¿Cómo es posible el cristianismo?

Rajoy, el gran cómplice de la ETA, presidiendo un “homenaje a Miguel Ángel Blanco”. Es difícil imaginar una infamia e ignominia mayor. La “democracia” de la farsa.

Rajoy es el gobernante más abyecto y estúpido desde la transición. Ya lo señalé cuando hacía como que se oponía a Zapo. Cree que “la economía lo es todo”, es decir, que con dinero se arregla todo. Su política de concesiones, retrocesos, sobornos y financiaciones ha tenido la virtud no de calmar a los otros partidos sino de encabritarlos  y radicalizarlos más. Muchos de sus votantes se quejan de que Rajoy es flojo y cobarde, cuando es lo contrario: él es duro y desvergonzado de acuerdo con sus creencias. Los flojos y cobardes son precisamente sus votantes.

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Cuando en la mañana de los domingos oímos repicar las campanas, nos preguntamos: ¿es posible? Esto se hace por un judío crucificado hace dos mil años, que decía que era Hijo de Dios, sin que haya prueba de tal afirmación. Un dios que engendra hijos con una mujer mortal; un sabio que recomienda que no se trabaje, que no se administre justicia, sino que nos preocupemos por los signos de un fin del mundo inminente; una justicia que toma al inocente como víctima propiciatoria; un maestro que invita a sus discípulos a beber su sangre; rezos y actos milagrosos; pecados cometidos contra un dios y expiados por ese mismo dios; el miedo al más allá cuyo portón es la muerte; la figura de la cruz como símbolo en el tiempo actual que ya ha olvidado su significado infamante… ¡Qué escalofrío nos causa toso esto, como si saliera de la tumba de un pasado remoto! ¿Quién iba a pensar que se siguiera creyendo en algo así? (Nietzsche)

   ¿Qué decir de este discurso? Es una crítica racional que hace que uno se pregunte:  ¿cómo ha podido vivir tanta gente creyendo una sarta de disparates semejante? ¿Cómo no se ha precipitado la cultura europea en el desastre desde hace muchos siglos? O bien, ¿quizá esas creencias no tienen ninguna traducción práctica, es decir, son como quien cree en las brujas, que pueden causar temor en algunos momentos pero que incluso quienes creen en ellas prescinden casi siempre de tal creencia a cualquier efecto real?

   Parece racional y razonable, en cualquier caso, prescindir de ellas y derrumbar el aparato institucional (las iglesias cristianas) incluso violentamente, ya que  si tales creencias no influyen en la vida real, nada se pierde, y si influyen solo pueden provocar males.

   En la historia, la Ilustración comenzó la corrosión racionalista del cristianismo, y es evidente que a esa crítica no puede contentarse con afirmaciones rotundas de fe. No obstante, quien piense al modo de Nietzsche debe plantearse al menos tres cuestiones; ¿cómo una sarta de disparates ha dado lugar a un arte, un pensamiento y probablemente a un desarrollo científico como el que ha caracterizado a la cultura europea, que se reconocía como cristiana?; ¿cómo es que la Iglesia ha resistido durante dos milenios triunfando sobre todos sus enemigos internos o manteniéndose contra las ideologías racionalistas?;  ¿y cómo los ataques ideológicos a la Iglesia han derivado en persecuciones extremadamente sangrientas en muchos casos?

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Crimen y ejército cipayo

Hoy en “Una hora con la Historia” hemos tratado  el “Desastre del 98″ y sus ondas expansivas, que llegan con plena fuerza hasta hoy. Para España supuso una verdadera quiebra moral que dio alas a separatismos, el terrorismo anarquista y la demacogia socialista, además de un llamado “regeneracionismo2 que daba alas a los movimientos anteriores. Quienes salieron peor librados de aquella guerra fueron, sin embargo, los filipinos:. Pueden oír la sesión en YouTube: https://www.youtube.com/watch?v=HGUZBjunSUI

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Hacía muchos años que Gadafi no desestabilizaba la región, no había invadido a nadie, su país es uno de los más ricos de África gracias al petróleo y su política (como la de Mubarak o Ben Alí) no entrañaba una amenaza para Occidente. De hecho, en todo el norte de África parecían haberse asentado regímenes no extremistas. Gadafi no había cometido genocidios (aunque estos a menudo se inventan o se manejan según conveniencias de política exterior), ni había el menor indicio de que acumulase armas de destrucción masiva. Ciertamente, es un dictador, pero lo son todos los gobernantes de la zona, algo que tampoco puede invocar la izquierda en España, siempre tan propicia a las dictaduras más totalitarias.

