Sentido y tormento / Abierto al inglés, cerrado al español / Gobiernos iguales y únicos / González derrota a Suárez

La moral como sentido y como tormento

La incertidumbre y angustia de la existencia busca su sentido en la moral, que constituye una serie de normas, consejos y costumbres cuyo cumplimiento permitiría una orientación “buena”, “sensata”, con sentido, en fin, de la vida;  e inspiraría las leyes políticas, aun siendo distinta de estas. Sin embargo, la vida ofrece muy a menudo tales conflictos que hacen vacilar u oscurecer las normas morales. Gran parte de la literatura expresa justamente ese tormento: ¿cuál es la decisión buena? ¿Qué sería mejor?… Vacilaciones presentes en decisiones triviales, pero que se vuelven dramáticas cuando están en juego valores más amplios o la propia vida. Está, además, el conflicto entre la norma social y el interés o el instinto vital de las personas. La moral permite la vida en sociedad, y al mismo tiempo la atormenta.

Está, además, la cuestión de quién impone unas normas que a menudo contradicen los instintos más espontáneos: o bien se considera que las imponen algunos individuos, no mejores ni peores que los demás, con lo que su obediencia no se justifica (leyes estatales, derechos humanos); o se entiende que provienen de un ente superior  que las ha fijado en el interior de cada persona (ley natural). Un ente desde luego muy por encima de los intereses y saberes  concretos de unos y otros.

En El enamorado de la Osa Mayor, una de las mejores novelas del siglo XX, para mi gusto, un contrabandista enseña a un nuevo en la tarea cómo orientarse en la noche para volver a Polonia si tienen que dispersarse al ser descubiertos por la policía: debe dejar a la derecha la Osa Mayor. Y eso viene a ser una metáfora de la situación humana: en el camino de la vida, tan poco claro por la limitada capacidad de previsión y por los imponderables, sería preciso recurrir a algo muy por encima,  alejado de nosotros; indiferente y sin embargo capaz de guiarnos. Y luego, como escribió el poeta, “Oh Muerte, qué negro misterio /arroja tu manto sobre la vida/y  nos obliga a resignarnos/ temblorosos ante el horror”. La psique obliga a “sublimar y espiritualizar” ese horror, como explica Paul Diel.

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Abierto al inglés, cerrado al español

Leo un anuncio de Madrid Open City Awards. ¿Qué invento de capullos puede ser eso? “Es una asociación sin ánimo de lucro, independiente, apolítica y de consenso  formada por instituciones, empresas organizaciones y emprendedores líderes en sus campos. Y cuenta con apoyo institucional y económico del Ayuntamiento y la comunidad de Madrid”. 

Ni una sola verdad. Madrid abierta a la lengua y la cultura inglesa y cerrada a las españolas. Por lo tanto muy política: la política de colonización cultural por el inglés y la progresiva conversión de la capital de España en sucursal de Gibraltar. No solo es el título de esta capullada pretenciosa, es el desplazamiento creciente del español en todos los terrenos, empezando por el espacio público, especialmente promovido por el Ayuntamiento y la Comunidad del PP (más política) Consenso entre instituciones, empresas etc., líderes en dicha  colonización. Es repugnante, pero se ha hecho tan habitual que nadie protesta. ¿Hasta cuándo?

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Gobiernos iguales y únicos

** España es el único país del mundo cuyos gobiernos, sean del PP o del PSOE,  fomentan y financian a los separatismos. Ellos, no Putin.

**España es el único país del mundo cuyos gobiernos, PP o PSOE  se dicen amigos de una potencia, Inglaterra,  que invade permanentemente el país en un punto estratégico. Amigos también de otro país que ha ocupado el antiguo Sahara español y amenaza con  imitar a Inglaterra en Ceuta y Melilla

**España es el único país cuyos gobiernos se satelizan voluntariamente y ponen su ejército al servicio cipayo  de quienes invaden su territorio, en operaciones de interés ajeno, bajo mando ajeno y en idioma ajeno.

**España es el único país que, sin tener conflicto con otro, se lo busca por cuenta de los intereses de los invasores de Gibraltar.

**España es el único país del mundo cuyos gobiernos están dispuestos a arrastrarlo a una guerra por cuenta de Gibraltar. Sí, Gibraltar es el signo del poder anglosajón y de la servil traición de los gobiernos que padece España.

La Segunda Guerra Mundial: Y el fin de la Era Europea (HISTORIA)

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González derrota a Suárez

Al terminar 1979, a Suárez solo le quedaba un año y un mes en el poder. El 29 de enero de 1981 dimitía del gobierno, tres años antes de cumplir su mandato. Lo explicó en televisión denunciando el “ataque irracionalmente sistemático y la permanente descalificación” que venía sufriendo, y afirmando no querer “que el sistema democrático de convivencia sea, una vez más, un paréntesis en la historia de España”. El significado de esta extraña frase no ha solido analizarse. ¿No se tenía él mismo por el mayor representante y promotor de la democracia? ¿Iba a dejarla, dimitiendo, a merced de los “irracionales y sistemáticos ataques” de sus enemigos? A menos que el peligro para el régimen fuera el mismo Suárez, que, al percatarse, quisiera generosamente quitarse del medio. La frase entraña la escasa lógica y consistencia de su política. En cuanto al “paréntesis democrático” anterior solo podía ser, en su lenguaje y el común de entonces, la II República, Frente Popular incluido; paréntesis cerrado por la victoria nacional en la guerra civil. ¡Y él había hecho su carrera en el aparato político de quienes habían cerrado el “paréntesis”!

Como Suárez no especificó quiénes, atacándole, pondrían en peligro la democracia, se desataron las interpretaciones: unos lo atribuían al ejército, en cuyo seno se percibía un descontento rampante; o al “acoso y derribo” practicado contra él por el PSOE; otros a la falta de apoyo del rey, que dos días antes había conocido con alivio la decisión de Suárez; o a la descomposición interna apreciable en su partido. El propio Suárez lo aclaró a sus ministros, según recoge uno de ellos, Martín Villa: “Nos dijo que solo él había podido reducir a sus justos términos y a su verdadero papel a los militares”, y se quejó sobre todo del acoso constante del PSOE y de maniobras de la Iglesia y de las finanzas. . Y había añadido con cierta euforia: “¿Os dais cuenta? Mi dimisión será noticia de primera página en todos los periódicos del mundo”. Probablemente, como sugieren su sucesor, Leopoldo Calvo Sotelo, y Herrero de Miñón, se trataba de una maniobra parecida a la de González con el marxismo, esperando volver al poder como dirigente carismático tras el fracaso del nada carismático Leopoldo, a quien recomendó de sucesor.

El rey recompensó su trabajo con un ducado, pero no con el Toisón de Oro, antes otorgado a Torcuato Fernández-Miranda. Suárez quedó contrariado, pues creía merecerlo más que su ex protector. Este había fallecido en Londres siete meses antes, muy desengañado de la situación política creada por su ex protegido; el cual no asistió a su funeral. Y es en tal situación en la que encuentran sentido su dimisión y el grave suceso que la acompañó menos de un mes más tarde, el golpe llamado del 23-f.

Suárez había recibido una excelente herencia social del régimen anterior, y política de Torcuato, pero el balance de sus cuatro años escasos de gobierno no se diría muy alentador. El terrorismo, que alcanzó un ápice en 1980 con 124 muertes y muy graves daños materiales, se había convertido en protagonista y condicionante de la política; las autonomías cultivaban una hispanofobia que impulsaba a los separatismos, los cuales agitaban constante y provocadoramente. El paro alcanzaba los dos millones, y no había ánimos para acometer la prometida reconversión industrial. Sin contar un ambiente social deteriorado con la creciente difusión de drogas, en especial la heroína, que causó muchas muertes y discapacidades entre jóvenes, el aumento de la indigencia, la delincuencia, la prostitución y otros indicativos de pésima salud social etc. Parecía volverse a los tiempos de la república, como si democracia fuera sinónimo de disgregación nacional y social, y desorden político, como se había temido por algunos. Añádase una política exterior errática. Suárez seguía parado ante las puertas cerradas de la CEE e indeciso ante las abiertas de la OTAN; no lograba que París cerrase el “santuario” de la ETA, ni poner coto a los hostigamientos marroquíes que incumplían los acuerdos a la entrega del Sáhara por el rey, y arrebataban zonas de pesca a los españoles; o hacía gestos “progresistas” como una amistosa visita a Fidel Castro o, en 1980, la asistencia al entierro del dictador comunista yugoslavo Tito. Y con respecto a Hispanoamérica tendía a marginar los lazos culturales para orientarse a los meramente económicos

El PSOE, consciente de la fragilidad política e ideológica de UCD, mostraba un ansia de poder casi desestabilizadora. Se presentaba como alternativa y Guerra, iniciador de la “cultura del insulto”, tachaba a Suárez de tahúr, ignorante y proclive al golpismo. En mayo de 1980 González había presentado una moción de censura, que no ganó pero dejó a Suárez aún más tocado. También le puso la proa la patronal, cuya cabeza, Ferrer Salat, opinaba que debía haber sido despedido sin contemplaciones una vez cumplida su misión de desmantelar el Movimiento. La prensa le trataba con acritud y en una encuesta entre intelectuales y artistas, en 1979, recibía expresiones desdeñosas, con pocas excepciones.

Dentro de UCD crecía la irritación ante las maneras cada vez más dictatoriales de su jefe. Aparte personalismos de sus barones, la cuestión de fondo consistía en la incoherencia política y la imposibilidad de aplicar con energía un programa, al carecer de mayoría absoluta. Por lo cual había que decidir si la UCD pactaba con Fraga o persistía en posición muy vulnerable a la presión del PSOE y los separatistas. Diversos barones propugnaban una “mayoría natural” absoluta acercándose a AP, pero Suárez y otros la rechazaban de plano, prefiriendo mantener imagen progresista. Parecían creer que su impostada imagen arrancaría votos al PSOE y menguaría los ataques de la izquierda. Cálculos harto errados. Y pesaba una razón ideológica: la UCD había jugado incluso a cierto antifranquismo desdeñoso, lo cual le desarmaba ante sus contrarios. La enojada ejecutiva del partido terminó por cuestionar a Suárez exigiendo menos caudillismo y más democracia interna y dando lugar a una crisis interna sin solución.

