Europeísmo y Camino de Santiago.

*El camino de Santiago fue uno de los logros culturales europeos, creado por España. Luego el papado y Cluny se adueñaron de él, pero Santiago siguió siendo una seña de identidad española (“Santiago y cierra España”: “cerrar” en el sentido de cargar contra el enemigo)

*”Vox is Coming” ¿Se puede ser más gilipollas? ¿Y con esa estética repulsiva? En Vox se puede meter mucha basura, si no tienen cuidado.

*Dice una política socialista que uno de cada tres españoles es putero. ¿Cómo lo sabe? ¿Regenta un burdel?

*Santiago fue declarado patrón de España antes del descubrimiento o invención del sepulcro. El Camino de Santiago fue una gran ruta cultural europea, extendida desde Polonia o Escandinavia hasta España

*Sin la Reconquista, no habría España sino Al Ándalus, de lengua árabe, religión musulmana, poligamia, mujeres con burka, enorme analfabetismo, sharia…Los efectos de la Reconquista son plenamente actuales. ¿Entienden por qué es indispensable conocerla?

*Tanto los liberales como los socialistas se equivocaron de raíz en torno a la I Guerra Mundial. En cierto modo los socialistas acertaron… para apoyar finalmente a los gobiernos liberales.

*La profunda ignorancia o idea equivocada de la historia, propia y europea, entre nuestros políticos, intelectuales y periodistas vuelve imposible aprender de la experiencia

*El “europeísmo” español se componía a partes iguales de desprecio hacia España y de ignorancia hacia Europa. La I Guerra Mundial debía haber provocado una reflexión, pero teníamos y tenemos una intelectualidad irreflexiva

*Frase de un homosexual: “Tío, aléjate de las tías, que en cualquier momento pueden ponerte una denuncia por violación. El futuro está en nosotros, los maricones”

*Pegatina en el metro: “Madrid, ciudad de maricones y tortilleras, a cuenta de “nuestros” políticos… y de nuestros bolsillo. Basta de abuso”

*(De Chumi Chúmez) –Mamá. Luisito es fascista. Ha dicho “Viva Isabel a Católica” –Dios mío, ¿y esa señora quién es? –Una de la guerra civil

*Impedir la profanación de la tumba de Franco es una batalla del máximo alcance político-estratégico. Y cultural. Hay que librarla necesariamente y ganarla.

* La Reconquista tuvo dos aspectos, muy relacionados pero a veces en conflicto: el político (recomposición de España) y el religioso (reposición del cristianismo). El papado jugó a veces contra España, por ejemplo favoreciendo la secesión de Portugal

*Tenemos un gobierno de tiorrillas presidido por un macarra, una especie de harén de este. Hasta ese punto ha degenerado la política en España, tras el paso arrasador de Rajoy y su banda.

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PSOE (IX) La I Guerra Mundial / La noción de misterio en P. Diel

*RT Es precisa una gran campaña “#YoDefiendoaFranco” porque

-venció a comunistas, separatistas y golpistas

-Nos evitó la guerra mundial -Su oposición no fue democrática. Fue comunista y terrorista

-Dejó un país próspero y reconciliado

*Impedir la profanación de la tumba de Franco es una batalla del máximo alcance político-estratégico. Y cultural. Hay que librarla necesariamente y ganarla.

*Rajoy no fue en absoluto cobardón. Obró de acuerdo con sus ideas o falta de ellas. Los cobardones o algo peor son quienes le siguieron votando y seguirán votando al PP.

*No hubo “presos republicanos” en el Valle de los Caídos. Eran presos del Frente Popular acusados de crímenes graves y a quienes se daba la oportunidad de redimir penas: hasta seis días de pena por día trabajado. Y fueron pocos, unos centenares, y voluntarios

*Periodistas, intelectuales y universitarios, callados como p. ante el plan de Sánchez de mutilar las libertades de opinión, expresión e investigación so pretexto de “apología del franquismo”. Apenas tienen conciencia democrática.

*Gibraltar es mucho más que una colonia que invade nuestro territorio. Es el retrato de toda una clase política española corrupta y abyecta, vendida a los intereses del país invasor

*Decía Alfonso Guerra que había que hacer el juicio político al franquismo. Es como si unos violadores quisieran procesar a unas mujeres que no se habían dejado violar.

