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Toma de Granada: de nuevo el islam / Gibraltar, la AntiEspaña / Los muertos matan a los vivos
Toma de Granada: de nuevo el islam
La toma de Granada, celebrada en toda Europa, marca el fin de la reconquista en el programa religioso, aunque no en el político. Ambos aspectos iban estrechamente unidos en la época, pero no eran lo mismo. Para la Reconquista política faltaban la unión de Navarra, que consiguió años después Fernando el Católico, y la de Portugal, a la que se dedicaron con afán los reyes Católicos, sin conseguirlo por una serie de imponderables. Solo ya en 1580 y por un período de sesenta años se pudo reconstituir plenamente el reino hispanogodo, objetivo político de la Reconquista, que resultó imposible completar, aunque no en lo esencial. La diferencia entre el objetivo político y el religioso ha sido casi siempre olvidado en la historiografía del período, por eso he procurado señalarlo en mi libro sobre la Reconquista, porque si bien para los dirigentes las dos cosas iban juntas, para la Iglesia era esencial la expulsión del islam, pero secundaria la reunificación política.
La toma de Granada completó la reconquista religiosa y fue un gran avance en la política. Y no dejó de ser una réplica a la toma de Constantinopla por los otomanos 39 años antes. El islam retrocedía en el oeste de Europa mientras no cesaba de avanzar por el este, de ahí la repercusión del éxito de los Reyes Católicos en todo occidente. Y fue también el comienzo de la larga contienda entre España y el Imperio otomano, con sus muchos altibajos, incluidas gravísimas derrotas hispanas, hasta culminar en la victoria de Lepanto, que contuvo la impetuosa y casi irresistible expansión de la superpotencia turca por el Mediterráneo.
Es imposible exagerar la crucial importancia histórica de aquel suceso para España y para Europa. Y esa es la razón precisa por la que toda la Antiespaña trata de denigrarlo o al menos sumirlo en el olvido. Por lo que es imprescindible recordarlo y conmemorarlo en un tiempo en que nuevamente la unidad de España está en peligro por quienes simpatizan con el islam, como simpatizan con cualesquiera enemigos de España. De nuevo tenemos el problema de la invasión musulmana propiciada por una legión de donjulianes. Y urge ponerse a la altura del desafío.
“Don Julián, hoy” – Presente y pasado – Libertad Digital
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Crónica. Gibraltar como revelador
**El criterio básico para entender la cuestión de Gibraltar es este: España está invadida en un punto estratégico por una potencia de la que se declaran amigos y aliados los gobiernos españoles. Dentro de ese criterio esencial deben entenderse los “paripés” y pequeñas medidas contradictorias de esos gobiernos hacia el peñón.
**Los gobiernos “españoles”, de izquierda o derecha, han sacado a la colonia de la ruina en que la sumió Franco para convertirla en un gran emporio de negocios oscuros y corruptores.
**La política de los gobiernos, sean del PP o del PSOE, en relación con Gibraltar es un aspecto más de la esencial corrupción, mucho peor que económica, que caracteriza a ambos partidos.
**La actitud lacayuna de los gobiernos españoles en relación con Gibraltar y la potencia ocupante, mide el abismo de abyección en que ha caído la política española desde Leopoldo Calvo-Sotelo y Felipe González Sean de derecha o de izquierda, partidos y gobiernos marcados por la vileza y la bellaquería.
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Los muertos matan a los vivos, o la repetición de una historia funesta.
¿No indica cierto grado de enfermedad política la atención actual a la república, noventa años después? ¿No debía ser ya una cuestión resuelta y saldada?
Ninguna cuestión histórica está nunca resuelta definitivamente. Siempre hay detalles ignorados o imposibles de aclarar, y siempre son posibles nuevos enfoques en que los hechos adquieren un carácter distinto. Claro que la novedad no es de por sí una virtud: puede surgir algo nuevo y disparatado, y de hecho abundan las versiones disparatadas, además de las deliberadamente falseadas.
Aun así, ¿por qué esta especie de histeria respecto de nuestro pasado? Parece como si no hubiera pasado.
La causa es fácil de entender: muchos se consideran hoy herederos de los vencidos en la guerra civil, cosa que sí debería estar superada y aclarada, máxime cuando gran parte de esos “herederos” provienen precisamente del franquismo, incluso del funcionariado franquista, como el memoriador Ángel Viñas y bastantes más. Y esos “herederos” han inventado una república puramente imaginaria y un Frente Popular aún más imaginario, que pretenden identificar con aquella. Estos equívocos y evidentes falacias han sido posibles porque el franquismo ofreció de sí mismo, de la guerra y de la república una imagen intelectualmente muy pobre, que ha facilitado las distorsiones de sus contrarios y luego la complicidad de UCD y PP con los memoriadores.
Prácticamente todo el mundo, a derecha e izquierda, identifica al Frente Popular con la república, y habla del bando vencido como republicano.