Así pues, en 1980, Suárez parecía a muchos, dentro y fuera del partido, el mayor obstáculo a la estabilidad del país, y se percibían movimientos alarmados y alarmantes. Con todo, las cosas parecían marchar por sus pasos. Dimitido Suárez, la UCD celebró entre el 6 y el 9 de febrero su II Congreso “entre violento y jaranero”, en frase de Herrero. El casi 40% de compromisarios críticos certificó la división del partido. Leopoldo se presentó en las Cortes a la investidura el día 20, y al no lograrla, debió volver a probar el 23. Y fue entonces cuando más de doscientos guardias civiles al mando del teniente coronel Tejero asaltaron el Congreso a las 6,20 de la tarde y retuvieron allí a los diputados, en espera de algo que no estaba claro. Todo el país quedó atónito al conocer la novedad a través de la televisión y la radio. Luego, el general Milans del Bosch en Valencia, sacó los tanques a la calle, y hubo en Madrid otros movimientos de tropas. Por fin, a la 1,23 de la noche, el rey televisaba su mensaje: “He ordenado a las autoridades civiles y a la Junta de Jefes de Estado Mayor He cursado a los capitanes generales de las regiones militares, zonas marítimas y regiones aéreas la orden siguiente: “Ante la situación creada por los sucesos desarrollados en el Palacio del Congreso y para evitar cualquier posible confusión, confirmo que he ordenado a las autoridades civiles y a la Junta de Jefes de Estado Mayor que tomen las medidas necesarias para mantener el orden constitucional dentro de la legalidad vigente (…). La Corona (…) no puede tolerar en forma alguna acciones o actitudes de personas que pretendan interrumpir por la fuerza el proceso democrático que la Constitución votada por el pueblo español determinó en su día a través de referéndum”.

Más o menos a esas horas tenía lugar otra escena en el Congreso, donde el general Armada se entrevistaba con Tejero, ordenándole que retirase a los guardias y le permitiera presentarse para encabeza un gobierno de concentración, que debía acabar con el caos dejado por Suárez. Tejero rechazó un gobierno en el que figurarían comunistas y socialistas, y la misión de Armada, que expuso en nombre del rey, se frustró. Había una relación entre la escena en el Congreso y el apenas unos minutos anterior mensaje del rey: las órdenes de salvaguardar el orden constitucional chocaban con la acción de Tejero, pero no tanto con la de Armada, en principio legal y por así decir salvadora ante una amenaza grave.

La versión oficial fue que se había tratado de un golpe militar de la extrema derecha frustrado por la feliz decisión del monarca. Los numerosos puntos oscuros de la versión han motivado infinidad de opiniones y estudios. El más razonable me parece el de Jesús Palacios. Desde tiempo atrás, y especialmente desde el verano anterior, diversos políticos y militares, y el propio rey, venían buscando una solución no golpista al difícil problema de parar la deriva de Suárez, que no quería dejar su puesto, y a la que no se vislumbraba remedio. Tarradellas propugnaba un “golpe de timón”; Armada, militar muy afecto a y de Juan Carlos, se entrevistaba con líderes del PSOE; Suárez acusaba al PSOE de especular con la “idea descabellada” de un gobierno dirigido por un militar; el rey favorecía el traslado de Armada desde Lérida a Madrid; se rumoreaban conspiraciones militares… La salida, inspirada en el acceso de De Gaulle al poder en 1958, fue provocar un “supuesto inconstitucional máximo” que se resolvería con la solución en principio legal de un gobierno de concentración. La dimisión de Suárez había alterado momentáneamente las expectativas, pero una UCD en ruinas no cambiaría las cosas. Y Tejero, utilizado como inconsciente provocador del “supuesto máximo”, hizo fracasar la “solución Armada”.

Así, el “golpe de timón” fracasó, aunque no del todo: La monarquía y la democracia quedaron  a salvo, con Tejero, Armada y en general el ejército, como chivos expiatorios; pero los partidos, en especial los separatistas, vieron el peligro de generar con sus demagogias un golpe de estado, y se moderaron considerablemente.

Leopoldo resultó menos hombre de paja de lo que Suárez había esperado, “¿Quién sabe si Suárez no pensó que yo no duraría tres meses?” especulará el propio Leopoldo, que se mantendría unos veinte meses. Sobrino de José Calvo-Sotelo, cuyo asesinato en julio de 1936 había precipitado la reanudación de la guerra civil, difería mucho de él, y más todavía de Suárez. Ingeniero de Caminos, culto y leído, había hecho carrera de funcionario en el régimen anterior y al frente de grandes empresas y de los ferrocarriles, y llegó a procurador en las Cortes franquistas en los años 70. Democristiano, no puede decirse que integrara siquiera la oposición zascandil, pero exhibiría posteriormente poses de desprecio hacia el régimen anterior y procuró agravar las penas de los golpistas del 23-f.

No puede decirse que Leopoldo pasara sin pena ni gloria. Su actitud esencial puede describirse como anglómana más que solo anglófila. Anunció que abriría la verja de la colonia inglesa de Gibraltar, y en la guerra de las Malvinas mostró su simpatía por Inglaterra contra Argentina, lo que no aumentó su popularidad, ya escasa de partida. Sobre todo, introdujo a España en la OTAN, él solía llamarla NATO por sus siglas en inglés, pese a que las encuestas le mostraban solo un 28% de apoyo popular.

Debido al legado de la guerra mundial que había acabado con la Era Europea, la OTAN tenía doble cara: defensa de Europa occidental frente al expansionismo soviético, y defensa de los intereses nacionales de Usa. Franco no había tratado de adherírsele, pues entendía suficientes los tratos directos con Usa, pero los políticos hispanos del momento, salvo los del PCE lo deseaban con más o menos fervor; Suárez con tibieza. González aparentaba oposición, por oportunismo, según se demostraría. Hay indicios de que en el trasfondo del 23-f se jugaba también la inclusión en la OTAN, a realizar por el previsto gobierno de concentración. Usa presionaba al efecto y, según Otero Novas, habría chantajeado al gobierno de Suárez con promover la secesión de Canarias si Madrid no atendía sus exigencias. Posibilidad no muy creíble, pero no del todo desechable.

Leopoldo hizo cambiar el escudo tradicional de España con el águila de San Juan y el yugo y las flechas de los Reyes Católicos, por otro de aire semejante al republicano, salvo por la corona: quería innovar en ese campo. El escudo anterior pasó a “inconstitucional”, cuando, por ironía de la historia, había sido el de la Constitución: recordaba demasiado el origen precisamente franquista de la democracia. También canceló el Proyecto Islero para dotar a España de la bomba atómica, proyecto mal visto por Usa y bien por Francia, y sobre el que Franco había sido escéptico, aunque dejase hacer. Asimismo se aprobó la ley de divorcio y un Acuerdo Nacional por el Empleo con los sindicatos, que no detuvo la marcha ascendente del paro; e intentó cerrar la cuestión autonómica (LOAPA) delimitando con claridad las competencias y fracasando al ser declarada en gran parte ilegal por el Tribunal Constitucional. La Constitución, en efecto, amparaba un autonomismo insaciable.

El éxito más palpable fue el descenso del terrorismo, que no pasó de cuarenta muertes en 1981, subiendo a algunos más en 1982. Ello fue efecto del 23-f y de la reincorporación de algunos policías del franquismo expertos en la lucha contra ETA. La rama “polimili” de la ETA se autodisolvió entre 1982 y 1983, persistiendo la ETA mili. Ni la ETA ni mucho menos el GRAPO llegarían a las cifras de asesinatos de los años 1977-1980, pero seguirían causando estragos durante décadas. Achacable también a efectos del 23-f, los sindicatos se moderaron, descendiendo las jornadas perdidas por huelga a unos 7 millones.

Y la gresca en el partido no amainó. Fernández Ordóñez, del sector socialdemócrata, que desde hacía tiempo espiaba para Guerra, oficializó a principios de 1982 una escisión, el “Partido de Acción Democrática”, con diecisiete diputados de UCD que se negaron a dejar sus escaños, con vistas a una próxima integración en el PSOE. Leopoldo buscaba aplacar al PSOE y algún acuerdo con Fraga, y Suárez intrigó con sus afines contra todo acercamiento a AP. Suárez pensaba en un gobierno de coalición con los socialistas después de las elecciones previstas para 1983. Sintiéndose estadista e incómodo en UCD, advirtió: “ Lo que de verdad me apetece es crear un partido propio, mío, que no se me escape de las manos”. Y lo hizo en julio del 82: el CDS, añadiéndole Social a Democrático y Centro.

Para más desgracia, UCD perdió las alecciones gallegas en 1981 ante AP, y en 1982 las andaluzas ante el PSOE. El partido en ruinas que Leopoldo había heredado de Suárez se desmoronaba literalmente, y Leopoldo no tuvo más remedio que convocar elecciones adelantadas, para octubre de 1982. También el PCE sufría desgarrones, mientras que el PSOE disfrutaba de una fuerte disciplina interna, necesaria y envidiable, según unos; caudillista o mafiosa según Pablo Castellano y otros.

En aquellos comicios participó casi el 80% del cuerpo electoral, prueba de las amplias expectativas que generaron, y cambiaron en profundidad el panorama político salido de los anteriores. El PCE y la UCD cayeron dramáticamente, el primero de casi dos millones a 850.000; el segundo de más de seis millones a uno y medio. El CDS de Suárez no compensó la caída de UCD, pues solo obtuvo unos 600.000. Otro perdedor fue Fuerza Nueva, cuyos votos 108.000 apenas llegaban a la tercera parte de los obtenido en 1979. En cambio AP multiplicaba por cinco sus votos, saltando de 1,2 a 5,5 millones, mostrando que el votante de derecha era incapaz de percibir la diferencia entre UCD y AP, prefiriendo hasta entonces votar a UCD por considerarlo más “útil, según recomendación episcopal. Los semiseparatistas catalanes de CiU y PNV crecían significativa aunque no espectacularmente, como también lo hacía el partido de la ETA (HB), mientras la histórica Esquerra permanecía estancada en una votación insignificante. .

