Masonería (IV) El mito masónico /La memez extrema de Rajoy

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¿Cuáles son, entonces, los secretos cuya celosa  posesión se atribuye la masonería? Parecen variados, pero creo que el fondo de ellos se encuentra en su  doctrina, cuyo fundamento vienen a ser  las llamadas Constituciones de Anderson, que datan de 1723 y a las que me referiré de preferencia.  James Anderson era un pastor protestante escocés, y sus Constituciones  incluyen un relato pretendidamente histórico, seguido de las “leyes, obligaciones, ordenanzas, reglamentos y usos” de la orden (Citaré de la traducción hecha por Ricardo de la Cierva en su referida obra  El triple secreto de la Masonería).

Lo primero que llama la atención en esas Constituciones es su actitud hacia la religión. Un masón, dicen,  “nunca será un estúpido ateo ni un libertino irreligioso”. Por tanto, debe ser un hombre religioso. Pero ¿de qué religión? El documento advierte que antaño, es decir, en tiempos de los albañiles, cada masón debía profesar la religión imperante en su país; pero en la actualidad debían “obligarse solo a la religión en la cual coinciden todos los hombres, dejando sus particulares opiniones a ellos mismos”. Por tanto, la Fraternidad se arroga la definición y profesión de la religión universal,  situándose en el mismo golpe por encima de las demás  religiones y sin oponerse en apariencia a ninguna de ellas. Nueva contradicción, pues el cristianismo se proclama también universal y por tanto en conflicto con la religión de Anderson; y lo mismo puede decirse de otros credos. Además, al  profesar una religión “para todos los hombres” queda sin declarar, pero implícita, la orientación de sustituir a las demás religiones, consideradas particulares y relegadas al campo de la opinión privada. Su dinámica tendería a diluir poco a poco las religiones no masónicas. Aún más sorprendente es otra contradicción: la suprarreligión masónica, supuestamente común a todos los hombres, solo sería accesible en realidad a los miembros de la orden, previa iniciación. Se trata, por tanto, de una religión iniciática reservada a grupos iluminados acerca de determinados arcanos, algo típico de las llamadas sectas gnósticas.

Salta a la vista el choque con el cristianismo, sobre todo en su versión católica, pues este ha rechazado siempre las sectas ocultistas, las sociedades secretas y  las tendencias gnósticas: el conocimiento de la verdad religiosa y la salvación deben estar abiertas a todos los seres humanos y no a miembros de  algún grupo conocedor de supuestos secretos  inaccesibles al  vulgo y de relaciones ocultas entre sí. Por tanto, la masonería solo podía ser mirada con máxima reserva inicial y pronta condena por Roma. Pero la contradicción mengua en el caso del protestantismo. Anderson era pastor protestante y la orden empezó a tomar cuerpo en las protestantes Escocia e Inglaterra, para generar luego otro foco en Francia. Lutero estableció que no existía libertad para salvarse o condenarse, pues las obras humanas carecían de valor a tal fin. Desde la eternidad, Dios había decidido quiénes se salvarían y quiénes se condenarían. La idea de que los elegidos para la salvación podrían reconocerse entre sí y formar grupo aparte, surge de forma espontánea. Esta concepción es reminiscente a su vez de la de “pueblo elegido” que se atribuían los judíos. Y Anderson afirma –obviamente sin la menor prueba, como en casi todo lo demás–  que, al menos en la antigüedad, los judíos eran un pueblo íntegramente compuesto de masones, dueños de los secretos propios de la orden.

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Como otras religiones, la masónica incluye una fe, expresada en el mito; un culto, expresado en el rito, ya mencionado; un templo, la logia; y una moral, que veremos luego. Las Constituciones empiezan por una introducción histórica bastante larga. A menudo se ha resaltado su carácter disparatado como historia racional, pero a mi juicio esa crítica no da del todo en el blanco, pues el relato no busca tanto establecer una historia real como un mito. La palabra mito se utiliza en muchos sentidos, desde el de simple embuste  al aquí empleado, como relato fundacional-explicativo del sentido de la vida o de hechos generales, con proyección moral y psicológica. A nuestra razón se le escapa la razón de ser de las cosas, el sentido del mundo y de la vida,  pero nuestra psique no acepta el caos de una vida sin significado que le llevaría a la desesperación y la amoralidad. Así, el mito viene a constituir el núcleo de las religiones. Puede tener base histórica o racional, pero la  trasciende. Creo, aunque no voy a desarrollar el tema, que Cicerón decía una verdad al señalar que todos los pueblos creen en dioses, fuerte indicio de que el ser humano es por naturaleza religioso, sea en un sentido animista, politeísta o monoteísta. El mito exige fe, que es una forma particular de creencia, dado que el sentido último de las cosas escapa a nuestra capacidad mental. También es verdad que siempre ha habido ateos, pero quienes en nuestros días se proclaman tales, suelen depositar su fe en algún concepto que opera psicológicamente de modo similar a la divinidad, dando sentido a la vida: la Ciencia, la Razón, la Humanidad,  el Proletariado, el Progreso, la Ecología, etc. Así consideradas,  todas esas ideologías incluyen al menos cierto sentimiento religioso, pues aunque pretendan apoyarse en la razón o la ciencia, atribuyen a ambas unas  virtudes salvíficas indemostrables.

Enfocada así,  la Historia mítica de Anderson tiene el mayor interés. Parte de la Biblia, si bien, de acuerdo con el libre examen protestante, la interpreta de un modo peculiar y pasa por alto a Jesús. Dios aparece como “el Gran Arquitecto del Universo”. Esta idea se comprende como metáfora ingenua de un gremio de albañiles, pero cuando la masonería toma carácter más intelectual, su alcance es mucho mayor y un tanto ambiguo. Un arquitecto trabaja con normas, leyes y materiales distintos y previos a él, con lo que se introduce implícitamente una concepción de la divinidad diferente de la del Dios Creador de la Biblia y del cristianismo, y limita la visión del mundo a la de una arquitectura, cosa solo aceptable como metáfora gremial. El Gran Arquitecto habría infundido en Adán ese conocimiento de las “Ciencias liberales y especialmente de la Geometría”, haciendo de él el primer masón. Y Adán  habría transmitido esas ciencias a sus hijos, entre quienes menciona Anderson a Caín y  a Set, cada uno de ellos “Príncipe de la mitad de la Humanidad”, sin explicar la diferencia entre uno y otro.  Todos ellos resultan ser “masones”, pero  sería la estirpe de Caín  (cuyo asesinato primordial no es mencionado ni se le atribuye significación alguna) la que mejorase “la noble Ciencia y el útil Arte”: el trabajo del metal, la música, la ganadería, la construcción de tiendas, la arquitectura. Da la impresión, no muy clara, de que la masonería se identifica de preferencia con Caín.

