delictivo de las organizaciones citadas en el punto segundo, pueda expresar libremente su juicio sobre las mismas.

Esta FNFF entiende que el gobierno español no puede desentenderse ni inhibirse de la defensa de la Verdad Histórica de la nación, ni de la persecución del delito y de sus promotores en cualquier tiempo y lugar. El delito de genocidio no prescribe nunca, según establece la legislación que le da cabida en el ordenamiento jurídico internacional. Es evidente que el genocidio fue uno de los muchos delitos atribuibles a aquellos miembros de las organizaciones integrantes del Frente Popular, y que nunca han sido juzgados por ello. El odio a la fe católica y la aspiración de romper la unidad de España fueron el motor de aquel genocidio. Las víctimas reales del golpe de estado en febrero de 1936 aún claman por el reconocimiento de sus derechos, mientras los herederos ideológicos de los delincuentes imponen en el Parlamento leyes revanchistas y revisionistas basadas en una mentira histórica que se ha impuesto de forma ilegítima a todos los españoles.

El honor, el reconocimiento a su valentía y el agradecimiento a todos aquellos héroes, Caídos y Mártires por Dios y por España a manos del Frente Popular han de ser restituidos por el Gobierno y el Parlamento a la mayor brevedad. No caben excusas de ningún tipo. Sólo caben el deber cumplido y la lealtad a la patria y a la historia.

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Destrucción de la cultura española / Utilidad del inglés

Uno de los fenómenos más significativos de nuestra época es la progresiva destrucción de la cultura hispana. En otro tiempo, no tan antiguo, la mayoría de los españoles sentía orgullo por su historia y cultura, aun si en general las conocían solo en rasgos generales. Después de todo, los resultados estaban ahí: cientos de millones de hispanohablantes; numerosos países con esa lengua oficial; el rastro de nombres hispanos por América, África y el Pacífico; las universidades creadas por España en América y Filipinas; las ciudades fundadas por españoles, las más bellas de América; la conquista, colonización y civilización de inmensas extensiones; la evangelización; el pensamiento de la escuela de Salamanca; una literatura original  que ha alcanzado cumbres excelsas; una pintura y arte en general comparables a las mejores del mundo;  la lucha, con un balance en general  exitoso, contra los expansionismos turco, protestante, inglés y francés y por salvaguardar la cultura católica… Todo ello resultado de la historia naval más interesante de la humanidad, de unas universidades con el mayor número de estudiantes de Europa, y algunas  de muy alto nivel; de instituciones como los Tercios, la orden jesuita, etc.

   Es cierto que desde mediados del siglo XVII aquella gran cultura ha sufrido una decadencia muy palpable, llegada a su punto más bajo en el siglo XIX y que, con altibajos y mejoras en el siglo XX, continúa hoy de forma acentuada. Simplemente el gran ámbito cultural hispano creado en otros tiempos se muestra hoy muy poco creativo, casi insignificante en comparación con el ámbito anglosajón. Y precisamente lo que padecemos hoy es una auténtica colonización no solo en el idioma (ya he escrito sobre ello, y solo un sordo y ciego podría no percibirlo), sino en todos los aspectos culturales, cada vez más reducidos a mero remedo de Anglosajonia. Lo significativo es que este proceso, acelerado de año en año, se produce no ya sin la menor reacción, sino con el apoyo entusiasta de políticos, periodistas e intelectuales. Si no conociera los hechos, me asombraría de ver cuánto cantamañanas lacayuno cree que los anglosajones son ineptos para la publicidad y necesitan de sus habilidades para difundir más y más su lengua, su cultura,  sus formas de entender el mundo, a costa de España y los países hispanos.

    En Madrid tenemos a Esperanza Aguirre (Hope Aguirry) o Ana Botella (Annie Bottle), supongo que también Cifuentes y muchos más,  esa generación de progres anglómanos de derecha que se aplica con el mayor empeño a la labor destructiva… ¡Y hasta, en su ignorancia e inconsciencia, lo hacen hablando de patriotismo! Vengo diciendo que Hope, por ejemplo es patriota, una patriota inglesa. Y como ella, casi todos los políticos. ¿No acaban estos idiotas de dedicar una plaza a Margaret Thatcher, otra patriota inglesa (“¡Bombardeemos Madrid!”) al lado del precario monumento a Blas de Lezo?  Doña Hope es Dame Commander of the Order of the British Empire, es decir, del imperio que tiene una colonia en nuestro territorio, Gibraltar, dedicada a los negocios más sucios, en los  que participan, como no, numerosos empresarios y políticos españoles (ahora ha salido Rato, otro patriota). ¿Por qué la han recompensado así los ingleses? Porque ha impuesto, ilegal e inconstitucionalmente, el bilingüismo en inglés en la enseñanza pública en Madrid. Un gran servicio. Salvo en algunas regiones, y no en inglés, España no es un país bilingüe, y el inglés o cualquier otro idioma extranjero debe ser estudiado como lengua extranjera, no en igualdad de condiciones y menos aún en superioridad, como es el caso. Porque, observen la propaganda con que justifican su fechoría: el inglés es “el idioma de la ciencia, de la economía (los economistas se expresan habitualmente en espanglish), de la técnica, de la música y la canción, incluso de la literatura y el arte en general, aparte de la moda…” en fin, de todo lo significativo culturalmente; y “si quieres encontrar trabajo,¡en la propia España!, debes saber inglés (Por cierto, en Grecia siempre han hablado mucho más inglés que en nuestro país, también en Portugal). Por tanto, el español queda desplazado, implícita pero muy claramente en la intención, a idioma doméstico y propio para infraculturas como las de los culebrones o la televisión basura, que llena prácticamente el 80% de los contenidos televisivos.  