Pero el gran triunfador fue el PSOE, que casi duplicaba sus votos anteriores, de 5,4 milones a 10, 2, casi tantos como todos los demás partidos juntos, lo que le daba la mayoría absoluta, la mayor de toda la democracia, con el 37% del cuerpo electoral. El mapa electoral del país se tiñó de rojo, si suponemos al PSOE rojo a la antigua usanza. En todas las provincias era el partido mas votado excepto en tres de Galicia y cuatro de Castilla-León, más Gerona, que volvía a CiU, Vizcaya, donde casi igualaba al PNV, y Guipúzcoa, donde la ETA obtenía su mejor resultado, si bien inferior al PNV.

Unos meses más tarde en febrero de 1983, la UCD, protagonista de una etapa tan significativa en la historia reciente de España, se disolvía. Todo un símbolo. Se le había adelantado Fuerza Nueva en noviembre del mismo 1982. El fracaso de esta última, dentro de unas posibilidades escasas, derivaba de las discordias en el numeroso –en siglas– ámbito de quienes veían posible la vuelta a un régimen más o menos como el franquista.

Parece claro el significado de aquel vuelco: las maniobras o manejos centristas habían llevado al país al borde del abismo, de donde la mayoría de los españoles esperaba salir depositando sus esperanzas en el honrado, firme y ético PSOE. Los errores y toscos maquiavelismos de sus adversarios le habían puesto el poder en bandeja. No era nada claro qué política iban a seguir estos, pero debe reseñarse que, efectivamente, las esperanzas eran enormes. Muchos, también en Usa, los tenían por “jóvenes nacionalistas”, nacionalistas de España, se entiende, que iban a enderezar un país al que la derecha ucedea había dejado “hecha unos zorros”, en expresión común.

A su vez, el voto a AP reflejaba el mismo fenómeno de hartazgo. Popularmente y en la propaganda de sus contrarios, se identificaba a este partido como el más afín, cabría decir, a los resultados del referéndum de 1986, es decir, reconocedor, abierto o implícito, de la legitimidad franquista, cuando en realidad Fraga se había pasado a un centrismo del que esperaba conseguir más apoyo popular. Los hechos iban a demostrar pronto que las esperanzas, tanto en el PSOE como en AP, iban a resultar un poco exageradas.

 

En definitiva, González había derrotado en toda la línea a Suárez, que ya no se repondría como político. El vencido tendría, no obstante, un repunte en las siguientes elecciones de 1986, con 1,8 millones de votos, que resultó ilusorio. Después se negó a pactar con AP, dejando gobernar al PSOE en minoría. Y en las elecciones de 1989 iba a sufrir un serio retroceso que le obligó a dimitir. Después, la desgracia se cebó en él. En 2001 falleció su esposa por un cáncer, y en 2004 una hija suya, cuando él mismo estaba ya sumido en la oscuridad del alzheimer. Tan terribles infortunios despertaron la simpatía humana hacia él, con cierta confusión entre lo personal y lo político. Los ultrajes con que fue despedido en 1981 se trocaron en ditirambos desaforados y premios, entre ellos el ansiado Toisón de Oro, en 2007, cuando ya no podía apreciarlos. El jefe del PP, José María Aznar, afirmaba : “El nacimiento de la España contemporánea, moderna y democrática, está asociada al nombre de Adolfo Suárez”. Otro jefe del PP le llamaba “el timonel de la transición”. Una biografía presentaba su caso como “una tragedia griega”. El 18 de julio de 2008, la prensa publicó una foto de Juan Carlos y Suárez, de espaldas, el primero pasando al segundo la mano por el hombro, afectuosamente. Fecha involuntariamente significativa, pues conmemoraba el alzamiento de 1936 contra el Frente Popular. La foto reanimó los elogios y alabanzas. El influyente y anglómano periodista Pedro J. Ramírez: “Nuestro rey Lear”, “nuestro Nelson”; “No está gagá ni tiene Alzheimer. Lo que ocurre es que está triste”. J. L. Cebrián, periodista aún más prestigiado: “Los equivocados éramos nosotros” M. A. Aguilar: “No volveríamos a escribir lo que escribimos”. El escritor Félix de Azúa: “¡Qué nostalgia de Suárez!”. Elvira Lindo: “El hombre del que no supimos apreciar el valor político”. Paco Umbral: “Un doncel de Sigüenza… Un Don Juan de Austria”. Javier Tusell: “El mejor político del siglo”. Hasta se le comparaba con Alejandro Magno o con un “elegido de los dioses que le llevaron al poder y la gloria en plenitud de gracia y juventud”.

Recordando el episodio Solzhenitsin, vendría asimismo a la memoria el dictamen de Azaña sobre los suyos: “gente impresionable, ligera, sentimental y de poca chaveta”, tan aplicable al mundillo intelectual y periodístico español, al menos al que más se hace notar.

Más verídico resulta, cabe repetir, que Suárez recibió una excelente herencia social y política, y en menos de cuatro años llevó al país al borde del desastre. El fondo de la disgregación de su partido no fueron sus tendencias caudillistas ni los personalismos de sus gentes, sino su negativa a pactar con AP para conseguir una mayoría absoluta. En esa pertinaz negativa se percibe un sentimiento de inferioridad ante Fraga y más aún el miedo a su propio historial, que tan en inferioridad le ponía ante González y los separatistas, por el grosero equívoco, de identificar antifranquismo con democracia; al que él mismo contribuía con su escasa cultura histórica. Su ambición, indudable habilidad de maniobra y valor personal nunca se acompañaron de una visión política a la altura de la tarea.

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De Un Tiempo Y De Un Pais - 1

 

 

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Cuernos contra España / Nueva gran guerra europea / PSOE y Constitución (y II)

Cuernos contra España

En el asunto de Letizia hay que considerar tres aspectos.

a) Juan Carlos ponía abundantemente los cuernos a Sofía; Ahora, según dicen, Letizia se los ha puesto a Felipe VI. Estas cosas son lamentabilísimas porque dan una mala imagen de la monarquía, concebida como moderadora política y símbolo de la continuidad histórica del país. Máxime cuando los actuales republicanos no difieren de los que pintaba Azaña (política de amigachos, incompetente, de codicia y botín sin ninguna idea alta). Sin embargo los asuntos de cuernos han existido siempre, tanto en las monarquías como en las repúblicas, y no tienden por qué tener efectos políticos decisivos

b)  La reina Letizia parece tener afición a la política. Y precisamente a la política del doctor, hacia quien ha hecho gestos de simpatía, se ha entrevistado personalmente con él, y ha hecho declaraciones en favor de su amnistía golpista. Esto es mucho más serio, políticamente, que sus supuestos devaneos.

c) El tercer punto, y más importante, es el momento en que algunos canallas han sacado a la luz el asunto. Es decir, en pleno golpismo que de un modo u otro tendrá que obligar al rey a intervenir si quiere evitar convertir la institución en superflua. Es indudable que el doctor estaba preocupado por la actitud del rey, presionado desde muchos ángulos para que defendiese la Constitución y la unidad de España,  cosa que vino a adelantar en su mensaje de Navidad. El escándalo debilita seriamente la capacidad  de Felipe para acabar con la delincuencia del doctor. El asunto de Letizia se rumoreaba desde hacía años, pero han esperado a sacarlo en el momento en que más daño podía hacer a la monarquía. Y a España.

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¿No da la impresión de que nos adentramos en un tiempo mucho más nuevo de lo deseable?

Adiós a un tiempo

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Hacia una nueva gran guerra europea

Desde la II Guerra Mundial no ha vuelto a haber guerras en Europa si exceptuamos las relativamente marginales derivadas de la descomposición de Yugoslavia. Sin embargo, la OTAN y la UE  han considerado a Rusia una potencia a abatir, probablemente a fragmentar, dados sus enormes recursos naturales, y han utilizado a Ucrania como palanca para ese fin. Estaban convencidos de que el poder militar y económico de Rusia era limitado, lo cual es cierto, y que podrían arruinar su economía con sanciones, lo que se demostró falso, y  desbaratar por desgaste ala su ejército alimentando la guerra en Ucrania, lo que ha vuelto a ser un cálculo equivocado. En consecuencia,  miran con creciente temor la probable victoria rusa, que no afectaría solo a Ucrania, sino que pondría en serio peligro a estabilidad interna de la misma OTAN y de la UE. En consiguiente inventan que Rusia pretende agredir al resto de Europa y preparan activamente una nueva guerra europea a gran escala. 

    La OTAN, es decir, Usa, Inglaterra y sus satélites, ya han protagonizado agresiones en Irak, Afganistán, Libia y Siria, con torrentes de sangre y millones de desplazados, y saldadas con fracaso de los agresores. No han extraído las lecciones correspondientes y han ido más allá en el caso de Ucrania. El caso es especialmente sangrante para España, reducida a estado cipayo. Pero nuestros políticos y analistas parecen no darse cuenta de nada. Algo que, por cierto, no es nuevo. Pero por eso mismo hay que sacar a la luz la situación general y, dentro de ella, los intereses de nuestro país y la posición  siniestra en que los han colocado unos gobiernos delincuentes.

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El cambio climático: objetivo 2030 – José Ramón Ferrandis – YouTube

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El PSOE y la Constitución (y II)

El 4 de julio el debate constitucional pasó al pleno del Congreso, en debate algo ficticio, pues los artículos llegaban ya consensuados, y en dos sesiones se solventó el caso. El problema mayor lo planteó el PNV con sus exigencias de “soberanía” medieval. El gobierno y la izquierda rehuyeron el debate sobre orden público. Carrillo afirmó que la derecha había quemado las iglesias en los años treinta “para provocar”. Y el 21 se aprobaba el texto por 258 votos a favor, dos en contra, 14 abstenciones de AP y ausencia del PNV. Fraga votó sí. El no de Silva Muñoz, de AP, levantó expectación, y la mayoría de los medios silenciaron sus explicaciones. La ETA saludaba la votación asesinado ese día a un general y a un teniente coronel.

