Masonería (IX) Revoluciones

Visto lo anterior, y aun teniendo en cuenta la avidez política de la masonería, me parece  exagerada la tesis de Franco de que ella constituye un superestado  capaz de dirigir a los demás. En cambio parece cierto que desempeñó un papel patriótico y proimperialista en Inglaterra, Usa y Francia.

Así, varios de los más destacados políticos y militares  anglosajones y franceses han sido masones. Su peso en la independencia de Usa es innegable. Fueron “hijos de la luz” Franklin, Washington, principal  líder independentista, y otros hombres poderosos del momento, y de ahí que a menudo se haya caracterizado como masónica aquella revolución. Sin embargo su  influjo se ha exagerado, y quienes mantienen esa tesis suelen adjudicar el título de masón, sin ninguna prueba fehaciente, a gran número de personajes históricos. Según César Vidal, Washington apenas tuvo actividad en las logias y la fuerza de estas en la revolución useña fue poco decisiva: entre los 55 firmantes de la Declaración de Independencia, solo había  9 masones, y entre los 39 firmantes de la Constitución hubo 13, pero varios entrarían en la orden más tarde. No obstante, su presencia posterior en altos cargos, incluida la presidencia de la nación, sería muy relevante hasta hoy.  Procede señalar aquí también que la cultura política e intelectual useña ha dado gran relieve a  la utopía tecnológica de Francis Bacon arriba mencionada, que guarda similitudes con el mito masónico. Seguramente ello tiene relación con el enorme impulso tomado por la tecnología y la ciencia en ese país, sin que ello signifique que quienes se dediquen a la ciencia y a la técnica sean masones. Así, es indudable el componente prometeico en la cultura useña, si bien muy contrapesado o reorientado por la mayoritaria religiosidad cristiana.

De Inglaterra cabe decir algo similar y, por supuesto, de Francia. La impronta masónica  salta a la vista en la Revolución francesa. Pertenecieron a la Fraternidad precursores de ella como Rousseau  o Voltaire (este poco antes de morir), varios de sus  impulsores iniciales, como Sièyes, Lafayette o  Mirabeau,  y luego Danton,  Marat y bastantes más.  La guillotina es también invento de un masón, y en medio del terror salvaje en que desembocó al proceso revolucionario, unos masones guillotinaron poco fraternalmente a  otros.  Con mayor fundamento que  en el caso de la Revolución useña, se ha sostenido que la francesa  fue producto de la masonería, pero, nuevamente, la tesis resulta excesiva.  Se trató más bien de un producto de la Ilustración gala, más radical y ateoide que la alemana o la  inglesa, en la que intervinieron tanto masones como, en mayor proporción, otros que no lo eran, por más que compartieran ideas afines. Asimismo abundarían en la historia posterior de Francia los “hijos de la luz”. La influencia de estos en las revoluciones europeas del siglo XIX es también un hecho generalmente admitido, siempre que no hagamos equivaler influencia a  dirección y  planificación. Encontramos a numerosos masones entre los constructores de los imperios de Francia e Inglaterra.

Estas cosas son conocidas en líneas generales, aunque, debido al secretismo habitual,  siempre queda un espacio entre quienes achacan a la Fraternidad la autoría oculta de las revoluciones y quienes la creen una filantropía inocua. Con frecuencia hay dudas de si un personaje era masón o no, o si obedecía realmente a las logias o actuaba al margen de ellas,  si permaneció en la orden mucho o poco tiempo. Etc.  Y, como hemos visto y veremos, no han faltado masones con opiniones  y conductas políticas  opuestas entre sí. O de fervor masónico muy tibio. Hemos observado algo de lo último en Azaña,  posiblemente en Washington.

El caso de Azaña ayuda a situar la cuestión. Sostener que fue masón no es falso, pero tampoco lo es señalar que su iniciación distó de hacer de él un cofrade ferviente. Otra faceta del asunto debe considerarse: él se inició mucho después de haber comenzado su vida política e incluso de haber llegado a jefe del gobierno republicano. A su racionalismo debió de  parecerle  poco serio el ritual y los misticismos de la orden,  y no hay pruebas de que asistiese a más tenidas. Es más, fustiga a los republicanos, tantos de ellos masones, por “zafios”, “torpes”, “de ruines intenciones”, “loquinarios”, por su  “política tabernaria, incompetente, de amigachos, de codicia y botín, sin ninguna idea alta”. Pese a lo cual, su acción política tuvo desde muchos años antes  fuerte afinidad con los puntos de vista  de  la masonería: así su aversión a la historia real de España, que él tachaba de miserable,  su pretensión de desarraigar el catolicismo mediante un “programa de demoliciones”,  o  su simpatía por las izquierdas extremas. A estas  las entendía mal, por lo que concibió el plan disparatado de dirigirlas mediante una “inteligencia republicana” inexistente, como él mismo reconoció pronto, sin sacar consecuencias de ello. Pero esas ideas estaban muy difundidas entre los intelectuales, ajenos a la Fraternidad en su inmensa mayoría. También cabe mencionar el caso de Lerroux, masón activo por un tiempo, luego durmiente, es decir, alejado de la actividad de las logias, enfrentado a otros políticos masones y  partidario abierto del general Franco durante la guerra.

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El fortalecimiento de la ETA. Publicado en 2006, dos años después de la victoria de ZP:

En la última etapa de Aznar, la ETA se hallaba acosada, fracasando una y otra vez en sus atentados, con su financiación semidestrozada y proscrito su aparato político. La hazaña se había logrado partiendo de un principio muy simple: la aplicación de la ley a los criminales: aunque parezca mentira, fue la primera vez que se hacía desde la Transición. Antes se perseguía a la banda bajo el supuesto de que no existía “solución policial”, sino “política”, y, por consiguiente, la vía policial –la legal en un estado de derecho– se supeditaba a la busca de acuerdos con los jefes terroristas. Ello significaba la quiebra de la ley y la legalización del asesinato como modo de hacer política. Era la vía preconizada desde el principio por el grupo Prisa y seguida vergonzantemente por todos los gobiernos, de derecha o de izquierda. Vergonzantemente, porque mentían a los ciudadanos negando sus tratos fraudulentos con la ETA, para ser desenmascarados de vez en cuando por los ufanos terroristas. La “vía política” consistió, en todos sus puntos, en una estafa a la democracia. Por el contrario, los gobiernos de Aznar demostraron que sólo la vía legal daba resultados y acercaba el fin de la pesadilla.

En tales circunstancias, la llegada del gobierno actual ha sido la mejor noticia que haya tenido la ETA en su historia: tras verse al borde del abismo, ha podido recomponer sus aparatos y sus finanzas, se ha rearmado, ha probado que podía golpear donde y cuando quería, y ha logrado una parte muy sustancial de sus proclamados objetivos: liquidar la Constitución y abrir un proceso constituyente, o más bien desconstituyente, hacia la desintegración de España y de la democracia, que destruya todo lo construido desde la Transición. No es probable que se conforme con lo ya obtenido, pero ya ha adelantado un enorme trecho.

