El pánico a “Los mitos de la guerra civil” / Dos artículos

El pánico a Los mitos de la guerra civil

Cualquier observador un poco agudo percibe un tono de histeria o pánico en la reacción que ha producido en Francia y en España la entrevista de Le Figaro a propósito de la traducción al francés de Los mitos de la guerra civil. Reacción por una parte furiosa e intimidatoria (“cómo se ha atrevido Le Figaro…”), pero sin el menor atisbo de crítica racional; y por otra parte de silencio amedrentado. En España, ninguno de los grandes medios de derecha (ABC, La Razón, La Vanguardia, la COPE…), que tanto espacio dedican a noticias irrelevantes, análisis de perra gorda, chismorreos de famosos, consejos sexuales, etc.,  han publicado una sola línea sobre un fenómeno tan llamativo en Francia, que afecta al suceso más crucial del siglo XX español, y de repercusiones tan actuales como las leyes de memoria contra las libertades políticas e intelectuales. Nada, repito, ni una línea. Esto también revela un fondo de pánico.

La causa de esa actitud se percibe fácilmente: si lo que dice Los mitos es cierto, sería falso el discurso prevaleciente en España y Europa sobre aquella guerra, su significación y consecuencias históricas, lo que abre nuevas hipótesis y afecta a muy diversos intereses.  El problema para el discurso dominante no debería ser difícil: le bastaría con destacar dos o tres puntos clave en el libro y demolerlos con datos y argumentos…, pero  no hay nada de ello sino, como digo,  silenciamiento en unos e insultos e intimidaciones en otros.  Que dejan además la impresión de que tales “críticos” ni siquiera han leído el libro,  que según ellos es de “propaganda franquista” y  “no dice nada nuevo”, a pesar de su enorme éxito en España y ahora en Francia. Y que tal vez tendría también en Inglaterra, Usa, Alemania o Italia si se tradujera, rompiendo el actual  muro de silencio.  Así que daré unas explicaciones.

 Entre 1999 y 2001 publiqué la trilogía compuesta por Los orígenes de la guerra civil, Los personajes de la república vistos por ellos mismos, y El derrumbe de la república y la guerra, producto de nueve años de trabajo.  Estos tres libros podían resultar de lectura algo incómoda para el público en general, debido a estar repletos de notas de archivos y referencias bibliográficas, de prensa, actas de las Cortes, etc.,  por lo que me pareció conveniente un resumen popular –que no vulgarizado– de los tres. 

El resumen, Los mitos, fue concebido con un método expositivo original, que me pareció el más eficaz, en dos grandes partes. Una primera aborda las concepciones políticas e ideológicas de los diez líderes de los diversos partidos y personajes determinantes. Aunque suene extraño, esto no es frecuente en los libros de historia, que apenas suelen profundizar en los contenidos ideológicos en pugna. En el tercer tomo de la trilogía dediqué amplio espacio a dichos contenidos, sin los cuales nada se explica con alguna profundidad, y en  Los mitos hice lo mismo de modo más directo y personal, ciñéndolo a las ideas de los personajes. 

Y en una segunda parte examiné diecisiete cuestiones y sucesos muy concretos, para atraerlos del terreno del mito, más bien del  seudomito, al de la realidad comprobable historiográficamente. Y lo hice partiendo, bien de la documentación de la propia izquierda, bien de  investigaciones detalladas y nunca desmentidas de diversos  historiadores.   Finalmente añadí dos epílogos  sobre la guerra civil española en la historia del siglo XX y en la historia de España. Se adjuntan también unos mapas, una cronología y el origen regional de los personajes citados.

Espero que con motivo del XX aniversario del libro se publique una reedición. Ninguno de sus datos o tesis básicos  ha sido desmentido por otros estudios o críticas en estos veinte años, y  solo ampliaría los dos epílogos (lo haré en un prólogo) y algunas observaciones secundarias. Creo que hoy, cuando intenta suprimirse la libertad intelectual y con ella otras libertades, por medio de leyes delictivas, Los mitos de la guerra civil adquiere  una relevancia mayor incluso que cuando fue publicado.

Trataré en el blog otras cuestiones al respecto, como la de por qué un suceso tan intensamente  español  como aquella guerra ha  suscitado y sigue suscitando tantos años después, tal interés en Francia y seguramente en otros países. 