Pasado el debate al Senado, Torcuato presentó enmiendas al título VIII, dedicado a las autonomías, y contra las nacionalidades. Suárez y Abril, enojados, le conminaron a retirarlas y, tras agria discusión, Torcuato, más consecuente que Fraga, dejó UCD. La cuestión educativa también causó disputas. No menos transcendencia tuvo la inclusión de unos “derechos históricos de los territorios forales”, eufemismo para admitir una “soberanía originaria” vasca pretendida por el PNV: no dejaba de ser una victoria de Sabino Arana, setenta y cinco años después de finado. El PSOE procuraba reducir el Senado a una función casi irrelevante frente a la oposición de AP y la inanidad de UCD. La masonería fue legalizada a pesar de que la Constitución prohibía las sociedades secretas. El gobierno siguió pidiendo sin éxito la admisión en la CEE. El 18 de julio una multitud de 20.000 personas llenó la plaza de toros madrileña de Las Ventas, para conmemorar el alzamiento de 1936.

La crisis interna de UCD continuaba. Plutócratas del partido se pronunciaban por una socialdemocracia “a la italiana” (que resultaría muy corrupta). En AP, y contra exigencias de varios dirigentes de unas señas de identidad más definidas, Fraga creía que cierta ambigüedad y camuflaje centrista le permitiría atraer votos (se equivocaría). En cambio el PSOE ganaba en disciplina y agresividad, y trataba de aislar al máximo a AP. La UCD sufría el intento de marginarlo en Cataluña, donde había ganado las elecciones en Tarragona, por un pacto entre la izquierda y la derecha de Pujol (Convergència i Unió) en pro de un “centro izquierda catalán no sucursalista”. Llamaban sucursalistas a los partidarios de la unidad nacional. Los socialistas en Cataluña se unían oficialmente en un PSC-PSOE, poco peligroso para los separatistas, ya que su dirección lo era en gran parte, al revés que sus bases. La jugada fue un logro clave para los separatistas Otra molestia para Pujol era Tarradellas, contra quien hubo gritos en la Diada del 11 de septiembre. En Vascongadas moría el 25 de agosto Juan Ajuriaguerra, uno de los artífices del Pacto de Santoña en 1937, por el que el PNV, de acuerdo con los fascistas italianos, traicionó ocultamente a sus aliados de izquierda y facilitó a Franco su primera victoria de masas. Su condena a muerte en la posguerra quedó en cadena perpetua, y esta en seis años .

Aquel verano hubo una oleada de incendios forestales, en su mayoría intencionados, y se temió la ruina de la extraordinaria labor reforestadorada del régimen anterior. El ecologismo, aún débil, mostraría luego desdén por los “bosques franquistas”. También se hacía normal la quema de banderas nacionales. El trimestre final del año vería la aprobación definitiva de la Constitución, la ruptura de AP, más terrorismo y alguna conspiración militar.

El 31 de octubre Senado y Congreso votaron por abrumadora mayoría la Constitución. Quedaba el referéndum:  casi todos los partidos hicieron campaña por el sí, menos Fuerza Nueva y otras asociaciones, así como grupos comunistas al margen del PCE y nacionalistas proetarras. El PNV llamó a la abstención. Y el referéndum el 6 de diciembre, dos años después del de la reforma, sumó una participación popular de un 67,1%, diez puntos menor que el de 1976. Hubo un 87% de síes (59% del cuerpo electoral), porcentaje suficiente pero flojo (73% en el referéndum anterior ). Solo un 5% votó en contra. Quedaba de relieve el desconcierto de la derecha y un descenso del interés ciudadano después de dos años en que el terrorismo, las huelgas, el paro y otros desórdenes habían hecho estragos

Las huelgas bajaron de 16.6 millones a 11,5, un éxito muy relativo. La inflación y el déficit en la balanza de pagos descendieron a un nivel menos insoportable. El paro, en cambio, superó el millón, y seguiría aumentando en los años siguientes.

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Según el mencionado Herrero de Miñón, los socialistas, más aún que los comunistas, “pretendían elaborar una completa nueva planta constitucional en la cual la jefatura del Estado (el rey) perdiera sus connotaciones históricas; la parte dogmática supusiera una transformación, cuanto más radical mejor, de la sociedad y la economía; y las autonomías respondieran al principio del federalismo”. No lo consiguieron del todo, pero sí sentar las bases para un desarrollo hacia sus fines.

La Constitución reconoce varios principios esenciales del franquismo: “Se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles”; proclama una lengua oficial del estado, a la que llama castellano; refrenda al rey “jefe del Estado, símbolo de su unidad y permanencia, (que) arbitra y modera el funcionamiento regular de las instituciones”, etc.; o reconoce la bandera nacional con la que fue derrotado el Frente Popular. También comparte otras herencias salvaguardadas por el régimen anterior como la seguridad social, el derecho a la propiedad privada, la libertad de empresa en economía de mercado, el acceso a la cultura o la conservación y promoción del “patrimonio histórico, cultural y artístico de los pueblos de España”, que tanto habían sufrido en la república y mucho más en el Frente Popular.

El documento declaraba la separación de poderes y las libertades políticas, restringidas pero no anuladas  en el franquismo y a las que izquierdas y separatistas habían atacado a conciencia desde principios de siglo. También abolía la confesionalidad religiosa, ya desechada por el Vaticano II, si bien el estado “tendrá en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrá las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones”. Como las demás confesiones apenas existían en el país…

Sin embargo, el concepto de nacionalidades ya constituía un corrosivo o una bomba de relojería contra la “indisoluble” nación española. La Constitución pretende regular las competencias entre el estado central y las autonomías, pero tiende a vaciar las primeras al admitir una expansión indefinida de las autonómicas, a costa, claro está, de las nacionales;  y a que el estado delegue las suyas bajo condiciones interpretables. Suárez hizo esta concesión sorprendente buscando –en vano– el apoyo del PNV, pese a bendecir a este partido con cuantiosas sumas. Con ello las autonomías podrían ir minando las competencias nacionales hasta hacerlas “residuales” como ocurriría,  a un paso ya de la secesión en Cataluña, en 2006, hasta llegar al golpismo secesionista en 2017.  Al respecto, la Constitución de 1978 constituyó un retroceso sobre la de 1931, que no admitía tales nacionalidades ni tantas ambigüedades sobre las competencias.

Cabría relacionar el entusiasmo autonomista de la UCD con la concepción orteguiana de España como “un enjambre” de pueblos” nunca “vertebrado” estatal y socialmente. Entre las  influyentes ocurrencias de Ortega  estaba la de “articular” a España en “nueve o diez grandes comarcas” para las cuales “la amplitud en la concesión de self government (autogobierno) debe ser extrema, hasta el punto de que resulte más breve enumerar lo que se retiene para la nación que lo que se entrega a la región”.

En cuanto al rey, casi todos deseaban reducirlo a figura decorativa: los socialistas y separatistas, por supuesto, también AP, por su partidismo a favor de la UCD, y el propio Suárez, que detestaba cualquier tutela. Juan Carlos, a su vez, se esforzaba en olvidar y hacer olvidar su origen. Y la bandera oficial era constantemente desafiada con la republicana y la roja, o quemada por turbas socialistas, comunistas o separatistas. La derecha no iba a defenderla y fue quedando relegada a mera exhibición oficial.

Una Constitución, en fin, ordenancista y con exceso de detalles, a menudo incoherentes. El estado, llega a especificar, se preocupará “en particular de la agricultura, la ganadería, la pesca y la artesanía (…) con un tratamiento especial a las zonas de montaña”; y de “equiparar el nivel de vida de todos los españoles”, asegurando “una distribución de la renta regional y personal más equitativa” con “una política orientada al pleno empleo”. Frases de fondo  intervencionista y casi sarcásticas cuando se marchaba hacia el segundo millón de parados. Todo español tendría “derecho a una vivienda digna y adecuada”, sea eso lo que fuere, y asimismo “a trabajar y recibir una remuneración suficiente”… Y otras maravillas. De acuerdo con tales vaciedades retóricas, todos los gobiernos posteriores podían ser declarados anticonstitucionales.

En suma, la Constitución es un documento al nivel de sus autores, es decir, farragoso, pretencioso y contradictorio. Tiene a su favor principios heredados del franquismo, y los democráticos de libertades políticas y separación de poderes. Pero por sus ambigüedades provocaría un proceso de confrontación entre los defensores constitucionales de la unidad nacional y las libertades, y sus enemigos, empezando por el PSOE.

Puede decirse que con la Constitución tomaba forma definitiva el nuevo régimen, acabándose el franquismo, aunque también cabía sostener que el franquismo continuaba con nuevas formas, un “cambio de fachada”, como aseveraban algunos. La realidad histórica puede exponerse considerando tres fuerzas básicas: la más directamente provenientes del franquismo, es decir UCD y AP, conseguían mantener lo esencial de la herencia del régimen anterior, como hemos visto. Las fuerzas hasta hacía poco rupturistas, que se sentían identificadas con el Frente Popular (“La República”, en su jerga) se dividían en dos: un grupo muy mayoritario PSOE, PCE y semiseparatistas, que de momento relegaban parte de sus aspiraciones;  y un grupo mucho menor irreductible, de comunistas (PCE(r)-GRAPO y otros parecidos, más separatistas radicales, como la ETA, y otros menores en Cataluña, Galicia y Canarias.

De los provenientes del franquismo, UCD trataba de disimular su origen y hasta jugaba con ciertas dosis de izquierdismo rupturista, y AP pasaba de recordar el origen y rasgos positivos del régimen anterior a asimilarse a la triunfal UCD. El sector que pretendía guardar las que consideraba esencias franquistas, Fuerza Nueva, se encontraba en muy pequeña minoría, y recurría a acciones violentas ocasionales, que se volvían contra ella.