Así es, una verdadera tontería, o más bien golfería, pero que dice mucho del nivel de la historiografía española al respecto. El Frente Popular destruyó la república, destruyó su legalidad en un doble golpe de estado guerracivilista, el primero en octubre del 34, que fracasó; el segundo mediante unas elecciones fraudulentas en el 36, en las que el Frente Popular afirmó su decisión de impedir que la derecha volviera a gobernar. Destruyó lo que la república tuvo de democrática, que tampoco era mucho, pero que había permitido una alternancia en el poder en 1933. Si no partimos de diferenciar radicalmente entre república y frente popular, no entenderemos nada, y la historia se convierte en un galimatías. Es lo que he querido superar con mis dos libros recientes sobre la república y sobre el Frente Popular.
¿Cómo es posible que se haya tardado tanto en llegar a esas conclusiones?
Por la pobreza historiográfica mencionada. Pero no son conclusiones del todo nuevas. Stanley Payne, por ejemplo sitúa el fin de la república en 1936, no en el 39, aunque diferimos en la fecha precisa. Pero sigue predominando la confusión, en unos casos intencionada y en otros por ignorancia o por análisis romos. Como en tantos otros hechos relacionados.
¿Hechos fundamentales o de detalle?
De ambos, aunque los que importan son los fundamentales, los de enfoque. Por ejemplo, contra una impresión casi generalizada por el mito, la república llegó en un doble proceso: de suicidio de la monarquía y de iniciativa de políticos de derecha, en especial Alcalá-Zamora, Maura y, no menos importante y casi siempre olvidado, el general Sanjurjo que, mandando la Guardia Civil, se puso a las órdenes del Comité revolucionario. Desde el principio tuvo todo cierto aire de farsa, porque los tres citados habían sido personajes importantes de la monarquía, incluso ministro Alcalá-Zamora.
Pero la imagen que tiene casi todo el mundo de la república es como un régimen izquierdista, de “trabajadores de todas las clases”.
Lo de “trabajadores de todas las clases” suscitó bastantes bromas dentro y fuera de España. Pero es cierto que si bien el régimen lo trajeron políticos de derecha ayudados por el impulso suicida de la monarquía, tomó muy pronto carácter izquierdista con la gran quema de iglesias, bibliotecas, obras de arte y escuelas. Las izquierdas pasaron a entender el régimen como propiedad suya, se apoderaron de la bandera de la democracia, y su primer bienio fue una sucesión de violencias, sobre todo entre las propias izquierdas. De ahí que ganaran las derechas ampliamente las elecciones de noviembre del 33. Lo demás, ya lo sabemos: aquellos “demócratas” y “trabajadores”, socialistas y separatistas, en especial los catalanes, se decidieron por la guerra civil. No voy a extenderme a hora sobre cosas bien conocidas, que en estos dos libros están explicadas a fondo.
Aparentemente, fueron las izquierdas las que destruyeron la república. ¿Por qué tendrían que hacerlo, si era un régimen que les favorecía tanto?
Porque no admitían un gobierno de derecha salido de las urnas. No eran izquierdas digamos civilizadas, sino demagógicas y antidemocráticas. Se decían defensoras de los trabajadores, pero sus medidas aumentaron la miseria, el hambre y el paro, a lo cual reaccionaban con más demagogia, excitando a la violencia. Según ellas y los separatistas, la culpa de sus errores la tenían las derechas pintadas como retrógradas, oscurantistas y golpistas, cuando la inmensa mayoría de la derecha resultó incluso demasiado moderada. Lo cual fue interpretada como signo de debilidad, que animaba aún más las demagogias y violencias.
Tal como usted lo presenta, hemos tenido unas izquierdas y separatismos realmente vesánicos. Eso parece una explicación muy insuficiente.
No lo es. Los políticos suelen obrar según las circunstancias, pero aplicando ideas generales que tienen en la cabeza. Había una idea que compartían todos, incluso bastantes liberales de derecha, y era la leyenda negra, la denigración de la gran época de España, en la que esta había contribuido tanto a configurar el mundo. Aunque había varios precedentes anteriores, la asunción de la leyenda negra en España cobró fuerza en la Guerra de Independencia, por influencia a medias entre los invasores napoleónicos y unos aliados tan indeseables nacionalmente como los ingleses. La masonería fue un gran vehículo de dicha leyenda. Y después del “desastre del 98″ cobró mayor fuerza todavía. Para Azaña, en los siglos XVI y XVII España solo había creado “un imperio de mendigos y de frailes aliñado con miseria y superstición”, cuya herencia histórica se había prometido “demoler”. Según Ortega, que tanta influencia tuvo en la llegada de la república, la historia de España había sido “anormal”, “enferma”, un “descarriado vagar”, que por fin iba a enderezar el nuevo régimen. Para los socialistas, la historia de España se resumía en la Inquisición y supuestos genocidios. Para los separatistas vascos o catalanes podía sintetizarse en frases reveladoras como esta: “nuestro odio a la sucia historia de España es gigantesco, loco, grande y sublime”. Si usted se fija, todos coincidían en lo mismo, y en la idea de que la república iba a terminar con aquella España, aunque de modo diferente: para los separatistas por disgregación, para los socialistas por sovietización, para liberales del tipo de Azaña u Ortega, por un “regeneracionismo”.