Los terroristas y los separatistas jamás habrían logrado acercarse tanto a sus objetivos con sus solas fuerzas. Precisaban la colaboración de una fuerza nacional, y en los penúltimos tiempos de Aznar eso parecía imposible. El PSOE había optado por una política rara en él, renunciando a la mezcla de claudicación y terrorismo (GAL), para adherirse a la línea legalista de Aznar, en el Pacto Antiterrorista y por las Libertades. Ello cegaba las salidas a los pistoleros y a los demás separatistas, y establecía la base obvia de cualquier estado que aspire a sostenerse: una plataforma de principios inatacables (democracia y unidad nacional), sobre los que hacer política, e impidiendo hacer política contra ellos. Sin embargo, esa actitud socialista duró muy poco, y las mismas fuerzas que presionaban por la “solución política”, provocaron un cambio radical de postura: determinaron como enemigo fundamental al PP, no a los asesinos y secesionistas, y buscaron la alianza o complicidad de estos últimos para atacar directamente la Constitución. Una inversión completa del anterior pacto. Todos juntos organizaron grandes campañas desestabilizadoras.

La maniobra, no sé si elaborada con detalle, se ha producido del siguiente modo. En primer lugar, el Plan Ibarreche-Ternera, plan separatista aunque conservase una ficción de unidad, útil para mantener a las Vascongadas en la Unión Europea. El plan fracasó aparentemente en el Parlamento, aunque sólo llevarlo a él ya pisoteaba la Constitución. Entonces entró el juego el plan B, de los separatistas catalanes, equivalente al anterior. La aprobación del estatuto secesionista catalán traería consigo, inevitablemente, la del plan Ibarreche-Ternera y un proceso de disgregación del país. Así, por una vía ligeramente indirecta, la alianza del PSOE con los secesionistas y los terroristas está destruyendo aceleradamente la Constitución.

No es casual que la ETA declare su tregua cuando unas Cortes envilecidas, a impulsos de un gobierno anticonstitucional, aprueban la disgregación de España en pseudonaciones. La tregua anterior se dio en una situación de debilidad de la banda, y como un modo de ganar tiempo para rehacerse. La actual es toda una declaración de triunfo: la ETA se siente muy próxima a ganar la partida. Durante dos años ha advertido al gobierno de Zapatero: “tienes que ir hasta el final, o atente a las consecuencias”. Y Zapatero y los suyos van cumpliendo, como hicieron después del 14-M con los islámicos. La ETA se siente más cerca que nunca de sus objetivos. Sus largos años de crímenes parecen tener por fin recompensa, y ésta sólo podía dárselo un gobierno enemigo y conculcador de la Constitución, es decir, de las libertades y de la unidad de España; es decir, un gobierno ilegal, porque lo es todo aquel que no guarda y hace guardar la ley, aunque haya salido de unas elecciones.

Algunos ingenuos se preguntan cómo es posible esta colaboración. Muy simple: el “rojo” Zapatero y la ETA tienen la misma concepción de base: la idea de que las democracias –identificadas con “la derecha” o “el imperialismo”– crean un “océano de injusticia y de pobreza”. Discrepan en los métodos para combatir la “injusticia”, pero se trata de una diferencia menor. En lo fundamental, en atacar a los causantes, según su trastornado juicio, de ese “océano”, están de acuerdo.

Y el pobre Rajoy diciendo que apoyará al gobierno para que no pague un precio político a los terroristas. Y luego llama bobo a Zapatero… El precio político está ya pagado en gran parte, señor lince, a costa de la ley; otra cosa es que la ETA quiera más todavía. Siga usted “mirando al futuro”, a ver si nos aclara algún día qué es lo que ve.

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Un crimen erótico / Masonería (VIII) La influencia masónica.

Mi segundo libro solo en formato electrónico

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P. ¿Quién es Moh Ul-sih?

–Lo he explicado varias veces. Es una lástima que falleciera en Ulan Bator, porque tenía pensado escribir la biografía de su tatarabuelo, que había hecho de todo por los mares de China meridional y la Sonda, incluyendo piratería y negocios variopintos, hasta terminar como zapatero remendón en la calle Real de Vigo.

P. Qué cosa más rara…

–¿Por qué? Hay gente que ha llevado una vida muy rara, solo tiene ud que mirar en torno. Y si no quiere creerlo, tampoco es obligatorio, pero le remito a aquel personaje de Cunqueiro que ante el escepticismo de otro le hacía notar: “Créeme Pepiño, tienes que creerme. Total, ¿qué trabajo te cuesta?”.

P. ¿Y la contribución de usted a la novela?

–Ya lo he explicado también. Es la que ustedes prefieran.

P. En la portada aparece el Ateneo de Madrid con esos faroles rojos… ¿No resulta ofensivo?

– El Ateneo  viene a ser ahí una metáfora  de la intelectualidad progre española, que es la dominante, con mucho, la cosa va por ahí, creo yo. Una intelectualidad peculiar, formada sobre todo en torno al diario El País. Hay quien dice que esos pensadores, cuanto más ineptos, más arrogantes, pero allá cada cual. El relato, sin embargo, no es demasiado explícito al respecto,  dejaría de ser novela. Por ejemplo, muchos de las frases y discursos, sobre Granada, el sexo, etc, vienen de prohombres socialistas, tipo Alfonso Guerra, que tanto peso han tenido y tienen, pese a su extrema liviandad. Hay otros discursos que los poco atentos  no entenderán bien: caricaturizan, muy poco, el discurso progre o políticamente correcto, el discurso que en España podríamos llamar de El País, empleando su argumentación  y recursos emocionales para llevarlo a ciertas conclusiones aparentemente absurdas.

P. Dicho así, parece un texto filosófico-político o cosa parecida

–No, su estructura en su conjunto es puramente de acción: un detective catalán, Francesc Bofarull i Bofarull,  se mete en una serie de oscuros embrollos presuntamente criminales, en torno a un proyecto erótico-cultural muy de hoy. Y al final el inocente carga con la culpa. Recordará  ud una frase de Oscar Wilde sobre otra novela: “los buenos acaban bien y los malos mal, que es lo que significa la ficción”. Esta novela es más realista. Es negra como la vida misma.

P. Hay otra edición casi clandestina,  ha dicho Luis del Pino. ¿Tiene esta muchas modificaciones?

–Prácticamente ninguna. Lo que tiene es una parte final añadida  con la polémica entre separatistas gallegos, vascos, catalanes y andaluces. Mucha gente se ha reído de las cartas de unos y otros sin comprender que expresan justamente las ideas e incluso textos escritos de los respectivo ideólogos. Solo las últimas dos o tres intervenciones que narran las dichas de un separatista catalán en Grecia y sus desdichas en Galicia  (Vigo, ciudad sin ley, etc.) son simplemente burlescas o satíricas sin más. La causa de este añadido es que el detective catalán, Bofarull i Bofarull, “de la universidad Pompeu Fabra y ex detective”, es la estrella del debate.

