El lado siniestro de la condición humana

Blog I: España, el país europeo más afortunado en los años 40 

Una hora con la Historia”: https://www.youtube.com/watch?v=J-9zkETbAwM&t=1s

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Si paseamos por la ciudad vemos a gran número de personas que van y vienen, llenan los bares, en grupos o solos, sin agredirse ni insultarse, por lo común. Muy rara vez, o ninguna, contemplaremos un suicidio, un homicidio, una violación, incluso un robo, aunque sabemos que esas cosas existen. La impresión general es de gente sana, aunque algunos parezcan algo enfermizos, y no descontenta, a menudo contenta. Veremos muchos o pocos mendigos, según los países, pero siempre muy minoritarios, etc. Esa impresión es al mismo superficial y veraz. Describe una superficie social real, pero bajo ella ocurren gran número de sucesos más o menos trágicos, desde dramas familiares a robos, ruinas económicas, crímenes… Ellos manifiestan el lado oscuro o siniestro de la condición humana. De modo semejante, cuando contemplamos la belleza de un paisaje salvaje, no percibimos la cruda lucha por la existencia que tiene lugar en él, dado que la vida se alimenta de la vida.

  Dejando aparte hechos a menudo terribles como algunas enfermedades o la muerte, gran parte de esos hechos “oscuros” se debe a las relaciones interhumanas. Las cuales, tan necesarias y  a menudo gratas, tienen siempre un elemento de roce o de choque, de insatisfacción, derivado de la diversidad de deseos individuales. Ese choque suele ocasionar graves disgustos y hasta asesinatos. La causa radica en la tensión entre los individuos y su entorno social. La sociedad permite al individuo desarrollarse y cumplir parte de sus aspiraciones; pero al mismo tiempo le impone reglas, normas y prohibiciones explícitas o implícitas, que pesan como un fardo sobre sus deseos. Lo mismo ocurre, en un plano más reducido, en las relaciones familiares, de amigos, de trabajo, etc.: abren posibilidades y al mismo tiempo son obstáculos para el individuo. Freud creía que el precio de la convivencia social era la neurosis, por la frustración forzosa de la mayor parte de los impulsos sexuales, idea que puede aplicarse a cualquier otro impulso, en particular al, digamos, económico. La mayoría de las personas se resignan de mala gana ante el obstáculo, por temor al castigo, o lo razonan y aceptan conscientemente; pero otros tratan de romperlo, sea por una fuerza irrazonable del impulso, sea porque el obstáculo se ha vuelto insufrible. En este último caso no se suele hablar de crimen o se le encuentran atenuantes.

   El criminal propiamente hablando pone sus deseos o intereses por encima de cualquier norma moral o legal o de deseos o intereses ajenos. Aquí cobra significado la frase sartriana de “el infierno son los otros”, que él explicaba de forma restringida (sentirse juzgado por los demás) pero que puede interpretarse más ampliamente.  El crimen llega a hacerse aparentemente gratuito. Hay personas que sienten placer en el dolor ajeno, y no solo en el dolor de quien consideran enemigo sino, más aún, del inocente, como se ve en muchos crímenes de pederastia. En el plano de grupo, ello se percibe en costumbres brutales o en  los crímenes de guerra.

    Lo que llamamos crimen es la manifestación típica de ese lado oscuro del hombre, que se hace parcialmente visible en las secciones de sucesos de los medios de difusión, secciones que suelen ser las más atendidas por la gente. Como dijo creo que W. R. Hearst, la gente estará siempre atraída principalmente por dos cosas, el crimen y el sexo;  y él, desde luego, sacó pingües rentas de la explotación y trivialización de ambos. En los países anglosajones, particularmente, la prensa amarilla es la de tirada más espectacular, pero el dicho de Hearst tiene aplicación general. Y la causa de esta atracción, a menudo fascinación morbosa, por los crímenes y criminales, radica en que de algún modo nos vemos reflejados en ellos. No pocas veces el delincuente o el criminal suscita admiración en muchos individuos, como aquel que ha osado desafiar las normas que los demás obedecen a desgana, por miedo o cobardía. Ahí radica también la loa de los anarquistas (o de muchos de ellos) a los criminales comunes. Después de todo, siempre se puede racionalizar que las leyes son impuestas por unos pocos, y que el orden social encubre los intereses de unas minorías, las cuales se imponen mediante la amenaza y la violencia policial.  De ahí que cuando  la ley cae por tierra, en las revoluciones, por ejemplo, suelan desatarse masivamente  los odios y los actos de venganza o de rapiña.