Después del Diluvio, los sucesores de Noé (otro gran masón, dice Anderson) construyeron la “prodigiosa torre” de Babel, a partir de la cual los hombres se dispersaron y diversificaron sus lenguas. Y aunque al principio permanecieron los conocimientos masónicos en las ciencias, artes y geometría, estos fueron perdiéndose, salvo para grupos de sabios, a quienes se deben las construcciones de Mesopotamia y Egipto. Posteriormente, los judíos constituyeron un pueblo íntegro de masones, como señalé antes, con Abraham y Moisés, masones a su turno.  Su obra capital  sería el templo de Salomón, presentado por Anderson con extraordinaria fantasía, y cuyo mérito principal atribuye al fenicio Hiram Abif, hijo de una viuda judía (de ahí que, por identificación,  los masones suelan llamarse “hijos de la viuda”). Hiram habría sido el más grande maestro masón que haya existido, y sobre él y su asesinato construyó la masonería a su vez un mito  simbólico. Las Constituciones están escritas para los adeptos, pero aun así está presente en ellas el secretismo con avisos de que “no conviene  hablar con mayor claridad de estos asuntos, excepto dentro de una Logia formada”,  de “no mencionar” más que algunos hechos parciales, etc.

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Al paso.

*El padre de la mujer de Sánchez regentaba un burdel para homosexuales. ¿Por qué los medios no se extienden sobre el asunto? Porque los medios también participan del negocio de la prostitución, desde que empezó “El País”.

*El PP de Rajoy-Casado mantiene la proclamación del orate antiespañol Blas Infante como “padre de la patria andaluza”

*El PP de Rajoy- Casado sigue en Galicia, Baleares y ha seguido en Valencia, la misma política contra el español que los separatistas. El “voto útil”

*El Valle de los Caídos es un monumento franquista, un monumento a la reconciliación sobre la base de la victoria sobre los separatismos y totalitarismos. A ver si ahora vamos a cambiar la historia igual que la izquierda.

*El mayor insulto que han recibido los andaluces ya en el transición, fue el acuerdo de los nuevos mangantes de la política para declarar a Blas Infante, un orate excepcionalmente estúpido, “padre de la patria andaluza”

*Algunos militares-chusma del estilo de los de Maduro, tratan de perseguir a los firmantes del manifiesto contra las fechorías del gobierno en relación con Franco.

*El PP es tan abortista, LGTBI, proseparatista y memoria histórica como el PSOE.

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Rajoy (escrito en octubre de 2012)

Hace meses discutía con Cristina Losada y Pepe García Domínguez sobre la inteligencia de Rajoy. Inteligencia política, se entiende. Mi punto de vista, frente al de ellos, era que se trata de un auténtico memo. Pasa como con su honradez (también política) que simplemente no existe. Les recordaba  la necia chulería del personaje  tratando de dar a los españoles la impresión de que había impuesto a Bruselas y a Berlín tales o cuales préstamos sin condiciones para sanear la economía, y cómo pronto quedó claro que quien mandaba en realidad eran Berlín y el BCE. O, antes en la oposición, sus “repentes”  cortando relaciones con El País o con el gobierno de Zapatero para volver a los pocos días pidiendo árnica  con el rabo entre las piernas . O la traición a sus propias movilizaciones, como la del estatuto ilegal de Cataluña. O su incapacidad para aprovechar los errores del gobierno socialista y su capacidad, en cambio,  para llevar a la nada el movimiento ciudadano contra la colaboración con el terrorismo. O su oposición de boquilla a la Constitución del siniestro  Giscard d’Estaing  para a continuación darle su apoyo,pese a que mermaba notablemente  la voz de España en la UE. O su aserto de que la economía lo es todo, propio de un simple. Y así podría seguir con las genialidades de este necio integral. Necio o algo peor.

Rajoy ha engañado todo el tiempo a sus votantes (bien es verdad que a estos les encanta que les engañen), ha mentido más que Zapatero en mucho menos tiempo y ha demostrado que el voto al PP, lejos de ser el “voto útil”, como pregonan los genios de la política, es el más inútil posible, pues sirve para mantener la política zapateril. A lo mejor se refieren a ese tipo de inteligencia, la del pícaro, quienes le creen muy listo y muy “gallego” (¡toma castaña!)

Hace poco, Mas se puso abiertamente fuera de la ley. El memo de la Moncloa dijo que aplicaría la Constitución, para hacer a continuación todo lo contrario, seguirle el juego al delincuente.  A continuación va a hablar con él y sale diciendo que “había tratado de la economía, lo que realmente importa”. ¿Cómo calificar al sujeto? Y ahora parece que ha encargado a Arenas la tanda de parloteo con Mas. Arenas, el de la “realidad nacional andaluza”, el que venera al orate Blas Infante como “padre de la patria andaluza”. El más adecuado para entenderse con Mas. Qué desgracia tiene España con sus políticos.

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Masonería (III) Contradicciones chocantes / “De comunista a teóloga”

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Las ceremonias masónicas buscan, evidentemente, impresionar y ejercer una fuerte sugestión sobre el nuevo adepto,  haciéndole sentirse miembro de una Fraternidad dotada de conocimientos muy fuera de lo común,  y del consiguiente poder.  Los masones atribuyen a sus ritos un profundo simbolismo y los toman plenamente en serio, aunque no todos, como vimos con Azaña. Y debe admitirse que para una sociedad  dedicada a defender la razón  resultan muy poco racionales, una contradicción que encontraremos a menudo. Y destaca en ellas una especie de culto casi (o sin casi) obsesivo al secreto. Además, los secretos van ampliándose conforme se sube de grado. Las diversas masonerías operan con distinto número de grados o jerarquías, pero  el rito más extendido,  el  Escocés Antiguo y Aceptado, abarca 33,  que van desde los tres inferiores o simbólicos a los tres superiores o sublimes. Los nombres de muchos de estos grados son curiosos: “Maestro secreto”, “Secretario íntimo”, “Sublime Caballero Elegido”, “Caballero de Oriente y Occidente”, “Caballero Rosa Cruz”, “Príncipe de Jerusalén”, “Caballero Kadosh”, etc. Los tres grados superiores, “Gran Inspector Inquisidor Comendador”, “Sublime y Valiente Príncipe del Real Secreto”,  y “Soberano Gran Inspector General” gobernarían a los inferiores. Ricardo de la Cierva cree que conforme se sube en la jerarquía se vuelve más preciso el carácter  anticristiano y pagano que achaca a la orden, hasta culminar en el rito del Arco Real. No entro aquí en cuestiones accesorias como las influencias atribuidas a los templarios, o a otras sociedades secretas como los Illuminati o los rosacruces, que han dado lugar a mucha especulación, en buena parte arbitraria.