No se alcanzan a ver fácilmente los intereses detrás de la agresión a Libia. Ignoramos el verdadero carácter de las revueltas que han sacudido a un norte de África más bien prooccidental. Quizá los Gobiernos europeos y el useño hayan considerado a los rebeldes norteafricanos como el caballo inevitablemente ganador, y hayan decidido subirse a él para dirigirlo, olvidando una experiencia tan ilustrativa como la de Irán, donde ayudaron a los peores enemigos de Occidente contra sus amigos. Quizá pese el tradicional maquiavelismo oportunista de Francia, inmersa en los sucesos más sangrientos de África.

Como fuere, a España no se la ha perdido nada en Libia. No puede sacar ningún beneficio del conflicto y puede en cambio pagar las consecuencias de un grave error de cálculo si el caballo ganador decidiera sacudirse a su pretendido jinete, como ocurrió en Irán. Nuevamente se demuestra la majadería de una casta política inconsistente, dirigida hoy por un mamarracho iluminado que, increíblemente, lleva detrás de él a una oposición no mejor. (LD 24-3-2011)

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Por qué participa España en la agresión a un país como Libia, que no amenaza a nadie desde hace años? El pretexto del ataque de Gadafi “a su propio pueblo” es tan grotesco que en sí mismo manifiesta el absoluto desprecio de nuestros políticos y prensa al pueblo español, a su propia opinión pública. No acierto a entender qué intereses concretos hay detrás de tal aventura, en la que parecen especialmente empeñadas Francia e Inglaterra, pero desde luego no son intereses españoles. Una explicación posible remite a presiones de Francia, a la cual está enfeudada una parte excesiva de nuestra economía. Puede ser. Aunque en un plano muy general nuestros intereses coinciden con los del país vecino, en muchos planos concretos difieren y hasta chocan, como quedó de relieve en la crisis de Perejil, por poner un pequeño ejemplo. Lo único claro es que el Gobierno español, delincuente por otros motivos, lo es también por este.

También cabe decir que en un plano muy general coinciden nuestros intereses con los británicos, pero no así en muchos aspectos concretos. La manifestación más restallante de esa diferencia la encontramos en la permanente humillación a España que supone la colonia de Gibraltar. Precisamente en los últimos tiempos, los británicos han multiplicado sus insolencias y atropellos, sin que el Gobierno español (delincuente, insisto, por varios motivos) haya mostrado la más mínima dignidad ni defensa de nuestros intereses.

España carece de una verdadera doctrina en política exterior, y no ha sacado las lecciones de la experiencia histórica. Tradicionalmente, nuestro país ha salido perjudicado, a veces tremendamente, de la injerencia en los asuntos al norte de los Pirineos. Y se ha beneficiado no menos cuando se ha mantenido al margen de ellos, como en las dos últimas guerras mundiales. Por muchas razones, la posición exterior de España debiera asemejarse a la suiza. Algunos aseguran que eso nos llevaría al aislamiento, pero eso apenas si vale como fantasía malintencionada. Nadie duda de que Suiza se inscribe por todo en la cultura occidental, de que mantiene relaciones económicas y de todo tipo con el resto de Europa y del mundo mucho más intensas y fructíferas, proporcionalmente, que las de la “integrada” España. Y sin embargo no está en la OTAN ni en la UE y a duras penas ha aceptado entrar en la ONU. Ya discutiré el asunto con más detenimiento, pero baste aquí recordar un dato al que me he referido en La Transición de cristal: en los años 60 y primeros 70, España, “sin estar en Europa” como suelen decir nuestros ignaros políticos, creció económicamente más aprisa que cualquier otro país europeo. Cuando “entró en Europa”, por seguir con la memez, su crecimiento descendió y tardó decenios en recuperar el grado de convergencia de 1975 en renta per cápita. Y lo recuperó a costa de un grado de supeditación política y económica mucho mayor que antes. (1-4-2011)