    Podríamos distinguir entre crímenes y delitos. Los delitos serían las vulneraciones de la ley, con daños sociales más o menos grandes, pero sin un componente moral claro, mientras que llamaríamos crímenes a aquellas transgresiones con un fuerte contenido moral. La diferencia importa: la ley es una norma convencional decidida por un grupo muy pequeño de personas, que se suponen representar “pueblo” –aunque esto es a su vez una convención más bien que un hecho real–; norma que los individuos deben obedecer aunque no la conozcan, y cuya infracción va asociada a un castigo. Crimen, en el sentido que aquí queremos darle, es un acto que afecta a nuestras convicciones profundas, más bien sentimientos,  sobre el mal y el bien, incluso si la ley de un modo u otro lo permite o no lo contempla. Por supuesto, la ley tiene un componente moral, que consiste en el mantenimiento del orden social, y la moral tiende a manifestarse en leyes o costumbres concretas; pero ley y moral no son equivalentes.

   En cuanto al crimen, el “fardo” no es tanto el temor al castigo por el estado, un temor en cierto modo externo, como la culpa interior asociada a la moral. Cuando examinamos la ferocidad con que se produjo la persecución religiosa en la guerra civil, percibimos pronto la falsedad de las acusaciones a los curas como “enemigos del pueblo, unidos a los explotadores y suministradores de un peculiar opio en beneficio de los ricos”, etc. El fondo del asunto era la rebelión contra las exigencias morales predicadas por la Iglesia, que culpabilizan el desencadenamiento libre de los deseos. El castigo legal a los delitos empieza y acaba en sí mismo, generalmente no supone al delincuente otra cosa que el daño externo, en cambio la culpa moral es un sentimiento penoso, interior y persistente, difícil de proyectar, pero que puede originar reacciones explosivas como aquella de la guerra civil, con su especial ensañamiento. La ideología promete, en general, una libertad sin responsabilidad ni culpa, en que los deseos se cumplirían sin trabas. De ahí su atractivo y también su imposibilidad.    

    Por lo demás, la promesa se acompaña de la idea de que la sociedad (o el estado, o el capitalismo…)  es mala, pero el individuo es bueno, por lo que este no tendría en definitiva más que buenos deseos, que no precisarían represión alguna. La historia real indica más bien lo contrario: los deseos del individuo son en principio ilimitados e insaciables, se ejercen a menudo a costa de otros individuos, por lo que la sociedad va poniéndoles trabas que permitan la convivencia en paz,  mediante normas y castigos. Si bien esas normas o leyes pueden ser sentidas como injustas o inmorales, y no pocas veces lo son: la ley tiende a la moralidad, pero no la sustituye.

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Efectos históricos del 11-m

**La tragedia de Nicolás II: después de haber sacrificado a Rusia por los intereses  de Inglaterra y Francia, los dos países le negaron el asilo al ser derrocado. Hoy, a las 9,30 de la noche en “Una hora con la Historia”: Dos aniversarios de máxima transcendencia histórica: las elecciones del “Frente Popular” en España, en 1936,  y la Revolución rusa de febrero en 1917.

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En torno al atentado del 11-m hay una cuestión oscura, la de sus autores e intenciones, y otra clara, la de sus efectos políticos, que cabe calificar de históricos. Hay atentados impresionantes que sin embargo no tienen consecuencias políticas de relieve. Por ejemplo, el de la calle Mayor de Madrid contra Alfonso XIII el día de sus nupcias. O el asesinato de Carrero Blanco, contra lo que algunos se empeñan en creer,  no alteró la evolución del régimen, que después del Vaticano II no tenía otra opción que evolucionar en el sentido en que lo hizo. El propio Carrero Blanco, como otros muchos dirigentes, estaba pensando en una transición lo más tranquila posible, aunque los criterios no estuvieran del todo claros. Sin embargo, el atentado del 11-m  ha tenido repercusiones políticas de alcance  realmente histórico.

   La primera repercusión evidente puede expresarse así: el atentado  ayudó significativamente a la victoria electoral del PSOE. O quizá no fue tanto el atentado mismo como su rápida utilización  por el PSOE para derivar hacia el PP la responsabilidad de la matanza, dejando a los terroristas en segundo plano y ofreciéndoles una especie de justificación por la anterior intervención española en Irak.