Pero ¿cuáles son los misterios y privilegios que tan celosamente guarda la orden y que debieran llevar “la luz” a los iniciados? “El secreto de la masonería consiste en que no tiene secreto”, han dicho algunos, con frase ingeniosa y despistante, pero sin significado: o lo tiene, o no lo tiene. Aparentemente el núcleo misterioso es lo que llaman el Arte, compuesto de recomendaciones éticas un tanto banales, y orientaciones para desarrollar una personalidad moralmente elevada. Así, al candidato se le presentan las herramientas: el calibre de 24 pulgadas, el martillo común y el cepillo. “El calibre para medir nuestro trabajo, el martillo para arrancar a golpes los nudos y excrecencias superfluos; y el cepillo para alisar y preparar la piedra y hacerla apta para las manos de un trabajador más experto. Pero nosotros (…) aplicamos estas herramientas a nuestra moral. Las 24 pulgadas representan las veinticuatro horas del día que, deben emplearse parcialmente en el rezo al Dios todopoderoso; dedicarse en parte al trabajo y al recreo; y en parte a servir a un amigo o Hermano en situación de necesidad, sin detrimento nuestro o de nuestras relaciones. El martillo representa la fuerza de la conciencia, que debe repeler todos los pensamientos vanos e inconvenientes que puedan perturbarnos durante alguno de los períodos indicados; con el fin de que  nuestras palabras y acciones puedan ascender inmaculadas al Trono de la Gracia. El cepillo nos señala las ventajas de la educación, por la cual nos convertimos en miembros adaptados de una sociedad regularmente organizada”.

   Cuesta trabajo creer que tales cosas requieran tanto misterio. Y salta a la vista que una sociedad meramente filantrópica y humanitaria no precisa iniciaciones ni grados extraños u organismos secretos, como tampoco cultivar  una hermandad casi mística entre sus miembros, ni un aparato chocante de símbolos, atuendos, jergas y grados esotéricos, con preocupación extrema de evitar la curiosidad ajena. No hace falta mucha sagacidad para entender que hay ahí algo más que filantropía, razón y demás, y que una sociedad de ese estilo constituye por su naturaleza  un medio privilegiado para la conspiración, se produzca esta de hecho o no. Por ello no debe extrañar que la Masonería haya suscitado una densa prevención en medios muy variados.  La Iglesia la ha condenado por esa y otras razones, Franco la persiguió, los regímenes comunistas la han prohibido por ser una asociación burguesa, es decir, servidora de la explotación. También en medios protestantes ha suscitado  muchas reservas y oposición, pero en esos países ha gozado de mayor tolerancia, especialmente en Inglaterra y Usa, y también en Francia y en diversos regímenes latinoamericanos. El general Franco advirtió que la orden había desempeñado un papel patriótico en Inglaterra y en Francia,  apoyando los imperialismos de ambos países, pero que en España había sido esencialmente antiespañola. Ya hablaremos de ello. En todo caso, la influencia de la masonería en la historia de Europa y América desde la Ilustración es evidente.

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P. Uno de los relatos, de Adiós a un tiempo, “De comunista a teóloga”, ¿no puede aplicársele a ud mismo, que tantas vueltas da al problema de la religión? 

–Hombre, yo no soy teólogo. Esos asuntos me interesan, creo que deben interesar a todo aquel cuyo horizonte mental o moral no esté enteramente absorbido por las preocupaciones de cada día. La idea de Dios es curiosamente racional: el mundo, la vida, no pueden deberse su existencia a sí mismos, luego ha de haber una fuerza externa a ellos que los ha “creado”. Pero nosotros somos una parte de esa creación, limitados por las condiciones de la existencia, de modo que poco podemos decir de esa “fuerza” misteriosa a la que suele llamarse Dios. Escapa a las posibilidades de nuestra razón.

 P. En otro de sus relatos, ud habla de la impresión que les produjo a ud y una amiga suya, la vista de una puesta de sol desde lo alto de un pequeño yacimiento arqueológico prerromano. ¿Cómo explicarlo?

–Hay cosas que nos llevan a una sensación del “más allá”, de lo que está o parece estar por encima de lo que vemos y sentimos en nuestro entorno. La muerte, desde luego, el cielo estrellado, el ocaso… El ocaso impresiona porque con él “acaba el día”, acaba en cierto sentido la vida, puesto que nos entra el sueño y caemos en la inconsciencia. Y nos encontramos con esta doble paradoja: lo que ha existido a lo largo de la jornada y hemos visto y sentido, deja de existir, no sabemos adónde va, mientras que el nuevo día que esperamos aún no existe y nuestro control sobre él es mínimo, se basa en la mera costumbre… Uno puede imaginarse lo que podrían sentir aquellas gentes, que tan en contacto vivían con la naturaleza. Para el hombre de hoy,  la impresión es más difusa, porque vive en un medio urbano o urbanizado, y está muy intelectualizado, generalmente se hace una idea falsa de la ciencia. Pero la ciencia nos sitúa en un universo tan inimaginablemente gigantesco y extraño a nuestras percepciones habituales que parece volver insignificante nuestra existencia con todas sus preocupaciones, penas y alegrías y deseos.  En mi libro sobre Europa hablo un poco de eso: la idea de Dios aterroriza y angustia en cierto modo y muchos creen que la ciencia calma esos sentimientos, pero es al revés: parece privar de todo sentido nuestra existencia.

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P. En “De comunista a teóloga”, usted aprovecha para trazar una pintura de la vida de entonces entre el estudiantado progre, de “cachondeo” sexual y demás.

–Tiene algo de costumbrista. Los recuerdos no pretenden ser análisis políticos ni “teológicos”, aunque los aludan implícita o explícitamente. Como en el recuerdo sobre “el primer cementerio de Atenas”, así llamado…  No sé lo que realmente piensa aquella antigua comunista de Dios, es posible que se dedique a la chabacanería de “He visto a Dios, y es mujer y negra” y  bobadas por el  estilo, lo que llaman “teoría feminista”, etc. Y puede que no, claro, porque no volví a coincidir con ella.  Pero no entro ahí. La vida que llevábamos algunos o bastantes entonces creaba ciertas preocupaciones y tendencias y al mismo tiempo era producto de ellas. El fracaso de todo aquello, me refiero al marxismo, ha creado otras cosas.

 

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Masonería (III) Ritos masónicos / Perspectivas sobre el mal.