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La caterva de bestias que han torturado, sodomizado y asesinado a Gadafi,  son los protegidos de la UE, o del sector europeo de la OTAN, aquellos sádicos y fanáticos a quienes han defendido los aviones de la Doctora Burrianes, entre otros. Aquellos a quienes los capitostes europeos esperan manipular previa manipulación de la opinión pública europea, presentándolos  como demócratas y liberadores frente a una tiranía que de pronto han descubierto intolerable después de haber estrechado tantas veces la mano del intolerable tirano. La OTAN europea es la autora más que indirecta de un crimen espeluznante  y revelador. Puestos a buscar tiranos, ¿no tenían más a punto, en especial los españoles, a Mohamed VI? Pocas cosas prueban mejor la infamia y la decadencia moral de la UE, aparte de una estupidez  que recuerda el dicho “los dioses ciegan a quienes quieren perder”. Aún no he logrado entender los motivos de esta guerra oculta y vergonzante, a fuer de criminal, contra un régimen que no era más despótico que la mayoría en África y Asia, y que era favorable a Occidente.  Lo mismo la euforia ante la caída de las dictaduras de Egipto y Túnez, otros dos regímenes pro occidentales no más corruptos, quizá menos y menos despóticos que otros tantos antioccidentales. ¿Qué lección pueden extraer de ahí los políticos africanos y asiáticos? Evidentemente, que la amistad  de Europa es un pésimo negocio, ante el carácter traicionero y bellaco de los gobiernos europeos, capaces de ayudar a masacrar a sus amigos después de haberles extraído unas cuantas rentas políticas o económicas.  Una Europa capaz de alegrarse del penúltimo éxito de la ETA, por lo que se refiere a España. Una Europa sumida en una crisis  que es mucho más que económica,  que ha perdido el norte moral y el político, y en la que a España le toca, por cierto, el papel de lacayo. Una Europa indecente, cada vez menos democrática, que cava por muchas vías su propia tumba. (LD 25-10-2011)

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   La bestia Clinton estuvo muy cerca de ser presidente del país más poderoso del mundo:

https://www.bing.com/videos/search?q=Gadafi+Clinton&view=detail&mid=A4113698D60CD0833193A4113698D60CD0833193&FORM=VIRE

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El marco histórico de una democracia fallida

 

¿Había notado ud que los ataques al franquismo vienen de los políticos e intelectuales más corruptos y falsarios? :pic.twitter.com/rUPtw9Fdlf

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Resulta realmente insoportable escuchar día tras día la mentiras, miserias y majaderías de unos politicastros corruptos que con sus “diálogos” no solo han hundido la democracia, sino que van camino de hundir al país.  Escuchar a tantos comentaristas y analistas engolfarse en especulaciones sobre lo que quiere, dice o hace tal o cual delincuente político. ¿Cómo se ha llegado a esta situación?

 Una y otra vez me he remitido al referéndum de diciembre de 1976, cuando se dilucidó popularmente la opción de reforma o de ruptura con el franquismo. La llamada reforma era un cambio drástico, es decir, a una democracia, pero partiendo legalmente del franquismo y apoyándose en la excelente herencia dejada por aquel régimen. La ruptura suponía saltar atrás por encima de cuarenta años fructíferos  para enlazar con la supuesta legalidad democrática del Frente Popular o la república (no eran en absolutamente lo mismo, pero la supina ignorancia histórica de los políticos e historiadores habituales los confunde: la república fue un régimen caótico, el Frente Popular fue simplemente criminal).

   Hacia 1976, la gente tenía una idea pasable de los enormes beneficios del franquismo, porque los venía experimentando, y una gran parte de ella recordaba todavía las delicias del Frente Popular. La idea absurda de que la guerra había enfrentado a la  democracia con el “fascismo” o “la reacción”,  sonaba extraña a casi todo el mundo, aun sin tener idea clara de ella, porque el propio régimen apenas hablaba de la guerra. Cierto que esa falsedad esencial era pregonada ya intensamente en la universidad, por obra sobre todo de la propaganda comunista, cada vez más acogida por otros muchos, por supuesto por los separatistas, parte de la Iglesia, etc.; pero muy pocos la creían, sin que ello supusiera un análisis preciso de la cuestión: simplemente no se la entendía así.