   A su vez, la victoria electoral del PSOE trajo consigo otras consecuencias fundamentales: a) Fueron retiradas las tropas españolas que en Irak ayudaban a la reconstrucción del país. El dato es interesante porque  las tropas, que no habían participado en la invasión, estaban ayudando a los irakíes contra grupos como los que, según la versión oficial, habían realizado el atentado de Madrid. b) La ETA, que se hallaba al borde del precipicio por la política de Aznar fue rescatada mediante negociaciones clandestinas, ocultas a la opinión pública, premiándose sus crímenes con relegalización, dinero público, presencia internacional, promesa de liberación de sus presos, etc. c) Los separatistas catalanes fueron obsequiados con un práctico reconocimiento de soberanía al parlamento regional y con un nuevo estatuto que nadie pedía entonces y fue votado minoritariamente; pero que dejaba en residual la presencia del estado, como se felicitó el socialista Maragall. d) Fue impuesta, a través de la semisoviética ley de memoria histórica y otras acciones, la condena radical del franquismo, y por tanto, implícitamente, de la transición democrática y la monarquía salidas de él. Con ello se imponía la “ruptura” que izquierdas y separatistas habían intentado en la transición, contra la decisión popular muy mayoritaria del referéndum de diciembre de 1976.  Difícilmente un atentado habría podido tener consecuencias políticas de mayor alcance.

   Por consiguiente, si bien seguimos sin conocer a los autores reales del atentado, están bien claros sus beneficiarios políticos: PSOE, ETA, separatistas y, más indirectamente, los islamistas. El cui prodest, no es una prueba de autoría, aunque sí un indicio. Sabemos también quiénes han sido los grandes perjudicados: España, la democracia y el estado de derecho. El PP de Rajoy continuó luego la política de Zapatero, hasta llegar a la situación actual, cada vez más podrida.

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En cuanto a la autoría concreta, la versión oficial tiene evidentes fallos: pruebas falsas rechazadas pero sin investigar su autoría, ausencia de autor intelectual,  confusión sobre el designio del atentado y razón de la fecha elegida, destrucción apresurada de pruebas, equívocos sobre el explosivo utilizado, etc.

Otra dificultad de la versión oficial consiste en la atribución del atentado a un grupo de personajes de confusa entidad política, entre ellos un minero esquizofrénico, y varios confidentes de la policía. Este último dato habría exigido una investigación a fondo, de haber sido ellos los autores reales.

Los defensores de la versión oficial arguyen que es imposible que tantos policías, jueces, fiscales y periodistas interviniesen en la acción y su  posterior falsificación. Pero no es preciso tal complicidad masiva. Muy pocas personas pueden  haberlo hecho, cooperando otras por ignorancia o conveniencia. Y ciertamente existen jueces, periodistas, policías y fiscales corruptos o dispuestos a corromperse.

   Otro argumento a favor de la versión oficial es que, después de tanto tiempo, la verdad habría salido a la luz por un lado u otro, pero ello no es necesariamente así: la versión oficial sobre el 23-f se mantuvo durante muchos años, no hace tanto que empezaron a desvelarse sus entresijos y todavía no son conocidos del todo. Y sigue habiendo gente que cree tal cual la versión antigua.

   Los defensores de la versión oficial acusan a quienes la ponen en duda de “conspiranoicos”. Pero lo cierto es que detrás de todo atentado existe una conspiración. Un golpe así  no se realiza por unos mindundis que pasaban por allí y a quienes se les ocurre la idea sin un objetivo preciso y en fechas que por casualidad coincidían con el final de un proceso electoral.

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Por qué fueron tan felices los años 40 en España

** Este sábado en Una hora con la Historia hablaremos de dos aniversarios de sucesos de importancia transcendental, uno para España, la elecciones “del Frente Popular”, y otro para el mundo: la Revolución de febrero (marzo según nuesto calendario) en Rusia, que fracasó para dar paso a la de octubre, que trataremos en ese mes. Lo pondremos en relación con las tensiones revolucionarias de la época, problemas semejantes en España (la “revolución desde arriba”, de Antonio Maura) y otros países, mencionando, entre otras cosas,  la novela de Dostoyevski Demonios, como una premonición, o la extraña profecía de Rasputin sobre la muerte del zar y su familia, y la guerra civil en Rusia.  