   La cuestión de si la masonería es o no una sociedad secreta tiene gran importancia. Un indicio al respecto pueden ser sus ritos:

Los ritos  se llevan a cabo en  los templos masónicos, llamados logias, un término arquitectónico en recuerdo de  la albañilería, y en reuniones llamadas tenidas. El cargo mayor de la logia, llamado Venerable Maestro,  preside sobre un estrado, asistido por un Diácono en el centro del lado de Oriente de la sala;  un Primer Vigilante se sitúa en el lado de Occidente, un Segundo  Vigilante en el lado Sur, y en medio permanecen los demás asistentes.  Hay dos Guardianes,  el Interior a la puerta de la logia y el Exterior, provisto de una espada desnuda, en el vestíbulo. Los presentes llevan mandiles con símbolos distintos para cada categoría y a menudo guantes blancos. Los símbolos, la Biblia, la escuadra, el compás, el mallete o martillo, tablas de resonancia, caja de herramientas, un nivel,  un bloque cúbico de piedra pulimentada y otro sin desbastar, etc., se colocan en lugares y formas precisas.  La tenida suele comenzar con un himno y a continuación, previo golpe de mallete, el Venerable Maestro dice: “Hermanos, ayudadme a abrir la logia”.  Se levantan todos y el Venerable llama al Segundo Vigilante por su nombre: “Hermano Tal, ¿cuál es el primer cuidado de todo masón?”. El  interpelado responde: “Comprobar si la logia está adecuadamente cerrada”, cosa necesaria para evitar la curiosidad de los profanos. “Haced que así sea”. Se informa al Venerable de que la logia está cerrada, y él pregunta al Primer Vigilante por el siguiente cuidado, con la respuesta consabida: “Comprobar que solo se hallan presentes quienes son masones”. Y siguen preguntas y respuestas retóricas  sobre los cargos y deberes de cada cual. En la masonería hay varios grados, con aperturas de tenida  algo diversas. A continuación, los reunidos se dedican a sus discusiones y  trabajos, que deben permanecer  secretos, al menos muchos de ellos. No me extiendo sobre las joyas,  cánticos, números místicos y otros signos típicos de la orden.

Pero vale la pena detenerse  en el rito de iniciación. Parece que a Azaña, le pareció grotesco, según el tono despectivo con que menciona el suyo en el apunte de su diario, el 5 de marzo de  1932: “No se cabía en los salones de la [logia de la] calle del Príncipe. No me importó nada aquello, y durante los preliminares estuve tentado de marcharme. Había cuatro ministros, y Barcia, con una cadena de oro. Martínez Barrio, que es el gran gerifalte de la casa, no asistió”.  La intención de Azaña al hacerse masón parece haber sido puramente práctica: contrarrestar la influencia que tuviera su rival político Lerroux a través de la orden. No volvió a pisar una logia, al parecer. En cambio Juan Simeón Vidarte, allí presente y masón muy convencido, creyó notar a Azaña “visiblemente emocionado”, y expone parte del ritual: “Se oyen golpes violentos en la puerta del templo. El Venerable Maestro dice: “¿Quién osa interrumpir nuestros trabajos?”. “Soy el Hermano Terrible que conduce a un profano. Dice que es hombre libre, honesto y de buenas costumbres”. “¿Quién responde de él?”.  “Yo, que soy su conductor”. “Dadnos su nombre”. “Manuel Azaña Díaz”. “Hacedle entrar”.  Se oye el chocar de decenas de espadas…” (Las Cortes constituyentes, p. 365).  Como puede verse, se trata de una ceremonia realmente barroca.

En la Masonería hay varias corrientes, pero las dos principales y realmente directivas son las Grandes Logias, de origen inglés, y los Grandes Orientes, de origen francés, de cuyas diferencias hablaremos luego. Resumo el rito iniciático de la Gran Logia, poco distinto del  Gran Oriente. El Guardián Exterior  (Hermano Terrible en el Gran Oriente), encargado de cerrar el paso a los profanos, prepara al candidato en el vestíbulo de la logia, cerrando la puerta exterior y la de paso a la logia misma.  Quita al candidato la chaqueta, chaleco, cuello y corbata y todos los artículos de metal que lleve encima, le abre la camisa para dejar el pecho izquierdo al descubierto y le enrolla sobre el codo el guante derecho. Le sube la pernera izquierda del pantalón sobre la rodilla,  le sustituye el zapato derecho por una zapatilla, le coloca alrededor del cuello un lazo corredizo y le cubre los ojos con un capuchón. Después, el Guardián da en la puerta de paso a la logia unos fuertes golpes ceremoniales, a los que siguen unas preguntas rituales del Venerable Maestro sobre el candidato, como si no lo conociera. El Guardián Exterior le “informa”:

Es el señor Tal y Tal, un pobre candidato  en estado de oscuridad, que ha sido bien y dignamente recomendado, reglamentariamente propuesto y aprobado en logia abierta, y ahora llega por su propia y libre iniciativa, convenientemente preparado, y suplica humildemente ser admitido a los misterios y privilegios de la Francmasonería.

La ceremonia de iniciación prosigue con muchas preguntas y respuestas, signos y gestos rituales, hasta el largo y  pomposo juramento, que gira en torno al secreto:  “Sincera y solemnemente juro que siempre ocultaré, esconderé y jamás revelaré parte ni partes, punto ni puntos, de los secretos o misterios propios o que pertenezcan a los Masones, que puedan en adelante ser conocidos por mí o se me comuniquen en el futuro, a no  ser a algún o algunos verdaderos y legales Hermanos y ni siquiera a ellos sin la debida comprobación, estricto examen  o segura información de un Hermano (…)   Además prometo solemnemente que no escribiré esos secretos, ni los dictaré, grabaré, marcaré, esculpiré o dibujaré de cualquier otra manera ni provocaré ni toleraré, si está en mi poder hacerlo,  que así se haga por otros, sobre cualquier cosa móvil o inamovible bajo la bóveda del cielo (…) Juro observar todos estos puntos sin evasión, equivocación o reserva mental de cualquier clase, bajo una pena no menor  –en caso de violación de  alguno de ellos, de que mi cabeza sea cortada, mi lengua arrancada de raíz y enterrada en la arena del mar sobre la línea de la marea baja o a distancia de un cable desde la playa, donde la marea fluye y refluye  dos veces en veinticuatro horas , o el más efectivo castigo de ser marcado como un individuo conscientemente perjuro, privado de toda dignidad moral; etc.