P. Ud fue bibliotecario de la junta de gobierno del Ateneo. ¿Ha influido esa experiencia en el relato?

–Algo sí, evidentemente. En Adiós a un tiempo he metido algún recuerdo sobre aquella experiencia, que incluyó agresiones físicas en un ambiente demencial. Era una lucha feroz por el poder y, en algunos casos, por el dinero, en una institución que hace mucho carece de poder y de dinero, y eso hacía la pelea más divertida: todo eran zancadillas, puñaladas traperas, acusaciones inventadas, mentiras y demagogias, como la misma política desde hace muchos años. Y hasta con títulos falsos, como los políticos actuales y sus másteres. Falsedades que, descubiertas, no avergonzaban al falsario, sino que este se enfurecía y amenazaba.  Era divertido como observatorio de la condición humana, pero terminé muy harto. La novela debe bastante a ideas de Antonio López Campillo, un buen amigo, científico, de quien hace mucho no sé nada.

P. ¿Una novela política, entonces?

–Hombre, tiene un contenido político-social, por decirlo así, como tantas otras novelas. En España la cultura está en manos de la izquierda, y es una izquierda bastante cutre, por decirlo suavemente. Pero es así porque a su vez la derecha es improductiva, estéril. Entre otras cosas haría falta un gran satírico, un Quevedo o un Valle Inclán que describieran la situación política y cultural, que se presta realmente al sarcasmo y a la ironía más demoledoras.  En ese sentido, esta novela es solo una pequeña contribución, que me temo no será apreciada por la derecha, por la razón dicha. Según los socialistas cuando la guerra, el humorismo es reaccionario. En general se prefiere el humor de chascarrillo, y la derecha también.

P Es pesimista, entonces, sobre el país y la sociedad actual

–Qué va, qué va. La descripción realista de las cosas cura los males del espíritu.

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“Una hora con la Historia”: El Cid, figura emblemática de la Reconquista. https://www.youtube.com/watch?v=v465-dv-HTI&t=2s

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Masonería

En Occidente, y más en Europa, se tiende  hoy a sustituir el cristianismo por lo que cabe definir como religión del progreso, cimentado en la técnica y el consumo. El ataque, la burla y la calumnia al cristianismo proliferan en medios de masas, libros, cine, etc.,  y existe un empeño en relegarlo a la esfera íntima o de neutralizarlo promoviendo el Islam y otras creencias. También ataca al cristianismo la concepción de la historia y el porvenir en clave economicista, es decir, técnica y hedonista, prometeica en términos míticos. O la corrosión de la familia por el feminismo, el abortismo o el homosexualismo, así la creciente  expansión en intromisión del estado en todos los aspectos de la vida, hasta los más personales. O hay planes de crear un nuevo orden mundial, que disolvería las naciones y culturas a fin, se dice, de evitar guerras. Y hechos similares, contrarios a lo que ha significado Europa en la historia. La Masonería participa en esos fenómenos, pues, repito, su doctrina y aspiración universalista chocan con el cristianismo, más aún en su versión católica. Pero muchos van más allá y afirman que dicha Fraternidad constituye el núcleo operativo de una vasta conspiración mundial con fines perversos, que domina la política de Usa, Inglaterra, Francia y otros países. Esta acusación tiene la comodidad de simplificar al máximo el problema, señalando un culpable general de todos los males. Pero me parece improbable, por varias razones.

En primer lugar,  es una idea no cristiana, pues el cristianismo no localiza el mal en algo o alguien particular, sino que lo  entiende como una característica de la naturaleza humana, presente de manera clara o difusa en cada individuo y en la sociedad, incluida la Iglesia.  Lo entendemos mejor remitiéndonos al carácter  prometeico de la religión, o si se quiere seudorreligión, de los hijos de la Luz. La orientación prometeica, tecnicista, economicista,  etc.,  no ha sido creada por los masones, pues otras religiones la miran como un peligro consustancial al ser humano. Por tanto, la Masonería no sería la causa, sino una de las muchas manifestaciones de ese peligro o tentación. En realidad, hechos semejantes a los actuales se han dado siempre a lo largo de la historia, con unas formas u otras y momentos de especial intensidad y crisis.

En segundo lugar, esa acusación general se vuelve contra los acusadores, porque al considerar a los regímenes inglés, francés o useño dominados por la Masonería, también tendrían que acusar a esta  de culpas como la democracia, la prosperidad económica o los avances técnicos y científicos. Recordemos, además, los defectos de la católica España, como haber tardado tanto en abolir la esclavitud o en alfabetizar a la población, en contraste con regímenes tachados de masónicos.

En tercer lugar, el supuesto de que la masonería opera como un todo único y disciplinado por órdenes y consignas de un poder central, suena poco creíble. Una cosa es que encontremos hijos de la Viuda en determinadas políticas o tendencias, y otra que ellos obren siempre dirigidos. Hay varias masonerías, sin un órgano supremo común, y sus posibilidades de imponer una disciplina algo estricta parecen limitadas, pese a los vistosos juramentos de secreto. Así, no han faltado choques y hasta asesinatos entre masones, como en la Revolución francesa, y los que participaron en la independencia de Usa lo hicieron contra los masones ingleses. Mi impresión es que la orden opera más bien por la difusión de ideas y argumentos que muchas veces no proceden de ella, y que muchos profanos repiten con mayor o menor convicción. Por ejemplo, que el diario El País, mantenga sus conocidas posiciones, no quiere decir que esté dirigido por la masonería, si bien esta seguramente no es del todo ajena al periódico.

En cuarto lugar, aunque una organización secreta es un buen vivero de conspiraciones, estas se dan en todos los ámbitos sociales, y muy especialmente en la política. Esa misma proliferación suele neutralizarlas, y en su mayoría fracasan total o parcialmente. El avance actual de las corrientes anticristianas incluye conspiraciones, pero se debe más a tendencias generales que conviene examinar en ellas mismas. Por cierto, una sociedad secreta  es condenable en democracia, y ese punto tiene relevancia. Pero centrar  el análisis en ese aspecto no sirve de mucho, si no se examinan concretamente los fenómenos sociales más o menos relacionados con él orden. Esos fenómenos se presentan como ideas y propuestas a menudo argumentadas hábilmente, y condenarlas por su carácter masónico, real o imaginado, convencerá a pocos. Pues la gente quiere saber ante todo si el fenómeno en cuestión es bueno o malo, cualquiera sea su origen.

Con estas precauciones abordaremos algunas acciones históricas de clara inspiración masónica. Antes, condensaré en unos pocos puntos el objeto de esta conferencia:

a)      La masonería es una religión sui generis, con sus mitos, ritos, moral y  templos.

b)      Es una religión tecnicista o prometeica, con una moral a tono, en la que el bien se reduciría al saber, esencialmente técnico, y el mal a la ignorancia. Esta concepción socava el fundamento mismo de la moral según la concibe el cristianismo.

c)      Como religión, pretende  una universalidad que la situaría por encima de las demás religiones, consideradas particulares y relegables a la opinión privada.

d)     En contradicción con sus ideas universalistas, es una sociedad secreta, iniciática y ocultista, por tanto proclive a la manipulación de los demás, tachados de ignorantes.

e)      Por su  propia organización y naturaleza, la masonería se presta especialmente bien a la conspiración política, económica o profesional.

f)       La contradicción recorre la concepción masónica, no solo en cuanto a la religión sino también en sus invocaciones a la razón y en sus pretensiones políticas democráticas.