Dos artículos:

Pío Moa incendia París – Pedro Fernández Barbadillo – Libertad Digital – Cultura

Los franceses y la ‘Guerra de España’ (okdiario.com)

 

 

 

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Sinopsis novela / La clase más alta de la historiografía

Sinopsis de Cuatro perros verdes

Me pide una conocida mía una sinopsis de Cuatro perros verdes antes de decidirse a comprarla. Le escribo: “Cuatro jóvenes, muy distintos entre sí, pero amigos,  empiezan el día desayunando y discutiendo en un bar, a medias en broma, sobre el sentido de la vida. Después, a lo largo de la jornada, cada uno tiene su historia. A Santi, católico, ex seminarista y estudiante de ingeniería, le acomete el recuerdo obsesionante de un antiguo amigo homosexual, probable autor de un brutal asesinato que la policía no ha logrado aclarar. Le da vueltas una y otra vez, planteándose algunas cuestiones sobre su religión. Javi, tipo jovial y desenfadado, con viajes y más experiencia de la vida que los otros, es burlón y reacio a problemas metafísicos, pero se desconcierta al encontrarse con un ligue reciente y ya semiolvidado, una chica useña; le perturba la noticia oída en la radio, mientras desayunan, de un pariente próximo involucrado en un atentado terrorista (la radio tiene cierta importancia en el relato), y tiene dos encuentros violentos, de uno de los cuales sale herido de bala. A Moncho, ateo, una canción en la radio le hace irrumpir en  la memoria la imagen de la muerte de la chica de la que había estado muy enamorado, muerte que le había llevado al borde del suicidio; lucha contra su depresión escribiendo en algunos cafés y  paseando por la ciudad. Chano, el más joven, lleno de grandes aspiraciones pero atormentado por su nombre y por su físico, tiene su primera  e inesperada aventura sexual  con una chica inteligente y  fea,  y asiste a una asamblea estudiantil comunista, que le causa un percance posiblemente mortal.

Entre medias interviene Diego, líder estudiantil comunista, hijo del protagonista de Sonaron gritos y golpes a la puerta, de la que Cuatro perros verdes viene a ser una continuación. De Diego es del único que sabemos cuál será su más bien frustrante evolución posterior hasta la madurez avanzada. Lo sabemos porque la ha expuesto su padre en el epílogo de la anterior novela. También interviene, más brevemente pero con cierta contundencia, y que asoma al principio y al final,  el que llaman “el fantasma” o “el ruso”, también procedente de la novela anterior.

La cuestión es: ¿puede extraerse alguna lección moral, vital, ideológica o política, de aquella jornada tan diversa,  especial e inesperable  para cada uno de ellos, marcada muy explícitamente  por la salida y ocaso del sol, del que depende todo, según advierte Santi con un pensamiento algo pagano?  Si intento pensarlo, no encuentro  ninguna lección. Lo que he pretendido  es contrastar cinco experiencias vitales de personajes muy diversos. ¿Qué sale de ese contraste? No sabría  explicarlo, quizá cada lector pueda extraer alguna moraleja. De la novela anterior podría decirse: “tantos esfuerzos, aventuras  y peligros, ¿para qué? Imposible sacar una conclusión. ¿Pero no es así la vida?”.   De esta segunda novela queda, a mi juicio, el valor de la diversidad y contraste entre vivencias de unos jóvenes que aún no han vivido casi nada, se asoman a la existencia adulta,  y con los que  podría identificarse –con uno u otro o los cuatro– quien quiera recordar su primera juventud si la vivió en aquellos tiempos o tal vez en cualesquiera otros.

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La clase más alta de la historiografía 

En su comentario acerca de Hegemonía española y comienzo de la Era Europea, Stanley Payne destaca la “historia analítico-interpretativa como la clase más alta de esta arte”. Y, en efecto, así es. Se trata del enfoque general de un tema o una época partiendo de un análisis de sus elementos. En esto falla casi toda la historiografía española de modo estruendoso: la de izquierda por basarse en una “metodología y una ética” que le lleva a enfocar la hegemonía española desde la óptica de sus enemigos, sin importarle interpretarla a partir de los elementos que habrían impedido tal hegemonía; y la de derecha, o la mayor parte de ella, por “alimentarse de los desechos intelectuales de la izquierda”, o dar el bandazo a cierta patriotería.  Esta incoherencia de fondo se percibe también plenamente en relación con la guerra civil o el franquismo. Otro rasgo  analítico-interpretativo fundamental es la inclusión de una época o suceso histórico en un ámbito temporal y cultural más amplio. Casi todas las historias de España se hacen aquí prescindiendo de los desarrollos y evoluciones en su ámbito cultural del oeste europeo, y en el temporal de lo que he llamado Era Europea. Este defecto origina una historiografía provinciana, por no decir paleta.