Pero ¿no era justa la idea de regenerar España europeizándola y modernizándola?
El problema de los regeneracionistas era triple: confundían la profunda decadencia de España a partir de la Guerra de Independencia con la historia de España en general, denigrando sobre todo la época fundamental del siglo XVI-XVII. En segundo lugar, esa distorsión fundamental de la historia les cegaba para entender la realidad social presente de España, y ni Azaña ni Ortega, por volver a citar dos personajes tan emblemáticos, entendía gran cosa de marxismo ni del sentido de los sindicatos y partidos obreristas en quienes pensaban apoyarse; y, por fin, se figuraban capaces de una empresa titánica cuando no pasaban de ser, en política modestos funcionarios que habían opositado para “asegurarse la vida” en el aparato estatal de una monarquía también liberal a la que crucificaban como “necrocracia” y otras lindezas. Desde el principio tuvo todo un aire de farsa, insisto. Que terminó en tragedia.
Bien, puede ser interesante reenfocar la república como usted dice, pero hoy vivimos tiempos muy diferentes.
En este sentido no difieren en nada. Los políticos actuales son casi todos muy parecidos, incluso peores, más incultos e indocumentados que los de la república, pero con las mismas ideas en la cabeza. Esto pudo apreciarse pronto en la transición, cuando casi todos hablaban como si los cuarenta años anteriores no hubieran existido o hubieran sido nefastos, y se presentaban, con toda su enorme mediocridad, como los salvadores de la libertad, la democracia, y sanadores de una “historia enferma”. Cuando unos botarates se creen capaces de cosas tan grandiosas, es obvio que estamos camino de una nueva tragedia. Aquí cobra máxima importancia el conocimiento de la historia, según la frase de Cicerón: quien ignora el pasado se mantiene en una especie de infancia. Y hoy, una gran masa de población está infantilizada y por tanto es propensa a las peores manipulaciones. Por eso no deben ahorrarse esfuerzos para clarificar ese pasado antes de que, como en la tragedia griega “los muertos maten a los vivos”.
Creado en presente y pasado
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Los muertos y los vivos: transcendencia de la república
¿No indica cierto grado de enfermedad política la atención actual a la república, noventa años después? ¿No debía ser ya una cuestión resuelta y saldada?
Ninguna cuestión histórica está nunca resuelta definitivamente. Siempre hay detalles ignorados o imposibles de aclarar, y siempre son posibles nuevos enfoques en que los hechos adquieren un carácter distinto. Claro que la novedad no es de por sí una virtud: puede surgir algo nuevo y disparatado, y de hecho abundan las versiones disparatadas, además de las deliberadamente falseadas.
Aun así, ¿por qué esta especie de histeria respecto de nuestro pasado? Parece como si no hubiera pasado.
La causa es fácil de entender: muchos se consideran hoy herederos de los vencidos en la guerra civil, cosa que sí debería estar superada y aclarada, máxime cuando gran parte de esos “herederos” provienen precisamente del franquismo, incluso del funcionariado franquista, como el memoriador Ángel Viñas y bastantes más. Y esos “herederos” han inventado una república puramente imaginaria y un Frente Popular aún más imaginario, que pretenden identificar con aquella. Estos equívocos y evidentes falacias han sido posibles porque el franquismo ofreció de sí mismo, de la guerra y de la república una imagen intelectualmente muy pobre, que ha facilitado las distorsiones de sus contrarios y luego la complicidad de UCD y PP con los memoriadores.
Prácticamente todo el mundo, a derecha e izquierda, identifica al Frente Popular con la república, y habla del bando vencido como republicano.
Así es, una verdadera tontería, o más bien golfería, pero que dice mucho del nivel de la historiografía española al respecto. El Frente Popular destruyó la república, destruyó su legalidad en un doble golpe de estado guerracivilista, el primero en octubre del 34, que fracasó; el segundo mediante unas elecciones fraudulentas en el 36, en las que el Frente Popular afirmó su decisión de impedir que la derecha volviera a gobernar. Destruyó lo que la república tuvo de democrática, que tampoco era mucho, pero que había permitido una alternancia en el poder en 1933. Si no partimos de diferenciar radicalmente entre república y frente popular, no entenderemos nada, y la historia se convierte en un galimatías. Es lo que he querido superar con mis dos libros recientes sobre la república y sobre el Frente Popular.
¿Cómo es posible que se haya tardado tanto en llegar a esas conclusiones?