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Masonería (VII) Ideales masónicos y política / Rajoy, la vieja bellaquería

Todo lo anterior tendría interés limitado si no fuera por la influencia social y política atribuida a la orden. Como vimos al principio, sobre ella abundan las opiniones más opuestas, desde quienes la dejan en un influjo puramente humanitario sin connotaciones de partido ni de religión particular, hasta quienes la definen como el centro operativo de casi todas las conmociones sufridas por la humanidad, al menos en Occidente,  en los últimos dos siglos y medio. Dejaré la exposición de algunos datos concretos para la próxima conferencia, ciñéndome ahora a la lógica interna del asunto. En principio, las Constituciones excluyen las discusiones políticas y declaran: “Un Masón es un súbdito pacífico de los poderes civiles, dondequiera que resida o trabaje y nunca debe implicarse en complots y conspiraciones contra la paz y el bienestar de la nación”. Es decir, el masón debe acomodarse al régimen en que viva, sea el que fuere, aunque, como siempre, esa declaración resulta demasiado simple para tomarla muy en serio.

La declaración se entiende mejor  cuando explica que en la Inglaterra del momento la orden vivía una época de prosperidad, por lo que resultaría inapropiada una actitud subversiva. Aun así, advierte, si un masón se comporta como rebelde contra el Estado, “se le debe mostrar compasión como a hombre infeliz”, pero no podrá ser expulsado por eso de la Fraternidad. Y es obvio que los masones tendrán alguna idea, derivada de su doctrina, sobre lo que conviene a “la paz y el bienestar de la nación”, por lo que no estarán muy cómodos con gobiernos que, a su juicio, vulneren esas conveniencias. Sería inverosímil que los políticos, intelectuales y militares masones no trasladasen sus principios al ejercicio del poder, aun suponiendo que obren por propia iniciativa y no por consignas de la orden. También sería inverosímil que no aprovechasen la red de contactos creada en las logias para acceder a puestos clave en el estado y la sociedad en general, sea para imponer sus propias creencias o para evitar que se impongan las contrarias. En ello, las Grandes Logias parecen obrar  de forma más flexible e indirecta que los Grandes Orientes, más abiertamente anticatólicos y orientados a la política.

Recordando que la masonería es una religión, aunque sea sui generis, diremos dos palabras sobre la relación entre religión y política. De siempre ha existido un lazo muy estrecho entre ambas, hasta el extremo de confundirse en el Islam o en el antiguo judaísmo. El cristianismo separa desde el principio el terreno de Dios y el del César, lo cual, en el catolicismo, se manifiesta en un centro religioso general, Roma, diferente y a veces en oposición a los gobiernos nacionales o imperiales cristianos. La distinción es menor en la Iglesia ortodoxa y durante un tiempo lo ha sido en los países protestantes, constituidos sobre el principio cuius regio eius religio, es decir, sobre la imposición de la fe del príncipe a los súbditos.  La dinámica del protestantismo, basada en el libre examen de la Biblia,  engendra divisiones, y la  misma masonería inglesa  podría entenderse, hasta cierto punto, como un producto del libre examen.

La necesidad de poner fin a las luchas y persecuciones entre grupos protestantes originó en Inglaterra la propuesta de la tolerancia (no aplicada a los católicos) que dio lugar finalmente a los estados aconfesionales. En estos, la política se independiza totalmente  de la religión, aunque ello ocurra  más en superficie que en profundidad. Durante siglos, las sociedades han sido impregnadas cultural y moralmente por la religión, y a sus concepciones no escapan los políticos y los partidos, cuyas propuestas prácticas tienen como trasfondo una concepción del mundo de raíz forzosamente religiosa, como ocurre con la moral. Pues las políticas, en cuanto se basan en principios indemostrables, que implican fe, tienen siempre un componente más o menos religioso. Lo que varía son las formas como se produce la interinfluencia entre religión y política.

Aparentemente los hijos de la Luz no tienen principios definidos en política, por lo que se adaptarían a diversas situaciones. Pero en realidad esos principios existen como proyección de su doctrina general, y se presentan como defensa de  los derechos humanos, la libertad y la democracia, y la consiguiente oposición a los regímenes que juzgan contrarios a ellos. El lema de la Revolución francesa  “Libertad, Igualdad, Fraternidad”, muy relacionado con el Gran Oriente, lo haya creado este o no, viene a resumir la orientación política masónica. Slogan de  extraordinaria fuerza sugestiva con el que, como ocurría con las invocaciones morales a la bondad, la honradez o la verdadera amistad,  nadie estaría en desacuerdo. De hecho, el cristianismo también pregona esas bondades y otras que cabría añadir, como Justicia, Misericordia, etc.

Pero analizado más de cerca, el lema, de apariencia simple, se embrolla. Si nadie podría oponerse, como ideal, a esos buenos deseos, tampoco nadie podría atribuírselos como bandera particular. Al hacerlo, se excluiría de la fraternidad a quienes discrepasen de la revolución o de la masonería, es decir,  de su particular concepción de la libertad o la igualdad. A los discrepantes no se les reconocería libertad ni igualdad, y en los períodos de mayor enconamiento, se trató de despojarlos también de sus bienes y hasta de sus vidas. Los derechos especificados en la célebre Declaración revolucionaria nunca fueron más pisoteados que entonces, también entre los propios revolucionarios, poco amigos unos de otros. Situación repetida en la España de los años 30.

Además esos ideales, tomados en abstracto, no son coherentes entre sí.  La libertad implica la diferenciación personal, por tanto  se opone a la igualdad; y ni de una ni de otra, y menos de su contradicción, brota fraternidad alguna. La propia masonería, con su neta distinción entre los  hijos de la Luz y los profanos sumidos en las tinieblas, tiene poco de  igualitaria o fraternal, salvo entre sus iniciados, y aun así con diferenciación de niveles, grados y secretos. En relación con la democracia reencontramos la contradicción de sus proclamas moralistas y filantrópicas o de su religión “de todos los hombres”: a duras penas imaginaríamos algo más contrario a la democracia, basada en la publicidad, que una sociedad secreta.  Y por su misma concepción orgánica, la masonería se presta extraordinariamente bien a la conspiración,  la manipulación y la acción oculta. Entra en la lógica que a los hijos de la Viuda busquen adueñarse de puestos clave  de poder e influencia social. Fue significativo que en las Olimpíadas últimas de Londres, en un país de historia y cultura cristianas, se prohibieran los signos religiosos, en ofensa a los derechos y libertad de las personas, pretextando que eran un motivo de conflicto (aparte de que la Olimpiadas, en Grecia, eran un acontecimiento religioso). No sería muy aventurado pensar que la masonería estuviera detrás de la prohibición o contribuyera a ella en coherencia con sus aspiraciones universalistas y prometeicas, tratando de relegar al ámbito privado la religión, es decir, las demás religiones.

