Ortega y Gasset, después de muchos disparates políticos e históricos, encuentra envidiable la España de Franco. Jamás se lo han perdonado las izquierdas, los separatistas y la derecha bizcochable: 220 – Ortega y Gasset celebra la España de Franco | Histeria totalitaria contra Rusia – YouTube
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La era europea (II)
Como decimos, el fin de la II Guerra Mundial significó también el de la era europea comenzada al final del siglo XV con el cruce del Atlántico por naves españolas. También puede considerársela el fin de la modernidad, que no ha encontrado hasta ahora un movimiento sustitutivo.
Los nuevos dominadores de Europa y en buena medida del mundo, eran una superpotencia, Usa, nacida de la cultura europea, aunque con evolución y fuerte identidad propia, y otra, la URSS, también europea, pero particular respecto de lo que suele tenerse por más representativamente europeo. Todo lo cual no cambia esencialmente la realidad de una Europa arruinada y supeditada.
La historia se desarrolla en muchos planos y niveles, aunque suelen considerarse más significativos el de las acciones político-militares y el de las concepciones espirituales o intelectuales más amplias sobre el mundo y la vida. Los dos están sin duda interconectados, aunque es difícil precisar esa interconexión, poco obvia o mecánica. Así, la era europea comienza, por una parte, con las exploraciones y descubrimientos hispanos del siglo XVI y, en el plano espiritual, con el Humanismo originado en Italia. El Humanismo desplaza hasta cierto punto el interés religioso en la teología por el más mundano de las cualidades y capacidades del ser humano; pasa de “el interés por Dios y el más allá al interés por el hombre y el más acá”, según a veces se ha expresado. A su vez, el humanismo contiene la tensión (oposición y complementaridad) propia del cristianismo entre razón y fe, entre la tradición grecolatina y la hebrea o, como se ha dicho, entre Atenas y Jerusalén. Una tensión de extraordinario dinamismo en todas las facetas de la vida.
El Humanismo profesaba un culto a la razón que, en general, trataba de armonizar con la fe, dentro de cierta incomodidad persistente entre ambas, que convertiría en antagonismo la revolución protestante, enemiga radical de la razón. En una nueva revolución, la Ilustración del siglo XVIII extremó el culto a la razón y su producto indócil, el pensamiento científico, corroyendo o relegando la fe tradicional, incluso atacándola abiertamente con ideologías agnósticas o ateas. Entre el Humanismo y la Ilustración se compone lo que suele designarse con el término, sumamente vago de “modernidad”. La “modernidad” también habría concluido su ciclo, entonces, con la II Guerra Mundial.
La razón ilustrada se suponía capaz de alcanzar conclusiones universales y necesarias sobre el ser humano, su naturaleza, sociedad e historia, similares a las leyes discernidas por la ciencia en el mundo físico, y en las que la idea de la divinidad se volvía más bien redundante. Conclusiones forzosamente aceptables y aceptadas para todo “animal racional” de cuya aplicación saldría una sociedad sin conflictos internos ni guerras. Quien quizá expresó mejor esta concepción fue Auguste Comte con su teoría de la evolución humana en una “ley” de tres estados, el teológico, el metafísico y el científico. En el tercero, la sociología (y la economía) cumplirían en el plano humano un papel equivalente al de la física o la química en las ciencias naturales.
De estos enfoque generales podría surgir la idea, bien una sociedad llegada a la perfección racional-científica, culminación de la historia y no precisada ya de evolución ulterior, o bien una sociedad en progreso sin fin, algo deprimente porque en ella se difuminaba la noción de finalidad o sentido, y porque en cada generación el hombre se sabría inferior al de la siguiente, e inseguro sobre si esta no dejaría sus logros en pobres o ridículos. El punto clave, en todo caso, consistía en la aplicación al ser humano de leyes parecidas a las de las ciencias naturales. Y de un modo claro o confuso sigue siendo la concepción hoy dominante en la humanidad, incluso en culturas muy alejadas de la europea.