*No solo el castellano es propio de Cataluña, es que es allí la lengua más hablada y la de mayor bagaje cultural con inmensa diferencia. Además de ser el español común que permite entendernos a todos los españoles. El catalán es solo lengua regional y poco útil

*España no es realmente independiente, está satelizada y sin política exterior propia: Gibraltar es su realidad y su símbolo. Finada la amenaza soviética, España debe reconquistar su independencia volviendo a la neutralidad. Lo que exige eliminar a la actual clase política

*El español es el idioma que nos une y nos hace fuertes

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El “europeísmo” español de la época, basado en un desprecio “de gárrulos sofistas” a España y una admiración simplona e ignorante hacia Francia o Inglaterra (en mucha menor medida a Alemania), debió haber sufrido una dura sacudida con la I Guerra Mundial: ¿cómo aquellos países tan civilizados y prósperos entraban en un conflicto tan brutal y sangriento? El suceso debió haber movido en España  a cierta reflexión, que sin embargo no se produjo. Simplemente  intelectuales y políticos se dividieron entre aliadófilos y germanófilos, mucho más abundantes los primeros, que contendieron a su vez entre sí, afortunadamente en el terreno de la pura palabrería. Y el espíritu europeísta permaneció incólume en su mezcla de desprecio e ignorancia. Pero el sentimiento popular muy mayoritario rechazaba entrar en una guerra donde no cabría a los españoles –como pasó a los portugueses– otra suerte que la de oficiar de carne de cañón para los aliados francoingleses. El maniobrero Romanones estuvo a punto de romper la neutralidad aprovechando un descanso parlamentario, pero por suerte lo impidieron otros, en particular Alcalá-Zamora, según recuerda este en sus memorias.  El PSOE también adoptó su propia actitud, aunque por entonces su influencia política era prácticamente nula.

La posición inicial del PSOE fue la condena de la “guerra imperialista”, una política prevista por la II Internacional para caso de tales conflictos. Importa señalar que las proclamas liberales afirmaban que una nueva guerra europea era imposible, pues los posibles contendientes eran a su vez liberales y, de manera menos idealista, porque el comercio entre unos y otros países era tan intenso y los capitales industriales y financieros estaban tan entrelazados que nadie sacaría ventaja económica de un conflicto tal. La tendencia era a una internacionalización creciente del capital y la cultura, hasta la disolución pacífica de las naciones en un futuro no muy lejano, por la propia marcha de la economía y sus intereses.  Este análisis no era compartido por los marxistas, que en este caso demostraron tener razón, aunque por motivos equivocados. Según los socialistas, la concentración y entrelazamiento de capitales conducía a una lucha imperialista cada vez más intensa por los mercados y por la explotación de las colonias, por lo que una guerra entre grupos económicos disfrazados de intereses nacionales o imperiales, era perfectamente previsible. Por lo tanto, estaba previsto que en tal eventualidad el internacionalismo proletario se manifestase en un pacifismo de las masas que paralizase los impulsos bélicos del gran capital.

Lo que ocurrió, sin embargo, fue algo muy distinto de las teorías. El liberalismo no impidió el choque bélico (lo favoreció, según sus adversarios), y el internacionalismo proletario, que nunca había existido entre las masas, resultó que tampoco existía entre sus predicadores, de modo que los partidos marxistas de cada país votaron los créditos de guerra a favor de sus respectivos países, alineándose con los tiburones de las finanzas que según ellos mismos solo pensaban derramar sangre proletaria por sus ganancias económicas. Quedaron, no obstante, pequeños sectores marxistas fieles a sus viejas versiones, entre los que descollaban los bolcheviques rusos de Lenin, cuya consigna era convertir la guerra imperialista en guerra civil dentro de cada país, para imponer por fin la revolución de Marx. Lenin encabezaba el sector socialista que condenaba la traición de aquellos partidos, producto de su “revisionismo”. El revisionismo contaminaba la doctrina revolucionaria con “ilusiones liberales” de una lucha de clases pacífica.  Aquella guerra estuvo llena de paradojas: las potencias liberales chocaron brutalmente  entre sí, los partidos proletarios apoyaron a sus explotadores, y  Lenin terminaría triunfando en Rusia gracias a Alemania, por entonces la mayor enemiga del comunismo.