Hecho el juramento, el Venerable Maestro pregunta al candidato cuál es su mayor deseo, respondiendo este que desea  la Luz. El Maestro hace una serie de señales, los hermanos aplauden, se le quita al candidato parcialmente la capucha de modo que pueda ver una Biblia ante él. Se le explica que las tres luces de la masonería son las Sagradas Escrituras (interpretadas como veremos),  la Escuadra y el Compás.  “Las Escrituras han de gobernar nuestra fe, la Escuadra regular nuestras acciones y el Compás mantenernos en la debida vinculación con toda la Humanidad, particularmente con nuestros Hermanos.   Le señala también la existencia de tres luces menores, que “representan al Sol, para regir el día, la Luna para gobernar la noche y el Maestro para dirigir su logia.  Y le advierte que  durante la iniciación ha eludido “dos grandes peligros: los de ser apuñalado y estrangulado, porque a vuestra entrada en la logia este puñal (lo empuña y muestra al candidato) se esgrimió hacia vuestro pecho izquierdo desnudo de modo que si intentabais lanzaros hacia adelante hubierais provocado vuestra propia muerte (…) Esta soga con su nudo corredizo alrededor de vuestro cuello hubiera hecho fatal cualquier intento de retirada; pero el peligro que os aguardará hasta vuestra última hora es el castigo por vuestro juramento, vuestra garganta cortada si inicuamente reveláis los secretos de la Masonería “. Luego le notifica la existencia de varios grados en la orden, cada cual con sus secretos propios. Para empezar con ellos le enseña  las señales para reconocerse entre sí los adeptos “y distinguirnos del resto del mundo”. La presencia de escuadras, niveles y plomadas indica también al masón.

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P. ¿Diría ud que el diablo, el mal, está presente en los demás relatos, o parte de ellos, de Adiós a un tiempo?

–Los relatos no los enfoco desde la idea del bien y el mal. Procuro ser lo más objetivo que me es posible, a pesar de que se trata de cosas que me afectan directamente, incluso profundamente. El bien y el mal se presentan a veces con gran fuerza, pero más en general de manera poco visible.  Por ejemplo el relato sobre el canto del ruiseñor: no es posible ahí hablar de bien y de mal, o del diablo. Aparte de que el mal se transforma en bien y viceversa, y que el bien de unos es el mal de otros.

P. ¿Esa indefinición podría percibirse en su primer relato sobre Delgado de Codes, muerto por la policía?

–Por ejemplo. Expuse ayer la concepción marxista de la historia. Para un marxista y para una persona tradicional, el bien y el mal son cosas opuestas, de modo que los compañeros de Delgado consideraban un asesinato lo que sus adversarios entenderían como un acto justo.  Para el hombre de la calle, depende de qué simpatías políticas tenga. Para  la policía, en cambio, se trata de una cuestión básicamente técnica: cumple órdenes y eso es todo. ¿Dónde está ahí el diablo? Por mi parte he de dividir mi actitud entre el viejo compañerismo y amistad, y la idea clara de que nuestra causa era monstruosa. Por eso digo que nuestra mente se plantea problemas que no puede contestar con la claridad y seguridad que nos gustaría. Adán y Eva mordieron la fruta de aquel árbol, pero se ve que no la comieron del todo, de modo que abandonaron la inocencia del instinto  y entraron en la esfera moral, sin lograr dominarla.

P. Otro caso parecido: aquel exiliado que podría haber sido El Campesino y que se le veían deseos de recuperar algún tesoro en España… ¿Bueno o malo?

–El paso del tiempo modifica las cosas, ¿no? Resulta ridículo, por ejemplo, ponernos como fieras condenando hechos de un pasado que ya no tiene relevancia. Es más importante entender la lógica de esos sucesos, por lo que puedan servirnos, que dedicarse a condenas morales que serían arbitrarias. A menudo nos sentimos muy buenos y virtuosos haciendo esas condenas realmente  gratuitas. El caso de El Campesino es muy instructivo  e interesante por muchas causas. Pero, vamos, siendo sincero, dudo de que el personaje fuera el mismo. No obstante cabe la duda. Por otra parte, ya dije, el Diablo tiene que ser un personaje muy poderoso. Fíjese en el relato de Job: es Satanás quien tienta a Dios y le hace tratar a Job de manera…

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Saliendo al paso

*Ese horrendo falo gigantesco en medio de Barcelona es un verdadero insulto machista.

*La historiografía antifranquista atribuye a aviones alemanes el puente aéreo sobre el Estrecho, una innovación en el arte militar. Fue decisión de Franco e iniciada con aviones españoles. Cuando intervinieron alemanes e italianos, su principal objetivo estratégico estaba logrado

*Se habrán preguntado ustedes por qué el Frente Popular fabricó tantos carteles llamando a los obreros y campesinos a trabajar de duro por “su causa. Los carteles eran necesarios porque obreros y campesinos trabajaban y luchaban muy poco por “su causa”.

*¿Fue triste la guerra civil? Izquierda y separatistas la provocaron y organizaron. Lo bueno es que muchos se alzaron contra ellos y ganaron. Lo triste, tristísimo habría sido que hubiera ganado el Frente Popular, alianza de totalitarios y separatistas.

*Es increíble la cantidad de idiotas que dan clase en la universidad. Y cada vez va a peor

*La guerra civil fue como una intervención quirúrgica in extremis. Muy y dolorosa, pero absolutamente necesaria. Totalitarios y separatistas iniciaron la guerra y fue preciso librar a España del totalitarismo, la disgregación y la destrucción de su cultura cristiana que traían consigo.

*El PSOE siempre fue una banda de cacos. El PP siempre fue una banda de señoritos frívolos, incultos y necios. Hay excepciones en los dos casos, pero en ninguno marcan la línea.

*Es imprescindible exigir las actas de los chanchullos clandestinos entre ZP y la ETA. Es una cuestión esencialísima en una democracia.

*”feminizar la política” es histerizarla y hacerla todavía más arbitraria y mafiosa. Estas perturbadas se arrogan desvergonzadamente la representación de las mujeres, como los comunistas de los obreros o los separatistas de los catalanes.

 

 

 

 

 

 

 

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PSOE (XIII) La cuestión de la legitimidad /La cuestión del diablo / La masonería (II)

La huelga revolucionaria de 1917 estaba planteada para derribar la monarquía al modo como se derrumbó al zarismo en Rusia. La intentaron los revolucionarios, y particularmente el PSOE, como vimos, con la convicción de que el régimen estaba muy débil, pese a que las circunstancias diferían mucho de Rusia. Allí un régimen autocrático, aunque en proceso de liberalización, se veía acosado por una guerra desastrosa, mantenida en favor de los intereses de Francia e Inglaterra mucho más que los de Rusia. En España, el régimen era claramente liberal y en buena medida democrático, y había sabido esquivar la guerra europea. No obstante, su debilidad era cierta, y de no contar en aquel momento con un hombre del temple de Dato, es casi seguro que hubiera sucumbido. Esa debilidad de manifestó en su incapacidad para contrarrestar la inmediata campaña de propaganda orquestada por los derrotados, que llevó a sustituir a Dato por García Prieto, modelo de la mediocridad prevaleciente en el régimen, permitió al PSOE llegar a las Cortes, y a los demás realizar sin problemas su agitación y propaganda desde las instituciones y fuera de ellas. Así, la derrota, en lugar de hundirlos, los legitimó.

