Sobre la gran época de España
Quiero insistir en la decisiva tradición naval de España porque está prácticamente olvidada o menospreciada en la propia España. Pero es que incluso en los historiadores españoles digamos de derecha, por seguir la convención, existe poca simpatía por los siglos XVI y XVII, de los que se destacan constantemente los aspectos que habrían impedido precisamente la hegemonía española, como señalaba Julián Marías. Así que hay que recordar los elementos en que se manifestó esa hegemonía, y que serían a grandes rasgos cuatro:
a) El cruce de los océanos, el descubrimiento de América, del Pacífico y del mundo como conjunto
b) La defensa de Europa contra el islam y el Imperio otomano, y de la continuidad cristiana (catolicismo) frente a la revolución protestante.
c) La conquista, civilización y evangelización de gran parte de América y algunas otras tierras, gracias a lo cual existe hoy un vasto ámbito cultural hispánico.
d) Una gran cultura cuyas cumbres se encuentran en Cervantes, Velázquez y la Escuela de Salamanca, acompañados de muchas otras figuras relevantes en las artes, las ciencias y el pensamiento.
Todo ello fue posible por un grado de organización política, militar, naval, económica y universitaria superior a cualquier otra de la época, y cuyo origen y espíritu se halla en los Reyes Católicos y en Cisneros.
Claro está que todo ello está muy lejos del alcance de los españoles actuales, que parecen sentirse ultrajados por tales logros y tratan de asimilar lacayunamente la leyenda negra. El espíritu es muy distinto. Sin embargo recordar y respetar a aquellos lejanos y grandes compatriotas es el deber mínimo para no profundizar en una decadencia cuya perspectiva, tan clara desde principios del siglo pasado, llevaría a la desintegración de la propia España.
Y volviendo al principio, una “Taberna del Galeón” (el galeón fue la nave española protagonista de la gran época), concebida también como foco cultural, no iba a remediar la actual dejadez, por supuesto, pero podría servir como una pequeña señal de resistencia.
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Una de las mayores hazañas del franquismo fue, después de mantener a España al margen de la guerra mundial, afrontar y vencer los delictivos chantajes, presiones, aislamiento, guerrilla e intentos de resquebrajar al régimen por dentro, a los que intentó someter a España la ONU, cuando parecía que el mundo entero estaba contra Franco. Fue su tercer reto mayor, después de la guerra civil y la neutralidad. En Una hora con la Historia (seguirá): https://youtu.be/czYekoXYPX8
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Un país afectado de alzheimer.
**Es normal que el PSOE, comunistas y separatistas, homenajeen a Azaña, un golpista a quien por un lado sabotearon, pero que por otro les sirvió como disfraz “democrático”. Lo que ya es una estupidez insondable es que el rey y los monárquicos participen en ese homenaje. Si quieren suicidarse va a ser muy difícil defender la monarquía frente a quienes intentan liquidarla. Ya ocurrió en 1931.
**El colmo de la farsa, por ahora, es la conmemoración de la Constitución republicana por el PSOE y los separatistas, que se alzaron violentamente contra ella en octubre de 1934, y la arrasaron por completo tras las elecciones fraudulentas de 1936.
**Hay, sin embargo, elementos de aquella constitución en los que el PSOE estaba de acuerdo: era, como la definió Alcalá-Zamora, una Constitución para la guerra civil, orientada contra la mayoría católica, contra la cultura católica, contra la libertad de conciencia (como reconoció Azaña), con abolición de hecho de las libertades (ley previa y no abolida de defensa de la república), y que abría paso a la expropiación sistemática. Por eso el PSOE la vio como un paso aprovechable para la sovietización. Que al final no resultó porque la derecha ganó limpiamente las elecciones en 1933, lo que obligó al PSOE y los separatistas a lanzarse a la guerra civil, que perdieron en 1934 y en 1939.