El PSOE no se diferenció de otros partidos marxistas: una pequeña minoría persistió en su condena de la “guerra imperialista”, pero la mayoría tomó partido resueltamente por los Aliados y frente a Alemania y Austria-Hungría. La toma de postura se ha explicado con la idea de que los aliados eran más democráticos y favorecerían más al movimiento obrero. Cosa difícil de sostener en la realidad: era Alemania el país de Europa con un movimiento socialista más potente, organizado e influyente tanto en el país como en Europa; y donde existía el sufragio universal, al revés que en Inglaterra. Y  el imperio colonial alemán era poca cosa comparado con los de Francia o Inglaterra. El órgano del partido El socialista, hacía retórica  condenando el mundo viejo de la tradición, la barbarie y el odio, es decir, a las potencias centrales; y aclamando  el mundo nuevo de la igualdad, la libertad, la civilización y los derechos, representado supuestamente por Francia e Inglaterra. Según la postura oficial, todos eran imperialistas, pero Francia e Inglaterra estaban “mucho menos tocados de imperialismo”. La posición aliadófila llegó a tanto que la revolución de Lenin en Rusia fue acogida con hostilidad. En particular  fue considerado una traición el tratado de Brest-Litovsk, que dejaba a los alemanes las manos libres en el frente oriental para concentrarse en el occidental, aunque la ocasión llegaría tarde.

El nivel de los debates en el partido era reconocidamente flojo, tradición que ya no se abandonaría. La postura aliadófila fue defendida especialmente por Luis Araquistáin, un intelectual que ya destacaba en el partido. Explicó que sí, todos eran imperialistas, pero los más culpables  eran los alemanes  por “haber roto el orden y el derecho en que se basaba el equilibrio europeo”.  Quizá ayude a entender esta interpretación el dato de que Araquistáin dirigía desde 1915 la revista España, mantenida con dinero inglés (Gibraltar), datos ambos, título y subvención indicativas de una realidad profunda. Seguramente no sería el único intelectual o político en condiciones semejantes. Araquistáin  terminaría volviéndose muy partidario de una revolución de estilo bolchevique, para volver finalmente, ya en el exilio, a una posición anglófila.

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En Paul Diel es central la noción del misterio, entendido como el límite a la competencia del espíritu o de la razón humana.  Ese límite es sentido de manera profunda, realmente es un sentimiento aunque se le intelectualice (en vano) con palabras y el intento de explicarlo (“un misterio explicado ni es misterio ni es explicado”). Ese sentimiento provoca el “pavor sagrado”, raíz de la religiosidad y con ello de las culturas.

   Cómo “algo” que rebasa nuestras capacidades puede fundamentar la cultura, es decir, las acciones, ideas y conductas, es algo que requiere explicación. Pero en primer lugar hay que entender la diferencia entre lo que el ser humano puede explicar y que le sirve, mejor o peor, para mantenerse en la vida, y lo que es radicalmente inexplicable para él. La capacidad humana de conocer y entender no parece tener límite, lo que en sí mismo es un misterio: nunca se agota la investigación ni las versiones posibles. Podemos entender hasta cierto punto lo que existe, al menos en sentido práctico para vivir, pero la razón de que exista el mundo, existamos nosotros, nos llegue la muerte, etc., es algo que supera las capacidades con que el misterio nos ha obsequiado.

 

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Una lección magistral

“Eso que lo cuente Crevi, que tiene una labia… ¡Con decirle que le llaman el Cerderón del Ateneo!”. La voz, chillona, sonaba algo infantil

     “¡El Cicerón, Genarín”, corrigió otra voz estridente.

     “Pues eso, el romano aquel… Era romano, ¿no, Crevi? Bueno, de alguna manera era romano, creo”.

     “Si… bien… es una exageración, aplicado a mi modesta persona… pero al grano. Sí, nos proponemos desarrollar el erotismo en la Docta Casa, en un plano intelectual, científico”

     “¡El erotismo! ¡El erotismo científico van a desarrollar en el Ateneo!”, intervino una tercera voz

      “¿Por qué no? ¡El estilo, la escuela estatalo-española de erotismo! Está olvidado, porque en el siglo XVI el bando cristiano viejo acabó de cubrir con un velo de intolerancia a la península, a las otras dos culturas, las verdaderas, porque llamar cultos a los cristianos aquellos… ¡vamos! ¡Si se jactaban de no saber leer ni escribir, ni conocer oficio! Lo he leído en fuentes dignas de crédito… Sí, sí, cualquier historiador algo culto lo sabe de sobra hoy en día. En cambio, ¡piense usted en Granada, construida por los seres humanos para los seres humanos, a la medida humana, a la medida de sus deseos, con la exacta idea de que el trabajo sirve para vivir y no la vida para trabajar…!”

     “¡A que Crevi chamulla dabuten!”

     “Todos nos enamoramos de la Granada de los nazaríes”

     “Todos, colega”

     “Con su sabiduría innata, su sentido de la vida y de la convivencia, del goce de las criaturas! ¡No como el militarismo ascético de los cristianos!”