    Por ello en el referéndum –más votado que la posterior Constitución—la inmensa mayoría rechazó una ruptura demencial y se inclinó por la llamada reforma, es decir, por la evolución democrática a partir de la legitimidad franquista:  una legitimidad de origen por haber derrotado al totalitarismo y al separatismo; y una legitimidad de ejercicio, por sus resultados espléndidos. El mensaje del pueblo era ese, y era muy claro. Sin embargo la falsificación comenzó casi inmediatamente, bajo unos políticos, con Suárez en cabeza, y un monarca frívolos, incultos  e ignorantes. Estos quisieron convertir en prenda de democracia el olvido de su propio origen y la aceptación de la idea básica del rupturismo: que democracia y antifranquismo equivalían. En aquella radical falsificación los demócratas reales resultarían los comunistas y etarras, auténticos luchadores contra Franco. La derecha salida del régimen anterior y organizadora de la transición empezó, pues por tratar de olvidar y hacer olvidar su procedencia y terminaría por aceptar explícitamente la tesis rupturista, renegando de sus padres y  abuelos que habían librado a España, entre tantas otras cosas, del totalitarismo, la disgregación y la guerra mundial. Así, lo mismo condenaban tranquilamente el alzamiento del 18 de julio del 36 que bendecían a las Brigadas Internacionales, especie de ejército particular de Stalin.

    No obstante, la realidad histórica, sociológica y económica legada por el franquismo era demasiado fuerte y evidente como para poder ser liquidada de la noche a la mañana. Fue precisa una labor muy persistente y tenaz de falsificación de la historia por parte de políticos, intelectuales e historiadores de tres al cuarto. Apoyada desde fuera por unos países democratizados por la intervención militar del ejército useño, mientras que en España la democracia nacía de su propia evolución pacífica. Labor que pudo hacerse porque a ella terminó sumándose, como digo, el propio PP. Y así, la ruptura fue consumada finalmente por el gobierno socialista de Zapatero,  y legalizada con la ley de memoria histórica, una ley totalitaria digna de la Cuba castrista o de Corea del Norte, en la que los peores asesinos y torturadores del Frente popular y los mismos etarras aparecen como “víctimas del franquismo” y “luchadores por la libertad”.

   Y no es en modo alguno casual que los autores de este proceso hayan hecho una Constitución defectuosa y elaborada de forma irregular;  que hayan amparado, fomentado y financiado la propaganda separatista; que hayan rescatado a la ETA del borde del abismo para convertir sus asesinatos en un modo aceptado y premiado de hacer política; que vengan entregando fraudulentamente la soberanía española  a la burocracia de Bruselas; transformando el ejército en una tropa cipaya en operaciones de interés ajeno, bajo mando ajeno y en lengua ajena; convirtiendo una humillante y parasitaria colonia en nuestro territorios en un emporio de negocios opacos para la potencia invasora; fomentando una auténtica colonización cultural por el inglés; un proceso de destrucción de la familia, de abortismo masivo, de impulso al despotismo  LGTBI; un proceso de corrosión de la justicia, hoy tan desprestigiada, y de  corrupción generalizada;  la aceptación implícita o explícita de la leyenda negra, según la cual España tiene una historia “enferma” “inquisitorial”, “nefasta” que debería ser corregida por las ideúchas incoherentes de tales políticos y demás.

    Estos y otros datos definen justamente una democracia fallida, cuyo origen está en la traición, por parte de la derecha, del mensaje del referéndum de 1976.  Los políticos hablan de la democracia al modo como los comunistas hablaban de sus regímenes: como unos valores retóricos autosuficientes al margen de la historia y de  sus resultados reales; como una palabra mágica que cada cual  trata de explotar en su beneficio particular. En España ni la derecha ni la izquierda han tenido nunca pensamiento democrático, y la mejor prueba está precisamente en este proceso.  En La guerra civil y los problemas de la democracia  he analizado varios aspectos de este hecho, y  me parecen claras dos necesidades: en primer lugar una resistencia enérgica a estas tendencias cuyo carácter desastroso no precisa mucha teorización; y en segundo lugar  una elaboración teórica e histórica que fundamente esa resistencia más allá de la simple oposición al despotismo.

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El próximo sábado, en “Una hora con la Historia”, hablaremos de cómo la onda expansiva del “Desastre de 1898″ llega con plena fuerza hasta nuestros días.

Sesión anterior: La historia naval de España es con mucho la más destacada de la historia humana: https://www.youtube.com/watch?v=XemcakNykSY

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Felipe II y Francia

El próximo sábado, en “Una hora con la Historia”, hablaremos de cómo la onda expansiva del “Desastre de 1898″ llega con plena fuerza hasta nuestros días.