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La vieja miseria moral y política de Rajoy (en junio de 2006)

Parlotea el Gran Necio:

Hasta ahora, todos los gobiernos democráticos enfrentados a situaciones semejantes, le han explicado a ETA que debe abandonar las armas, que no recibirá ninguna contrapartida a cambio de dicho abandono, y que ninguna de sus reclamaciones políticas será atendida por ningún gobierno español”. No solo eso, señor Rajoy,   tampoco hubo nunca negociaciones conla ETA. Al menos, así se lo han explicado todos los gobiernos a los ciudadanos, mientras SÍ negociaban con los asesinos. ¿De qué negociarían?  No quiera tomarnos el pelo, señor Rajoy. Sólo Aznar cambió esa tónica, que tanto y tan bien ha alimentado a los terroristas.

“Los españoles llevamos treinta y ocho años demostrando que no estamos dispuestos a conceder una sola de las exigencias de los asesinos”. Los españoles, tal vez, pero ¿y los políticos? El plan de nuevos estatutos, ¿no es una inmensa concesión a las exigencias de los asesinos? Sigue usted tomándonos el pelo, señor Rajoy.

“En este contexto, señorías, el pasado 22 de marzo, ETA anunció un alto el fuego permanente. La respuesta del Partido Popular se podía dar por descontada: ofrecimos todo nuestro apoyo al gobierno para intentar confirmar esa buena noticia.” ¿Qué quiere decir esto? ¿Qué había que confirmar, si  la ETA había declarado el alto el fuego (siempre el perverso lenguaje  de los terroristas y sus compinches. No son un ejército, sino una banda de asesinos)? Además, la razón del alto el fuego no fue otra que los nuevos estatutos prácticamente secesionistas. ¿Qué significó, entonces, el apoyo del PP al gobierno?

“El Partido Popular, desde el primer momento, ha prestado un apoyo leal al Gobierno en los términos que establece el Pacto por las Libertades y contra el Terrorismo, es decir, un apoyo para lograr la disolución de la banda armada sin que mediara ninguna clase de contrapartida. En este sentido, el señor Rodríguez Zapatero manifestó públicamente su conformidad asegurando que no se pagaría ningún precio político por el cese de la violencia”.  No se sabe quién ha sido más desvergonzado, si Zapatero engañando al PP o el PP haciendo como que no se enteraba.

“Hemos guardado un silencio prudente para dar la oportunidad al Gobierno de explorar lo único que importa. Yo, personalmente, he sufrido numerosas críticas por ello. Pese a todo, señorías, he mantenido mi apoyo porque pensaba que estaba sirviendo a un bien superior, que así entendía yo la posibilidad de que ETA dejara las armas”. ¿Es un “bien superior” el abandono de las armas (siempre la perversión del lenguaje) a cambio de los estatutos?  ¿Es prudencia hacer como que se cree en el inmenso chanchullo que todo el mundo veía, pero sobre el cual el PP no alertaba a la población ni planteaba alternativa?  Rajoy ha sufrido críticas por cooperar, de hecho,  al engaño, y ha sido la presión popular, en todo caso, lo que le ha hecho cambiar de postura. Y está por ver hasta qué punto.

“¿A qué llamamos contrapartidas políticas? En estos tiempos que corren, conviene señorías que precisemos el alcance de todos los términos. Llamamos contrapartida a cualquier cosa que solicite ETA: desde la pasividad del fiscal hasta la independencia. Como regla, se puede señalar que toda exigencia de ETA-Batasuna es infundada y no debe ser atendida. La única mesa que ETA necesita es aquella en la que vaya a depositar sus armas.”   Nuevamente: ¿Y los estatutos? ¿No son contrapartidas políticas? ¿No los solicitóla ETA con el Plan Ibarreche-Ternera, y se le han concedido en el estatuto catalán y los que se anuncian? O  no se ha enterado el PP, como de tantas otras cosas?

De manera concreta, en nuestra propuesta se rechazan dos cosas: la autodeterminación, (sigue con el falso  lenguaje: se trata de la secesión), sea como fuere que la disfracen, porque no tiene cabida en nuestro ordenamiento jurídico (pero un ordenamiento jurídico puede cambiarse),  y cualquier pretensión sobre Navarra. El futuro de los navarros no tiene nada que ver con la existencia o la desaparición de ETA”.    No se rechazan, pues, unos estatutos anticonstitucionales, que, al parecer, no tienen nada que ver con la ETA o con el alto el fuego  de los gudaris. Y el futuro, como el presente de los navarros, sí puede tener mucho que ver con la política de los gobiernos respecto de la ETA.

“No me gusta esa insidia de proceso de paz porque desfigura la realidad a favor de los terroristas y juega sucio con los deseos de los españoles.” ¡Menos mal, ya era hora! Pero se queda corto, como suele: no existe tal proceso de paz, sino de destrucción dela Constitución. Y no por parte dela ETA, sino del gobierno. Tampoco acaba de percatarse de ello Rajoy

“Todos deseamos vivir en paz, pero no a cualquier precio (…) Lo que los españoles no aceptan ni aceptarán, es que se premie a los verdugos, que se les dé la razón, que se les sacrifiquen las víctimas, que se les entregue la libertad de los habitantes del País Vasco, que se pongan a su servicio las instituciones de la democracia. ¡Eso, señorías, jamás!”  Ya vivimos en paz, señor Rajoy, sigue usted cayendo en las trampas de estos golfos.  Y volvemos a lo mismo: los estatutos anticonstitucionales y secesionistas ¿entran en lo aceptable?

Pese a todas las fechorías de los actuales mandamases, ha sido el PP quien se ha venido desgastando en estos dos años. Ahora,  ruptura de relaciones con el gobierno. Parece, por fin, algo serio, suena bien, pero ya veremos en qué se concreta. Si se concreta en algo.

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(2012) Lo significativo en la agresión a Arcadi Espada no fue la actuación de los  comunistoides y proterroristas de ERC, sino la de la policía de la Generalitat, colaborando con ellos. Las conclusiones las puede extraer cualquiera.

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Masonería (VI) La moral / “El erótico crimen del Ateneo”

En un par de días estará publicado en Amazon  El erótico crimen del Ateneo, la novela negra como la vida misma que arrasa en el mundo.

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La masonería se presenta como una orden muy especial, cargada de un simbolismo moralista. Según afirma Anderson: “Las sociedades y Órdenes de los caballeros militares y también las religiosas han tomado de esta antigua Fraternidad (la masonería)  muchos de sus usos solemnes; porque ninguna de ellas estuvo mejor constituida, más decentemente instalada  ni observó con mayor fervor las leyes y obligaciones que los Aceptados (masones) en todos los tiempos”. Asimismo, después de señalar la obligación de  profesar la “religión de todos los hombres”,  adjudica a la masonería la tarea de “convertirse en Centro de unión y medio para conciliar una verdadera amistad entre personas que sin ella permanecerían a perpetua distancia”. Estas personas, iniciadas, serían “hombres buenos y verdaderos, de honor y honradez”. Uno de los objetivos de los ritos y secretos consiste, precisamente, en “desbastar”  el bloque de piedra, es decir, el carácter del adepto, perfeccionándolo moralmente.