    “Le escucho admirado. ¡Qué intelectualazo! Claro que lo mío es solo informar, asegurar el derecho a la información de los oyentes, de los ciudadanos, sin tomar partido como periodista, pero…”

   Apagó la radio y se sumió en sus cavilaciones. Abrió mecánicamente, por tercera vez, el cajón superior de su escritorio y hurgó entre los desordenados papeles, y por tercera vez verificó la ausencia de encargos. Su depresión aumentó: “¡Huelebraguetas! ¡Pinchamierdas! –rezongó, mortificándose—Eso es todo. Y encima, sin trabajo, ¡Collons! Tienes lo que mereces!” “No –replicó su otro yo–, tienes una profesión romántica, no hay más que ver tanta novela y tanto cine, y lo ejerces con seny y dignitat. Pasas una mala racha, noi, nada más. Déjate de autocompasión, de masoquismos, o eres hombre al agua ¡Quién sabe! Quizá en este mismo instante alguien está pensando en traerte un caso de alto nivel. Alta corrupción, por ejemplo, en vez de las miserias corrientes. ¿Por qué no? A ver, ¿por qué no?”. El yo deprimido no encontró argumento en contra, pero tampoco dio su brazo a torcer: “Hoy los romanticismos te matan de hambre. Esa es la jodida realidad”.

   Estas batallas internas causaban sopor al detective. Resolvió aniquilar la depresión con argumentos contundentes y cogió una botella que estaba junto a una pata de su escritorio. Whisky DyC. Un detective tiene que beber whisky, claro que… Lo miró con melancolía antes de destapar la botella y sostenerla boca abajo sobre su rostro, inclinado hacia atrás. La agitó un poco y entreabrió los labios para captar el amarillento chorrillo. Era uno de sus orgullos: su pulso y puntería para impedir que se le escapase una gota, incluso levantando bastante el brazo. Cuando lo estiraba totalmente, ya solía fallar.

   La somnolencia se le intensificó unos grados. Devolvió la botella a su lugar y tras una vacilación giró un botón del transistor. Seguían hablando los mismos.

    “…¿Vamos a compararlos con la delicadísima sensibilidad de sus antagonistas? Aquellos pastores que bajaban de Asturias… ¡Vaya cuento aquello de la reconquista, tío!… Pues solo estaban interesados en recuperar los pastos para la trashumancia y, a nivel erótico, vamos, solo llegaban a beneficiarse a las ovejas, je, je. Claro, quedó el país menos erótico, dónde va a parar. Y en guerra civil permanente, porque cuando exterminaron a las otras dos culturas, las verdaderas, pues a aquellos bárbaros solo les quedaba liarse a mamporros unos con otros ,digo yo. Yo y Américo Castro y Goytisolo y tantos más”.

    “¡De lo que se entera uno!  Eso no es lo que nos enseñaron en la escuela, ¡eh?”

    “Ahora, ahora se empieza a enseñar el erotismo y la historia real, afortunadamente… Pues a aquellos tipos de la mal llamada reconquista, hablarles de la realización gratificante de la personalidad autónoma y pluridimensional, y esas cosas, era como echar margaritas a los cerdos… ¿Excepciones? ¡Pues por modo natural que sí! El Arcipreste, Cervantes, la corriente oculta y subterránea de protesta… Y hoy el Estado español, dirigido por un partido ilustrado como nuestro Partido de la Ética Honrada, que combina los valores y esencias europeístas con nuestra originalidad bicultural judeoislámica del Medievo, en un espíritu hedonista a la par que emancipador…”

   “Y pragmático, Crevi, que siempre se te olvida”

    “Y pragmático, Genarín, gracias… ¿Y cuál será la contribución de la Docta casa? Pues recuperar la vanguardia, porque si no, y lo digo así de claro, perderemos el tren, o el autobús. El autobús de la historia, quiero decir, la historia con mayúsculas, y ese es un lujo que no podemos permitirnos. ¡Superar la moral judeocristiana, tan represiva! Arrastramos todos tantos miles de años de frustraciones… ¿Y qué pasa? Pues que salen a la luz los fantasmas, las frustraciones, y nos quedamos vacíos, eso pasa, que no sabemos amar, no nos han enseñado a amar, y creemos que sí sabemos, pero de eso nada. Habría que organizar cursillos…”

     “Un máster, Crevi! ¡Nos pondríamos las botas!”