**Enlaza y da a conocer el programa “Una hora con la Historia”. “Si ignoras lo que pasó antes de que nacieras…” .https://www.youtube.com/watch?v=J-9zkETbAwM …

 

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Va a ser  difícil que me convenza de que los años 40 fueron felices en España. ¿O los fusilamientos, el hambre y la represión son también un invento de la propaganda?

 R. No, claro, todo eso existió. Pero en primer lugar pregúntese: ¿quiénes fueron fusilados? Según la infame ley de memoria histórica se trató de víctimas del franquismo. Llama víctimas a los miles de personajes complicadas en crímenes sádicos, asesinatos y robos que fueron fusilados después de juicio. Salga usted de la retórica propagandística, hombre. Los que hicieron esa ley sabían muy bien con quiénes se identificaban. Se identificaban con los chekistas. ¿Y por qué fueron fusilados tantos? Porque sus jefes huyeron al extranjero llevándose todo lo que pudieron robar, dejando a sus sicarios sin salida ninguna. Eso es también un crimen por su parte, por parte de los gerifaltes, y nunca se dice.

¿Me va a decir que hubo ciento cincuenta mil asesinos en el Frente Popular y que por eso fueron fusilados?

    R. Ese es otro cuento. Hoy disponemos en Ávila del archivo de las penas de muerte que obligatoriamente se remitían a Franco para que las conmutase o diera el enterado. Entre 1939 y 1960 ascienden a unas 22.000, de las que fueron conmutadas aproximadamente la mitad. Ya le he dicho que es muy frecuente en la propaganda de izquierda y separatista multiplicar por diez o más las cifras reales. Y fueron condenados después de juicio, mientras que en el resto de Europa, sobre todo en Francia e Italia, no digamos los países del este hubo muchas más víctimas, asesinadas sin más. Y antes de que me venga con que los juicios eran inválidos, le diré que eran cien veces más serios que los de los “tribunales populares”  de la izquierda. La ley de memoria histórica los ha declarado inválidos, claro, porque para esos totalitarios lo válido eran los asesinatos chekistas. ¡Pobres víctimas! Y antes de que me venga con otra observación ridícula le diré que seguramente cayeron algunos inocentes o que no merecían tal pena, porque era inevitable en las circunstancias de la época. No sabemos cuántos, pero seguramente no muchos. Porque los juicios eran mucho más serios de lo que pretenden los actuales amigos de las chekas. Llevo años explicando estas cosas, que no han sido refutadas ni pueden serlo… Pero mucha gente prefiere la propaganda, y cuanto más barata mejor.

No me ha convencido, conozco testimonios…

 R. También yo conozco testimonios particulares en sentido contrario al suyo. Pero esos testimonios particulares no valen nada para la cuestión. Vale que usted se cree la propaganda de las 150.000 o 200.000 u 80.000 víctimas, cada uno dice lo que le parece. Y son cifras perfectamente falsas, inventadas para impresionar a los ingenuos y desinformados. Es una actitud delictiva porque trata de recuperar los odios de la república, que desaparecieron ya en los años 40. Ahora quieren resucitarlos los amigos de las “víctimas” chekistas. Lea con detenimiento Los mitos del franquismo, pruebe a desmentirlo y contrástelo con otras versiones. Es lo único que puedo decirle.

¿Me va a decir que la gente se reconcilió, a pesar de la represión y del hambre?

 R. Pues mire, es fácil demostrarlo. Hacia el fin de la guerra mundial los comunistas organizaron el maquis para reanudar la guerra civil, que ellos nunca la dieron por perdida. Las “condiciones objetivas”  parecían inmejorables, porque había hambre, efectivamente, y había represión porque el régimen tenía que defenderse del maquis y de las amenazas externas, y había los ejércitos aliados que acababan de derrotar a Alemania en la frontera de Francia y de Marruecos y  casi todo el mundo creía que barrerían muy pronto al franquismo. Así que las condiciones para una guerra de guerrillas que arraigase en el pueblo hambriento y oprimido eran excelentes. Las guerrillas comunistas siempre fueron muy difíciles de vencer  y en Grecia tuvieron que intervenir Inglaterra y Usa para acabar con ellas. Aquí fueron vencidas no solo sin ayuda exterior, sino en medio del aislamiento  y la hostilidad exterior. ¿Y por qué fueron vencidas? Porque no arraigaron en el pueblo salvo contados casos. ¿Y por qué no arraigaron? Porque la gente, la gran mayoría, prefería al franquismo. En fin, ¿y por qué lo preferían? Pues la mitad de la población porque eran los que habían luchado al lado de Franco en la guerra. Y la otra mitad, porque había comprobado en sus carnes lo que eran la democracia, la libertad y la emancipación bajo el Frente Popular. Era hambre, asesinatos incluso entre las mismas izquierdas, desarticulación económica, robos sin fin… A lo mejor los que habían votado al Frente Popular no estaban muy a gusto con Franco, pero de ninguna manera querían volver a lo que habían vivido. ¿Ve usted? Si realmente la mayoría de la gente se sintiera oprimida, cargada de odio y con ganas de revancha sobre los vencedores, el maquis habría resultado mucho más difícil de vencer que en Grecia. Incluso podría haber vencido. Y como no fue así, la represión de las guerrillas fue muy eficaz.

