La fatal arrogancia
Imitando el título de la obra famosa de Hayek, podemos decir que la guerra de Ucrania es un resultado de la fatal arrogancia de la OTAN tras la caída de la URSS. Como recuerda el filósofo polaco Ryszard Legutko (Los demonios de la democracia), la URSS no fue derrotada por los sistemas demoliberales del oeste, que contaban con que el sistema soviético continuaría indefinidamente, sino que implosionó desde dentro; pero se creó la sensación de haber sido derrotada desde el exterior. La OTAN, no debe olvidarse, nació con el doble objetivo de contener a la URSS y servir a los intereses useños, por lo que al hundirse la URSS se imponían directamente estos últimos. De hecho nació una nueva OTAN, que pretendía remodelar el mundo al estilo anglosajón, con los valores principales del dinero y la técnica, donde la libertad enarbolada serviría precisamente para crear indefinidamente más dinero y más técnica sin fin. Para imponerlo no solo habían quedado sin su mayor rival ideológico, sino que disponían de medios económicos y militares inmensos, que permitirían anular cualquier resistencia, y hasta China parecía estar recorriendo el mismo camino.
Lo que ha pasado en estos treinta años es conocido y no hace falta insistir en ello: tres costosos fracasos con cientos de miles de muertos y millones de desplazados en Irak, Afganistán y Siria. Y cuatro éxitos: Libia, que simplemente quedó destruida; Egipto, mediante un golpe militar; Yugoslavia, que afirmó la disgregación de un país; Túnez, que ha desmbocado en “lo de siempre”. En esta sucesión, le ha llegado el turno a Ucrania. En 2014, tras el golpe tipo “primavera árabe”, que desalojó al gobierno prorruso de Kíef, Kissinger y otros, que conocían bien las contradicciones internas y problemas históricos de Ucrania y su relación con Rusia, advirtieron que la OTAN no debía extenderse a aquel país, sino que sería mucho mejor su neutralidad al estilo de Finlandia. Es de lo más interesante leer ahora a Kissinger o a Kennan. Sin embargo, la arrogancia de los dirigentes useños e ingleses lo veía de otro modo: era una ocasión para extender su influencia en contra de Rusia, hacia la cual no había disminuido su hostilidad tras el derrumbe de la URSS. Los intereses de Usa contra Rusia datan de mucho tiempo atrás, e incluyen la posibilidad de fragmentarla y reducirla a una total impotencia. Y Ucrania, por su posición geopolítica, les ofrecía una excelente oportunidad, vistiéndola con grandes palabras de libertad y demás. Kissinger y otros advirtieron que aquella política conducía a la guerra, pero no sirvió de nada. La cuestión de Ucrania hay que verla como un episodio más de aquella fatal arrogancia cuyos resultados hemos comprobado en Irak, Afganistán, Libia, Siria o Egipto, y volvemos a comprobar, agravados, en Ucrania.
Por lo que se refiere a España, debemos considerar dos aspectos: a) su posición en la OTAN como país satélite o lacayo, invadido y amenazado por otro aliado de la OTAN, y b) la propia política del gobierno ucraniano. Sobre lo primero, se halla tan a la vista que no hace falta insistir, aunque casi nadie quiera verlo. Sobre Ucrania, vale la pena comparar la propaganda y retórica de su gobierno con las de nuestros separatistas, en especial los catalanes. Desde hace ocho años, la propaganda del gobierno nacionalista de Ucrania se orienta a expulsar de la vida oficial y la enseñanza el idioma ruso de una gran parte de la población y crear un odio violento a Rusia como potencia bárbara, más o menos asiática (pese a que su cultura es una de las europeas más destacadas) y opresora de una Ucrania perfectamente europea. Culpan a Rusia, destacadamente, del Holodomor, la gran hambruna que mató a millones de personas en los años 30, olvidando que Ucrania y Rusia pertenecían al mismo estado, y no fueron responsables los rusos, sino los comunistas rusos y ucranianos mandados por un georgiano. Uno de aquellos ucranianos Jruschof, que sucedió a Stalin a la cabeza de toda la URSS, se permitió regalar a Ucrania el territorio ruso de Crimea. Argumentos como el del Holodomor, aunque falsos, tienen una gran fuerza emocional, susceptible de crear un resentimiento sin fin.
Si observamos la demagogia de los separatistas catalanes, vemos que, incluso sin haber logrado la secesión –les falta poco, gracias a los gobiernos cómplices de PP y PSOE– han expulsado el idioma español común de la vida oficial y lo han reducido a marginal en la enseñanza, pese a ser la lengua más hablada allí; acosan a los hispanohablantes con violencia creciente y cultivan un victimismo atroz para justificar sus abusos. La idea clave es que Cataluña es europea (como Ucrania) mientras que el resto del país es otra cosa, más o menos africano y fascista. Buscan la cobertura de la UE, donde su labor diplomática y propagandística, pagada por los demás españolas, ha conquistado grandes simpatías, y donde se burlan habitualmente las decisiones legales españolas. Seguramente, de lograr la secesión, utilizarían la reivindicación española de Gibraltar para plantear a la OTAN que España no es un “aliado fiable” cosa que ellos sí serían. Y el Holodomor serían aquí “los horrores del nazismo franquista”. Hoy surgen en España a multitud de antipatriotas que de pronto compiten en fervor patriótico ucraniano. Estas cosas debieran decirnos algo.
Con un poco de suerte, podría imponerse la razón: Rusia renuncia a la “desnazificación” y Ucrania renuncia a la OTAN. A partir de ahí todo entraría en vías más aceptables. No hay garantía de que a razón vaya a ganar la partida, pero es la mejor esperanza.