     “Es una idea… Y piense usted en los años de durísima represión sexual que hemos sufrido. ¡La asignatura pendiente! ¡Hemos llegado tarde al sexo! Y, claro, nos ha dejado taras…”

    “¡Tarados y castrados, Crevi! ¡Os han dejado tarados y castrados! ¡Una generación de gilipollas perdidos!”

     “¡Genarín! ¡Tampoco hay que exagerar.  Y, obviamente, somos nosotros los que tenemos que educar a las jóvenes generaciones”

     “Eso, que no salgan tan idiotas como vosotros…”

–La cultura que se gastan algunos –musitó el detective mientras volvía a echar mano al whisky– ¡Y pensar que yo podría saber tanto y más, si hubiera terminado la carrera…! En fin, a lo hecho, pecho –concluyó con resignación antes de empinar de nuevo el codo.

     “…Aunque ya el ser humano, llegando a la lucidez, se realiza por modo gratificante en… en… pues bueno, ¿qué hay entre lúcido y lúdico más que el cambio de posición de dos consonantes? Porque lucidez y ludicez… ¡Sí, valga el neologismo! ¡Hay que innovar! Y este es el mensaje, pues entre lucidez y ludicez  existe hermanamiento, equiparación, el ser gratificado, realizado y emancipado sabe por modo obvio simultanear lucidez y ludicez y viceversa, porque el lúdico e lúcido y el lúcido es lúdico, y quien no fuera lúcido no sería lúdico, ni a la inversa. Y cabe aseverar, sin temor a yerro, que la excepción, si se diere, pues no sería posible, porque una cosa va con la otra. Sería un equívoco, una falacia. Esto solo es un esquema, por supuesto, que habría que desarrollar analíticamente porque, claro, la lucidez comporta ludicez , eso está claro como el agua, y también la ludicez comporta lucidez…”

   La voz del llamado Crevi sonaba aguda y enardecida, atropellando las palabras.

     “¿Te coscas, tronco, de cómo le da a la mui? ¡Se lo he oído lo menos tropecientas veces y no se trabuca ni una!”

     “¿Qué lección magistral! No sé si todos nuestros oyentes habrán entendido el fondo de la cuestión, pero ¡es una auténtica lección magistral!”.

 

   El taxista separó las manos del volante y giró las palmas hacia arriba en señal de impotencia. “Esto va para rato”, gruñó a media voz. El embotellamiento, en plena Castellana, producía un coro de pitidos a cada paso más destemplados. El pasajero titubeó en ademán de abrir la portezuela. Lo pensó mejor y, con un suspiro, se acomodó de nuevo.

–Conecte la radio, buen conductor, a ver si por esa vía nos amenizamos.

   El taxista volvió la cabeza con curiosidad y obedeció en silencio. Un estridente patachún-chun-chún rockero invadió el vehículo. El pasajero protestó. El taxista movió el dial. Más rock. Y luego más rock. Por fin voces de personas en diálogo. Una tertulia radiofónica o una entrevista.

–Detenga ahí su búsqueda, buen hombre. Y alce el volumen, tenga la bondad.

   El pasajero se arrellanó, distraído. De pronto dio un respingo y se inclinó hacia delante, arrinconando con su cuerpo al conductor. Era muy alto, y su nariz casi chocó con el salpicadero.

       “Bueno, ¿y qué nos cuenta don Genaro, que apenas ha abierto la boca?” decía el locutor.

       “Yenny, llámeme Yenny. Con dos enes, ¿eh? Lo escribo terminando en i griega”

       “También le llamamos Genarín, aunque él prefiere Yenny. Muchos lo pronuncian mal y le dicen Yeni. A él le molesta, es muy purista”,  intervino otro con tono cariñoso.

       “¡Caray…! Bueno, pues don Yeni, ya saben el joven presidente del Ateneo, hoy ante nuestros micrófonos, en compañía del secretario de la ilustre institución, don Matías Crevillente… Y don Yeni, cáguense ustedes… perdón, pásmense, quiero decir pásmense… el lenguaje coloquial, que se nos cuela…”

      “¡Y muy bien colado, amigo mío, hay que recuperar ese lenguaje fresco y popular! No se corte usted”.  

      “Bueno, si una autoridad competente como el secretario del Ateneo lo dice… yo, por mí, encantado. Mi tarea es informar, ya saben, garantizar el derecho a la información de los ciudadanos y todos eso, así que yo… Pues don Yeni es un verdadero chaval. Asómbrense… ¿Qué edad decía usted que tenía, don Yeni?”

      “¡Yen-ny! ¡Yen-ny! ¡Joder, que no hay manera! Pues catorce. Catorce años.