Realmente… No me negará al menos el hambre y el racionamiento.

 R. Vamos a ver. Hubo hambre, pero ¿por qué? ¿Y qué pasaba en el resto de Europa?  Si usted plantea las cosas en abstracto, no entiende nada. Cuando más hambre hubo en todo el siglo fue en 1938-9 en el Frente Popular, creo que ya lo dije. Allí fue donde se implantó el racionamiento, mientras que en el bando nacional no lo hubo. Es más, al terminar la guerra se anunció triunfalmente que iba a abolirse el racionamiento como una plaga típica de los rojos… pero a los pocos meses fue inevitable imponerlo para que una gran masa de personas recién liberadas del Frente Popular no murieran de hambre. Pues bien, en la mayor parte del resto de Europa la situación era igual o peor. Aquí, durante toda la guerra mundial y en los años posteriores, pudieron morir de hambre unas tres mil personas. En Grecia fueron trescientas mil, en Holanda  también muchas más que en España, lo mismo en Francia, y no digamos en Alemania al terminar la guerra, así como en los países del este. En Inglaterra no sé, pero desde luego pasaron muchas estrecheces, y allí el racionamiento duró hasta 1952, que fue cuando se anuló también en España. Así que, comparativamente no estaba España tan mal.

Pero déjeme que le informe de algunos otros detalles: el hambre en España no venía solo de la herencia de los desastrosos experimentos revolucionarios, venía también del semiboicot comercial al que nos sometía Inglaterra, reduciendo importaciones muy necesarias.  Eso le debemos. Por otra parte el racionamiento era de algunos productos básicos, pero el pescado, la fruta, las verduras, los huevos, por ejemplo, no estaban racionados.

 Y algo más: los países de Europa occidental quedaron enormemente postrados después de la guerra, pero pudieron reconstruirse con el Plan Marshall que fue negado a España, a la que en cambio quiso reducírsela a un hambre masiva mediante el aislamiento internacional. El aislamiento fue una medida criminal. Igual que usted y mucha gente ahora, hacia el final de la guerra se creía en el exterior que el pueblo español estaba ansioso por librarse del terrible franquismo, y como eso no ocurría,, la gente se empeñaba en no rebelarse,  lo que hicieron fue forzarle a rebelarse mediante una gran hambruna. Pero la excelente diplomacia de Franco se adelantó a la decisión de la ONU, una decisión repito que criminal,  así que unos meses antes negoció con Argentina la importación a  crédito de grandes cantidades de trigo y carne. De este modo el efecto del aislamiento se palió en parte… Podría darle otros muchos detalles de estos asuntos, que los historiadores de la recua callan cuidadosamente o tergiversan sin límite. Puede encontrarlos en el libro.  Así que España se reconstruyó con sus propias fuerzas y ya le diré cómo. En medio de tantas adversidades, la reconstrucción puede calificarse de brillante. Esto podemos decirlo con verdadero orgullo. Europa occidental quedó convertida en un protectorado useño, y a Usa se lo deben todo. Nosotros no.