Como señalaba hace poco, “España es el único país del mundo cuyos gobiernos, de izquierda o de derecha,  fomentan y financian los separatismos, fomentan la colonización por el inglés, venden la soberanía a otras potencias, se declaran amigos y aliados de países que invaden o amenazan invadir nuestro territorio y apoyan a un gobierno extranjero que pudo haber elegido la paz y eligió la guerra. El fondo de tales aberraciones es una hispanofobia latente o expresa en los partidos gobernantes, y la raíz de esa hispanofobia está en la falsificación o distorsión de la historia”. En la vaciedad o endeblez histórico-interpretativa de la misma.

S. Payne: He terminado la lectura de Hegemonía española y comienzo de la Era Europea, cada línea de sus 539 paginas.  Me parece una obra absolutamente destacada y en muchos aspectos   magnífica.  Literalmente cada página revela tu gran capacidad para la historia analítico-interpretativa, que es la clase más alta de esta arte.  Pero lo sorprendente no es esto sino que consigues tanta originalidad y enfoque nuevo.  En eso un típico triunfo “moísta.”  El  aspecto individual que más me ha gustado e impresionado es haber logrado   una perspectiva amplia y de conjunto de una historia tan complicada.  En  este sentido, sobre todo, es una obra singular sobre un tema ampliamente  tratado, pero nunca con tanta coherencia.  Otra virtud notable es haber  escrito una historia “positiva” y no denigratoria, pero sin caer en simplismos españolistas.  Así consigue enderezar muchos entuertos. Sencillamente admirable

 

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Metodología y ética / Gran novela (III) / Putón verbenero

Metodología y ética

Cien próceres de la enseñanza de historia en Francia muestran su indignación por la entrevista de Le Figaro porque dicen, entre otras cosas, que no soy historiador, por carecer de la  metodología y ética correspondientes. No lo apoyan en nada, simplemente lo afirman con la autoridad de ser un centenar (seguramente en España habría otros tantos y más). Yo, más modestamente, me permito cuestionar  tanto su metodología como su ética con un argumento que me parece decisivo: según todos ellos, con más o  menos matices, el Frente Popular  defendía la república democrática. Ahora bien, el núcleo político y de masas de dicho frente se componía de comunistas, socialistas aún más radicales que los anteriores, separatistas vascos y catalanes iluminados por un furioso racismo, más, como adorno, anarquistas y republicanos de izquierda (Azaña); y todos ellos tutelados por Stalin. Claro que a lo mejor eso es lo que entienden esos próceres por democracia, ahí nada que objetar, aunque debieran explicarlo claramente. Pero,  desde un punto de vista más habitual, se trata de una atrocidad intelectual y política.  Me pregunto qué metodología y qué ética les habrá llevado ahí.

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Gran novela (III)

Dentro de la literatura distinguimos, como en toda labor humana, unas pocas obras muy descollantes, a las que llamamos “grandes”, una masa regular y un número mayor o menor de “bodrios”. Claro que nunca habrá un acuerdo completo al respecto, pero muy pocos dudarán de que Crimen y Castigo o Ana Karénina sean grandes novelas, por ejemplo. Otra mucha literatura aspira a una alta calidad sin alcanzarla. Por otra parte existe una vasta novelística menor y pero  muy apreciable. Pienso ahora mismo en Wodehouse o Agatha Christie, a quienes leí mucho en la adolescencia y que por cierto eran amigos, y sus novelas muy entretenidas. El primero consigue su objetivo con un humor inteligente que hace reír, y Agatha consigue provocar el interés permanente por la intriga. No son “grandes” ni lo pretenden, pero tienen un valor importante.

Generalmente se espera de una novela que sea amena  y entretenida, lo que exige una buena técnica narrativa y estilo, pero hay auténticos bodrios entretenidos y con buena prosa, con buena técnica y sin apenas valor. En cambio una gran obra (quizá como La montaña mágica) puede resultar pesada de leer o estar deficientemente hilvanada, o alargarse demasiado, sin dejar por ello de ser “grande”. En estas, la amenidad y buena trabazón es un auxiliar relevante, pero no esencial. ¿Qué es, entonces, lo que nos  hace (nunca a todo el mundo) llamar “grande” a una novela? Por concretar, ¿hay alguna o algunas en la literatura española desde Galdós a la que titular así?