      “No hay que asustarse. Yo, que soy secretario primero, voy por la cincuentena, pero aprecio a la juventud, y Genarín, lo recalco sin adulación representa a la juventud que viene, tan despierta, tan desinhibida y con tan amplios horizontes…”

     “Sí, sí, pero déjame hablar a mí, tío, que me cortas cada dos por tres. Pues el tema, tío, la temática del tema… Bien, reconozco que yo aprendo a toda pastilla. Obviamente, gracias a la tele, también. Ni de coña me pierdo una serie de esas, Falcon Crest, Casandra, Cristal… No me da corte decirlo, no, porque de alguna manera reflejan la realidad, ¿no? La realidad social que… que está ahí, nos guste o no. Que algunos quieren obviarla, obviamente, ahí entran los juicios de valor y todo eso, pero el tema está ahí, tronco… Y la temática. Ah, y los telediarios de teuveuno, y el informe semanal, porque yo piensa, colega, que si no te pones al loro no te coscas de la cultura. Y nadie me va a negar a estas alturas que la cultura mola mazo. Sin cultura, hoy en día, es que ni puedes andar por la calle”

     “Pero su juventud, don Yeni… ¡hay que fastidiarse!…Y yo me pregunto, la gente se preguntará, si con la solera del Ateneo…”

      “¡Y dale! ¡Si son solo los reaccionarios de toda la vida los que se extrañan, hombre! Hoy la juventud ha avanzado muchísimo, tiene que estar en los puestos de mando. Hay que superar aquel oscurantismo…”

      “Gracias Crevi, tío, lo has bordado, de alguna manera. La opresión de los adultos, colega, es que ya está pasadísima. Obviamente el rollo está muy claro y no hay vuelta atrás. El futuro es nuestro. ¡Un futuro guay del Paraguay!”

        “Ya, ya, si por mí, como si se la mach… Perdón otra vez.  Yo solo soy un informador  y a mí me la suda, vamos, pero a los oyentes…”

        “Mire usted, ganamos las elecciones en el Ateneo porque hemos sabido vender imagen. Dijimos: “Rompamos moldes, imprimamos en la Docta Casa la anécdota, no exenta de trascendencia, de tener democráticamente elegido a un auténtico representante de la juventud,  que por modo pragmático y lúdico encamine nuestra veterana y querida institución  por modo decidido, sin temores, hacia un siglo XXI que se nos ofrece…”

   El pasajero del taxi además de alto era corpulento, y se removía y soltaba bufidos que molestaban mucho al taxista, ya que el aliento y las salivillas le daban a veces en el cogote. “¡Caterva de malandrines!”, rugía de vez en cuando, rebosante de indignación.

–Si no le gusta lo cambio, hombre. Pero haga el favor de echarse para atrás, que me tiene aquí acorralado.

–Déjelo, déjelo ahí! ¡Ah, felones! –y siguió semivolcado  sobre el respaldo del conductor, sin hacer caso de sus quejas. El conductor se doblaba sobre el volante y la ventanilla para esquivar en lo posible el corpachón y las emanaciones del otro.

   Un coche cercano, a la derecha, hizo sonar el claxon. El hombre corpulento se volvió con furia y subió el cristal de aquel lado. El taxista suspiró.

      “¡Que me dejes hablar, so gilipollas, que me pregunta a mí, no a ti”. Era manifiestamente Genarín.

     “ Pero Yenny, yo solo quería…”

    “¿Pero te vas a callar, cantamañanas? Mira, a este ni puto caso, colega”.

    “Tenga en cuenta, don Yeni, que los dos han sido invitados al programa, así que… Y yo me pregunto, los oyentes se preguntarán, por el rostro humano de nuestros invitados. Por ejemplo, ¿usted qué hace, aparte de presidir el Ateneo?

     “A mí, tronco, lo que me mola es el arte. A Crevi… Crevi no es mal fulano, solo que no para de interrumpir, debe creerse el no va más… A él le va la ciencia y la filosofía, ya lo has oído. Yo pinto. Cosa chachi, eh, me lo paso dabuten, me realizo. No es que sea un Picasso, eh, al menos por ahora. Lo mío es a nivel de calle, a nivel de metro, de alguna manera. En las paredes, ¿no? Grafiti y tal, obviamente.

     “Uno de sus encantos es la modestia. ¿No ha visto por ahí unos grafitos que ponen “Shitting Bull”?

       “¡Ya ves, otra metiendo el cazo este sopla…! ¡Es que no me deja hablar, el gachó!”

       “¿Shitting Bull”?