Por la pobreza historiográfica mencionada. Pero no son conclusiones del todo nuevas. Stanley Payne, por ejemplo sitúa el fin de la república en 1936, no en el 39, aunque diferimos en la fecha precisa. Pero sigue predominando la confusión, en unos casos intencionada y en otros por ignorancia o por análisis romos. Como en tantos otros hechos relacionados.
¿Hechos fundamentales o de detalle?
De ambos, aunque los que importan son los fundamentales, los de enfoque. Por ejemplo, contra una impresión casi generalizada por el mito, la república llegó en un doble proceso: de suicidio de la monarquía y de iniciativa de políticos de derecha, en especial Alcalá-Zamora, Maura y, no menos importante y casi siempre olvidado, el general Sanjurjo que, mandando la Guardia Civil, se puso a las órdenes del Comité revolucionario. Desde el principio tuvo todo cierto aire de farsa, porque los tres citados habían sido personajes importantes de la monarquía, incluso ministro Alcalá-Zamora.
Pero la imagen que tiene casi todo el mundo de la república es como un régimen izquierdista, de “trabajadores de todas las clases”.
Lo de “trabajadores de todas las clases” suscitó bastantes bromas dentro y fuera de España. Pero es cierto que si bien el régimen lo trajeron políticos de derecha ayudados por el impulso suicida de la monarquía, tomó muy pronto carácter izquierdista con la gran quema de iglesias, bibliotecas, obras de arte y escuelas. Las izquierdas pasaron a entender el régimen como propiedad suya, se apoderaron de la bandera de la democracia, y su primer bienio fue una sucesión de violencias, sobre todo entre las propias izquierdas. De ahí que ganaran las derechas ampliamente las elecciones de noviembre del 33. Lo demás, ya lo sabemos: aquellos “demócratas” y “trabajadores”, socialistas y separatistas, en especial los catalanes, se decidieron por la guerra civil. No voy a extenderme a hora sobre cosas bien conocidas, que en estos dos libros están explicadas a fondo.
Aparentemente, fueron las izquierdas las que destruyeron la república. ¿Por qué tendrían que hacerlo, si era un régimen que les favorecía tanto?
Porque no admitían un gobierno de derecha salido de las urnas. No eran izquierdas digamos civilizadas, sino demagógicas y antidemocráticas. Se decían defensoras de los trabajadores, pero sus medidas aumentaron la miseria, el hambre y el paro, a lo cual reaccionaban con más demagogia, excitando a la violencia. Según ellas y los separatistas, la culpa de sus errores la tenían las derechas pintadas como retrógradas, oscurantistas y golpistas, cuando la inmensa mayoría de la derecha resultó incluso demasiado moderada. Lo cual fue interpretada como signo de debilidad, que animaba aún más las demagogias y violencias.
Tal como usted lo presenta, hemos tenido unas izquierdas y separatismos realmente vesánicos. Eso parece una explicación muy insuficiente.
No lo es. Los políticos suelen obrar según las circunstancias, pero aplicando ideas generales que tienen en la cabeza. Había una idea que compartían todos, incluso bastantes liberales de derecha, y era la leyenda negra, la denigración de la gran época de España, en la que esta había contribuido tanto a configurar el mundo. Aunque había varios precedentes anteriores, la asunción de la leyenda negra en España cobró fuerza en la Guerra de Independencia, por influencia a medias entre los invasores napoleónicos y unos aliados tan indeseables nacionalmente como los ingleses. La masonería fue un gran vehículo de dicha leyenda. Y después del “desastre del 98″ cobró mayor fuerza todavía. Para Azaña, en los siglos XVI y XVII España solo había creado “un imperio de mendigos y de frailes aliñado con miseria y superstición”, cuya herencia histórica se había prometido “demoler”. Según Ortega, que tanta influencia tuvo en la llegada de la república, la historia de España había sido “anormal”, “enferma”, un “descarriado vagar”, que por fin iba a enderezar el nuevo régimen. Para los socialistas, la historia de España se resumía en la Inquisición y supuestos genocidios. Para los separatistas vascos o catalanes podía sintetizarse en frases reveladoras como esta: “nuestro odio a la sucia historia de España es gigantesco, loco, grande y sublime”. Si usted se fija, todos coincidían en lo mismo, y en la idea de que la república iba a terminar con aquella España, aunque de modo diferente: para los separatistas por disgregación, para los socialistas por sovietización, para liberales del tipo de Azaña u Ortega, por un “regeneracionismo”.
Pero ¿no era justa la idea de regenerar España europeizándola y modernizándola?
El problema de los regeneracionistas era triple: confundían la profunda decadencia de España a partir de la Guerra de Independencia con la historia de España en general, denigrando sobre todo la época fundamental del siglo XVI-XVII. En segundo lugar, esa distorsión fundamental de la historia les cegaba para entender la realidad social presente de España, y ni Azaña ni Ortega, por volver a citar dos personajes tan emblemáticos, entendía gran cosa de marxismo ni del sentido de los sindicatos y partidos obreristas en quienes pensaban apoyarse; y, por fin, se figuraban capaces de una empresa titánica cuando no pasaban de ser, en política modestos funcionarios que habían opositado para “asegurarse la vida” en el aparato estatal de una monarquía también liberal a la que crucificaban como “necrocracia” y otras lindezas. Desde el principio tuvo todo un aire de farsa, insisto. Que terminó en tragedia.