Los ex rupturistas seguían sintiéndose identificados con el Frente Popular, pero habían renunciado, al menos por un largo período, a los modos y objetivos inmediatos de los años 30, tanto por “saberse débiles” como por percibir  que la nueva sociedad salida del franquismo los rechazaba. En cuanto a los irreductibles, consideraban el nuevo régimen una prolongación intolerable del anterior, pero su carácter en extremo minoritario les obligaba a practicar el terrorismo para hacerse notar y torpedear en lo posible el proceso.

El punto común entre los franquistas reformados y los rupturistas resignados era, para los primeros, la voluntad de olvidar el franquismo, como si no hubiera existido o no tuviera nada que ver con aquel. Y para los segundos dejar de momento el tema en segundo plano, aunque esto no podía durar: muy pronto comenzaría una labor de satanización de Franco y los suyos en la que percibían la mejor manera de ir avanzando poco a poco hacia la ruptura con todas sus consecuencias.

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D´un temps que será el nostre, clamaba insensatamente Raimon

De Un Tiempo Y De Un Pais - 1

 

 

 

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Baroja-Koestler (IV) Malestar de la vida / Amistades hispanófobas / El PSOE y la Constitución

Baroja-Koestler (IV) El malestar de la vida

Cuenta Baroja esta conversación: –¿Pero es que usted cree que una obra de teatro no es una obra de arte? –¿Y a mí qué me importa el arte ( le contesté). Eso y la carabina de Ambrosio para mí es igual.  –¿Pues qué es lo que le importa a usted?  –A mí me importría que la vida fuera agradable, que se ganara con facilidad, que la gente no fuera tan bestia… –Y eso ¿cómo se consigue?  –Pues yo creo que de ninguna manera.  –Y entonces ¿qué hay que hacer?  –Nada… Resignarse.  –Eso de ninguna manera”

La conversación era con Joaquín Dicenta, que pasaba por ser mujeriego, peleón, bebedor y de ideas avanzadas, es decir, todo lo contrario de Baroja. Desde luego, Baroja no es sincero, pero su impresión de que la gente es muy bruta y la vida dura y desagradable, está presente a lo largo de sus memorias.

Koestler se describe: “A los veinticinco años ya había acumulado experiencia bastante para ser un prudente anciano. Había cantado “Dios bendiga al magiar” y había visto la derrota de mi país; había vitoreado la República Democrática de Karolyi y la había visto derrumbarse; me había identificado con la Comuna de los cien días y la había visto arrasada.  Había vivido en una colonia colectiva, y vendido limonada, y dirigido una agencia de informaciones; había sido un vagabundo y casi me había muerto de hambre. Había visto cómo mi padre era víctima de una injusticia espectacular, y a mi familia en la ruina.  Me había escapado para construir la Nueva Jerusalén y había vuelto decepcionado. Había pasado incontables noches en compañía de prostitutas y había llegado a vislumbrar suficientemente entre bastidores la política francesa para desilusionarme definitivamente de toda política. Sin embargo, al parecer, nada de esto me había acercado una sola pulgada a la madurez Había crecido en experiencia, pero no en prudencia. Emocionalmente seguía siendo tan desequilibrado, inocente, inseguro, dispuesto a alejarme por la tangente como cuando tenía dieciséis años”. De toda su vida, el único tiempo feliz fueron los tres años, que ya le parecen bastantes, de bulliciosa camaradería estudiantil de bebida, canciones y duelos.

Desde luego, difícilmente pueden encontrarse dos trayectorias tan distintas como la de estos dos escritores. A los veinticinco años, la vida de Baroja, según él la cuenta, era ya  un tanto insípida,  anticipo  de la escasa excitación y tedio soportado que parece haberla presidido. Pero en los dos aflora un malestar  por la vida, si bien con una diferencia esencial. Koestler achaca su insatisfacción a un fuerte sentimiento de culpa y de insuficiencia ya desde la infancia. No está claro qué entiende por “madurez”, pero la siente como algo que no consigue a pesar de su amplia experiencia vital; no se siente a la altura de las exigencias sociales normales. En Baroja no aparece nada semejante: tiene muy claro que la culpa, si la hay, se encuentra en la sociedad, demasiado tosca, absurda y decepcionante para su sensibilidad.

Según Freud, el  “malestar en la cultura”, fuente de neurosis, se halla en la sexualidad, necesariamente reprimida para evitar algo peor. No parece haber sido el caso de ninguno es estos dos escritores.

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La Segunda Guerra Mundial: Y el fin de la Era Europea (HISTORIA)

Amistades hispanófobas de PP y PSOE

**Patrimonio ha cortado el agua y la luz al Valle de los Caídos. Demostrándose una vez más que Patrimonio está en manos de una banda de maleantes. Inspirados en los que durante la guerra civil y la república se dedicaron a destruir y saquear el patrimonio histórico artístico nacional. Ahora lo hace con el apoyo de la fraudulenta Ayuso, a quien “el valle que le importa es Silicon Valley”. Esa declaración la define como internamente dividida entre miserable y estúpida.

**Dice Fernández Barbadillo: “Los cortesanos, los peperos y sus columnistas aseguran que la Corona  y el Senado no pueden parar la amnistía. ¿Se dan cuenta de que al subrayar la inutilidad de estas instituciones están legitimando su supresión?”. La monarquía ya se suicidó en 1931, o la suicidaron sus cortesanos. Memoria histórica real.

**Leo a alguien afirmando que el doctor es un genio de la política, porque siempre se sale con la suya. Eso tiene algo de cierto sin entendemos la política como picaresca, que es lo que ocurre desde hace mucho tiempo en España. El doctor tiene talento como timador de esquina, y tiene éxito porque Feijóo es otro como él, solo que algo más torpe.

**PP y PSOE sienten una amistad especial por Marruecos, que se ha apoderado del Sahara exespañol, amenaza a Ceuta y Melilla,  no ha cesado de perjudicar a las islas Canarias, y nos está invadiendo con inmigración ilegal. También sienten una admirada amistad con Londres, es decir, con Gibraltar. Y están muy dispuestos a enviar españoles como carne de cañón a guerras de interés ajeno, bajo mando ajeno y en lengua ajena. ¿Cómo se llama esto?

**Gibraltar revela la verdadera posición internacional de España como país satélite, con ejército cipayo, por obra de sus gobiernos de PP y PSOE. Nada puede haber más demostrativo ni, consecuentemente, más ocultado por los partidos.

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Aquilino Duque  “Una novela dantesca”:  Una novela dantesca (vinamarina.blogspot.com)

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El PSOE y la Constitución (I).

Así como 1976 había sido el año de las reformas de Fraga, fallida, y de Torcuato, exitosa, el 77 lo había sido de las primeras elecciones democráticas, de los Pactos de la Moncloa, las preautonomías y la agitación separatista, 1978 iba a ser el de Constitución, también de otras cosas.

Fraga había tratado de evitar un proceso constituyente, y las elecciones tampoco se habían convocado formalmente a tal fin, pero ese fue el papel que adoptaron, y ya antes de cuplirlo Suárez le estaba imponiendo hechos consumados, por tanto ilegales, como hemos visto. España podría llamarse el país de las constituciones, pues desde la de Cádiz de 1812 se habían elaborado otras siete, además de la franquista de las Leyes fundamentales del Movimiento, más proyectos y otra no promulgada. Todas mal cumplidas y efímeras salvo la de la Restauración y la franquista. La nueva quería hacerse más firme y duradera, buscando el acuerdo entre las fuerzas políticas y el refrendo popular, cosas ambas que habian faltado en la republicana. Problema complicado para una ley española cuando los separatistas neoemergentes detestaban la idea misma de España, el PSOE tenía una visión negativa de ella, y todos denigraban abierta o disimuladamente al franquismo, que había salvado la unidad nacional y la libertad en lo que era posible después del Frente Popular. No obstante, el ambiente inicial entre los consituyente era, diría Fraga, “amable”, “de buenos amigos que somos”. Parecían haberse aprendido algunas lecciones de la historia.

La UCD pensó elaborarla entre ella y el PSOE, pero AP se opuso, y al final se constituyó una ponencia con tres diputados de UCD y uno por cada partido PSOE, PCE, AP y semiseparatismo catalán. Los siete “padres de la Constitución”, como serían llamados con ligero abuso, empezaron sus trabajos en agosto del año anterior. El PNV rehusó participar, aunque uno de UCD, Herrero de Miñón, servía sus intereses. Fraga preconizaba un texto breve y flexible según el modelo useño, “de grandes decisiones sobre la estructura del estado y reglas de juego”, evitando normativas a la portuguesa o la griega, que pretendían detallarlo todo. Pero se impuso la decisióndel PSOE, representada por Gregorio Peces-Barba, de un documento más burocrático, extenso y detallista.

Entre UCD y AP componían una mayoría absoluta, “mecánica” según el PSOE, que maniobró contra ella. Y el 7 de marzo Peces-Barba abandonó espectacularmente la ponencia, con el escándalo consiguiente. No obstante, los demás continuaron sus tareas. Peces-Barba venía a ser buen representante de la oposición zascandil, con notable carrera en la universidad bajo el régimen anterior. De ideología inicial democristiana, cofundador de la revista Cuadernos para el diálogo (diálogo con los marxistas, según acuerdo del Vaticano II), abogado defensor de la ETA en el célebre Proceso de Burgos, de 1970, entró en el PSOE en 1972. El problema por el que dejó la ponencia fue la libertad de enseñanza. Por la ideología de su partido, Peces-Barba rechazaba la enseñanza privada y la religiosa, en pro de una enseñanza estatal única, “laica”, en pro de “la dignidad humana” y los “principios democráticos de convivencia”. Todo ello según lo entendía el PSOE, es decir, para adoctrinar “ciudadanos”, al modo socialista. La República ya había proporcionado amplia experiencia de tales principios democráticos. Y si bien entonces no consiguió su objetivo, el PSOE aprovecharía sus años de poder para avanzar en su proyecto. La enseñanza sería también un punto clave para los separatistas.