Sesión anterior: https://www.youtube.com/watch?v=XemcakNykSY

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Felipe II heredó de su padre, y este a su vez de los Reyes Católicos y de la corona de Aragón, el enfrentamiento radical con Francia por las posesiones italianas. Fue una interminable pugna, pues los franceses volvían a la carga una y otra vez, incluso con apoyo papal, siendo por lo general derrotados.

   Si bien el Imperio otomano, junto con la plaga berberisca, constituían el enemigo principal de la cristiandad, con España en primera línea, Francia resultaba una amenaza más inmediata y peligrosa, por cuanto se aliaba con turcos y berberiscos y utilizaba a los moriscos y a los comuneros como quinta columna para disgregar España y corroer, y en lo posible aniquilar, su poder.

El primer gran problema con el que debió bregar Felipe II, apenas coronado, fue un magno ataque francés sobre Italia, con complicidad del papa Pablo IV. Pero el duque de Alba consiguió frenar la ofensiva y Felipe contraatacó desde Flandes en 1557, infligiendo a los franceses, en San Quintín, una derrota que pudo ser decisiva, pues le abría el camino a París. Ahora bien, impresionado, según se dice, por el campo de batalla sembrado de cadáveres, mandó al ejército retirarse al punto de partida. Causa más probable de su actitud fue su deseo de llegar a acuerdos con Francia contra el temido expansionismo protestante. Al año siguiente, una nueva victoria española dio lugar a la paz de Cateau-Cambresis, por la que Francia renunciaba a Italia, aunque se le permitía conservar plazas como Metz, Verdún y la misma San Quintín; y se acordaba la colaboración antiprotestante. El año anterior había subido al trono inglés Isabel I, que, máxima dirigente política y religiosa de su país, pronto se dedicaría a apoyar a los calvinistas de Francia, Escocia y Holanda.

Entonces comenzó en Francia un largo período de sangrientas y extenuantes guerras civiles, provocadas por los calvinistas, allí llamados hugonotes, que mantendrían el país sumido en sus problemas internos entre 1560 y 1595, y sin apenas posibilidad de acción exterior. Ello beneficiaba a España, en principio, porque paralizaba a un rival tan tenaz, pero por otra parte la perspectiva de un triunfo hugonote en al otro lado de la frontera resultaba inadmisible para Felipe II. Pues si una Francia católica había dado tantos quebraderos de cabeza a los Reyes Católicos, a Carlos I y a él mismo, una Francia protestante, con todo su poderío, se convertiría en una pesadilla mucho más grave e inmediata que los Países Bajos. De ahí que el monarca hispano hiciera los mayores esfuerzos por defender a los católicos galos, incluso dando prioridad a esta cuestión sobre la de Flandes.

Entre 1560 y 1584 tuvieron lugar en Francia siete guerras religiosas. Los hugonotes, constituidos en un estado dentro del estado, trataban de hacerse con el poder por una vía u otra. Entre esas vías estaba el secuestro del rey para aplicar el principio de que el pueblo debía seguir la religión de su príncipe (cuius regio, eius religio), como habían hecho en Alemania y Suiza. La victoria católica en 1563 no había resuelto el problema, aunque se concedió a los hugonotes más tolerancia de la que estos permitían en las regiones donde dominaban. Por otra parte, los protestantes habían asesinado a Francisco de Guisa, el líder católico más capaz. El jefe protestante, Coligny, había ofrecido a Inglaterra las plazas de Calais y El Havre en pago por su ayuda.

En septiembre de 1567, con Flandes al borde de la (primera) rebelión, los hugonotes volvieron a intentar el secuestro del nuevo rey, Carlos IX, aún adolescente, y de su madre, Catalina de Médicis, que a duras penas se libraron (Sorpresa de Meaux). Al día siguiente, antes de conocer el fracaso, los hugonotes perpetraron en Nimes una matanza de católicos, al grito de “Matad a los papistas. Por un mundo nuevo”, y ocuparon La Rochela y otras ciudades. Recomenzó la guerra y los hugonotes llamaron en su auxilio un ejército de protestantes alemanes, financiado por Isabel de Inglaterra y que arrasó más de 200 pueblos del Franco Condado, entonces español; en la Borgoña, saqueó el histórico monasterio de Cluny. Las tropas protestantes alcanzaron un París mal guarnecido e impusieron a Catalina un tratado en extremo humillante, en la que esta reconocía como “buenos vecinos, parientes y amigos” a los mismos que habían saqueado y matado a mansalva en el país.

