Caminos del subconsciente
O debería decir supraconsciente, alejándome de Freud y siguiendo a Diel. El caso es que por pura casualidad, buscando algún recuerdo publicado en relación con el GRAPO, me encontré con este “recuerdo suelto” de 2004: Melancolía – Pío Moa – Libertad Digital, el cual recobré en Adiós a un tiempo al que me referí ayer. Y me di cuenta de que aquella vieja memoria contenía un esbozo a retazos de Cuatro perros verdes. Me puse con la novela doce o trece años después de aquel articulillo de Libertad Digital muy olvidado para mí mismo. Pero en el artículo están buena parte de los personajes y problemas de fondo. Por ejemplo Juan Mari, que deformaba con cierta gracia el lenguaje y hablaba de irse “al patatal” y que en cierto modo resume a dos de los protagonistas de la novela, porque trabajaba y estudiaba al mismo tiempo. Aunque cuando la escribía pensaba en otro, un marinero de Guipúzcoa en la prisión de Caranza, de Ferrol, que también jugaba con las palabras. Está el escenario, la calle Lope de Haro, la de Berruguete y Bravo Murillo, por las que yo bajaba por las mañanas a la Escuela de Periodismo. La tasquilla Brasiliana sigue existiendo, pero la cafetería Hiroshima cambió de nombre y actualmente creo que es una tienda de no sé qué. Y así bastantes detalles más.
También había olvidado este episodio: “Un día, al despertar de una siesta, sentí de pronto, agudísimamente, el impulso y la ilusión de aquella juventud, cuando vine a Madrid a estudiar, y al sentirlos tan dolorosamente como algo irrecuperable e irreversible, y al mismo tiempo pasado, muerto sin remedio como si nunca hubiera existido, me invadió una desesperación que impedía incluso aflorar las lágrimas consoladoras. Impresión intolerable, como de despertar a un horror”. Pero es verdad, normalmente pensamos en esas cosas evitando su crudeza con cierta dosis de anestesia. Hablamos o pensamos sobre ello con distanciamiento, envolviéndolo automáticamente en explicaciones o seudoexplicaciones consoladoras. Como dice el dicho, no es lo mismo llamar al demonio que verlo venir.
Un personaje de la novela habla con ironía de cómo la química llegará a hacernos vivir en felicidad permanente, por ejemplo suministrándonos serotonina en dosis adecuadas cuando estemos decaídos. Un tema secundario en la novela es lo que se puede esperar de la bioquímica, la genética y la electrónica, porque en aquellos tiempos se hablaba un tanto de todo ello. Como si el hombre aspirase dejar de serlo, a abandonar su condición.
La conversación del Brasiliana nunca tuvo lugar, obviamente. Sin embargo he intentado con ella reflejar unos temas y ambientes de la época. Pero, ¿lo he intentado? En realidad no. Ha salido así partiendo de experiencias olvidadas y reelaboradas por caminos ajenos a la intención consciente.
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Los gloriosos años 40. Franco se salva de Hendaya: (1) 162 – Franco se salva de Hendaya | Momias republicanas – YouTube
Crónica: Inteligencia e historia
**La ley Celaá es solo la penúltima acción del frente popular (cómplice el PP) contra la lengua común y contra todo lo que mantiene unida a España. Es un proyecto en el que llevan muchos años, desde el inmediato posfranquismo, corrompiendo de paso a la justicia y conculcando progresivamente la Constitución. Si lo entendemos así, entenderemos que los cabecillas de esa chusma deben ir a la cárcel antes de que ellos encarcelen a España.
**Dice Moradiellos: “Hoy en la profesión nadie duda de que Franco era inteligente”. Han necesitado 40 años de arduo pensar para llegar a esa conclusión. Se ve que en esa profesión no es la inteligencia el rasgo más destacable. Por eso, para encubrir su obtusidad, han necesitado inspirar la ley de memoria histórica.
