Hacia un totalitarismo sin precedentes.
Como todos los conceptos políticos y morales, este del totalitarismo se puede interpretar de diversos modos, pero en resumen consiste en que un partido ocupe el estado y el estado ocupe la sociedad. El nazismo iba en esa dirección, que llevó a su ápice la Unión Soviética. El totalitarismo no solo anula las libertades políticas, sino también la libertad personal. En España nunca ocurrió nada por el estilo. Las invocaciones del primer período a un estado totalitario solo querían decir que el estado –propiamente el gobierno– intervendría en la relaciones entre obreros y patronos para evitar la “lucha de clases”.
En el franquismo, el estado nunca ocupó la sociedad sino que, lejos de ello, fue mucho más pequeño en presupuestos y en atribuciones que incluso en las democracias liberales, lo que suponía una gran libertad personal. Tampoco hubo un partido que a su vez ocupara el estado, ya que se componía de cuatro partidos o familias que disponían de considerables libertades políticas (prensa y organizaciones propias, etc.) Los partidos cuyas libertades estaban restringidas era los que habían ocasionado la guerra civil y practicado el terror contra la mitad de la población.
Importa mucho señalar el fenómeno de la expansión del estado en Europa y Usa después de la II Guerra Mundial. Sus aspectos positivos son indudables, al garantizar la enseñanza y la sanidad a toda la población, pero con ello venía el peligro, que se ha hecho creciente, de un control sobre la población por parte de minorías imbuidas de ideas mesiánicas. Ese peligro es hoy claro e inminente: grupos político-mediáticos, aunque divididos en varios grupos, constituyen de hecho un partido único por su ideología, que imagina tener el remedio a los peligros que acechan a la civilización e intenta imponerlo a todo el mundo. En esta marcha, apoyada en unos medios económicos sin precedentes, atacan las libertades y tratan de marginar a las minorías opuestas, incluso a las mayorías como ocurre tan claramente en Usa, donde los medios de masas atacan directamente a los intereses, sentimientos y aspiraciones de la mitad de la población.
Algo nuevo en este mesianismo totalitario es el intento de controlar y perseguir, no solo los actos y el pensamiento, sino también los sentimientos libres y espontáneos de la gente. Destruyendo las bases de la moral, tratan de definir como delito máximo el “odio”, con el que definen las posiciones contrarias a su ideología. Pero es esta la más cargada de odio: su multiculturalismo trata de segar las raíces cristianas de la civilización occidental y culpabilizarla achacándole todos los crímenes presentes en los últimos milenios de la historia humana; su criminal abortismo provoca la matanza masiva de vidas humanas inocentes e indefensas; su feminismo y homosexismo tratan de extender la igualdad ante la ley hasta la supresión de las diferencias naturales entre varón y mujer, necesarias para el sostenimiento de la vida; su ecologismo llega al ataque el propio ser humano como supuesto destructor inevitable de la naturaleza… Son ideologías de muerte, no solo por los millones de abortos que provoca como “derecho” de “LA mujer”….
Vivimos, ya hoy, en una verdadera sociedad de pesadilla. Clarificarla y despertar de ella van a ser las tareas fundamentales de la presente generación, si es que quiere o puede asumirlas.