   Pero la raíz profunda de la debilidad de la Restauración era una debilidad psicológica nacida de una sensación de ilegitimidad. Pese a la catastrófica experiencia de la I República, los republicanos se sentían legitimados por su “europeísmo”, que en su tradición se asimilaba a la imitación de Francia.  Los separatistas, por el concepto abierto o implícito, de constituir una “raza superior”, que debía separarse del resto (Arana) o dirigir, es decir, dominar y explotar, al resto del país (Prat de la Riba, Cambó). Frente a unos y otros, la Restauración carecía de valedores intelectuales (Menéndez Pelayo, pese a su evolución liberal, era ignorado, simplemente por los nuevos, los regeneracionistas a cuya cabeza emergía Ortega y Gasset, muy inferiores a él como pensadores políticos e históricos);  y la derrota del 98, aunque sin efectos prácticos inmediatos,  había sumido al régimen en una sensación de ineptitud y precaria legitimidad, sustituida por cierto cinismo práctico, también entre sus propios políticos. 

   El ataque más profundo y radical a la legitimidad del régimen procedía de anarquistas y socialistas. Esencialmente, el marxismo predicaba que a lo largo de la historia y desde un supuesto comunismo primitivo, todas las sociedades se basaban en la explotación de la mayoría por alguna minoría, que utilizaba el estado como aparato de violencia para asegurar su dominio, y a la religión como instrumento para aquietar con ilusiones ultraterrenas los ánimos de los explotados. Ello era producto, en parte principal, de la escasez de recursos debido a insuficiencia técnica, pero el propio desarrollo “capitalista” estaba superando esa escasez, haciendo posible  una sociedad igualitaria, comunista, sin explotación del hombre por el hombre. Ello suponía dos cosas: la ilegitimación de un régimen que mantenía la explotación y las desigualdades sociales, y una doctrina implícita o explícita de guerra civil contra el régimen explotador.

   Estas doctrinas, por su sencillez y aparente coherencia, seducían a muchos intelectuales y no encontraron una refutación clara de los políticos  ni de los escasos intelectuales del régimen, que se veían así radicalmente deslegitimados. Ortega, que nunca entendió el marxismo,  elogió mucho al PSOE como factor de “modernidad”, Unamuno se hizo  socialista y predicó la guerra civil por un tiempo, y casi todos los intelectuales mostraban un respeto reverencial hacia el PSOE, precisamente por su doctrina, por otra parte de rasgos asimilables al cristianismo: “los nada de hoy todo han de ser”, cantaba la Internacional: “los últimos serán los primeros”. Y no en un nebuloso “reino de los cielos, sino aquí, en la misma tierra. Desde la intentona revolucionaria de 1917, el régimen de la Restauración viviría aún casi seis años, pero en continua turbulencia

   El problema de la legitimidad es crucial en el análisis del poder, lo he tratado en La guerra civil y los problemas de la democracia y otros, pero rara vez aparece de forma explícita en la historiografía corriente.

La guerra civil y los problemas de la democracia en España (Nuevo Ensayo)

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 P. ¿Cómo puede ser interesante el diablo si no se cree en él?

El diablo, a mi juicio, es la personificación imaginaria del mal. Sus representaciones tradicionales reúnen una serie de símbolos que aluden al poder tiránico, a una sexualidad pervertida, etc., algo parecido a las representaciones de la Quimera clásica. Esto lo ha estudiado convincentemente Paul Diel.  Es una representación fantasiosa, pero que ha dado lugar a todo un folklore y un arte, a una cultura. Indudablemente se trata de un tema muy interesante.

P. Pero si no se cree en su existencia tendrá el mismo interés que los fantasmas, como instrumentos arbitrarios para provocar  terrores infantiles.

Adiós a un tiempo: Recuerdos sueltos, relatos de viajes y poemas

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–Sí, pero no. El diablo como tal no existe, pero el Mal sí. Y una vez se ha recubierto con los símbolos mencionados, alguien puede llegar a verlo “realmente”. Como una especie de alucinación, si se quiere, pero… En Adiós a un tiempo, titulo el relato “El hombre que quizá vio al diablo”: ese “quizá” es algo irónico, pero también implica una posibilidad: el hombre que vio una encarnación del mal. Claro que hay cierto desajuste, porque el diablo tendría que aparecer como un personaje enormemente poderoso, mientras que lo que él vio serían pobres diablos, pero seguramente se refería a que por debajo de la superficie de la sociedad bulle el mal en forma clandestina… También me impresionó mi encuentro con él, al caer la tarde bajo las gárgolas de la Tour Saint Jacques, donde se reunían los peregrinos a Santiago… Por cierto que el Camino de Santiago podría dar lugar, con un poco de imaginación y por sus rasgos misteriosos, a algo de esa literatura que Julián Marías echaba en falta sobre la España de la Reconquista. Pero, bueno, las conversaciones con aquella persona, o con el curioso peruano que afirmaba haber visitado en sueños la tumba de Durero y charlado con él, indican un mundo extraño y sugestivo, también peligroso para la salud mental.

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¿Es la masonería una sociedad secreta?

La Masonería o Francmasonería, cuyos miembros se autodenominan “hijos de la Luz”, se ha considerado tradicionalmente una sociedad secreta, entrar en la cual exige un rito de iniciación. La palabra masonería alude a sociedades antiguas de albañiles o constructores de templos y otros edificios. Según parece, existían ya en tiempos de Roma  y luego se adaptaron al cristianismo, conservando reminiscencias paganas. Tenían interés en guardar los secretos del oficio, que envolvían en esoterismos y ritos más o menos pintorescos. Los masones se declaran procedentes de esas sociedades,  cosa posible aunque no  del todo probada, y aquí poco relevante, porque  la masonería actual comienza en el siglo XVIII, con un período de formación a finales del XVII en Escocia e Inglaterra, y por influjo y orientación de personajes ajenos a la albañilería. A esta nueva masonería suele llamársela especulativa para distinguirla de la anterior u operativa, y puso especial atención en integrar a personas influyentes, como políticos, militares, magistrados e  intelectuales diversos. De hecho  ha sido la sociedad de su tipo más exitosa de  la historia y el interés por ella se debe precisamente  a su influencia política y social, exagerada o no, pero indudable en los últimos dos siglos.