Bien, puede ser interesante reenfocar la república como usted dice, pero hoy vivimos tiempos muy diferentes.
En este sentido no difieren en nada. Los políticos actuales son casi todos muy parecidos, incluso peores, más incultos e indocumentados que los de la república, pero con las mismas ideas en la cabeza. Esto pudo apreciarse pronto en la transición, cuando casi todos hablaban como si los cuarenta años anteriores no hubieran existido o hubieran sido nefastos, y se presentaban, con toda su enorme mediocridad, como los salvadores de la libertad, la democracia, y sanadores de una “historia enferma”. Cuando unos botarates se creen capaces de cosas tan grandiosas, es obvio que estamos camino de una nueva tragedia. Aquí cobra máxima importancia el conocimiento de la historia, según la frase de Cicerón: quien ignora el pasado se mantiene en una especie de infancia. Y hoy, una gran masa de población está infantilizada y por tanto es propensa a las peores manipulaciones. Por eso no deben ahorrarse esfuerzos para clarificar ese pasado antes de que, como en la tragedia griega “los muertos maten a los vivos”.
Creado en presente y pasado
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Hipermoralismo e histeria/ Generosidad entre delincuentes / Hipótesis étnica
Hipermoralismo, es decir, histeria
La loquilla Nancy Pelosi ha hecho quitar del Capitolio la estatua de Robert E. Lee y ha prometido seguir en la misma línea contra lo que llama “homenajes al odio”. En la lista entran Colón, los padres de la Constitución y muchos más, racistas como es sabido. Con ello trazan una nueva historia de Usa, que el nuevo movimiento pretende abolir como estado, es decir, como nación: “No Trump, no Wall, no USA at all”. El origen de Usa se encontraría, no en la declaración de independencia de 1776, sino más de siglo y medio antes, con la llegada del primer esclavo negro a Virginia, primera manifestación precisa del “odio” que habría caracterizado la historia useña, con las excepciones de rigor.
Es también, por tanto, un odio a la historia, es decir, a los antepasados, unos porque dominaban violentamente, y los demás por haberse dejado dominar abyectamente. Pero eso, afirman, se acabó con la presente generación, a la que suponen representar. Según ellos, la historia anterior es, en suma, criminal protagonizada por varones blancos, cargados de un “odio” manifiesto en el racismo hacia los negros, la opresión de “la mujer” y de los homosexuales, el “supremacismo” cultural, etc. Pero ahora el nuevo movimiento va a corregir esa historia lúgubre y “crear” o “reinventar” un futuro mucho mejor: emancipación contra el “odio”, contra la cultura existente, incluso la cultura en general, que impone restricciones a la libertad omnímoda del “individuo”; y sobre todo emancipación contra el “varón blanco”. En esencia no es nada nuevo, los comunistas o los nazis tenían la misma idea: antes de ellos el pasado era una relato abominable de opresión y falsedad, pero ahora llegaban ellos para corregirla: “El futuro es nuestro”.
Bajo la consigna que podríamos denominar “muerte al odio”, este movimiento se apropia (o usurpa) los sentimientos positivos (¿amorosos?), y define a los enemigos que los perturbarían, causantes de los males. Paradójicamente, nadie está más cargado de odio que los líderes de esos movimientos y las gentes contaminadas por ellos, que incluyen homosexistas, afectos al negocio del aborto, feministas, multiculturalistas, etc., como ocurre en España o en la UE, aunque más violentamente en Usa. Ese odio amplía enormemente el alcance de otros anteriores, limitado a capitalistas o judíos. Y empuja a destruir las propias instituciones, fruto de esfuerzos de generaciones por afinar la difícil relación interhumana y que mantienen mejor o peor el nunca cómodo orden social. Su odio a Trump, así, les anima a desvirtuar las urnas, corromper las instituciones, empezando por las judiciales, y extender el objeto de su odio al país entero y a su pasado. Recuerda a los separatistas catalanes: “Nuestro odio a la vil España es gigantesco, loco, grande y sublime. Hasta odiamos el nombre, el grito y la memoria, sus tradiciones y su sucia historia”.
Naturalmente, en su visión de las cosas, su odio está muy justificado, pues con él vengarían a las víctimas centenarias y hasta milenarias de los grandes culpables, junto con las presentes. Son justicieros. ¿Por qué? Porque ellos lo dicen, aunque en la realidad no puedan vengar a nadie y conviertan la historia y el presente en un tópico hipermoralista. Ni son ellos, en principio, mejores que los demás humanos, en quienes el bien y el mal siempre van mezclados desde los tiempos míticos del paraíso terrenal. Y en cambio pueden ser peores: amenazan destruir las instituciones que permiten la convivencia, y expanden una ola de histeria por todo el país.