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Un putón verbenero

**Que yo sepa, VOX no ha adoptado una posición respecto a la colonización cultural por el inglés. Pero tendrá que hacerlo, y es preciso que los comentarios y artículos de este blog al respecto lleguen a gran número de personas para que VOX se sienta presionado. Ahora resulta que los que hablan un poco de la colonización son los de El País. Lo hacen por puro oportunismo, pero puede ser una buena ocasión para plantear  el debate, y eso depende de que denunciemos entre todos la colonización por cuantos medios posible. Hasta ahora, y desde hace al menos quince años, creo haber sido el único en sacar a la luz persistentemente (e inútilmente) esta crucial cuestión. Que ahora El País haga un leve amago de denuncia, resulta una ironía. El PP ha ido el gran financiador  de dicha colonización, más incluso que el PSOE, y ya es decir.

**La belicosa Sanna Marin reclama el “derecho a la alegría y al placer”, tal como ella los entiende. Podría ser el lema de un burdel LGTBI. La chica recuerda lo que en castizo se llama un putón verbenero.

**La UE está pagando muy caro su apoyo a Zelenski, el que pudo haber evitado la guerra y prefirió provocarla. Lo pagaremos todos, me temo. La neutralidad es el mayor interés de España, y hay que poner el problema sobre la mesa.

**Creo que España es el único país del mundo cuyos gobiernos, de izquierda o de derecha,  fomentan y financian los separatismos, fomentan la colonización por el inglés, venden la soberanía a otras potencias, se declaran amigos y aliados de países que invaden o amenazan invadir nuestro territorio y apoyan a un gobierno extranjero que pudo haber elegido la paz y eligió la guerra. El fondo de tales aberraciones es una hispanofobia latente o expresa en los partidos gobernantes, y la raíz de esa hispanofobia está en la falsificación o distorsión de la historia. Esta es una de la razones por las que he escrito Hegemonía española y Era Europea

 

 

 

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El gremio y la jauría

El gremio y la jauría

Un simpático cantamañanas llamado Reig Tapia escribió hace años un  arduo trabajo titulado Anti Moa, supongo que remedando el Anti Dühring de Engels (Reig es de la escuela stalinista de Tuñón de Lara): 500 páginas dedicadas a demostrar que no valía la pena leer mis libros. Pero lo interesante es que para escribirlo necesitó, explica en la dedicatoria, la generosa ayuda o apoyo  de lo que llama “el gremio de los historiadores”,  ejemplificado en “Joan Maria Thomàs cuyos argumentos para que aceptara escribir este ensayo fueron mucho más convincentes que los míos para rechazarlo, Julio Aróstegui, Paul Aubert, Arcángel Bedmar, Maryse Bertrand de Muñoz, Walter Bernecker, Gabriel Cardona, Jean-Michel Desvois, Antonio Elorza, Francisco Espinosa ( un energúmeno estalinista, de los más empeñados en prohibir mis libros), Ian Gibson, José Luis de la Granja, Enrique Guerrero, José Manuel López de Abiada, Ricardo Miralles, Enrique Moradiellos, Francisco Moreno Gómez, Paul Preston (que prologa el libro, para darle más fuste), Julián Santamaría y last but not least, Ángel Viñas”. Mencionados todos ellos en compañía de sus flamantes títulos de catedráticos y profesores en universidades alemanas, francesas, suizas o británicas, además de españolas. ¿Se puede ser más carpetovetónico con lo de los títulos?

Y ahora, con la entrevista de  Le Figaro, leo en Nueva Tribuna (de periodistas “serios”,  ya se entiende) el titular: “Historiadores franceses indignados con la entrevista a Pío Moa”. Todo un manifiesto de cien catedráticos franceses, es decir, nuevamente el gremio, convertido ahora en jauría dedicada a insultarme como “polemista obsceno”, por supuesto “revisionista” que “repite la propaganda franquista” y  “carece de método y de ética” Naturalmente sin molestarse en demostrar nada, les basta con pontificar. Y obsérvese bien: lo que les enfurece no son mis tesis, sino que reciban publicidad.  Quieren publicidad solo para sus historias y convertirlas en dogmas inatacables, por eso odian el “revisionismo”, es decir, el método  exigible en la tarea intelectual contra el dogmatismo y el fanatismo.  El problema que tienen, y que les saca de quicio, es que yo no me apoyo ni apenas cito ninguna “propaganda franquista”, sino, en un 90%, los textos de la propia izquierda, en particular del PSOE y los separatistas. Y como eso no pueden rebatirlo, y como han hecho sus carreras y prestigios ocultándolos o desfigurándolos, alzan un coro vociferante para disuadir y en su caso prohibir la lectura de mis libros. ¡Qué demócratas, y cuánta honestidad intelectual!