Conviene detenerse en  lo dicho sobre la aspiración masónica a convertirse en una suprarreligión. Claramente, nadie podría mostrar desacuerdo con la bondad, el honor, la amistad o  la honradez exigidas por la orden,  pues son aspiraciones comunes a casi todos los seres humanos. Pero cabría disentir de la pretensión implícita de que alcanzar o culminar tales virtudes exija una iniciación en extraños misterios o que la “verdadera amistad” precise de una sociedad secreta. Por el contrario, de acuerdo con la “religión de todos los hombres”, tales virtudes nacerían espontáneamente de la humanidad.  Por otra parte, las mismas  son predicadas  por las religiones en general, con lo que la masonería resultaría superflua.  Debe observarse, además, que en el cristianismo la elaboración moral es mucho más compleja y depurada que los tópicos masónicos, cuyo “abstractismo y simplismo” condenaba el escritor italiano Croce.

Demos aquí un pequeño rodeo.  El ser humano vive inmerso en la esfera de la moral.  De ahí que los términos “inmoral” o “amoral”, con los que se califican determinadas conductas, resulten poco adecuados: el individuo se ve constreñido a justificar sus actos ante sí y ante los demás, a presentarlos como “buenos”, con uno u otro criterio. Y por eso el hombre es siempre moral, aunque se trate de una moral perversa o defectuosa. El relato de Adán y Eva podría interpretarse como el paso de la  inconsciente inocencia animal al reino de la moral, relacionado con la libertad,  la responsabilidad y la culpa. Pero el hombre no llega a comprender del todo el sentido de la moral, que en los mitos aparece como mandato de Dios o de los dioses frente a las  inclinaciones perversas. La tentativa humana de dominar la ciencia del bien y del mal fracasa lamentablemente en el Génesis.  No han faltado intentos, sin éxito hasta ahora, de establecer una moral plenamente racional, o científica. El racionalismo la relativiza, dejándola en producto de conveniencia de algún grupo o clase social o de los individuos en abstracto. Lo cual los anularía como mandatos de valor general. De esa dificultad o imposibilidad surgen varias tendencias, como la de sustituir la moral por la ley positiva, la cual, sin más raíz que la decisión política de supuestos representantes de cambiantes  mayorías, puede dar pie a aberraciones y a leyes totalitarias, como las nazis. Otra tendencia es la de una imposible vuelta al reino del instinto, de la inocencia animal, que el poeta useño Walt Whitman expresaba en un poema: “Podría irme a vivir con los animales, tan plácidos y satisfechos de sí mismos (…) No sudan ni gimen por su condición, no yacen despiertos en la oscuridad ni lloran sus pecados”.

Fácilmente se aprecia que  esa tensión hacia una imposible sociedad organizada al modo de los animales, sin culpa, por tanto sin libertad y sin moral, está en la raíz de las ilusiones utópicas y totalitarias. En la Nueva Atlántida de Bacon no existía el mal, gracias a un sistema social tecnicista,  y por ello tampoco podía existir el bien, reducido a mera retórica convencional sin contenido. En la masonería, la  moral deriva de su concepción  del hombre prometeico o técnico. Así, las Constituciones oponen la perfección moral lograda por los masones gracias a su conocimiento del Arte, a las  “épocas oscuras e iletradas”, ajenas al “Saber y la Geometría”. El mensaje es claro: el bien consiste en el saber y el mal en la ignorancia. Los masones poseen la Luz, la sabiduría esencial, y el común de  la Humanidad no.  Ideas similares cundieron durante la Ilustración, una de cuyas tendencias fue el culto, realmente religioso, a la razón, a la que no reconocía límites. Haré aquí una pequeña digresión sobre Bakunin,  uno de los fundadores del anarquismo. Su doctrina básica era: el mal es la ignorancia y el bien la sapiencia que él mismo se atribuía y quería transmitir a la humanidad, para liberarla. Por desgracia,  los ignorantes no acababan de apreciar sus ilustradas prédicas, y  Bakunin  adquirió una verdadera manía por crear sociedades secretas, para impulsar  la revolución manipulando a unas masas tercas en su ignorancia. En función del bien, según él lo concebía, justificó el  terrorismo, el bandidaje, el engaño sistemático, cualquier acto por criminal que lo considerasen… los ignorantes.  Llegó a promover sociedades secretas dentro de sociedades secretas en una deriva algo enloquecida. Cabe encontrar ahí la huella masónica, máxime cuanto que Bakunin alcanzó en la masonería el grado 32, uno de los más altos, según documentó el historiador anarquista Max Nettlau,

Desde luego, la ignorancia es un mal, pero quien reduce el mal a la ignorancia, atribuyéndose de paso el bien del conocimiento, muestra una arrogancia pasmosa. Nadie podría ni remotamente dominar el ámbito del conocimiento humano, técnico o no, ni prever adónde llegará o  qué  teorías tomadas por verdaderas en un momento dado quedarán luego descartadas  por falsas o insuficientes. Como toda arrogancia, esta es en sí misma maligna. Aparte de que el conocimiento y la técnica pueden emplearse de forma malvada,  como por lo demás ocurre cotidianamente. Una vez más encontramos la trivialidad y la simpleza bajo la capa del secretismo y el misterio.

Debemos preguntarnos por qué entran en la masonería personajes de alto nivel intelectual, relevantes en la política, la milicia, el pensamiento o las artes (aunque la masonería gusta de exagerar al respecto, por razones de prestigio).  Creo que el mismo carácter de la orden da algunas pistas.  Pertenecer a una élite inspirada y sapiente seduce a ciertos espíritus ingenuos o vanidosos, no necesariamente estúpidos. Para otros, la Fraternidad da salida a un ansia  natural de perfeccionarse y entender los misterios de la vida. No faltan razones prácticas: una organización así supone un poder social, y sirve muy bien como medio de promoción profesional o política a través de contactos opacos, pasando por encima de profanos con méritos  iguales o mayores. Esta acusación se hizo mucho durante la II República. En  el ejército se extendió el dicho: “¿Quién es masón? Quien se mete delante de ti en el escalafón”. En 1904 se produjo en  Francia un escándalo al saberse que el Gran Oriente había elaborado un fichero de los oficiales católicos en el ejército, a fin de impedirles acceder a puestos relevantes. Seguramente habrá habido muchas más maniobras semejantes que permanecen en la oscuridad. Una sociedad secreta se  presta especialmente bien a formar redes subterráneas informales con obligaciones fraternas y solidarias ocultas al público profano. La existencia de tales redes opacas no es una especulación, deriva de la propia naturaleza de la masonería.

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“Una hora con la Historia”: El Cid, figura emblemática de la Reconquista. https://www.youtube.com/watch?v=v465-dv-HTI&t=2s

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Por qué hay tan pocos demócratas.

En una reunión reciente, una señora, cargo menor en el PP, afirmó: “Yo no puedo aprobar el franquismo, porque fue una dictadura y no daba libertad a los individuos”. Le contesté: “Usted no es demócrata, claro”. Me miró con asombro y disgusto, y sin dejarla seguir, añadí algo parecido a esto:

“Un demócrata debe saber, en primer lugar, que el franquismo no tuvo oposición democrática, sino solo comunista o terrorista o terrorista-separatista. Había algunos que se decían demócratas que se dedicaban a intrigar un poco y a veces coqueteaban con los comunistas. Eso debe hacer reflexionar, para no hablar a tontas y a locas.