Conocido el anteproyecto constitucional, mucha polémica generaron también las cuestiones de la religión, tradicional y todavía muy mayoritariamente católica en el país, aun si en declive desde el Vaticano II, el derecho a la vida (a la conservación de ella, propiamente), el carácter de las autonomías y la inclusión del término “nacionalidades”. Un sector de la Iglesia criticaba la ausencia de mención a Dios en el texto.

El punto de las nacionalidades incomodaba especialmente a AP. El comunista Solé Tura (osteriormente socialista) y el semiseparatista Roca Junyent ejercían un verdadero chantaje amenazando con retirarse y profetizando catástrofes si no se atendía a sus exigencias. Fraga se quejaba: “Los ponentes de UCD siguen haciendo concesiones injustifcadas e innecesarias a los nacionalismos, que aprovechan bien el chantaje socialista”, porque para Suárez, falto de verdaderas convicciones constitucionales, “todo es negociable”. Y el 16 de marzo se aceptaba el término “nacionalidades, abanderado por Solé, Roca y el ucedeísta próximo al PNV Herrero de Miñón.

Para entender el alcance del término y el acuerdo en él de separatistas, comunistas y socialistas, debe recordarse, una vez más, su origen a finales del siglo XIX y al terminar la I Guerra Mundial. O se reconocía a España como nación con diferencias regionales, como ocurría en todas, o se la suponía un mero estado impuesto (obviamente por la fuerza) sobre diversas naciones o nacionalidades. Estas “naciones” estarían oprimidas por carecer de estado propio según el principio de la autodeterminación con el que los vencedores de la I Guerra Mundial, en particular Usa, pensaban, con supuesta ingenuidad, extirpar las guerras de Europa. Los comunistas defendían la autodeterminación trasladando a España la realidad de los imperios ruso y austrohúngaro. Todos ellos admitían una “confederación republicana de naciones”, laxa y abierta a la secesión, así el XI Congreso del PSOE, de 1918, ya mencionado. El proyecto chocaba con realidades históricas y culturales muy asentados, por lo que tomaba fuerza o se debilitaba según las crisis políticas. La coyuntura en 1978 no favorecía la idea, pero fue sin duda un logro de los autodeterminantes asentar en la Constitución un principio que podría desarrollarse si las circunstancias lo permitían. Lo nuevo históricamente consistía en que la derecha predominante, la UCD, también abanderaba el concepto sin prever las consecuencias.

Fraga, impotente en sus quejas, expresaba también un típico europeísmo mendicante: “Para España, la integración europea es algo más que un problema de política exterior o una cuestión económica; es la liquidación de una polémica histórica y una condición básica de la consolidación de un sistema político”. Una polémica histórica, por lo demás inexistente, ya que España, país europeo, se había librado de las dos catastróficas guerra mundiales sin dejar de estar en Europa. Fraga recogía la sandez de Ortega de España como problema y Europa como solución. Pero no era esa la idea que tenían en la CEE, la cual siguió rechazando aquella integración a la que Fraga y otros atribuían efectos milagrosos. La influencia política de Ortega, explícita o implícita y a diestra y siniestra, ha sido más fuerte de lo que suele suponerse.

 

El 17 de abril se publicaba el proyecto de Constitución, que pasó a discutirse en Comisión parlamentaria. En la dinámica parlamentaria, las izquierdas y separatistas podían discutir los textos pero debían aceptar la decisión mayoritaria. Eso no ocurrió . Aprovechando una prouesta de UCD sobre estados de excepción y posible suspensión de libertades públicas en casos excepcionales de lucha contra el terrorismo, el PSOE amenazó, el 18 de mayo, con abandonar la Comisión como había hecho Peces-Barba con la ponencia, y pregonó, por boca de Guerra, que UCD y AP estaban haciendo “la Constitución más reaccionaria de Europa”. El terrorismo etarra seguía encontrando complacencias en las nuevas fuerzas políticas que, después de todo, compartía su odio al franquismo, su izquierdismo y de un modo u otro su aversión a España. Suárez podía aplicar la regla democrática de la mayoría en la comisión, y calmar las ínfulas del PSOE advirtiéndole con el referéndum final previsto. Pero volvió a claudicar. Guerra había tomado la medida a Suárez, y percibía la fragilidad de una UCD políticamente inconsistente, atenazada por la necesidad autoimpuesta de “vender imagen” progresista.

Para arreglar el entuerto, Suárez encargó a su ministro de máxima confianza, Abril Martorell, entenderse con Alfonso Guerra por encima de la Comisión, para llevar a esta los artículos a votar ya listos y acordados, e imponerlos por disciplina de partido. Así, la elaboración constitucional pasó a una fase solo a medias parlamentaria, pues los asuntos clave se acordaban en almuerzos y cenas entre Abril y Guerra. El arreglo fue aceptado por comunistas y separatistas, para evitarse la enojosa dialéctica de Fraga, y se produjo de hecho un reagrupamiento de la UCD con los socialistas, separatistas y comunistas, aislando a la derecha conservadora. Guerra se burlaría de Abril : “En cuanto a formación jurídica, Abril Martorell es un patán”. Un par de camaradas, pues la formación jurídica de Guerra, que había estudiado peritaje industrial, estaba al mismo nivel.

Estas maniobras indignaban a AP, que el 24 de mayo se retiró de la Comisión. Esta retirada preocupó a los demás mucho menos que la del PSOE y a los cinco días, AP volvió a la Comisión, condicionándola a una discusión parlamentaria “con luz y taquígrafos”; exigencia que no se cumpliría, pues siguió su marcha el “consejo gastronómico” de Abril y Guerra. AP propuso facilitar los referéndum y otras formas de democracia más directa, pero la mayoría echó abajo aquellas iniciativas, capaces de perturbar los acuerdos entre partidos, que se iban imponiendo como funcionamiento presuntamente democrático.

 

Por aquellos meses crecieron la radicalización de los partidos y el terrorismo. La fiesta del 1 de mayo fue unitaria de los sindicatos y partidos de izquierda, con profusión de banderas rojas, también republicanas, puños en alto y tono muy marxistizado. A los pocos días, González sugirió abandonar el marxismo, se levantó una polvareda y Guerra aclaró que el partido seguia fiel a Marx.

Pujol, en Cataluña, resentía la moderación y el prestigio de Tarradellas, quien expondría ideas muy irritantes para él: “No creo en lo que llaman países catalanes”; “Tenemos la obligación de hacer de España un gran país”; “Mi patria es España”. No solo trataba de calmar los extremismos, sin también de convencer al líder del PNV, Ajuriaguerra, de participar en las tareas constitucionales. El PNV demandaba la inclusión de Navarra en su Euskadi y el PSOE estaba de acuerdo, contra la mayoría de los navarros, incluso de los socialistas de la región como Víctor M. Arbeloa, que lograron impedirla. También exigía el PNV transferencias antes de la Constitución, abundando en la ilegalidad de la medida; y las obtuvo, así como Aragón y Valencia. El separatista moderado Roca Junyent hablaba de España como “nación de naciones”, un oxímoron aceptado en parte de la derecha.

En junio se aprobaron hasta trece preautonomías. El separatimo castellano reunió en Villalar, sitio de la derrota comunera cuatro siglos antes, a unas quince mil personas, interviniendo comunistas, PSOE yUCD (cuyo representante fue abucheado: “¡Menos burguesía, más autonomía”). Un grupo de AP con banderas nacionales fue agredido al grito de “Vosotros,fascistas, sois los terroristas” y quemadas las banderas. Los presos comunes en las cárceles llevaban tiempo exigiendo ser amnistiados como los políticos, y organizaban motines con autolesiones y algún asesinato.

La ETA había asesinado a 45 personas en los últimos siete años del anterior régimen, algo más de seis de promedio anual, que saltó a dieciocho en 1976, a once en 1977, ¡y a sesenta y siete el año de la Constitución!, a los que se añadían seis del GRAPO, algunos anarquistas o de Comandos Autónomos Anticapitalistas y separatistas catalanes, más tres de ultraderecha. La ETA tenía simpatías en la CEE y un refugio seguro en Francia, gracias al cual había escapado al desmantelamiento casi logrado dos veces en el franquismo.

Caso revelador fue el asesinato del etarra Argala, principal autor a su vez del asesinato de Carrero Blanco cinco años antes. El PSOE se apresuró a condenar el “brutal atentado” (nunca había condenado el de Carrero); el cura en el funeral comparó a Argala nada menos que con Cristo. El presidente del PNV, Arzallus, antiguo jesuita, predicó: “Quienes entregan la vida por su pueblo merecen nuestra admiración y respeto”. Otros loaban su “capacidad de análisis político”, lo convertían en héroe o mártir “del pueblo vasco”, maldecían el “asesinato fascista”. El País, ya el diario más influyente, ponderaba las dotes intelectuales del etarra (pasaba por teórico marxista), “hombre culto y muy aficionado a la literatura”, “de aspecto ascético y férrea voluntad”, “partidario de la solución negociada para el problema vasco”, aunque también de “la lucha armada”, como llamaba al tiro por la espalda, a fin de “obligar al gobierno a la negociación”. El gobierno sería culpable por no negociar el “problema vasco” creado por la misma ETA, y que lo pondría al nivel de los de la “lucha armada”.

Este conjunto de fenómenos indignaba en muchos medios, en especial en algunos castrenses, que veían reproducirse antiguas pesadillas. Por lo demás, todos los partidos salvo el PSOE sufrían crisis internas.

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Personal y social (I) Marxismo y anarquismo / El sector social papanatas.

Personal y social (I) marxismo y anarquismo

En mi libro sobre la SGM expuse la idea, sin desarrollarla, de que la vida humana transcurre en tres planos, niveles o facetas, íntimamente entrelazados pero racionalmente discernibles: personal, social y metafísico. Dejando ahora de lado el tercero, los otros dos se suelen confundir de tal manera que perturban  la comprensión de los sucesos y de las teorías.