  Conviene entender su táctica, muchas veces repetida: empiezan con la jauría para pasar al silenciamiento y ninguneo, y finalmente, como ya ha ocurrido,  imponer leyes de “memoria” a la soviética, contra las libertades públicas. Hemos visto el proceso en España.

   Sin embargo, el problema real está en otra parte: ¿por qué estas tácticas delictivas no han encontrado la resistencia adecuada de quienes dicen creer en la libertad, pero que se ve que creen poquito? ¿Por qué tengo que vérmelas una y otra vez poco menos que en solitario  con  las jaurías del  gremio? ¿Por qué ahora mismo, con motivo de la entrevista de Le Figaro, guarda aquí casi todo el mundo silencio en lugar de alzarse mil voces en defensa, no ya  de mi persona o mis tesis sino de las libertades públicas y especialmente de la libertad intelectual? Una vez lo explicó  un catedrático a Florentino Portero: “La derecha española está condenada a alimentarse de los desechos intelectuales de la izquierda, porque carece de conciencia histórica y de pensamiento ideológico”. Y eso tiene mal remedio.

Lo diré de otro modo: VOX tiene ahora la ocasión de defender la  libertad y de distinguirse de gremios, jaurías y de esa derecha de señoritos vacuos e incultos. ¿La aprovechará? ¿La aprovecharán otros periodistas en medios no marginales?

Invito a mis lectores a multiplicar la difusión de este escrito

Y ya que el objetivo de toda esa gente no es debatir de modo racional, sino impedir que se lean mis libros, me permito recomendar una vez más sus lectura. Aparte de Los mitos de la guerra civil, tan temido por el “gremio”, estos otros, por ejemplo:Por Que El Frente Popular Perdio La Guerra Civileuropa: introduccion a su historia-pio moa-9788490608449La reconquista y EspañaCuatro perros verdesLos Mitos Del Franquismo (Historia)

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Valor de la guerra del 36 / Necesidad de leer / ¿Crímenes del franquismo?

¿Por qué es tan importante la guerra civil 1936-39?

La derecha española está empeñada, ya sabemos por qué, en “olvidar la guerra”, mientras que izquierda y separatistas le pasean por las narices sus peculiares versiones de ella. Doble delito de la derecha, pues así como la izquierda reivindica, aunque sea mintiendo, a sus padres y abuelos, la derecha escupe sobre las tumbas de los suyos con la mayor desenvoltura. 

Pero, en fin, ¿por qué aquella guerra sigue generando tal apasionamiento? Pues porque ha sido extraordinariamente importante en nuestra historia, también en la de Europa, y porque la verdad sobre ella ha sido sepultada bajo un derrubio de embustes. Por la mentira profesionalizada, que decía Julián Marías.

La importancia de la guerra puede expresarse así: gracias a la victoria de los nacionales, España se libró de verse desmembrada,  su cultura cristiana y europea de ser sustituida por la soviética,  y su independencia perdida. Y Europa se libró  de verse entre dos países comunistas. Pero eso es solo el principio. España se vio libre de la guerra mundial, lo que significa también que una parte sustancial de Europa se librara  de sus atrocidades. Y de aquella victoria ha salido la paz interna más larga y real desde la invasión napoleónica, y la más fructífera en todos los aspectos, no voy a repetir por qué, ya lo he dicho mil veces. 

Mentir sobre la guerra civil lleva a resucitar los fantasmas comunistoides y disgregadores, a perder soberanía y a perturbar la paz envenenando a las gentes, atacando de paso las libertades básicas. Y “olvidarla” significa abrir paso a todos esos indeseables fenómenos, hacerse cómplice de ellos.

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Necesidad de leer

**Cuando, a sabiendas de que mienten, los del gremio de historiadores progres afirman que mis libros son “propaganda franquista”, lo que intentan es que la gente no los lea. Así están ahora que trinan con la traducción de Los mitos de la guerra civil al francés. ¿Qué es lo que hay que hacer, entonces? Leerlo y procurar que otros lo lean.  Quien lo haga podrá juzgar sobre sus detractores. 

**En la fobia antirrusa que se expande por toda la UE, con escasas excepciones, hay una causa inconfesada, pero muy real. La ideología de la UE, que intenta imponer a todos sus países,  es hoy la LGTBI, cosa que rechaza Rusia y que provoca verdadera furia en Bruselas. Una ideología ni liberal ni democrática.