*******************************
Recuerdos, discusiones y criterios
Me mandan de Es-radio este comentario: “PD: Por cierto Sr. Del Pino , en su programa oí sobre el lanzamiento del libro Cuatro Perros Verdes del Sr. P. Moa. Lo leí. Me pareció ejemplar. Tal vez no soy objetivo , yo accedí a La Universidad Complutense, en Madrid, en 1967 y allí estuve hasta 1973 , haciendo la licenciatura de Ciencias Físicas y la Tesina ; dando clases de laboratorio en el último año. Todas las discusiones, las preocupaciones de juventud, la política, los amigos y amigos tan diferentes entre sí, los lugares, la universitaria, los bares de Argüelles,….todo era vida revivida para mí”. J. R. Álvarez Gala
Es extraño que haya poca literatura sobre un período tan interesante. Entonces los estudiantes (bastantes de ellos) sentían inquietudes intelectuales, políticas y morales entre el declive de la Iglesia, el desinterés (aunque no hostilidad) hacia el franquismo, e influencias existencialistas, marxistas y freudianas, en círculos muy diversos. Hoy me parece que eso no existe. El bombardeo de informaciones dispersas y bulos, la mezcolanza, a través de las redes y los medios, de ideas, sucesos, pornografía, crímenes, noticias políticas más o menos creíbles, declaraciones casi siempre banales de los intelectuales, difusión de lo grotesco, lo ruidoso, la tónica infantil de los discursos… crea un caos mental y social que hace casi imposible el criterio o meramente la reflexión. Pero todo esto estaba ya en germen por aquellos años.
“Respecto a las discusiones (en Cuatro perros verdes), hay dos intenciones claras. Una, la de conocer el fondo de las cosas y su significado. Y dos, la de descubrir cuál es la actitud que se debe tomar ante la vida para ser feliz. Pero no hay respuesta inequívoca y universal para casi ninguna pregunta seria, y todo el esfuerzo de los chicos se pierde en un océano de opiniones y controversias”. Luis Segura, “La cueva de los libros”
No sé si realmente aspiraban a ser felices. Cada estudiante refleja una actitud ante la vida y la acción. No creo que se pierda nada, pues el problema es que, hasta hoy, nadie ha dado con esa respuesta inequívoca y universal, aunque muchos crean haberla hallado. Y esa es la cuestión en la novela: la vida puede abordarse de diversos modos, ninguno válido para todos; el contraste es esencial, y sin embargo persiste el esfuerzo por entender. Ese esfuerzo es quizá lo que importa más, tal como en La Odisea importan más las aventuras que la llegada a Ítaca.
Comentario en Amazon: JZ, revisado en Alemania, 10-4-2021, sobre Cuatro perros verdes: ”Los vinos californianos empezaron a ganar en los concursos a los vinos franceses cuando las catas se hicieron ciegas. Hay que leer la novela independientemente de la opinión que se tenga del autor. Los profesionales seguimos ciertos criterios para valorar una obra literaria: personajes, tema central, arquetipo, lenguaje, estilo, narrador, estructura, ritmo, intención, instinto, novedad, conocimiento y por último la revisión. En todos los puntos la novela se merece un notable alto. Para un lector menos versado, simplemente recomendarle su lectura, la va a disfrutar”.
Nada que añadir. Solo que no estaría de más un desarrollo –imposible en un comentario de Amazon– de todos esos criterios invocados en relación con la novela.
************************
Utilidad del inglés
Se ha creado el mito de “la utilidad del inglés”, que obligaría a ponerlo en la enseñanza al mismo nivel que el español en lugar de enseñarlo como idioma extranjero. El inglés es útil para muchos profesionales, científicos e investigadores, porque la mayor parte de las cosas interesantes que se publican en la mayor parte de esos terrenos está en inglés. Aun así, cuando existen buenos traductores y traducciones, esa utilidad disminuye. No recuerdo que Ramón y Cajal dominase el inglés, y en todo caso era un gran defensor del español. Pero para la inmensa mayoría de la gente que vive en España, el inglés es perfectamente inútil, salvo en sus viajes turísticos para preguntar en el hotel el número de la habitación u otras informaciones banales, y aun en eso hay cada vez más recepcionistas que hablan español. El inglés es, por otra parte, fácil de chapurrear pero difícil de hablar con corrección, y la mayor parte de quienes lo estudian hace muy mal negocio económico, pues no pasan de chapurrearlo a un coste muy alto en tiempo y dinero. No obstante, es muy conveniente estudiar idiomas extranjeros, y ante todo el inglés, porque, al margen de su dudosa utilidad práctica para la gran mayoría, y aun conocido someramente, abre ventanas sobre otras culturas y amplía el horizonte vital.
Pero estas son cosas casi triviales, y no son en absoluto el problema. El problema es que la utilidad del inglés se está creando mediante la obligación impuesta desde arriba de saberlo, innecesariamente, para numerosas profesiones y empleos en la propia España; mediante su empleo en las comunicaciones internas de empresas en España misma;, mediante universidades que ya dan sus clases en inglés como la SEK, cuyos alumnos se convertirán casi automáticamente en nuevos promotores e impositores del idioma “superior” dentro del país, mediante la exigencia de redactar en ese idioma trabajos científicos de todo tipo, incluida la filología española; mediante la exposición creciente de anuncios que van llenando el espacio público y desplazando de él al español; mediante el intento de equipararlo en todas las actividades cultas, lo que equivale no a igualarlo, sino a situarlo en un nivel superior como idioma de prestigio… una verdadera colonización cultural, que nosotros mismos pagamos. En tantísimos otros procesos en marcha ante los ojos bovinos de una mayoría falta de sentido crítico o de conciencia de la propia cultura, o bien educada en la telebasura y el botellón.
Este es el problema, un problema extremadamente grave, y este el debate. Pero no parece haber forma de encauzarlo.