La histeria, en los individuos, puede definirse como una rebelión impotente contra situaciones particulares dolorosas, pero inevitables y empeoradas por la propia histeria. En política la histeria se contagia colectivamente. En apariencia se dirige contra tales o cuales grupos humanos, pero en el fondo va contra la propia condición humana, tan a menudo penosa y siempre marcada por la moral. Condición que intentan “reinventar” destruyéndola.
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Crónica. Generosidad entre delincuentes.
**Son muchos los analistas políticos que creen que el Doctor comete un “error” al someterse al Coletas y a los separatistas. No se trata de error alguno: todos ellos comparten el mismo proyecto político, el mismo del Frente Popular, que originó la guerra civil. Aunque tengan también sus diferencias: no hay botín suficiente para todos.
**El Doctor y su pandilla visten de “generosidad” y “corrección de errores” su compinchamiento con el separatismo golpista. Siempre han sido muy “generosos” con ellos o con los terroristas. Porque son hermanos políticos. Generosidad compartida por el PP, porque quieren unirse a tales “demócratas” so capa de antifranquismo.
**Están saliendo a la luz los encargos mafiosos a Villarejo de gentes del PP, del PSOE, de banqueros e indirectamente del propio emérito. Parece que irán ante los tribunales, por ejemplo, los del BBVA que encargaron el espionaje contra el empresario Luis del Rivero. Los intereses involucrados son de tal calibre que demuestran los efectos putrefactores de un sistema no democrático, sino antifranquista, contrario a la continuidad de España. Y por lo mismo la dificultad de hacer justicia con una justicia también en gran parte podrida.
**Hay una banda, más que un bando de jueces que se titula “Juezas y jueces para la democracia”. Solo el título ya revela tanto tendencias mafiosas como desprecio del propio idioma.
v

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Una hipótesis étnica
Es un tema fundamental, pero también podría explicarse así: la civilización europea recibió un enorme impulso en todos los aspectos a partir de la Ilustración, que, como tú sostienes, fue una especie de rebelión de la razón contra la fe, contra los postulados cristianos…
Así es, pero me parece un tema secundario en lo que tratamos. Los avances científicos se han ido gestando sobre la base de otros anteriores debidos a creyentes casi todos. E importa observar que la ciencia ha llegado a permitir la destrucción de la vida humana. Eso, por una parte. Además nos describe un mundo sin sentido, desmesuradamente vasto para la capacidad humana, regido por leyes que nunca acabamos de percibir plenamente, pero llevarían a una “necesidad” aniquiladora de la libertad. Un mundo en que el destino humano parece radicalmente insignificante, como venía a decir la oración laica de Bertrand Russell, sobre la que ironizaba Maeztu. Esta es otra contradicción de la razón: no disminuye la angustia, la aumenta. Hace tiempo hablamos de eso en relación con la obra de Lev Shestof Atenas y Jerusalén
Eso puede ser cierto, pero si la calma de la angustia es el objetivo de las religiones y de las ideologías, algo podemos decir desde ahora: todas la calman, al menos para una masa de población, y en ese sentido serían verdaderas; pero ninguna la calma por completo o durante todo el tiempo, y en ese sentido todas serían falsas. En tu novela “Perros verdes” metes la cuestión con la polémica entre Santi y Moncho. Lo que puede decirse del cristianismo es que posee los dos aspectos, la calma y la inquietud, unidos en continua lucha interna, quizá por aquello de Atenas y Jerusalén, y eso podría ser lo que da a la civilización europea-cristiana su peculiaridad sobre otras, y es lo que da lugar a las ideologías, que nacen de la religión aunque en oposición a ellas, como intento de superarlas por la razón y la ciencia. Pero hay otras explicaciones posibles para la civilización europea. Según Hitler, siguiendo a los racistas, no ha sido el cristianismo, sino la base racial aria la que le ha dado forma y carácter, una idea muy racional o racionalista que comparten vergonzantemente otras teorías: sea como haya sido en el pasado con otras culturas, insistía Hitler, desde hace siglos el progreso civilizado se debe fundamentalmente a los “arios”, que así demostrarían su superioridad.
No me interesa discutir eso ahora, solo señalar que esa doctrina implica la completa anulación, incluso física, de Jerusalén por Atenas. En cierto modo culmina la Ilustración: el elemento judío sería parasitario y debería ser aplastado para asegurar el progreso de la civilización… “aria”. Y en la mentalidad de Hitler, Jerusalén era también Roma, sede del cristianismo, en especial el católico. Y objeto también de los odios del germanista Lutero, aunque Hitler fuera de familia católica. Desde luego, Hitler no fue un pensador, pero precisamente por su simplismo pone más en crudo esas contradicciones. El nazismo tiene un fuerte enlace con la fe en la ciencia y la técnica como productos más elaborados de la razón. Con la “ideología anglosajona” de la economía y la técnica como motor y explicación de la historia.