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Aliados tiránicos
Me critica un amigo: “para entender quién tiene razón en el caso de Ucrania basta ver quiénes son los aliados de Rusia: todos dictaduras comunistas o semejantes, como Corea del Norte, Venezuela y sobre todo China”.
Es decir, los ideales de la libertad y la democracia estarían con Usa y su OTAN. Pero el asunto no es tan sencillo: cuando Usa y los suyos invadieron Irak, por poner un ejemplo, invocando un inexistente peligro de armas de destrucción masiva, ¿defendían la libertad y la democracia? Y casualmente, ¿no se apoyaron para organizar la invasión en un aliado tan “democrático” como Arabia Saudí?
El hecho es que Usa y la OTAN representan el conjunto de países más ricos y militarmente más potentes del mundo, y pueden presionar a muchos otros para apoyarles, mientras que Rusia se encuentra acosada por todas partes, por lo que es natural que busque aliados o apoyos donde pueda encontrarlos, sean quienes sean.
El problema en Ucrania no es el de un país “europeo” y “democrático” contra una tiranía asiática o comunista, como suele presentarse. Es algo muy distinto. Ya lo he explicado muchas veces y no lo repetiré. Y por lo que respecta a España y sus intereses, lo que nos conviene es una estricta neutralidad, más teniendo en cuenta que la retórica y doctrina nacionalista en Ucrania es calcada a la empleada por los separatismos españoles. Los gobiernos españoles hacen de España un país lacayo de los intereses de Usa e Inglaterra, y en función de esos intereses ya colaboraron en la desintegración de Yugoslavia cuando en la misma España tenemos también un problema creciente de desintegración.
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“Cómo viviré”
Las actitudes de los cuatro perros verdes me resultan arquetípicas: uno es confiado en sí mismo, es hombre de acción, el futuro no le preocupa y su aspiración consiste en pasarlo bien, ligar y no complicarse la vida con problemas existenciales; otro aspira a lo máximo, a supeditar su vida a eso a lo que aspira aunque le traiga mucha infelicidad, y la asume; el tercero es el más “normal”: quiere una vida ordenada con una buena profesión y una “compañera para la vida”, espera con calma lo que haya de venir, y el ser creyente le ayuda; y el cuarto está atormentado por una experiencia traumática que no logra superar, y mira su futuro con desilusión de entrada, hasta con tentaciones de suicidio. Yo no diría que sean las únicas actitudes, pero por mi parte las he visto así en mi no tan lejana juventud (o jumentud, si lo prefiere). Las he visto en diferentes jóvenes casi exactamente así, y es eso lo que me hace valorar su novela como una de las grandes, muy diferente de los tópicos típicos con que casi todos los autores tratan la cuestión, una cuestión tan decisiva en la vida de las personas. “Cómo viviré” “Qué haré de mi vida”. Ahí es nada. No sé si era su intención, pero así he visto la novela Y con esto termino. J. A. P. G.
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Oligarcas
A los multimillonarios rusos se les llama “oligarcas”, lo cual, si lo despojamos de su tinte denigratorio, es exacto: oligarquía significa poder de pocos, y en todas las sociedades humanas encontramos siempre a unos pocos especialmente poderosos, sea en la política, la economía, la ciencia, los medios de expresión o cualquier otra cosa. Ello no cambia en democracia, como he argumentado en otras ocasiones. Existe además una conexión directa o indirecta entre las distintas oligarquías en torno a la política. Otro aspecto del asunto es que ese poder se justifica en interés de la mayoría, pero tiende a ejercerse en interés de la oligarquía misma, problema que en política se intenta subsanar de diversos modos, uno de ellos la democracia. Los oligarcas rusos son acusados de corruptos y mafiosos, acusación que podrían compartir en mayor o menor grado con muchos otros. Sin embargo en occidente tenemos una oligarquía económica de supermillonarios que no se limitan a enriquecerse de modos más o menos sospechosos como los rusos, sino que aspiran nada menos que a orientar a la sociedad y hasta a las vidas particulares de las personas a través de las oligarquías políticas. Parecen haber recibido una especie de iluminación ultraterrena. Esto es nuevo.