   Esta gente lleva la traición en la sangre, como los comunistas para quienes los intereses de la Unión Soviética estaban muy, pero que muy por encima de los de España. Todos ellos, personajes  estériles intelectual, cultural y moralmente, vinculados de un modo u otro a la corrupción en todos los terrenos, se las ha arreglado para mandar, mangonear  y extender entre la gente sus propias miserias.

   Pero seamos realistas. La cuestión es: ¿debemos resignarnos a  la colonización y consiguiente desplazamiento de nuestra lengua y relegación de nuestra cultura a un asunto museístico, o es posible una revitalización, ya que en el pasado, aunque lejano,  sí lo fue? Si esa revitalización no se da –y no hay por ahora grandes indicios de ello—todo será inútil.  En cualquier caso, la primera medida es denunciar y hacer consciente a la gente de la degradante colonización  que hoy sufrimos.

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El debate, llamémoslo así, de anteayer (escrito el 2 de febrero de 2010) en el blog, sobre el desplazamiento del español por el inglés en la propia España y países hispanos, acompañado de un declive progresivo y al parecer imparable de la productividad cultural hispana (una cosa va con la otra, y esto sí que es un páramo) demuestra lo que a su vez sostenía: la incapacidad, debida probablemente a un defecto de la enseñanza, del universitario medio para discutir con un poco de rigor sobre cualquier tema que vaya más allá del fútbol o de cosas demasiado obvias. Un anglófilo –nada que ver con los ingleses, que suelen ser poco beatos y más conscientes de sus intereses– afirma que el español no es idioma adecuado para la democracia; otro se burla diciendo que con el alemán se terminará indefectiblemente en el nazismo y con el ruso en el bolchevismo, aunque falla en el inglés, exagerando los méritos de Churchill o de la Thatcher (tenía que haber dicho: con el inglés se termina por exterminar a los aborígenes y bombardear masivamente a las poblaciones civiles, incluso con bombas atómicas…) En el concurso de disparates, uno aporta el pensamiento de que el rock es la principal vía por la que se impone el inglés, ya que a él y a otros les gusta mucho ese género musical, y hay quien rebate, algo patrioteramente, que “A nivel cultural, la literatura, la canción, libros de ensayo, de historia, los mejores literatos, poetas, cantantes, cantautores y en muchos más sectores el español es muy importante por no decir predominante. Y eso es una evidencia” La evidencia es exactamente la contraria: ni en literatura, en ensayo historia o música popular está España, como media, a mejor nivel que en el cine. Y que el resto de Europa no esté mejor, no es un consuelo. Y también en esos campos el inglés avanza avasalladoramente por España.

Se ha creado el mito de “la utilidad del inglés”, que obligaría a ponerlo en la enseñanza al mismo nivel que el español en lugar de enseñarlo como idioma extranjero. El inglés es útil para muchos profesionales, científicos e investigadores, porque la mayor parte de las cosas interesantes que se publican en la mayor parte de esos terrenos está en inglés. Aun así, cuando existen buenos traductores y traducciones, esa utilidad disminuye. No recuerdo que Ramón y Cajal dominase el inglés, y en todo caso era un gran defensor del español. Pero para la inmensa mayoría de la gente que vive en España, el inglés es perfectamente inútil, salvo en sus viajes turísticos para preguntar en el hotel el número de la habitación u otras informaciones banales, y aun en eso hay cada vez más recepcionistas que hablan español. El inglés es, por otra parte, fácil de chapurrear pero difícil de hablar con corrección, y la mayor parte de quienes lo estudian hace muy mal negocio económico, pues no pasan de chapurrearlo a un coste muy alto en tiempo y dinero. No obstante, es muy conveniente estudiar idiomas extranjeros, y ante todo el inglés, porque, al margen de su dudosa utilidad práctica para la gran mayoría, y aun conocido someramente, abre ventanas sobre otras culturas y amplía el horizonte vital.

Pero estas son cosas casi triviales, y no son en absoluto el problema. El problema es que la utilidad del inglés se está creando mediante la obligación impuesta desde arriba de saberlo, innecesariamente, para numerosas profesiones y empleos en la propia España; mediante su empleo en las comunicaciones internas de empresas en España misma;, mediante universidades que ya dan sus clases en inglés como la SEK, cuyos alumnos se convertirán casi automáticamente en nuevos promotores e impositores del idioma “superior” dentro del país, mediante la exigencia de redactar en ese idioma trabajos científicos de todo tipo, incluida la filología española; mediante la exposición creciente de anuncios que van llenando el espacio público y desplazando de él al español; mediante el intento de equipararlo en todas las actividades cultas, lo que equivale no a igualarlo, sino a situarlo en un nivel superior como idioma de prestigio… una verdadera colonización cultural, que nosotros mismos pagamos. En tantísimos otros procesos en marcha ante los ojos bovinos de una mayoría falta de sentido crítico o de conciencia de la propia cultura, o bien educada en la telebasura y el botellón.

Este es el problema, un problema extremadamente grave, y este el debate. Pero no parece haber forma de encauzarlo.

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