** Estas farsas forman parte de la lucha del nuevo frente popular contra la democracia, la unidad de España y la monarquía. El fondo del gran problema de España es el alzheimer que afecta a su memoria: se olvida fácilmente lo ocurrido hace varios decenios, e incluso lo ocurrido hace un año: todo resulta “nuevo” y sin pasado, y engendra una charlatanería interminable de los “expertos” y una demagogia indecente de los políticos
**He escrito el libro sobre la República para adelantarme al festival de falsedades que se aproxima ya como aperitivo para el descrédito de la monarquía democrática traída en definitiva por Franco. Y es preciso que el libro, completamente novedoso en lo fundamental, se difunda al máximo para hacer frente a los medios manipulados por políticos en quienes la incultura compite con la corrupción.
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Miseria de la historiografía española.
Tal como usted plantea la situación de la historiografía española, parecería como si usted mismo fuera el único historiador serio en la actualidad.
Casi diría que así es. Aunque también entra ahí lo que se entienda por historiador serio.
¿No son historiadores importantes, hablando de los sucesos del siglo XX, los hermanos Salas Larrazábal, Cuenca Toribio, Ricardo de la Cierva, Luis de Llera, Luis Suárez, Martínez Bande, Togores, Seco Serrano, Martín Rubio, Vicens Vives, Comellas, Palacio Atard… Podríamos citar a muchos más.
Es cierto, son serios, algunos realmente importantes, y de varios de ellos he aprendido mucho. Son también, en general, superiores a los de izquierda, porque estos parten de un enfoque falso, que desvirtúa todo, pero ante el cual se sienten desarmados sus contrarios: que el Frente Popular era republicano y democrático, es decir, mantenía la legitimidad política e histórica a pesar de sus “excesos” y de haberse visto “obligado” a trabajar con Stalin. La historiografía contraria ha sido incapaz de desmantelar ese discurso y ha menudo se ha perdido en cuestiones sin duda importantes, pero menores. La cuestión clave en la que era preciso insistir, porque con ella se clarifica todo el conjunto, es la significación del Frente Popular ante la república y ante España, en cuanto alianza de totalitarios y separatistas que entre otras cosas destruyeron la legalidad republicana. La cuestión histórica que se ventilaba era si España iba a disgregarse y /o sovietizarse. La guerra se libró entre quienes buscaban eso y quienes no estaban dispuestos a consentirlo. Si se niega la legitimidad del proyecto frentepopulista se está afirmando claramente la legitimidad del franquismo. Cosa que casi ninguno de esos historiadores llega a defender con claridad, entre otras cosas porque el franquismo aparece como una “dictadura”, por tanto como ilegítima, y hay que defender la “democracia”. Hay ahí un déficit intelectual muy grave, que ha llevado al PP y sus memoriadores a una completa bancarrota al “explicar” la guerra como una lucha entre criminales enloquecidos de uno y otro bando. Esto es peor todavía que las versiones de la izquierda. Y la visión que los historiadores citados y otros ofrecen del franquismo, aun si es correcta en líneas generales, suele ser bastante roma.
En otras palabras, son historiadores serios, dice usted, pero cuando vamos a las cuestiones clave resultan no serlo, en realidad los pinta como más bien inútiles.
Son historiadores a veces muy buenos en la descripción de los hechos, pero suelen fracasar en el análisis de conjunto, ya digo. Y hay otro reproche que hacerles: salvo unos pocos, apenas han ofrecido resistencia en los medios, ante el gran público, a las falacias de la izquierda y los separatistas. Yo sí he dedicado un gran esfuerzo a rebatir tales o cuales libros y enfoques de gente como Preston, Viñas, Casanova, Beevor, Juliá, Moradiellos, Álvarez Junco y tantos más. Puede comprobarse tecleando en internet mi nombre y los de ellos. Pero me he visto casi totalmente aislado. Los que he rebatido no han podido contestarme y se han refugiado en la ley totalitaria de memoria histórica, y los otros han procurado no citarme no fueran a acusarles de “neofranquistas” o de autoexcluirse del “gremio” memoriador. La mayoría de ellos son muy pusilánimes, y algo que también define a la mayoría es la insignificancia de su oposición a la ley de memoria histórica, que por sí misma deja en claro la actual miseria de la historiografía –si así se la puede llamar– española. Con pocas excepciones, como yo mismo, y que por eso han tratado de aislarme entre unos y otros…
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