 ”En segundo lugar, ningún demócrata debe ignorar que Franco no derrotó a ninguna democracia, sino a una coalición de totalitarios, separatistas y golpistas. En el Frente Popular no había un solo demócrata, a no ser que ser demócrata consistiera en hacer el juego a totalitarios y separatistas, como hizo Azaña.

“En tercer lugar,  todo demócrata debe saber que la democracia no funciona sin ciertas condiciones. Es un régimen históricamente reciente, y fracasa en sociedades plagadas de miseria y odios, como fue la república. Porque la república aumentó mucho la miseria y la desigualdad, y para compensar generó unos odios sociales feroces, despotismos y violencias, hasta llegar a la guerra civil.

 ”En cuarto lugar, un demócrata debe distinguir entre libertad personal y las libertades políticas. Los vencedores de la guerra entendieron que en aquellas condiciones era imposible una democracia y  se necesitaba un régimen autoritario, una dictadura si la quiere llamar así.  Parece que casi nadie echaba en falta esa supuesta falta de libertad, menos los comunistas. La verdad es que el franquismo restringió las libertades políticas para que socialistas, comunistas y separatistas no volviesen a las andadas,  pero dejó una gran libertad personal y cultural. Tampoco fue un páramo cultural, mientras que el antifranquismo actual ha creado una jungla del embuste y la confusión.

 ”En  quinto lugar, el franquismo no solo venció a un peligro inminente de disgregación nacional, de destrucción de la cultura cristiana y de implantación de regímenes totalitarios,  sino que cumplió la función histórica de liberar a España de la miseria y de aquellos odios ideológicos anteriores. Es decir, hizo posible una democracia que funcionase. Fue aquel régimen y no sus enemigos, quien lo hizo posible, y solo por eso, cualquier demócrata serio debería venerar a aquel régimen, históricamente necesario. Los antifranquistas no era ni son demócratas, son los mayores enemigos de una convivencia en paz y en libertad. Ahora mismo se dedican a  recuperar los viejos odios  a base de falsificación histórica,  y amenazando las libertades, como hace  su propio partido, el PP.

“Por no seguir, en sexto lugar España ha accedido a la democracia por su propia evolución pacífica desde y no contra el franquismo. Nos debemos nuestras libertades a nosotros mismos. Casi todo el resto de Europa occidental se las debe a la intervención militar de Usa, especialmente a sus bombardeos aéreos, que algunos habrían querido traer aquí.

“He tratado estas cosas, de las que nadie quiere hablar, en dos libros: La guerra civil y los problemas de la democracia, y Los mitos del franquismo, que usted no ha leído, pero debiera”.

  La señora se salió por los cerros de Úbeda, como ocurre siempre en estos casos. Le dije: “Mientras usted no conozca estos hechos, no podrá ser demócrata. Y su partido no es democrático, aunque tenga millones de votos. La democracia es algo más que engañar a la gente para que le voten a uno. Porque quien prescinde de estos hechos históricos engaña necesariamente a la gente”. Y así estamos.

los mitos del franquismo-pio moa-9788490603499La guerra civil y los problemas de la democracia en España (Nuevo Ensayo)

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Lo que todo demócrata debe saber / Masonería (V) El secreto básico

 

En una reunión reciente, una señora, cargo menor en el PP, afirmó: “Yo no puedo aprobar el franquismo, porque fue una dictadura y no daba libertad a los individuos”. Le contesté: “Usted no es demócrata, claro”. Me miró con asombro y disgusto, y sin dejarla seguir, añadí algo parecido a esto:

“Un demócrata debe saber, en primer lugar, que el franquismo no tuvo oposición democrática, sino solo comunista o terrorista o terrorista-separatista. Había algunos que se decían demócratas que se dedicaban a intrigar un poco y a veces coqueteaban con los comunistas. Eso debe hacer reflexionar, para no hablar a tontas y a locas.

 ”En segundo lugar, ningún demócrata debe ignorar que Franco no derrotó a ninguna democracia, sino a una coalición de totalitarios, separatistas y golpistas. En el Frente Popular no había un solo demócrata, a no ser que ser demócrata consistiera en hacer el juego a totalitarios y separatistas, como hizo Azaña. 

“En tercer lugar,  todo demócrata debe saber que la democracia no funciona sin ciertas condiciones. Es un régimen históricamente reciente, y fracasa en sociedades plagadas de miseria y odios, como fue la república. Porque la república aumentó mucho la miseria y la desigualdad, y para compensar generó unos odios sociales feroces, despotismos y violencias, hasta llegar a la guerra civil.

 ”En cuarto lugar, un demócrata debe distinguir entre libertad personal y las libertades políticas. Los vencedores de la guerra entendieron que en aquellas condiciones era imposible una democracia y  se necesitaba un régimen autoritario, una dictadura si la quiere llamar así.  Parece que casi nadie echaba en falta esa supuesta falta de libertad, menos los comunistas. La verdad es que el franquismo restringió las libertades políticas para que socialistas, comunistas y separatistas no volviesen a las andadas,  pero dejó una gran libertad personal y cultural. Tampoco fue un páramo cultural, mientras que el antifranquismo actual ha creado una jungla del embuste y la confusión.

 ”En  quinto lugar, el franquismo no solo venció a un peligro inminente de disgregación nacional, de destrucción de la cultura cristiana y de implantación de regímenes totalitarios,  sino que cumplió la función histórica de liberar a España de la miseria y de aquellos odios ideológicos anteriores. Es decir, hizo posible una democracia que funcionase. Fue aquel régimen y no sus enemigos, quien lo hizo posible, y solo por eso, cualquier demócrata serio debería venerar a aquel régimen, históricamente necesario. Los antifranquistas no era ni son demócratas, son los mayores enemigos de una convivencia en paz y en libertad. Ahora mismo se dedican a  recuperar los viejos odios  a base de falsificación histórica,  y amenazando las libertades, como hace  su propio partido, el PP.

“Por no seguir, en sexto lugar España ha accedido a la democracia por su propia evolución pacífica desde y no contra el franquismo. Nos debemos nuestras libertades a nosotros mismos. Casi todo el resto de Europa occidental se las debe a la intervención militar de Usa, especialmente a sus bombardeos aéreos, que algunos habrían querido traer aquí.

“He tratado estas cosas, de las que nadie quiere hablar, en dos libros: La guerra civil y los problemas de la democracia, y Los mitos del franquismo, que usted no ha leído, pero debiera”.