**La UE está pagando muy cara su rusofobia y su apoyo al político ucraniano que, habiendo podido evitar la guerra, no ha cesado en sus provocaciones con el respaldo de la OTAN

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¿Crímenes del franquismo? (I)

Un sinvergüenza del  negocio de la “memoria histórica” ha escrito en Le Figaro, en réplica a mi  entrevista, un artículo sobre los que llama “crímenes del franquismo”. Así que para aclarar la cuestión vamos a empezar por los crímenes de la izquierda española.

Antes de un mes de comenzada la república en abril de 1931, las izquierdas se dedicaron a quemar iglesias, bibliotecas y centros de enseñanza católicos, más de un centenar,  creando ya un clima de terror que envenenaría el nuevo régimen. Comunistas y anarquistas llamaron desde el principio a destruir la república “burguesa”, y enseguida se produjeron insurrecciones anarquistas. Azaña, según explica en sus diarios, ordenó ejecutar sobre la marcha a los anarquistasa quienes se encontrasen con armas en una revuelta en Cataluña, y algo después la republicana guardia de asalto asesinó, prácticamente quemó vivos, a un grupo de campesinos anarquistas en Casas Viejas. En Cataluña, y bajo la protección de la Generalidad, los anarquistas aprovecharon para asesinar a 22 obreros no adictos y dejar a otros sin trabajo, lo que significaba hambre para sus familias.  En los dos años iniciales de la  república se registraron unos 400 asesinatos y homicidios, prácticamente todos de origen izquierdista a veces entre las propias izquierdas.

Cuando, ante aquel panorama, al que se sumaban el hambre y el desempleo crecientes, las derecha ganó las elecciones por amplia mayoría, en noviembre de 1933, las violencias, atentados y crímenes izquierdistas aumentaron,  incluyendo un intento de huelga general del campo en la época de la cosecha, obra de los socialistas, que habría creado una gran hambruna. Y culminaron en la insurrección socialista-separatista de octubre del 34, planteada abiertamente como guerra civil y apoyada por toda la izquierda, en la que fueron asesinados numerosos clérigos y “fascistas” (fascista podía ser cualquiera que repudiase aquellas acciones). En total hubo muertos en la mitad de las provincias, hasta un total de unos 1.400. La insurrección se acompañó, como era ya costumbre, de incendios de bibliotecas, como la de la universidad de Oviedo,  y de edificios de gran valor artístico-histórico.

La derrota de la insurrección calmó momentáneamente los ánimos,  y en 1935 no habría más de 43 muertos, como  siempre casi todos de origen izquierdista. Luego vinieron las elecciones falsificadas por el Frente Popular (alianza de hecho de partidos sovietizantes o afectos, y de separatistas), a continuación de las cuales el terror se extendió causando en solo cinco meses más de  300 muertos, algunos en reyertas entre socialistas y anarquistas. Todo ello acompañado de cientos de incendios de iglesias, algunas de gran valor artístico, registros de la propiedad, de sedes de partidos prensa derechista. La oleada de terror culminó con el  asesinato del entonces jefe de la oposición, Calvo Sotelo, que ya colmó el vaso de la paciencia de muchas personas. Luego vino la guerra, o más propiamente, se reanudó después de que el PSOE la declarase en 1934.

Estos atentados y crímenes, aquí muy resumidos, se produjeron durante la república y los primeros meses del Frente Popular, y tuvieron por objetivo derrumbar la legalidad republicana, llamada “burguesa” por las izquierdas.  Y apenas recomenzada la guerra, ya el terror rojo subió al delirio, incluido el terror entre las propias izquierdas,  así como surgió el terror de réplica de una derecha que había soportado durante cinco años las violencias, crímenes y demagogias que estaban hundiendo al país, amenazando su integridad nacional y tratando de sovietizarlo.

¿Acaso no conoce estos hechos el fulano de la memoria histórica? Por supuesto, los conoce de sobra. Pero aquí casi siempre se produce un equívoco en la discusión, porque se da por supuesto que, al invocar constantemente fechorías reales o supuestas del franquismo, esta gente se indigna ante cualquier crimen, también de la izquierda. Pero no es así. En realidad dan por buenos todos esos asesinatos y atentados. Y hasta, cuando se sinceran, piensan que fueron insuficientes, que el terror fue insuficiente, y de ahí la derrota.

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