**Hablaba Javier Esparza de cómo me han “sacudido” por rescatar una historia veraz frente a los memoriadores. Pero ha sido al revés, le indiqué. Ningunear o silenciar no es “sacudir”. Yo sí les he sacudido de lo lindo. Para comprobarlo basta poner mi nombre junto al de cualquiera de ellos (Preston, Casanova, Viñas, Beevor, Juliá…) y leer los artículos que salen. Les he sacudido tanto que han tenido que refugiarse en la ley soviética de “memoria”, para intentar librarse del debate libre. Así se autorretratan.
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Por qué cayó la monarquía
El modo como la monarquía dejó paso a la república rara vez ha sido analizado con un poco de agudeza, incluso de lógica. Porque las fuerzas republicanas no eran muy potentes; ni fueron puestas en acción por las izquierdas, sino por gentes de derecha (Alcalá-Zamora y M. Maura); fracasaron en su pronunciamiento militar en 1930; y en las elecciones municipales de abril del 31 salieron en minoría. Y no obstante tomaron el poder con la mayor facilidad. Se ha dicho que se trató de un golpe de estado, y lo fue, pero el golpe lo dieron los monárquicos contra su propio régimen.
La clave del autogolpe y de la osadía republicana se encuentra en el problema de la legitimidad. La monarquía, acosada por la palabrería de los intelectuales (Ortega en primer lugar) y la demagogia de las izquierdas y de los neorrepublicanos de derecha, simplemente no se sentía legítima, y por eso no encontró ánimos para resistir (dejo aparte los manejos de Romanones, probablemente masón, en el centro mismo del régimen).
Pero el mayor error de Alfonso XIII, inducido seguramente por consejeros dudosos, consistió en renegar de Primo de Rivera, pretendiendo no haberlo apoyado, sino padecido. Primo de Rivera había salvado la monarquía (y a España) de tres cánceres que la estaban matando: el terrorismo anarquista, la demagogia socialista en torno a los desastres de Marruecos, y la conjunción de los separatismos vasco, catalán y gallego con vistas a la revuelta armada. Incluso la salvó de un cuarto cáncer: la miseria de unos políticos monárquicos (“politicastros”) maniobreros baratos y “sin ninguna idea alta”, que diría Azaña también de los republicanos.
Después de sus grandes éxitos, que incluyeron la transformación pasajera del PSOE en partido sensato y colaborador del gobierno, la dictadura de Primo de Rivera fue execrada por todos los que, repentinamente, se sentían republicanos. Por la opinión publicada mucho más que por la opinión pública. Y el monarca y los suyos, en un intento desesperado de legitimarse, cometieron el decisivo error señalado. Con el cual perdieron muchos apoyos — notablemente el del general Sanjurjo, al mando de la Guardia Civil, que en definitiva lo decidió todo–, sin en cambio ganar de los republicanos otra cosa que la irrisión y el desprecio, por lo demás no inmerecidos.
He tratado este problema, casi nunca bien entendido, en el libro reciente sobre la República. Y su actualidad es evidentísima. porque la actual campaña republicana se basa precisamente en la cuestión de la legitimidad: la monarquía procede del franquismo, por lo tanto es ilegítima (dejo aparte la ayuda del emérito a esa campaña. Franco quiso educarlo como “un hombre de honor que ame a España” y le salió un socialista…). De modo que los monárquicos solo pueden causar irrisión y desprecio cuando han aceptado la ley de memoria histórica y pretenden hacer como si no tuvieran nada que ver con Franco o el franquismo, llegando en su abyección, como la Iglesia, a la complicidad pasiva con la profanación de la tumba de Franco, el salvador real de ambas instituciones.
Como la historia ha sido sustituida por “memorias democráticas”, lo peor de ella tiende a repetirse. Y así vemos cómo en la derecha resurgen ideas y sectores republicanos, irritados por la falta de valor moral de los monárquicos y por el hecho de que la monarquía haya intentado justificarse y apoyarse largos años en el PSOE y los separatismos, los cuales creen ahora alcanzadas las condiciones para demolerla. Esos derechistas ignoran el destino que les cupo a Alcalá-Zamora y Maura, los cuales trajeron la república para ser enseguida desbordados por una izquierdas vocacionalmente violentas y golpistas. Como ahora mismo.


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