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La sinceridad peligrosa
“Nos llena de orgullo y satisfacción haber puesto a España en el podio mundial, y en el escalón central, de los muertos por el covid. No ha sido tarea fácil, pero hemos tomado las medidas precisas: manifestaciones feministas, libre circulación por los aeropuertos, descuido en las residencias de ancianos y otra serie de actuaciones que han llevado a este feliz resultado: España en primera posición mundial en fallecidos en proporción a la población. Y no lo hemos hecho con arrogancia, pues, al contrario, hemos reducido mucho las cifras reales, a fin de que otros países, como Bélgica, no se sintieran acomplejados y pudieran acercarse a nuestro récord. Pero, en fin, lo hemos logrado, a pesar de que la extrema derecha nos acusa de incompetencia y desinterés. Como la gran mayoría de los finados son personas de edad avanzada, pueden ustedes imaginar el alivio que estas cifras supondrán para el pago de las pensiones, así como para la sanidad social, porque precisamente eran quienes más gastaban en medicamentos y tratamientos caros, lo cual, pensiones y medicina, venían siendo un problema de los más graves para nuestra economía y a los que ningún gobierno anterior encontraba solución. También hemos aprobado la eutanasia, que bien servida con campañas de convicción a los ancianos, puede sanear todavía más nuestras finanzas. Y debemos explicar al pueblo estas medidas progresistas, para que nos siga votando, porque muchos no quieren entender la realidad y nos acusan de insensibles con el dolor humano y cosas por el estilo. Somos muy sensibles, y también con los derechos de la mujer, con la lucha contra el machismo, que nunca se acaba, contra la violencia de género, con la inmigración masiva, etc. etc. Y velamos por las próximas generaciones, para que no se asfixien con el costo de las pensiones y tratamientos médicos. Como ha dicho acertadamente nuestro gran amigo el Coletas, los viejos ya han hecho lo suyo, se les agradecen los servicios prestados pero que no nos den la murga, vamos, que se vayan a la mierda de una vez…”
Borrador del discurso que preparaba el Doctor para explicar la situación, y que al final no ha salido porque otros miembros del gobierno han argüido que podría costarles cierto número de votos de gente bobalicona que no entiende nada y que podría ser manipulada por la extrema derecha. “La sinceridad es muchas veces inconveniente, incluso peligrosa, y ahora toca avanzar hacia la república”, adujo una ministra de algo. Resultó el argumento definitivo.


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Tres formas de divinidad.
Aunque la Biblia parece haber inspirado también al cristianismo y al islamismo, la concepción de la divinidad en las tres religiones es muy distinta y difícil de compatibilizar. En el judaísmo, Yavé es un dios por así decir étnico, que ha elegido al pueblo judío en especial y no al común de la humanidad, la cual tal vez podría imitar a los judíos para mejorar moralmente, aunque no está claro. Pero la posible imitación de los judíos resulta ardua, porque nos mismos desobedecen con demasiada frecuencia a Yavé, que es un dios celoso que castiga las ofensas hasta varias generaciones después de cometidas. Por lo que los judíos sufren invasiones, matanzas y deportaciones a causa de sus pecados. Importa señalar que no aparece en la Biblia, o solo raramente, la idea de un castigo (o una recompensa) en el otro mundo, sino que es en este donde se produce dolorosamente. Como, según la leyenda, les dijo Vladímir de Kíef: “No entiendo cómo adoráis a un dios que os trata tan mal”.
El Dios cristiano difiere profundamente: su protección se extiende sobre toda la humanidad, y los castigos (o premios) a las andanzas humanas tendrán lugar fundamentalmente en otro mundo, después de la muerte. Tampoco es celoso vengador generación tras generación, sino fundamentalmente amoroso, y ello hasta el punto de entregar a su Hijo a un terrible suplicio inmerecido para redimir al hombre de sus pecados. Es además “uno y trino”, algo herético para los judíos, aunque es fácil identificarlo en sus tres facetas como creador (Padre), iluminador (Espíritu Santo) y salvador o redentor y juez (Hijo). Por su parte, la fe en la divinidad de Jesús parece tener mayor importancia que el cumplimiento de sus leyes –la moral, las obras– (que en el protestantismo carecen de valor), mientras que en los judíos es el cumplimiento riguroso de la ley (rechazada por San Pablo) la condición para la vida moral. El mesías del judaísmo, a su vez, no tiene la menor relación con el mesianismo cristiano.
A su vez Alá resulta muy diferente de ambos. Como el cristiano es universalista y reserva la salvación del hombre para el otro mundo, pero su paraíso es sorprendentemente carnal, frente al puramente espiritual del cristianismo. Diferencia esencial es también el carácter belicoso de Alá, que ofrece el paraíso ante todo a los creyentes que combatan a los infieles como principal mérito moral. Yavé puede resultar también belicoso (como en la invasión de Canaán); el enviado divino Mahoma, es ante todo un jefe guerrero. Y Jesús, Dios hijo, anuncia que no viene a traer la paz sino la espada, a traer el fuego a la tierra, deseando que ardiese cuanto antes; pero su prédica esencial parece ser el amor, incluso a los enemigos, y la mansedumbre, con la cual soporta una pasión horrenda, se supone que como ejemplo a los demás.
Se podrá profundizar mucho más, pero lo dicho creo que fundamenta, entre otras, la tesis de que el cristianismo no continúa al judaísmo, sino que rompe profundamente con él.
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