       “Bueno, en inglés se pronuncia un poco como… ¿No, Crevi? Y a las eses les añaden muchas veces una hache para darle más… Pues Toro Sentado, obviamente, porque el indigenismo y el inglés me flipan, tronco, estoy estudiando inglés a marchas forzadas, es el futuro. Y yo me posiciono con el ala izquierda del partido y no me va lo del Quinto Centenario. Es una reivindicación colega. ¿Vas a reivindicar la masacre, el genocidio y tal, tío? Eso no mola tío, no es chachi, qué quieres que te diga”.

      “Muy amable, Genarín, por lo de la filosofía y la ciencia, pero también, sin pretender pasar por un… Bueno, también dedico ocios a la poesía”.

     “¡Toma ya! Usted es que es un polifacético de cuidado, ¿eh?”

     “Y mire qué casualidad, ji, ji, hoy mismo he estado componiendo una nana… Hasta se la puedo cantar, si quiere. Sin inhibiciones, yo no soy partidario de las inhibiciones. Ya sé que no soy Plácido Domingo, pero con un poco de buena voluntad los oyentes me soportarán, creo”

      “¡Pues adelante, don Matías Crevillente! ¡Nada de inhibiciones! ¡Por mí, como si se la….! Vamos que yo soy solo un informador.

   Sonó un carraspeo, y tras un corto silencio, unas vociferaciones chirriantes y destempladas inundaron el éter.  

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Pesadilla en el Ateneo

Solo una de las grandes lámparas de la galería, la inmediata a Obdulio, mantenía encendidas una cuanta bombillas y difundía una luz mortecina, multiplicadora de sombras. La Docta Casa había concluido su jornada y no quedaba en ella un alma, salvo la de Obdulio Pi, contratado recientemente como sereno de la institución. En la soledad de la caverna el alma del sereno sufría, atenazada  por una oscura aprensión, y procuraba impedir que su vista se desviase hacia los sombríos óleos que tenía a su izquierda. Para darse ánimos, Obdulio rememoró la primera noche, cuando se había reído en compañía del ordenanza que le explicaba sus tareas y le enseñaba el edificio.

–Sonidos rarísimos, tío, eso dicen, sobre todo allá al fondo, en los pisos de arriba, donde vivió Valle Inclán… ¿Te suena? Un escritor algo zumbado, según los entendidos.  Le pegaba a las drogas y a la magia. Magia negra y todo eso, ya sabes… Yo, como me lo han contado. Y había otros iguales, sobre todo uno que se llamaba… bueno, está en la galería de retratos… Ah, sí, Roso de Luna. Ya con ese nombre… Solo con ver el retrato te das cuenta de lo pirado que debía de estar. Aquí se hace uno culto, río, sin coña. Te enteras de miles de historias. Entre el Valle y ese, bueno, pues se llevaban a matar,  por lo visto, cosa de artistas.

–Yo pensaba que la gente culta era como muy educada

–¡No, hombre, qué cosas dices! –había replicado el ordenanza con tono enfático—Aquí todo el mundo se ha llevado siempre a hostias. Dicen que por las vibraciones, ¿entiendes? Malas vibraciones. Hace años anduvieron escarbando por ahí y desenterraron un cadáver.

–¿Un asesinato?

–Cualquiera sabe, tío. Un esqueleto o una momia, no sé muy bien. Nunca se supo de quién era.  Aquí es que viene mucho chiflado. Los hay que le dan a las misas negras.

–¿Negras?

–Negras

–¿Y qué coño es eso?

–Cosa bastante jodida, tío, desde luego. Magia negra y todo eso. Satánicos, ¿entiendes?

–¡Toma ya!

–Chorradas, hombre. El folklore de la casa.

–Ya, claro. Esas cosas me las paso por el forro de… Pero a mí me sonaba que esto del Ateneo era como muy serio, ¿no?  Catedráticos, jueces, gente de esa.

–De eso y de todo. Hay de todo. Pero yo creo que ya no son como los de otros tiempos, ¿entiendes? ¡Con decirte que los barandas, vamos, los directivos, escriben con faltas, tío, que ni se les entiende a veces! Pero bueno, aquí, nosotros a lo nuestro. Yo llevo en la casa cinco años y todo normal. Vamos, ningún percance serio, ni de día ni de noche. Oye, y si te traes una gachí, pues tampoco se tiene por qué enterar nadie, tú ya me entiendes. Solo andar con ojo, ¿vale?

   Por el momento Obdulio no tenía ninguna amiga con que distraer sus noches de ateneo. A su mujer no la llamaría amiga en ningún sentido posible.