Sobre la masonería han corrido  mil rumores, siendo difícil, de primeras, distinguir lo verdadero y lo falso en ellos.  Procederemos, pues, a partir de la ignorancia, resumiendo algunas opiniones. Los propios masones se presentan como miembros de una orden, fraternidad  o sociedad filantrópica, respetuosa con el poder público y las religiones, ceñida a labores humanitarias y caritativas en pro de los derechos humanos, la libertad y la razón. Así lo acepta el estudioso jesuita Ferrer Benimeli. La aversión antimasónica de algunos poderes obedecería a que estos defienden  el despotismo, la superstición y la  ignorancia. Otros estudiosos la han tenido por una empresa diabólica, y así lo ha razonado el historiador Ricardo de la Cierva, entre otros. Para el general Franco, la masonería “no representaba la lucha franca, que incluso el marxismo ha presentado muchas veces: era la lucha sorda, la maquinación satánica, el trabajar en la sombra, los centros y los clubs desde los cuales se dictaban las consignas (…). Sobre los Estados, sobre la vida propia de los gobiernos, existe un superestado: el superestado masónico” (Amanecer, Zaragoza, 12 de IX 75). También encontramos testimonios de ex masones que califican a la orden como una asociación de ingenuos algo estrafalarios. El propio Azaña, que entró en ella, alude con visible desdén a sus barrocas ceremonias. Por su parte,  el intelectual italiano Benedetto Croce resumió así su juicio: “Escucho las jactancias de esa institución sobre su grande y saludable eficacia; escucho las atroces acusaciones que le lanzan sus adversarios (…) Y me inclino a creer que jactancias y acusaciones son por igual exageradas (…) Pero conozco la mentalidad masónica (…) y veo en ella un serio peligro para la cultura italiana  (…) Abstractismo y simplismo (…) Simplifica todo: la historia, que es complicada, la filosofía, que es difícil, la ciencia, que no se presta a conclusiones precisas, la moral, que es rica en inquietudes y contrastes. Pasa triunfalmente sobre todas esas cosas en nombre de la razón, de la libertad, de la humanidad, de la fraternidad, de la tolerancia. Y con tales abstracciones pretende distinguir a golpe de ojo el bien del mal y clasifica hechos y hombres por signos externos y por fórmulas” Y califica su ideología de “pésima no solo intelectualmente sino también moralmente” (Cultura e vita morale, 1914,  p. 162-3).

Hay, por tanto, opiniones para todos los gustos. Empecemos por examinar si se trata de una sociedad secreta o no. Este dato es crucial, porque una sociedad de tal índole  persigue por su propia naturaleza fines ocultos,  en función de los cuales aspira a manejar al resto de la gente sin que esta se percate.  Frente a esta acusación, la masonería suele insistir en que no es secreta, sino solo discreta, al igual que cualquier otra sociedad o club. Para dilucidar la cuestión, lo mejor es recurrir a sus propios rituales, que permanecieron mucho tiempo sin estar escritos y nunca lo fueron en España antes de que Ricardo de la Cierva los tradujera del inglés en su libro El triple secreto de la Masonería”, de gran valor documental. De la Cierva lo plantea como crítica desde el catolicismo, pero aquí me limitaré a hacer una exposición descriptiva.

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El problema de la masonería (I)

(Artículo de hace más de un año)

Desde luego, no puede igualarse liberalismo y masonería. Probablemente la mayoría de los liberales no tienen ni han tenido relación con la masonería, y bastantes incluso han sido hostiles a ella. Pero también es verdad que la masonería ha tenido gran influencia en la difusión del liberalismo. Buen número y varios de los principales líderes de la independencia useña fueron masones, y así ha seguido siendo desde entonces. La masonería fue también un instrumento muy importante en la liberal Inglaterra del siglo XIX y antes, y en la expansión de su imperio. También desempeñó un papel de primer orden en la Revolución francesa, en los movimientos revolucionarios de corte liberal en la Europa del siglo XIX, en las guerras de independencia en Hispanoamérica, también de corte liberal,  y en los grupos liberales y republicanos de España de dicho siglo. También tuvo su parte en el intento de encauzar la revolución rusa  de febrero de 1917, en la II República española, en el intento de aislar a la España franquista, y en muchos otros sucesos políticos de grandes consecuencias. Según parece, el número de masones en el Parlamento de la UE es muy elevado, y el aire anticristiano que viene tomando esa organización  internacional tiene probablemente algo que ver. Ideologías como la “de género” o el abortismo, emplean argumento de tipo liberal y son defendidos en general por los masones. Con gran frecuencia encontramos masones, más o menos influyente y más o menos numerosos, en los sucesos políticos euroamericanos –y no solo– de los últimos dos siglos y medio, y la masonería ha convivido muy bien con los regímenes inglés, useño, francés y los de Hispanoamérica, entre otros.

   La masonería ha aumentado su influjo mediante organizaciones dependientes, como ligas de derechos humanos y similares. Y siempre ha insistido en que la calidad de “hijos de la luz” o “hijos de la viuda”, es decir, de masones, no estaba reñida con ninguna religión o credo político, salvo los abiertamente antimasónicos, de modo que podía pertenecer a ella lo mismo un católicos (pese a las condenas de la Iglesia) que un budista, un musulmán o, en alguna de sus ramas principales, un ateo; lo mismo un demócrata que un marxista (los hubo o hay, aunque la URSS proscribió la masonería como  “organización burguesa”), un anarquista, un fascista (hubo fascistas masones), etc. Aunque  la corriente principal de la masonería se orienta claramente hacia el liberalismo.

   Por consiguiente, no puede estudiarse el liberalismo sin esa conexión, como tampoco la masonería sin su tendencia liberal, aunque ambas cosas, como dije al principio, no son lo mismo, por más que algunos quieran identificarlos, o extiendan la indudable influencia de la masonería a una especie de poder omnímodo detrás de cada suceso nefasto en los últimos dos siglos y medio.

   Solo la constatación de estos hechos indudables demuestra lo extremadamente dudoso de las pretensiones de dicha organización de no tener otros fines que los humanitarios al margen del poder, y de actuar solo “discretamente”. Ahora bien, no menos chocante es que el liberalismo haya admitido tal sociedad secreta, pues no existen en medios liberales, hasta donde yo sé, condenas algo contundentes a ella. Y deberían existir, porque, por todas sus características de secretismo e influencia oculta a través de su hermandad “discreta”, la masonería choca con principios liberales como la igualdad de principio o ante la ley o la publicidad que ha de acompañar a las libertades públicas, por no hablar de sus barrocos y desde luego nada racionales  rituales de iniciación, etc.