Desde luego, el racismo hace agua por todas partes, pero eso también podría decirse de las ideologías ¡y religiones!, pues todas han sufrido la prueba del tiempo, de la historia, y todas han sucumbido o sucumbirán, según parece y por deprimente y angustioso que resulte a su vez. De eso podríamos hablar más, pero voy a desarrollar brevemente el tema anterior. El protestantismo no fue solo un ataque contra el catolicismo, sino también de lo germánico contra lo latino, una especie de reedición de las invasiones germánicas, y no olvidemos que mientras la cristiandad estaba seriamente amenazada por el islam otomano, Lutero, que era un patriota alemán, predicaba la guerra civil dentro de la misma cristiandad y contra la Iglesia latina. Y el protestantismo se impuso principalmente en países germánicos, mientras que los latinos resistieron, y también Polonia, que tenía malos recuerdos históricos de los alemanes, y asimismo la céltica Irlanda; y en la medio céltica Inglaterra se impuso el anglicanismo, a medias entre protestantismo y catolicismo… ¿no resulta una hipótesis explicativa interesante, al menos parcial, como de un fondo étnico en estas disputas filosóficas y religiosas?
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Igualdad ponzoñosa / Ideología y religión / Encrucijada monárquica / “Mucha puta y mucho hijo de puta”
Igualdad ponzoñosa
Iberdrola promociona “la igualdad”, con frases pomposas. Así, por ejemplo, los equipos de fútbol o de rugby femeninos. Y ahí está lo malo: se trata de una evidente discriminación. ¿Por qué femeninos? La igualdad tendría que venir de equipos de rugby mixtos, mitad varones, mitad mujeres, o bien de ligas en las que los equipos masculinos y femeninos compitieran entre sí. Montar ligas deportivas masculinas y femeninas ya es una discriminación y segregación de acuerdo con esa estúpida ideología de la igualdad, que no quiere reconocer las evidentes y fuertes diferencias entre los sexos, diferencias indispensables para la vida humana. El feminismo supone ese “odio al género humano” que los romanos paganos achacaban al cristianismo.
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Ideología y religión
Perdona que te insista: entonces los fundadores de las religiones e ideologías son otros tantos sísifos? ¿Lo es también Jesucristo? ¿Por qué se diferenciaría de los otros?
De entrada, hay una diferencia entre religión e ideología, aunque las dos fórmulas buscan calmar la angustia esencial dando un sentido a la vida y al mundo. La religión acepta la condición mísera del ser humano en comparación con una fuerza que le supera por completo, lo crea y le juzga. Las ideologías rechazan esa limitación y creen que la razón dota al hombre de poderes sin fin. La razón tiene, no obstante, dos limitaciones, bien claras en la historia: origina explicaciones opuestas e inconciliables, y su fin último es incompatible con la libertad. Yo diría que a ellas se aplica, más que a las religiones, el caso de Sísifo. He tratado de explicarlo en mi libro sobre Europa.
Entonces volveremos a esto, ya que nos interesa especialmente el cristianismo: también él ha dado lugar a por lo menos tres ramas religiosas que se han demostrado incompatibles: la católica, la protestante y la ortodoxa. Además vuelvo a recordarte: Jesús y San Pablo dedicaban sus prédicas muy de preferencia a los pobres, los desgraciados y los ignorantes, y no para sacarles de su condición, sino porque los veían en condiciones más favorables para alcanzar el reino de los cielos. Son ello, la sociedad cristiana propiamente debía ser mísera e ignorante, ajena a la ciencia y la técnica, aunque compensada con una gran cantidad de amor.
Sin embargo puedes observar que la civilización europea, que se ha forjado como cristiana, es la que más ha desarrollado la ciencia y la técnica, así como las artes y el pensamiento. Sostengo que la religión es el núcleo generador de las culturas, y no la economía. Por lo tanto, alguna relación ha de haber entre el cristianismo y la capacidad cultural europea, tan superior a cualquier otra conocida.
