Los árboles y el bosque /Dimisión y confesión/ Neblina en el yo

La visión que tenemos de la posguerra en España viene marcada por la propaganda de los vencidos y por una literatura y cine acordes. Pero una historiografía bien documentada cuenta una historia diferente:      316 – Literatura y realidad en la posguerra | El doctor y Al Capone (youtube.com)

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Los árboles y el bosque

El dicho “los árboles no dejan ver el bosque” es muy aplicable a gran número de obras de historia, en los que la abundancia, a menudo caótica o puramente parcial de los sucesos no permite una visión clara de conjunto. A veces recibo críticas en el sentido de que mis libros “no dicen nada que ya no estuviera antes contado”. Es una observación falsa porque sí doy datos y detalles que no habían sido “contados”, y sobre todo porque mi empeño principal ha sido sacar unas conclusiones generales nuevas. Los datos están ahí, y siempre se pueden descubrir y se descubren datos o detalles nuevos, en ese sentido el trabajo nunca tiene fin. Pero si no se los relaciona con buena lógica, al final no aclaran nada. Esto es lo que permite que se siga hablando de “bando republicano” en la guerra civil, una distorsión ciertamente fundamental, cuyo alcance no acaban de ver muchos estudiosos.

Pero vayamos a un trabajo que he publicado no hace mucho: Hegemonía española y comienzo de la Era Europea. El el título ya expone una concepción de conjunto nueva: que  la hegemonía española en Europa va asociada a un fenómeno sin precedentes: los cruces del Atlántico y del Pacífico, coronados por la primera vuelta al mundo. Son las tres máximas hazañas navales de la historia humana, un dato y valoración que nunca se habían subrayado en su alcance. Pero aún más importante es constatar sus consecuencias: abren la era de las conquistas y colonizaciones europeas, y van relacionadas con una expansión científica y técnica, y de un pensamiento que se ve obligado a abordar problemas de todo tipo, políticos, religiosos y económicos.  Eso es parte de lo que he querido mostrar en este libro. Ciertamente he tenido que apoyarme en datos y exposiciones de muchos otros autores (historiar no es novelar, aunque en algunos casos no se hace la debida distinción), pero lo dicho basta, me parece, para sustentar un nuevo enfoque general de la época.

  Las consecuencias de aquellas expediciones llegan con plena fuerza, hasta nuestros días, pero de un modo inesperado: la era histórica entonces comenzada, con diversas potencias europeas como los focos culturales decisivos de la humanidad, ha llegado a su fin con la II Guerra Mundial, que abre ante nuestros ojos una era nueva, cuyo desarrollo apenas podemos entrever. Pero entender así la SGM nos permite mirar de otra forma al pasado; y también al presente y a un futuro que se está mostrando inquietante

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Dos dimisiones,  dos confesiones

No suele ser muy cierto que se  pilla antes a un mentiroso que aun cojo, pero a veces sí. Por ejemplo, cuando Suárez dimitió dijo hacerlo para evitar que la democracia volviera a ser un paréntesis en la historia de España. Sin darse cuenta se estaba declarando culpable de estar llevando la transición a un callejón sin salida, lo cual era cierto: sus erráticas políticas fueron la causa principal del 23-f, dato muy poco comentado. Si había peligro de golpe, su deber habría sido mantenerse en su puesto, y no marcharse, con lo que probaba que el peligro era él. 

Ha vuelto a suceder con otra dimisión, la del doctor. Él afirma que su mujer está libre de culpa y que colaborará con la justicia. Hasta aquí, todo normal. Pero en lugar de esperar la decisión judicial quiere imponerla atribuyendo los indicios y denuncias a una conspiración de extrema derecha y sugiriendo corrupción de la justicia –que ciertamente existe, y de la que es principal responsable su partido, seguido por un PP también interesado–. Por lo demás, el PSOE siempre ha colaborado con la justicia mediante campañas de acoso y derribo contra los jueces que investigaban sus corrupciones, como Marino Barbero o Mercedes Alaya. Con sus acusaciones, el doctor está reconociendo que la inocencia de su mujer ni la suya propia podrían sostenerse ante una investigación judicial  independiente.

La maniobra del doctor es simple: por una parte trata de desviar la atención de los casos cada vez más numerosos de corrupción que le afectan directa o indirectamente,  para centrarla en su mujer y al mismo tiempo desviar la atención de los posibles delitos de esta hacia una imaginaria campaña de acoso y derribo contra él. Así, los delincuentes serían otros, contra quienes llama el doctor, solapadamente, a una movilización general, también contra la libertad de prensa y contra la (ya muy precaria) independencia judicial.