  La señora se salió por los cerros de Úbeda, como ocurre siempre en estos casos. Le dije: “Mientras usted no conozca estos hechos, no podrá ser demócrata. Y su partido no es democrático, aunque tenga millones de votos. La democracia es algo más que engañar a la gente para que le voten a uno. Porque quien prescinde de estos hechos históricos engaña necesariamente a la gente”. Y así estamos.

los mitos del franquismo-pio moa-9788490603499La guerra civil y los problemas de la democracia en España (Nuevo Ensayo)

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El relato de Anderson  abarca hasta su época, pero creo que lo expuesto permite aclarar un rasgo clave de la neorreligión masónica. El ser humano ha sido definido de muchos formas, como animal racional, animal moral, animal político etc. Aquí figura como “animal técnico”, capaz de utilizar la naturaleza en su beneficio y de satisfacer así sus deseos.  Se trata de  una concepción esencial  que hallamos también en el marxismo, en alguna rama del liberalismo y en diversas ideologías, aunque en religiones de otro tipo aparece como un peligro esencial de  la condición humana. Así en el mito de Prometeo o, de otro modo, en el Génesis, por lo que me extenderé un poco al respecto. Prometeo es un titán, hijo de la tierra,  y en una versión crea a los hombres con barro, mientras que en otra se limita a traspasarles la técnica (el fuego) y les enseña  menospreciar y burlarse de los dioses. Finalmente, Zeus lo castiga encadenándole a una roca y enviándole un águila que todos los días le devora el hígado. Suele verse en el titán a un benefactor de la humanidad, y en los dioses a tiranos celosos de la capacidad  humana, que lo castigan injustamente.  Paul Diel ofrece, en El simbolismo en la mitología griega,  una interpretación que suena más coherente y profunda. La técnica permite al hombre mejorar su situación material, pero es inútil para dar un sentido a su vida. Ese sentido aparece en los mitos como algo en parte misterioso vinculado a los dioses.  Cuando esta limitación de la técnica es pasada por alto y  el bienestar material se convierte en el objetivo total del ser humano,  la vida se trivializa y genera mil conflictos, agravados por el poder técnico,  porque los deseos humanos suelen ser contradictorios en sí mismos, y opuestos entre unas personas y otras. Además,  la limitada capacidad humana de previsión no logra captar las consecuencias últimas de sus actos, hecho que refleja el mito hermanando a Prometeo,  El previsor, con Epimeteo, El que piensa tarde: las dos caras del pensamiento humano.

De este modo la técnica y el bienestar material derivado, concebidos como el objetivo esencial de la vida y no como subordinados al espíritu, figurado en los dioses, se convertirían en fuente de males, representados por la Caja de Pandora. La estéril  roca a la que es encadenado Prometeo simboliza su propia elección exclusiva por los bienes terrestres, por los bienes materiales y la consiguiente trivialización de la vida. Y al devorar el hígado del titán, el águila, enviada del espíritu clarividente que se eleva sobre la tierra, figuraría el remordimiento por la pérdida de una vida más elevada. En fin, Prometeo representaría el peligro humano de elegir en exclusiva o primordialmente los bienes terrestres y despreciar al espíritu. No abordo aquí la distinción entre materia y espíritu, que todo el mundo intuye aunque sea difícil de explicitar y haya generado tanto debate; aunque un ejemplo algo tosco ayudaría a ello: desde el punto de vista material, un libro es una cantidad de papel y de tinta, con un volumen, forma y masa fácilmente medibles. Desde otro punto de vista, es solo el continente de un mensaje o intención, expuesto en las complicadas disposiciones de la tinta, aunque estas por sí mismas no signifiquen nada. Cada unidad de libro es materialmente única y el total cuantificable, pero el contenido no es medible. El Quijote, por ejemplo, es siempre uno aunque se presente en millones de ejemplares y en formas y aspectos materiales muy diversos. Quizá podamos captar con esto algo de la diferencia.

Y en el relato del Génesis el hombre, hecho de barro, tiende al barro, a la materia contra el espíritu, tendencia representada por la tentación de la serpiente, que se arrastra por el suelo: le promete que desobedeciendo al mandato de Dios se hará igual a este. La semejanza de fondo con el mito de Prometeo ha sido subrayada por Paul Diel.  No voy a adentrarme más en la cuestión, pues solo quiero poner de relieve el carácter prometeico de la masonería, una religión y una mística de la materia y la técnica. No existe para ella la tensión y el conflicto del alma humana entre el espíritu (la divinidad) y la materia, ni propiamente entre el bien y el mal. El ser humano es un ser técnico que encuentra la plena satisfacción de la vida en el conocimiento y el desarrollo de conocimientos científico-técnicos en un progreso indefinido. No existe en la masonería la oposición entre Zeus y Prometeo o entre Dios y Lucifer, el “portador de luz”. El Gran Arquitecto figura al mismo tiempo como Dios y Lucifer o Prometeo.

Habíamos caracterizado a la masonería como una religión gnóstica, de las que ha habido muchas, pero debe anotarse una particularidad. La mayoría de los gnosticismos oponen radicalmente el espíritu a la materia y condenan esta última como foco de todas las corrupciones y sufrimientos, llegando incluso a proponer el suicidio y a mirar a Jesucristo como el espíritu del mal, por haberse encarnado. El gnosticismo masónico toma el rumbo contrario, al  exaltar la técnica, la materia como la fuente del significado de la vida. Pero siempre con los mismos rasgos ocultistas e iniciáticos. Sus templos se llaman logias, en el espíritu de la arquitectura, esto es, de la técnica.

Dicho en otras palabras, la masonería deposita su fe en los que llama el Arte o el Arte Real,  la técnica en definitiva, y con arreglo a esa fe moldea la concepción misma de la divinidad. Algo que otras religiones, en especial el cristianismo, repito, ven como un peligro esencial del alma humana. Creo que el secreto básico de la masonería, del que derivan los demás, reside justamente en esa concepción de fondo, acaso no muy consciente para muchos de los mismos hijos de la luz.  

Cabe señalar que la Masonería entra en una tradición intelectual algo más antigua, en la que Francis Bacon marca un hito fundamental con su novela utopista Nueva Atlántida. Se trata de una isla con una sociedad esplendorosa, cristiana aunque de un cristianismo sui generis,  en la que prácticamente está excluido el mal. Una sociedad   integrada por gentes “generosas e ilustradas, dignas, castas y piadosas  y llenas de espíritu público”. A su cabeza, por encima incluso del estado, se encuentra la Casa de Salomón dedicada a  la investigación científica y técnica y que decide qué inventos y hallazgos difundir y cuáles no, incluso por encima de los responsables políticos. Salvo que la masonería no se dedica a la investigación científica, encontramos en la Nueva Atlántida ciertas similitudes con ella: una religión de la técnica, que estaría tanto por encima de las demás religiones como de los estados, según veremos. Algunos creen a Bacon miembro de la  sociedad secreta de los rosacruces.

Aquí llegados, debe recordarse que, si bien hay diversas masonerías, las dos mayores son las Grandes Logias, de origen y orientación inglesa, y los Grandes Orientes, nacidos  en Francia. El Gran Oriente de Francia,  fue fundada por  masones ingleses, separándose progresivamente de las Grandes Logias en tres puntos: en 1877 suprimió las menciones a Dios, admitiendo a ateos, que llegaron a tener un papel relevante. Ello provocó cierto escándalo  y un pequeño cisma. En segundo lugar, admitió las discusiones políticas directas en el seno de las logias,  prohibidas en la corriente inglesa.  Finalmente, y también contra los reglamentos ingleses, aceptó ocasionalmente a algunas mujeres, aunque sin permitir su iniciación hasta muy recientemente, en 2010. Con todo, ambos grupos se reconocen entre sí como masónicos. Oficialmente, el Gran Oriente se dedica a “la búsqueda de la verdad, la investigación moral y la solidaridad”, al tiempo que preconiza un laicismo que los católicos sienten como extremo y agresivo.

 

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