   El problema nos lleva a otra pregunta. ¿qué es, en fin, la masonería?  He publicado en este blog un ensayo sobre la misma, y en mi ensayo sobre Europa la he tratado asimismo. Podemos definirla, en fin, como una religión, con sus templos, mitos, ritos, etc., que pretende estar por encima de las demás;  religión gnóstica,  no abierta a todo el mundo, sino limitada a iniciados con distintos grados o jerarquías, cuyos supuestos saberes especiales les permitirían manipular a los “profanos” (se supone que por su bien); y de carácter prometeico, ligado a la idea por así decir salvífica de la técnica. Por todo ello es anticristiana, y muy posible su carácter secreto se entienda como un modo eficaz de corroer y socavar al cristianismo, muy especialmente en su versión católica.

   En suma, sin entrar en otro tipo de derivaciones o especulaciones, creo que estos hechos son innegables: su carácter de religión prometeica, gnóstica, secreta y de influencias oscuras, que deberían repugnar a todo liberal; y desde luego anticatólica. Y sin embargo, insisto, el liberalismo se ha mostrado por lo general muy poco crítico con  la masonería. Quizá sea hora de clarificar esta cuestión.

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En “Años de hierro, sobre la posguerra española (España disfrutó de unos años 40 mucho mejores que casi todo el resto de Europa), trato el asunto de las trece “rosas”, colaboradoras del terrorismo. Otras muchas “rosas” fueron violadas y asesinadas por los rojos, y “El País” y Sánchez se ciscan en ellas.

                                                    Años De Hierro, Los (Historia Del Siglo Xx)

*Todos los corruptos, etarras, sociatas, separatistas, peperos, podemitas… están contra Franco. ¡Cuánta unanimidad! ¿Por qué será?

*Critica Tertsch cómo las televisiones, incluidas las públicas, atacan desvergonzadamente a Casado con lo del máster. Pregunto: ¿cómo se han apoderado de los medios públicos esa caterva de canallas y corruptos. El partido de Pablo Casado lo ha fomentado al máximo. Casualmente. Recibe su merecido.

*Recuerden que la Cifu ya insinuó que Casado iba a tener problemas con el máster. ¿Y por qué no se le crean problemas serios a Sánchez con sus títulos? Todos los políticos, de PSOE o del PP, son pícaros incultos que se quieren hacer los intelectuales para engañar a la gente.

*La izquierda en España siempre fue liberticida, y no cambió con la transición. Pero la culpa mayor es la de una derecha inculta, frívola y señoritil, que nunca se preocupó de la realidad histórica y ha apoyado y finalmente adoptado el gigantesco fraude

*Azaña fue un aspirante a dictador sobrepasado por otros más dictadores que él.

*Santos Juliá es uno de los historiadores más embusteros del país. Creo que solo le supera Ángel Viñas, aunque la competencia es fortísima. Algo sobre Juliá (ex sacerdote, ¿les suena?): https://www.libertaddigital.com/opinion/pio-moa/santos-julia-defiende-a-los-pobres-40052/ …

*No cometió ningún error TVE al llamar presos políticos a los etarras: lo son desde Suárez (y salvo Aznar). Desde que, por presión de “El País”, se buscó a la ETA “salida política” se justificaron sus asesinatos como actos políticos: https://www.piomoa.es/?p=7766

*Ante la inhibición culpable del episcopado sobre la tumba de Franco, es necesario que los católicos conscientes tomen la iniciativa defendiendo al hombre que salvó a la Iglesia del exterminio. Difundan el manifiesto católico por Franco.

*Lo peor de estos separatistas, así como de la ETA, es su pésima educación: aún no han dado las gracias a los gobiernos PSOE y PP que tanto les hay ayudado, financiado y marginado cualquier resistencia. Son gentuza.

 

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P. El caso de “el hombre que quizá vio al diablo”, ¿cómo lo enfocaría después de tanto tiempo?

–Ante todo, yo tenía entonces dieciocho años y no había conocido a gente así, pero por eso mismo me llamó la atención. Algún lector, recientemente, lo describió como “un ángel”, cosa que yo nunca hubiera dicho. El lector debía de sentirse identificado con él, quizá se creyera también un poco “ángel”. Era el clásico ultracatólico con un toque paranoico, que veía conspiraciones masónicas o judías por todas partes y él mismo se sentía víctima de ellas. Sus aventuras y sus lucubraciones me parecían sin embargo muy interesantes, hasta diría novelescas si no se toma el adjetivo en plan frívolo. Naturalmente, podían tratarse en plan burlesco, pero me inspiraban algo así como un respeto muy aleado de escepticismo. Sabía bastante de historia y de política, aunque no estoy seguro de que no hilvanase mal los detalles, que en definitiva siempre iban a lo mismo. También cierta manía con los símbolos, cosa que también tienen los masones…

P. No parece fácil combinar el respeto y el escepticismo. Si usted no creía lo que contaba, ¿cómo podía tenerle respeto?

–Yo creía lo que me contaba de él mismo, porque no parecía fantasioso,  y de diversos datos históricos, estos al menos los tenía en cuenta como posiblemente reales; lo que no creía eran sus interpretaciones, son cosas distintas. Además, a mí, aunque educado en el catolicismo, ya entonces me causaban rechazo sus aspectos más rituales, iconográficos, milagreros y santeros. Recientemente vi la comedia italiana Si Dios quiere,y una de las escenas recoge las imágenes que se hacía un ateo furibundo de la Iglesia, y son realmente imágenes que provocan incomodidad intelectual y moral a muchas personas, a mí desde luego. No me importa que otras personas se sientan identificadas y consoladas con todo eso, siempre que no intenten imponérmelo.

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P. No obstante, esas ideas e imágenes tienen influjo práctico, social, no puede usted desecharlas como si fueran cosas inanes.

–Todas las ideas, religiosas y políticas, incluso metafísicas, tienen consecuencias prácticas y de un modo u otro buscan imponerse como el mejor gobierno de la sociedad, eso es cierto. Pero hoy por hoy ninguna lo consigue del todo, afortunadamente. Y las más peligrosas no son las de personas como “el hombre que quizá vio al diablo”, sino las LGTBI, que incluso pretenden controlar los sentimientos, o, en España, las antifranquistas en general. Creo que la cuestión radica en la fe: mucha gente cree que la fe (en Jesús o en otras cosas) es lo esencial y definitorio, mientras que yo creo más en las obras, en los actos y en el sentido de ellos, aunque ese  sentido a la larga se nos escape.  Ahora, a aquel hombre por lo demás interesante, le preguntaría: “¿Qué obras produce, desde hace siglos, esa fe que tú afirmas? ¿Qué ciencia, qué arte, qué pensamiento, qué invenciones? Reconoce que no gran cosa en comparación con las de esos países que tú descartas como agentes de Satanás o cosa así”. Es un problema muy serio, porque plantea problemas de fondo, que no se limitan al aspecto del mundo en el último período histórico.

 P. ¿Usted cree que vio realmente al diablo?

–Todo podría ser… Es un asunto  interesante, sobre todo si no se cree en él.

 

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