  

Tan brillante que el nivel de vida de la república no se recuperó hasta 1952 o 1955

 

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La herencia que el franquismo recibió y la que dejó

Tercera sesión de Una hora con la Historia:  aventuramos una explicación de la potencia que ha alcanzado la ideología “de género” y tratamos la gran batalla de Krasni Bor, y en su contexto lo que fue la División Azul, sobre la que circulan tantas ideas erróneas: https://www.youtube.com/channel/UCz6P9PSXSPo5AGErsxqC6jA

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R. … No, la Iglesia no ayudó a traer la democracia y sí apoyó a la ETA, a los separatistas y a los comunistas, como digo. Parte de ella los apoyó y el resto no opuso una resistencia eficaz a esas colaboraciones.  Es decir, ayudó a resucitar problemas que en gran medida estaban superados. Esa es la realidad histórica, guste o no. Y pagó un alto precio por ello, porque, desde luego, sus beneficiarios no lo agradecieron lo más mínimo, y el desconcierto entre los creyentes generó grandes retrocesos del catolicismo en España, como está a la vista. Yo, sin ser creyente, lo lamento, porque en cualquier caso el catolicismo es base fundamental de nuestra cultura.

El retroceso de la Iglesia no se limitó a España, no pudo deberse a eso…

R. Claro, fue un fenómeno mundial. Parte de la Iglesia llegó a contaminarse de marxismo, y eso se ha notado en toda Europa y en Hispanoamérica. Teología de la liberación y esas cosas. Pero en España fue especialmente grave, porque el franquismo había salvado a la Iglesia del exterminio, insisto en ese punto crucial. La Iglesia, sus rectores, tenían un deber moral muy fuerte hacia el franquismo, que tanto la benefició. Podían haber relajado los lazos que le unieron al régimen en una primera etapa, irse distanciando progresivamente, sin romper ni apoyar precisamente a quienes casi la habían exterminado. Pero no obró así. En Los mitos del franquismo toco bastante esos temas clave, que casi ningún otro historiador ha valorado en su importancia real. Y esa falta ya vicia todos los análisis. Se habla despectivamente del “nacionalcatolicismo” y cosas de esas, sin entender su significado. La oposición al franquismo fue totalitaria, terrorista o separatista, era también muy débil, pero la Iglesia la fortlaeció

Una acusación frecuente que se le hace es que Los mitos del franquismo da una visión exageradamente positiva de Franco y su régimen. Esa acusación la comparten muchos historiadores.

R.  Mire usted, el que la compartan muchos historiadores no quiere decir nada en un país donde la historia está tan ideologizada y tergiversada desde la propia universidad. Ya he hablado de esa mezcla de mediocridad y mala fe, que tiene pocas excepciones. Y miedo, también.: muchos profesores saben que lo que se enseña es falso en proporción muy elevada, pero temen salirse de la recua, de que les perjudique su carrera, y dan una de cal y otra de arena para parecer imparciales. Esas opiniones no valen nada. Tendrían que explicar en concreto en qué mi libro falsea o exagera los hechos, y, desde luego, no lo hacen. Se contentan con una mezcla de improperios y lugares comunes ideológicos. Y es que no pueden ir más allá. Para analizar el franquismo hay que empezar por comparar la herencia que recibió con la herencia que dejó. Cualquiera que haga la comparación solo comprobará que ha sido el régimen más fructífero para España, con mucho, en unos cuantos siglos. El más fructífero en todos los sentidos.

Salvo en el sentido de la democracia, claro…

R.    Vuelta la burra al trigo. En España apenas existe cultura o pensamiento democrático, y por eso se cae siempre en simplezas. Ya le dije que la democracia es un régimen históricamente muy reciente, antes había otros regímenes, que también eran legítimos y que funcionaron dentro de sus condiciones históricas. Además, la democracia necesita ciertas condiciones para funcionar. Esas condiciones no se daban antes del franquismo y se dieron al final de él. Pero precisamente por esa falta de pensamiento político, la transición dio paso a una democracia muy deficiente, en gran parte demagógica,  ha resucitado viejos odios y viejos problemas y no ha cesado de empeorar.

   ¿La herencia de la república es tan mala?