Otro aspecto en la inesperada reacción  “ultra” del doctor: la sospecha de que está bajo chantaje de Marruecos por el asunto Pegasus, cuya investigación se cerró en falso al negarse Israel a cooperar, y que  el mismo doctor trajo de vuelta involuntariamente con sus fingidas posiciones sobre el conflicto de Israel y Palestina. Maestro como es en desviar la atención, en plena marea de indicios y acusaciones se dedicó a viajar por el exterior explotando emocionalmente  un problema que en el fondo ni le va ni le viene. Y ahí ha cometido quizá la mayor torpeza. De momento sabemos que su teléfono y los  de otros cómplices de su gobierno fueron  infectados,  que la infección procede con casi seguridad de Marruecos, y que en los últimos tiempos él y su gobierno se han convertido en servidores de Mohamed VI. Quizá todo esté relacionado.

  La cuestión clave para el doctor es si habrá suficiente movilización popular para “obligarle a sacrificarse” volviendo a ejercer el poder y seguramente atacar más a fondo la independencia judicial y la libertad de prensa, es decir, para completar el golpe de estado en marcha. Ayer, la concentración de sus fanáticos traídos de toda España resultó un fracaso patético.  A ver con qué sale mañana el individuo. Pero desde luego, le conviene seguir en el poder, porque desde él podrá maniobrar y corromper lo que haga falta.

Esto nos hace volver a Suárez. Confesor involuntario de su culpa, bajo el impostado dramatismo de su despedida había dicho alegremente a su gobierno: “¿Os dais cuenta? La noticia de mi dimisión va a ser noticia de primera plana en toda la prensa mundial”. E hizo que su sucesor fuera Leopoldo Calvo Sotelo, a quien creía de su confianza y que, falto por completo de eso que llaman  carisma, no podía durar mucho. Por lo que tendría que ser llamado de vuelta él mismo, Suárez: la UCD no tenía  otro líder que le diera votos todavía.

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**Interesante la viceministra Montero bailando la danza del gorila ayer en Ferraz. Vale la pena. Y muy valiente y agudo  el periodista Vito Quiles: ha destrozado él solo la movilización.

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Adiós a un tiempo

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La neblina de la autopercepción

Si, como decían Tolstói y Baroja, es imposible conocerse a sí mismo, salvo a retazos o especulando sobre las propias limitaciones, también es cierto que lo intenta todo el mundo hablando o escribiendo sobre su propia vida. Ello indica que intentamos entendernos a nosotros mismos, incluso si la intención es solo la vanidad de impresionar a los demás o de justificarse ante ellos. Por eso, incluso las memorias menos interesantes o más anodinas o meramente justificativas, suelen  rebasar la intención de los autores. Esto lo vi con bastante claridad al comparar las memorias de los políticos de la república, cuyo contraste arroja mucha luz no solo sobre sus personalidades, sino también sobre su tiempo y actividad política. Contrastar las memorias de los protagonistas es un excelente método de investigación historiográfica, que no recuerdo que se haya empleado mucho, al menos en España.

En las memorias nos esforzamos por dar una coherencia a nuestra historia personal. En mi opinión, eso es una labor tan necesaria como nunca realmente cumplida. Uno nunca llega al fondo de sí mismo, ni con el  mayor empeño, como pretendieron San Agustín, Rousseau o Koestler, cada uno a su manera. Por mi parte he evitado esa tentación en Adiós a un tiempo, limitándome a exponer 51 estampas o episodios de mi experiencia: de cárcel, de infantería de marina, de sucesos en trabajos de fábrica o de campo en Inglaterra, de activismo clandestino, de gamberradas de  infancia, de viajes a pie, de  amigos ya muertos, de intentos culturales en el Ateneo de Madrid, de alguna visita a Atenas,  etc. Otra parte del libro incluye un viaje a Las Hurdes, la llegada desde París de unos enviados para “reconstruir el partido comunista auténtico”, trabajo en los astilleros de Bilbao, o reconstrucción clandestina del partido desmantelado por la policía  en Galicia, viajes a pie por la Vía de la Plata, etc.  

Evidentemente, detrás de todo ello hay también una especie de paisaje social de época, que queda un tanto en la neblina, como la propia autopercepción

 

 

 

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