Las ideologías tienden a eliminar el plano metafísico,  y a confundir los otros dos. Trataré de exponer el problema en relación con el marxismo y el anarquismo, en choque desde sus primeras formulaciones pese a aspirar ambas al llamado comunismo. Este sería una situación que podríamos definir como de plena realización de las capacidades humanas, libres de opresión e ilusiones fraudulentas, empezando por las religiosas. Para el marxismo, sería la culminación de la evolución humana y para el anarquismo una necesidad vital esencial en cualquier estadio.

El anarquismo parte de la idea de Rousseau de que el hombre nace libre, pero en todas partes se encuentra encadenado por la sociedad. La idea es en un sentido una tontería porque los hombres nacemos totalmente dependientes y necesitados, y si la sociedad se compone de hombres libres, debemos aceptar que la esclavitud nace naturalmente de su supuesta libertad inicial. Pero desde otro punto de vista tiene una lógica. Cada ser humano nace con unas dotes o capacidades que no debe a ningún otro hombre, tendrá una trayectoria vital única e intransferible, que terminará con la muerte. ¿Por qué, entonces, tendría que aceptar o someterse a órdenes o intereses de cualquier otro individuo o grupo de ellos? Y sin embargo es verdad que  la sociedad funciona siempre imponiendo a los individuos  normas, órdenes y obligaciones que limitan o llegan a anular sus libres deseos.  El malestar o pesadumbre o rebeldía que ello genera, es una experiencia elemental y universal, y en ese dato personal se basa en último extremo el anarquismo. Las normas sociales partirían siempre de algunas personas o grupos de ellas, y el ideal anarquista consistiría en la abolición de cualquier poder de unos sobre otros. Conseguida esa situación, el individuo sería, por así decir, libre y pleno, ajeno también a cualquier veleidad de dominio sobre el prójimo.

    Este modo de entender las cosas irritaba a Marx, que no veía en él más que charlatanería caprichosa y estúpida. El individuo es un ser eminentemente social, desde que nace hasta que muere depende de la sociedad para todo, para alimentarse, para conocer  el mundo y  desarrollar sus cualidades, reproducirse…, para vivir,  en suma. Es más el individuo mismo, con sus ideas y capacidades, es un producto de la sociedad con sus normas, conocimientos, relaciones y obligaciones. Claramente esto es también así. El punto de vista típicamente personal del anarquismo ignora además la historia, la evolución de las sociedades humanas. El comunismo no puede conseguirse en cualquier momento por una simple revolución que acabe con todos los poderes e ideologías religiosas, sino que debe concebirse como el producto de una historia social analizable científicamente a partir de la capacidad técnica y la división en clases. Y no nos es posible prever actualmente cómo se concretará el comunismo, pues sus problemas solo podrá abordarlos la propia sociedad comunista. Entre tanto, los problemas son los de la lucha de clases para abolir el poder de los explotadores.

Dejando al margen los métodos para alcanzar el supuesto ideal, queda bastante claro que  el comunismo ácrata, también llamado “libertario”,  nace de un concepto del individuo que por sus características no debe  someterse a ningún poder que no emane de sí mismo, por lo que considera la sociedad, por lo menos las sociedades conocidas, como enemigas de esa libertad personal intransferible;  y el comunismo marxista, también llamado “autoritario”, considera al individuo como un producto de la propia sociedad. No puede extrañar que el anarquismo haya dado tanto valor a la rebelión personal, al atentado personal, incluso al bandidaje, mientras que el marxismo haya buscado el movimiento de masas y el poder de masas, dentro del cual los individuos son muy poca cosa, y pueden ser exterminados asimismo en masa si se resisten a “la marcha de la historia” y no comprenden que la verdadera libertad consiste en la aceptación consciente de la necesidad.

En los dos casos es fundamental la idea de libertad, relacionada en el anarquismo con la de la bondad natural del individuo (el individuo debe ser radicalmente libre porque es naturalmente bueno, cosa que remite a la polémica protestante-católica). La libertad marxista prescinde de conceptos de bondad o maldad, para buscar apoyo en la ciencia.

La Segunda Guerra Mundial: Y el fin de la Era Europea (HISTORIA)

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La novela Sonaron gritos y golpes a la puerta recibió varias reseñas, que la enfocaban de maneras muy diversas. He aquí una: Archipiélago Duda: La magnífica novela de Pío Moa (archipielagoduda.blogspot.com)

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El sector social  papanatas.

**Me dicen que a pesar de las traiciones de la dirección del PP, su base y sus votantes son “sanos”.  Después de tantos años de farsa, tendríamos que concluir que ser sano es ser papanatas. El sector social papanatas.

**Por razones de salud no acudo a manifestaciones, pero me pregunto si no sería una obra de caridad hacia los papanatas exhibir en ellas carteles como “Feijóo, ¿cómo va la nación gallega sin estado? ¿Avanza hacia él?” “¿Cómo marchan tus negocios con Sánchez para hundir a VOX?”… Se pueden idear muchas frases mejores.

 **Tanto el PP como el PSOE coinciden en todas las políticas básicas: memoria, género, trans,   perversión de menores en la enseñanza, entrega de la soberanía a la burocracia de Bruselas, fundamentación progresiva de los separatismos,  plan 2030, sumisión a unos poderes condensables en Gibraltar, uso de las lenguas regionales contra la común, amistad especial con Marruecos…  Todo lo demás son piruetas y pequeños maquiavelismos aldeanos para hacerse con el poder y los dineros.

**Durante muchos años el PP prohibía la bandera nacional en sus mítines. Ante el auge de VOX no ha tenido más remedio que permitirlas, pero lo hace “destiñéndolas” con la bandera de la UE (que no de Europa) o con proliferación de banderas regionales.

**Según un dicho alemán, “hay alguien más despreciable que el verdugo, el auxiliar del verdugo”. El PP es el auxiliar del PSOE y de los separatistas desde tiempo inmemorial.

**La OTAN y la UE nos está encaminando a una guerra general en Europa. A ningún político (anti) español parece preocuparle.

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304 – Franco desafía a la ONU | Manifiesto por la neutralidad de España (ver en descripción) (youtube.com)

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Tambores de guerra, ¿Netanyahu contra Israel? / Tres en la transición

304 – Franco desafía a la ONU | Manifiesto por la neutralidad de España (ver en descripción) (youtube.com)

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Tambores de guerra

**En toda la UE y en Inglaterra están batiendo los tambores de guerra contra Rusia. “Rusia nos amenaza”. Como cuando las armas de destrucción masiva de Irak. O el incidente del golfo de Tonkín. O el acorazado Maine en La Habana.

**La OTAN y la UE han destrozado Afganistán, Irak, Siria y Libia, supuestamente para imponer la democracia a cañonazos. Estas aventuras han costado cientos de miles de muertos y millones de desplazados. Nadie ha dado explicaciones. Se supone que Usa e Inglaterra tienen derecho.

**Lo que hicieron en Siria y Libia, utilizar a políticos agentes, lo han repetido en Ucrania, usándola de ariete contra Rusia. Ahora Rusia está ganando en Ucrania, y la OTAN y la UE dicen sentirse en peligro. Todo el conflicto se habría evitado cumpliendo los acuerdos de Minsk, firmados con el propósito abierto de engañar a Moscú.

**Por lo que respecta a España, los autores de todas estas desastrosas guerra son los mismos que invaden nuestro país en Gibraltar y protegen a la “democracia” marroquí contra los intereses de España. ¡NEUTRALIDAD!

**Parece que el patriotismo es una necesidad humana. Dado que los españoles en general son muy poco patriotas de su país, se vuelven de pronto ultrapatriotas de Ucrania, o de Hamás o, algunos, de Israel.

**Israel es un enclave europeo, occidental, en un entorno hostil  que amenaza a los judíos, literalmente con el  exterminio físico. Su derecho a defenderse (también, indirectamente, a Europa), es obvio.  Y si comete errores graves, las consecuencias podrían ser terribles.

**En mi opinión, Netanyahu está cometiendo errores graves. Primero intentó un retroceso en la democracia para supeditar el poder judicial al ejecutivo, creando una división en el país. Y ahora se plantea aniquilar por completo a Hamas y a toda resistencia en Gaza. Ese objetivo es imposible salvo expulsando a los dos millones de habitantes de la zona. Los objetivos desorbitados conducen al fracaso.

** Israel nunca podrá librarse de la enemistad islámica, pero puede mantenerla a un nivel aceptable o al menos soportable. Es lo que estaba haciendo, con mejorías en  sus relaciones con Arabia Saudí, Turquía o Egipto y aislando diplomáticamente a Irán. Y  la política de Netanyahu está arruinando aquellos esfuerzos y aislando a Israel.

**Hay en la cuestión de Gaza un elemento económico: los yacimientos de gas de su litoral y el proyecto de un canal que rivalice con el de Suez,  desde el golfo de Acaba al sur de Gaza. Es inquietante que en el fondo de la guerra en Gaza existan esos objetivos.

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Por qué la II Guerra Mundial determinó  el final de toda una era histórica comenzada por España cuatro  siglos y medio antes. Este es el enfoque más general y omnicomprensivo del alcance de una contienda que no solo se dio entre potencias sino, más profundamente, entre ideologías. Un estudio debatible, si bien en un país sin debates.

La Segunda Guerra Mundial: Y el fin de la Era Europea (HISTORIA)

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Tres en la Transición

Es llamativo, o quizá lógico dado el pobre nivel analítico de la historiografía más habitual, que en los relatos de la transición se difumine la cuestión clave, la de la continuidad histórica del país, asaltada en 1934 y 1936, y luego sostenida por el franquismo. Se trataba de construir la democracia sobre la legitimidad y herencia social y económica del franquismo, o bien de destruirlas volviendo a una situación anterior: no otra cosa significaba la alternativa de reforma o ruptura. En cambio las historias sobre la época suelen estar plagadas de anécdotas irrelevantes o de sociologismos simploides.