Es un tema fundamental, pero también podría explicarse así: la civilización europea recibió un enorme impulso en todos los aspectos a partir de la Ilustración, que, como tú sostienes, fue una especie de rebelión de la razón contra la fe, contra los postulados cristianos…
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Encrucijada monárquica
Me manda un amigo: “Lo que me ha parecido vomitivo ha sido el discurso del rey. Sigue la naturaleza del personaje, no tiene el más mínimo carácter y parece que su único objetivo es perpetuar los 700.M euros que se le consignan en el presupuesto a la corona. Si tuviera un poco de testosterona, habría enfatizado de forma tajante la unidad del país, que facilita la unidad de mercado. Habría sacado de forma clara las deficiencias sangrantes de la gestión de la crisis y su número escandaloso de muertos. Hubiera señalado su papel de jefe de las fuerzas armadas y su papel como garante último de la Constitución. respecto de su padre, tendría que haber tenido el valor moral de exponer su intención de hacer cuanto esté en su mano para revertir a la hacienda todo el patrimonio conseguido por su antecesor mediante comisiones y prácticas poco éticas, dejando claro que esos mismos procedimientos se aplicarían a la clase política. Además de remarcar que las minorías ideológicas y territoriales no secuestrarían la voluntad popular. Si hubiera dicho eso, hoy los trincones del PSOE estarían temblando, los separatistas sabrían que han pinchado en hueso y los podemitas que irían a la cárcel por sus métodos de financiación. supongo que todos estarían temblando por haber tenido los arrestos de reclamar su condición de ser la última garantía junto con las fuerzas armadas para mantener la unidad de la nación y la estabilidad constitucional. Con eso, la casta política no tendría ninguna preocupación por el virus, sino por su estatus personal”
Antes o después el rey tendrá que hacer algo así, pues van a por él, a menos que prefiera el suicidio de la monarquía, como en el 31. Pero no sé qué apoyos tendría para llegar ahora mismo a un enfrentamiento radical, después de tantos años de claudicaciones. Si acaso VOX, pero no el PP. Ni siquiera el ejército es seguro. Además, tal declaración quedaría como amenaza de golpe militar y encontraría el rechazo de la UE, a la que los gobiernos han supeditado la soberanía. El mal ha avanzado muchísimo gracias al PP, que ha usurpado la voz de millones de españoles fingiendo representarlos, y hacerle retroceder exigirá una gran dosis de habilidad y firmeza. Afortunadamente va habiendo otro clima en España desde el discurso de Felipe contra el golpe separatista (espero que no se haya arrepentido de él). Pero la cosa no está madura ni el rey puede quedar aislado.
Por otra parte coincido en la ambigüedad del monarca y su excesiva relación con los intereses ingleses. La dinastía nació supeditada a Francia y ha terminado supeditándose a Inglaterra, aunque eso podría rectificarse. En cualquier caso, si su interés fuera el meramente egoísta de mantener su corona, cosa que no creo y que le resultaría fatal, el acoso del frente popular le obligará a adoptar posturas de mayor energía. Y para todos es indispensable apoyar la monarquía, porque hoy va unida a la legalidad, constitucional, a la democracia y sobre todo a la unidad de España. Salen por ahí algunos locos republicanos de derecha, que por lo visto no conocen la historia ni entienden lo que ocurre ante sus narices. Sería excelente que todos leyeran mi último libro sobre la república.

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“Mucha puta y mucho hijo de puta”.
De vez en cuando sale algún bellaco de la cheka cultural diciendo que fui un infiltrado de la policía en el GRAPO, hace poco ha salido un cretino especial llamado Reig Tapia. Si lo creen de verdad y están en contra del terrorismo, tendrían que felicitarme, pero curiosamente es todo lo contrario. No lo creen pero lo dicen para desacreditar mi labor historiográfica, que por lo visto debe de estar dirigida también por la policía. Es normal: como no pueden rebatirme intelectual y democráticamente, tienen que recurrir a esos procedimientos: la ley de memoria chekista y bellaquerías propias de sus mentes ad hoc. Pero el caso es que, mientras yo estuve en aquel partido, el GRAPO nunca estuvo infiltrado, mientras que sí lo estaban el PCE, el PSOE y otros por el estilo. Y el caso es también que quienes entonces hablaban de tal infiltración tuvieron luego a su disposición los archivos policiales, y tuvo que ser Barrionuevo, ministro socialista del interior, quien harto de tales historietas, las desmintiera en sus memorias.
Todo el asunto se resume en esto: los memoriadores, que no historiadores, de la cheka “cultural” se sienten amenazados por mis libros e investigaciones, que dejan en evidencia su “Himalaya de falsedades”, que decía Besteiro. Y solo pueden replicar a la manera chekista, con leyes de “memoria” y bulos personales. El problema no es que vivan en la mentira, sino que viven DE la mentira, de engañar, embrollar y envenenar la mente de mucha gente, en especial jóvenes, empujando a la sangre mientras ellos se mantienen siempre al resguardo. Al modo de aquellos “intelectuales antifascistas” que okupaban el palacio de Zabálburu en Madrid durante la guerra y organizaban banquetes y fiestas de disfraces mientras los madrileños pasaban hambre y frío. A una de sus fiestas invitaron a Miguel Hernández, que, asqueado, dijo en voz bien alta: “Veo aquí a mucha puta y a mucho hijo de puta”. Pues eso. Por cierto que cuando dejaron el palacio aquellos bribones se llevaron colecciones de monedas de oro y plata y desvalijaron una valiosísima biblioteca antigua. No han cambiado, véanse mis libros recientes sobre la república y el Frente Popular, sobre todo el segundo. Conviene poner en su sitio a esos tiparrracos: es mucho lo que nos jugamos.

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