Carlos IX, muy condicionado por los calvinistas, rehusó colaborar en la campaña de Lepanto contra los turcos y lanzó una ofensiva contra España. Los tercios aniquilaron la expedición francesa y Carlos IX pidió a los españoles que ejecutaran como bandidos a los prisioneros, idos allí por órdenes suyas. Los españoles devolvieron los presos, y parece que Carlos IX se encargó de liquidarlos.

No viene aquí al caso examinar en detalle la historia de estas guerras, provocaciones y matanzas, la más famosa de las cuales fue la de la Noche de San Bartolomé, perpetrada por los católicos; pero no fue la única, ni la primera, ni la más sangrienta. Baste este sucinto relato para entender el cariz que tomaron aquellas contiendas y la actitud de Felipe II, tan a menudo tachada de “fanática”. Por el contrario, no podía ser más racional desde su punto de vista: una potencia tan fuerte y vecina como Francia, bajo poder calvinista –siempre dispuesto, por lo demás, a aliarse con los turcos–, constituiría una amenaza insoportable para España. Y todavía deseaba menos aquel rey la reproducción en su país de unas guerras religiosas o civiles como las francesas.

Esta doble consideración explica su política bastante mejor que las acusaciones que comúnmente se le hacen. Así he tratado de exponerlo en Nueva historia de España.

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:pic.twitter.com/OxBMnbqIOO

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Cretinismo sin fronteras /Peripecias de César Vidal

Un fantasma recorre el mundo: la rebelión de los cretinos. Durante siglos, los cretinos han sido discriminados, humillados, estigmatizados, insultados, apartados de los empleos buenos y mejor pagados. Y es hora ya de acabar con tanto oprobio. Sin olvidar que hay en todo ello una envidia de fondo, pues a pesar de todas las represiones y opresiones, los cretinos han alcanzado muchas veces los más altos puestos de la sociedad, véase si no el Gobierno actual de España o su oposición. Y no solo ocurre en España, desde luego, el fenómeno es global. Ni es de ahora mismo: en todas las épocas hemos visto a cretinos destacarse en cualquier actividad social. ¿Qué revela ello sino que la naturaleza se impone por una vía u otra, y lleva al fracaso hasta a los legisladores y moralistas más déspotas y furiosos?

En contra de tópicos y prejuicios muy arraigados, es preciso proclamar:

a) El cretinismo es igualitario, no distingue de países, razas, sexos o ideologías. Abunda en todos ellos y sus logros son muy parecidos en cualesquiera circunstancias.

b) El cretinismo es libre: a nadie se le puede imponer otra condición si la persona ha optado por él. Se puede intentar, por supuesto, pero se fracasará siempre en ello. Es una experiencia histórica sin vuelta de hoja.

c) El cretinismo es fraternal. Desdeña toda pretensión de superioridad y une a millones y millones de personas en una profunda hermandad. Una hermandad extensible a la humanidad entera, habida cuenta de que ¿quién hay en el mundo que no tenga una porción mayor o menos de cretinismo? ¿Quién no habrá cometido alguna cretinada en su vida? Ese denso sentimiento fraternal se configurará como el cemento que suelde a una nueva sociedad armoniosa, pacífica y tranquila dentro de un nuevo y grandioso espíritu.

d) Se acusa a los cretinos de exaltados, pero ¿acaso la secular opresión sufrida no justifica las mayores indignaciones y exaltaciones? También se señalan sus contradicciones, pero ¿acaso no es contradictoria la vida misma? ¿Alguien ha conseguido entenderla a la perfección y de manera lineal?

Muchos se oponen a este movimiento, pero su resistencia es inútil. Los cretinos son muchos más y todo lo que necesitan es tomar conciencia de sus intereses, organizarse y avanzar. Es fácil intentarlo. No es difícil lograrlo. No faltan quienes tachan de soñadores a los cretinos, pero tú, escéptico hoy, te unirás a ellos tarde o temprano, y el mundo entero vivirá en la unidad.

(En LD, 1-7-2011)

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Peripecias de César Vidal. Ha de reconocerse que fui casi demasiado cortés con él:

http://blogs.libertaddigital.com/presente-y-pasado/es-liberal-cesar-vidal-un-fracaso-la-historia-reciente-de-espana-9916/

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