La política en los siguientes cinco años iba a estar dominada, más que por dos partidos, por los dirigentes de ellos: Adolfo Suárez, con el rey detrás, y Felipe González acompañado de Alfonso Guerra. Las elecciones pasaron a girar en torno a sus grandes retratos expuestos por todas partes, con frases publicitarias muy simples, y que, como se quejaría Carrillo, parecían reñirse “entre dos niños bonitos” o, en frase de Castellano, “no era una elección de misses, pero se le parecía”.

En los ámbitos del régimen, Suárez era tenido generalmente por hombre de poco fuste, pero en febrero de 1976  Torcuato lo había presentado al rey como hombre “disponible”, sin muchas ideas ni convicciones, pero fiel a la corona, dispuesto y hábil en el trato con los demás, por tanto adecuado para la tarea. Pese a ello, Torcuato no las tenía todas consigo. En marzo insinuó a Suárez que él podría sustituir a Arias, y “no dijo, ni por cortesía, “Hombre, no” (…) Me impresionó su mirada, como si en el fondo de ella estallara el sueño de una ambición (…) Como si el fondo de aquella mirada fuera turbio y hubiera en ella algo así como una desmesurada codicia de poder. Nada claro, pero sí desazonante”. El 20 de abril volvió a encontrarle “demasiado interesado en la sucesión de Arias”, y se preguntó: “¿Cuánto había de visión de futuro y de voluntad política y cuánto de levedad de principios y de codicia política? (…) No me gusta la facilidad con que acepta”. Sin embargo siguió con el plan porque “Mi influencia y poder sobre él eran indudables”. “Sobre él ejerzo una gran autoridad y eso puede ser decisivo”. En esto demostraría fallarle su acreditada sagacidad.

Suárez dijo alguna vez que daría diez años de vida por uno de poder, y mientras bastantes políticos vacilaban ante las responsabilidades derivadas de encarrilar una transición  compleja y arriesgada, él no mostraba la menor inhibición. Con la mayor naturalidad alzaba los principios del Movimiento para entorpecer a Arias, o proclamaba “Queremos democracia en todos los ámbitos de la nación: en la política, en la cultura, en la riqueza”, demostrando su vaciedad intelectual. Él mismo decía, con cierta jactancia, que había aprobado Derecho aprendiéndose de memoria “como un papagayo”, frases que no entendía. También había interiorizado cierta jerga democrática, que usaría luego en abundancia, sugiriendo que siempre había pensado así. Su exigua solidez política ya se manifestó en los tratos con la Comisión de los Nueve, formada en diciembre por representantes del PSOE, el PCE, el PNV, catalanistas, galleguista, sociademócrata y democristiano para negociar con el gobierno. Según Jordi Pujol, “Suárez nos dijo: “Yo, señores, tengo el poder. Ustedes tienen legitimidad. De lo que se trata en estos momentos es de unir poder y legitimidad”. No dijo que nosotros tuviésemos la legitimidad en exclusiva (…) pero nos dejó muy claro que (…) representábamos la legitimidad del futuro, la que venía”. Hasta entonces, la reforma venía plenamente del franquismo, a conciencia de que la oposición solo la aceptaría si se sabía débil, pero Suárez  fortalecía a la oposición otorgándole una inexistente legitimidad democrática de la que, en cambio, él se privaba al venir tan directamente del Movimiento; desventaja que intentaría disimular con mayores concesiones y que sabrían explotar a fondo los socialistas y los separatistas, demócratas de toda la vida.

Con la victoria que supuso el referéndum, Suárez parece haberse creído un gran talento político. Había seguido el guion de Torcuato, pero desde entonces se atribuyó todas las medallas: él había sopesado diversas opciones para decidirse por un “tercer camino”, el correcto. Dejaba así a Torcuato el único mérito de haber allanado el camino que “me condujo a mí a la Presidencia”. Una vez cumplida aquella hazaña, Torcuato, todavía presidente de las Cortes, quedaba aparcado y veía con amargura cómo su “discípulo” prescindía de él, apenas le informaba y tomaba medidas que cada vez le disgustaban más. Su sobresaliente perspicacia había fallado con “el hombre disponible”, que iría transfiriendo buena parte de su disponibilidad a la oposición.

La persona de confianza de Suárez pasó a ser Carmen Díaz de Rivera, relacionada con el rey, mujer atractiva y de vida interesante, antifranquista, de un izquierdismo frívolo y emocional (ecosocialista) que procedente del partido de Tierno, terminaría en el PSOE. Y admiradora de Carrillo, el cual cobraba una aureola sorprendente, incluso en círculos de derecha, y la mantendría hasta su óbito en 2012, a pesar de sus fracasos políticos.

Ante las primeras elecciones, Suárez formó una coalición, UCD (Unión de Centro Democrático), que pasaría pronto a convertirse en partido e iba a demostrar poca consistencia interna. En lo fundamental constaba de una base y aparato procedente del Movimiento (el “sector azul”) más varios democristianos procedentes del grupo llamado Tácito y del pequeño partido de Areilza, cuyo jefe quedó defenestrado, más algún socialdemócrata. Sin embargo, ante la inanidad política de los “azules”, quienes marcaban la línea eran principalmente los democristianos, y ello tendría consecuencias realmente históricas. Durante la república el sector más aproximadamente democristiano, la CEDA, había mantenido siempre una posición incondicional con respecto a la unidad de España, pero cuarenta años después ocurría que también los separatistas vascos y catalanes se declaraban democristianos, formando una curiosa alianza en la que la unidad nacional perdía nitidez. No es que la UCD fuera contraria a dicha unidad, sino que no le parecía demasiado importante, ya que daba el peso principal a la “entrada en Europa”. Y ello habría de notarse en los estatutos de autonomía previstos.

Suárez tenía el respaldo, no oficial pero evidentemente oficioso, de Juan Carlos, y entre los dos existía una afinidad de carácter y también de inconsistencia intelectual, a la que ya hemos aludido. Por un tiempo se llevarían muy bien.

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Por lo que respecta a Felipe González, tenía con Suárez y el rey notables coincidencias de actitud y de carácter: los tres más listos que inteligentes, con un fondo cultural limitado, pragmáticos a un nivel poco elevado y sin la menor duda íntima sobre su capacidad para escalar los puestos más altos del país. Al igual que Suárez, González sabía mantener con la misma campechanía posiciones opuestas, adornándolas con palabras de buen sonido. De familia desahogada económicamente y de vida anterior un tanto anodina y previsible (lo más notable había sido una temporada en la Universidad Católica de Lovaina), vagamente ligada a la Iglesia, terminó decantándose por una tertulia sevillana de amigos socialistas (“El clan de la tortilla”). González iba a tener un futuro casi mágico, imposible de prever, primero desbancando al PSOE histórico, más tarde a Suárez y su UCD, y finalmente como director de la política nacional. Partiendo de casi la nada, ya antes de morir Franco le llovían las ayudas de todas direcciones: donativos y dádivas de variado origen, atención privilegiada y favorable en los medios, un franquismo comprensivo (y con la policía infiltrada en su partido en el que algunos dirigentes habían sido confidentes policiales), etc.

Su talante político quedó bastante bien descrito en el mencionado Congreso del 5 de diciembre. Después de las grandes declaraciones “de clase”, “marxistas” contra “cualquier acomodación o reforma capitalista”, etc., que recordaban a Largo Caballero, pasó a hablar de la política práctica. Como su ruptura ya había naufragado, siguió mencionándola, pero calificándola de “negociada”, e invirtiendo los hechos, en tradición bien asentada, afirmó que el gobierno no había tenido más remedio que “reconocer algunos de los postulados defendidos por la oposición democrática”, por lo que le reconocía generosamente cierta “credibilidad”. Y admitió: “Las fronteras que delimitan los conceptos de ruptura democrática y de reforma democrática han quedado desdibujados”…, obviamente, después de haber fracasado el 1 de mayo y la huelga general de días antes del 12 de noviembre, y en vísperas de un referéndum que estaba ya seguro de no poder boicotear. De Largo Caballero había saltado a Prieto en cuestión de horas y sin ningún problema. Pero no debe creerse que solo una de sus posiciones era verdadera: las dos lo eran, Largo en el plano general, estratégico, Prieto en la táctica por una temporada.

Durante bastantes años, Alfonso Guerra se convertiría en casi el alter ego de González. Menos simpático, a menudo arisco y provocador, entronca más bien con la figura tradicional del pícaro semiculto e insolente, cultivador de una moralina simple, diestro en la artimaña y la apariencia. La lista de sus “faenas”, a veces cómicas, es larga y algunas han salido en la prensa: cortar el micrófono o dejar encerrado en el ascensor a uno u otro opositores dentro del partido, engañar a los proveedores alemanes con pintadas en un garaje; hacer circular rumores injuriosos, como contra Pablo Castellano, a quien tildaba en Suresnes de “judío y sionista” y de “socialdemócrata vendido a los alemanes” (¡!). Debió de ser él también quien ideó el empleo de fondos recibidos de la sindical internacional CIOSL para simular cuotas de afiliados inexistentes, y cosas por el estilo. El PSOE renovado comenzaba así su andadura tras el largo bache de cuarenta años.

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Una vez eliminado Torcuato, la transición quedaba en manos de aquellos tres personajes, el rey, Suárez y González. Los tres tenían mucho en común, como venimos diciendo: jóvenes, simpáticos, deportistas –algo menos González–, desinhibidos, ambiciosos, incultos –también algo menos González–, livianos, ignorantes de la historia de su país, empezando por la anterior al franquismo, y de la de Europa, que su mentalidad convertía en un fetiche… Podían responder al retrato del “señorito satisfecho” pintado por Ortega en La rebelión de las masas. Eran los tres productos típicos del franquismo tardío, el posterior al Vaticano II, cuando el discurso del régimen, adecuado a los difíciles años 40 y 50, se había ido tornando en retórica de sonido anacrónico, sin ser sustituido más que por ideas dispersas subsumibles en aquel “europeísmo” fetichista  tan vacío como siempre. Con ellos, la transición iba a perder –en gran parte–, el contenido de continuidad histórica que habían intentado darle primero Fraga y después Torcuato. Pero fue la herencia del franquismo lo que impidió que todo saliera mal.

 

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