R. ¿Por qué estamos dando vueltas siempre a lo mismo? La herencia recibida no fuede la república, sino del Frente Popular. El cual fue una tiranía de partidos enfrentados entre sí, que se mataban entre ellos, que desde las elecciones del 36 desmantelaron la economía y durante la guerra crearon el hambre más masiva que sufrió España en el siglo XX. Pero ya antes la república fue un desastre. La república heredó  la mejor situación económica y política desde la invasión napoleónica. Claro que entonces vino la depresión mundial, aunque a España le afectó menos que a otros países europeos. Lo esencial es que las reformas de la república, que estaban bien enfocadas parte de ellas, fueron una chapuza tremenda. Solo hay que leer los diarios de Azaña, cosa que han hecho muy pocos admiradores de la república y del propio Azaña. Yo siempre lo recomiendo. Una de sus frases, que suelo citar, describe aquello como “una política incompetente, de amigachos, tabernaria, de codicia y botín sin ninguna idea alta”. Y hay otras muchas frases por el estilo. Pues bien, cuando vamos a los hechos, encontramos eso mismo, y basta dar un dato para comprobar el aumento de la miseria: la estadística de los muertos por hambre aumentó a más del doble de los de la dictadura de Primo de Rivera, y volvió a las cifras de principios de siglo. Lo que hacían aquellos demagogos era crear serios problemas y “resolverlos” incrementando los odios sociales. Eso era la república: traían la miseria a las masas y les decían que la culpa era de las derechas. Y, claro, con el Frente Popular ya fue mucho peor.

Y le diré algo más: siempre que se habla de la república como herencia recibida por Franco, se señala el año 1935 que, dentro de lo malo, fue el menos malo de entonces. Pero la herencia real es la de los cinco meses de Frente Popular después de las elecciones del 36. Entonces, aparte de la oleada de asesinatos e incendios y huelgas salvajes, bueno, y como consecuencia de ello y de los abusos y arbitrariedades, pues entonces el paro subió en flecha, los capitales huían, los campos eran ocupados y sometidos a talas indiscriminadas, etc. Y durante la guerra ya fue mucho peor: gran parte de la cabaña ganadera fue sacrificada, muchos bosques convertidos en leña, la industria bajó su rendimiento a niveles ínfimos, gran parte de los campos quedaron baldíos… Esta es la herencia que recibió el franquismo.  Compárelo ahora con la herencia que dejó.

Pero usted habla del franquismo en general como si fuera todo lo mismo. El franquismo solo empezó a mejorar en los años 60, antes había sido un régimen económicamente nulo y con una tremenda opresión

R. Perdone, ¿ha leído usted realmente Los mitos del franquismo?

Sí. Bueno, no entero, algo por encima. No hay tiempo para todo. Pero me ha servido para hacerme una idea.

  R. Pues lo que ud demuestra es la persistencia de ideas falsas. Más que ideas, tópicos,  vaciedades.  Se ha dicho interesadamente que hubo un período de autarquía, nefasto y de estancamiento económico, y otro de liberalización económica y también política, más exitoso. Ese tópico lo repiten incluso muchos que son respetuosos con el régimen. Lo peor, serían los años 40: hambre, persecuciones, fusilamientos… Pero es falso, es solo una media verdad o mucho menos que media,  y si hubiera usted leído el libro con un poco de atención lo habría comprobado… Los años 40 pueden calificarse justamente de felices, aun dentro de muchas privaciones, y le explicaré por qué…

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Liberalismo (XIV) “Individuo adulto” frente a individuo o persona moral

**Blog I. La Iglesia, no la oposición política, cercenó la continuidad del franquismo; y sin embargo no trajo la democracia: http://gaceta.es/pio-moa/iglesia-oposicion-politica-corto-continuidad-franquismo-20022017-1142 …

** Parece que el paso de la última sesión de “Una hora con la Historia” a YouTube  está encontrando algunas dificultades pasajeras.

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La esencia del liberalismo parece consistir en su fe en el  hombre concreto, en el individuo, en la naturaleza humana tal cual es, a la que no pretende cambiar o violentar para crear un “hombre nuevo” al estilo del marxismo. Ese individuo se guía por la razón, procurando mejorar las situaciones insatisfactorias mediante el comercio en la economía de mercado, en lo económico o de otras formas en el terreno político, espiritual, etc. Buscando siempre el beneficio o la ganancia.

     Hay algo extraño en esta formulación, y es lo siguiente: ¿en qué consiste la naturaleza humana aludida? ¿Sólo son individuos dignos de atención o aceptables los que piensan y se conducen “a la liberal”, con la racionalidad definida por los ideólogos liberales? Porque hay una inmensidad de individuos que no lo hacen, aunque a todos pueda gustarles el dinero. No son liberales, desde luego, pero siguen siendo hombres concretos, individuos, y aunque piensen y obren  contra el orden liberal, por así llamarlo, podrían reivindicar el favor obligatorio de los liberales, según estos expresan su ideal. Me parece evidente que esta formulación es insatisfactoria para fundamentar el liberalismo.

    Y creo que nadie sabría definir  con precisión en qué consiste la naturaleza humana. Pues sin duda dicha naturaleza se manifiesta tanto en el peón de albañil como en el multimillonario afortunado en bolsa, en el miembro de la Cheká comunista como en el comerciante en granos de Palencia, en Hitler como en Churchill , en Stalin como en Adenauer, en el asesino en serie como en la monja de clausura, en Einstein como Trotski. En el comerciante que actúa respetando escrupulosamente la ley ( y quizá se arruina) como en el que la vulnera de cualquier forma para obtener una ganancia y se enriquece. Este problema lo ha abordado el cristianismo, por ejemplo, distinguiendo entre el bien y el mal de acuerdo con una moral que sobrepasa las leyes concretas, las cuales pueden ser perfectamente tiránicas o malvadas (piénsese en las leyes derivadas de la actual ideología de género, las cuales se justifican con argumentos liberales, invocando los derechos del individuo a la diferencia, a su propio cuerpo, etc., y contra las imposiciones colectivas, sean de la familia,  del estado o de las costumbres sociales tradicionales.

   En el liberalismo, la idea de una moral por encima de la ley no existe en realidad. La ley sería la expresión del interés común, pero sabemos que ese interés común no existe, viene a ser algo como la justicia social, que los liberales suelen rechazar. Por lo demás, la ley nunca representa al total de la sociedad y debe imponerse por la violencia o amenaza de ella: se trata, y siempre ha sido así, de una convención social muy parcial. Así, el tráfico de esclavos, del opio, por ejemplo, eran perfectamente correctas y productoras  de grandes ganancias cuando la ley los permitía. Y hoy pasa lo mismo con los negocios relacionados con el juego, la prostitución, el tráfico de armas, etc., y se presiona por la legalización del narcotráfico, ya que el estado no tiene por qué meterse en las convicciones morales de los individuos. Existe una demanda considerable de drogas, y a eso debe atenerse la ley, y no a consideraciones moralistas, máxime cuando su comercio será una fuente de ganancias y puestos de trabajo  que repercutirá en la riqueza social.  En términos invocados por muchos liberales, la ley debe expresar ante todo las exigencias del comercio, de la ganancia. Y el individuo no es una persona moral, sino lo que se denomina “un individuo adulto”, al que se supone un criterio utilitario en el fondo economicista.

   Por otra parte, en el mismo mercado debería existir una igualdad de partida que en la práctica no existe. La tendencia del mercado es a la concentración de la riqueza, y en la historia ha sido necesario de vez en cuando la intervención del estado para frenar los efectos negativos de dicha concentración. Así, en Grecia se repartieron las tierras en algunos momentos, o se declararon extintas las deudas que desesperaban a muchas personas, hasta esclavizarlas literalmente. Con ello se entraba en una nueva dinámica más igualitaria,  que al cabo de un tiempo conducía nuevamente a la concentración creciente de fortunas y expansión de las deudas, ya que esa es la lógica del mercado. En la actualidad, es la socialdemocracia la que propugna un efecto parecido al de la redistribución de tierras o anulación de deudas, mediante la política fiscal y el llamado estado de bienestar (cuyos peligros ya profetizó Tocqueville, por otra parte)

Y el poder económico es también poder, y un poder muy fuerte que tiende a curvar o distorsionar la ley. Esto lo apreciamos en las actuales multinacionales, que no solo operan por encima de los poderes políticos, sino que obligan a cambiar las leyes en su beneficio.

 Además, en el mercado se intercambian mercancías a dos niveles: entre propietarios de ellas, y con una mayoría que no son propietarios, pero pueden adquirirlas con dinero. Ese dinero proviene de la venta de una mercancía especial:  el tiempo de su vida que dedican a trabajar, por un salario, para otros y bajo las normas de otros, es decir, de los propietarios de empresas, etc. No cabe duda que se trata de una mercancía distinta de las demás, lo cual exigiría algún análisis (Marx lo tuvo en cuenta, pero sacando conclusiones erróneas). Es decir, en el mercado nunca se produce una igualdad básica entre los individuos ni por lo tanto los beneficios del comercio se distribuyen por igual.

    Así, el “individuo” sobre el que descansa en medida fundamental el liberalismp –o al menos la más característica y “pura” de sus corrientes—no deja de ser un mito.

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