   Después habían ido a empinar el codo al Boni, un bar cercano, y se habían divertido a costa de las anécdotas extravagantes de los ateneístas.

   Pero ahora, pocas noches más tarde, Obdulio no tenía ganas de reír. La primera noche la había pasado con la natural inquietud, pero bien; la segunda casi se había acostumbrado, y las siguientes  también sin novedad. Pero ahora sentía una vaga angustia sin saber por qué, como si un instinto secreto le advirtiera de presencias malignas agazapadas en las sombras.

    Se había detenido al pie de la escalera, pese a que no deseaba permanecer allí.

  Un impulso le obligó a girar la cabeza hacia la izquierda y vio, bajo la luz macilenta, las tres filas de retratos, representaciones de hombres desaparecidos muchos años atrás, como atestiguaban sus barbas, vigores y atuendo. Se volvió para divisar la galería completa, sumida en la oscuridad en su extremo opuesto, y tuvo la inquietante impresión de que aquellas decenas de rostros inmóviles le contemplaban a su vez…. le contemplaban con ojos severos, como acusándole,  ¿o advirtiéndole? Por algún suceso enigmático. Un escalofrío le recorrió la espalda. Con un esfuerzo de voluntad se rehízo y soltó, gritó casi, un “¡bah!” despectivo. Puso un pie en el primer escalón, pero alguna fuerza le hizo volverse de nuevo a los retratos. Y de nuevo percibió, con mayor intensidad aún, que las imágenes adquirían vida. Una vida apagada, paralizada, tétrica. Los ojos de Obdulio fueron atraídos especialmente por los de un rostro cercano, redondo y rubicundo, con expresión de iluminado, que le observaban con singular concentración. Lo recordó al instante: Roso de Luna, el nigromante supuesto rival del Valle-Inclán al que días antes se había referido el bedel.

   Los ojos azules y como perdidos de Roso parecían querer salirse de las órbitas. De pronto, Obdulio se dio cuenta de que, efectivamente, abandonaban el retrato e iniciaban una lentísima navegación por el espacio en dirección a él.

   Quedó el sereno como hipnotizado. Con terror creciente percibió que los demás rostros se despegaban de la pared, observándole con enloquecedora atención, intensa e inexpresiva a la vez. Obdulio diríase una estatua, con los nervios, los músculos y hasta el corazón rígidos.

   ¿Cuánto tiempo transcurrió mientras las filas de caras le cercaban con orden y premiosidad espeluznantes?

   De súbito el sonido ligero, pero inequívoco, de la oscilación de una puerta batiente, llegó a los oídos de Obdulio. El sobresalto que le produjo tuvo un efecto salvador. Los rostros volvieron de golpe a su lugar, los ojos del esoterista retornaron a sus cuencas.

   El ruido pareció originarse en el sombrío fondo de la galería, donde una puerta de batiente daba acceso  daba acceso al salón de actos, a la trasera del escenario.

   El sereno recobró el control de sus músculos, si bien no tanto de sus nervios. Con un tembloroso y prolongado “¡A-a-aaa-y-y!” brincó hasta el rellano que comunicaba con las oficinas, abrió la puerta de un empellón y la cerró de golpe tras sí . Se encontró a oscuras y su pavor no tuvo límites. Presionando con la espalda contra la hoja, se movió frenéticamente, como una lagartija panza arriba, manoteando en busca de la llave de la luz. Tras unos instantes de terror consiguió dar con ella y la estancia se iluminó. Aún apoyado  contra la puerta, se pasó el dorso de la mano por la frente, retirándolo húmedo.

   Consultó el reloj: “¡Las dos y media! ¿Será posible? ¿Me he tirado más de una hora al pie de la escalera?”. Temblaba violentamente. En aquel antro ocurría algo anormal. ¿En el antro o  en su cabeza? En un arranque cerró con llave y, más seguro, cruzó el mostrador de la oficina y se acomodó en una silla. “Vamos a ver, vamos a ver, vamos a ver –repitió para sí maquinalmente– ¡Vamos a ver! Me he quedado como un tonto-l-culo fijándome en un cuadro. ¿No es de idiotas? ¡Si un cuadro es solo un cuadro, tío! Se lo cuento a cualquiera y se mea de risa. Es la sugestión esa, la sugestión  y nada más. Me pasa por acordarme del cadáver y de los satanes negros y esas gilipolleces que no meten miedo ni a los niños. Pero hay que ver cómo un día te partes de risa y otro te quedas gili… Hay que ver… Pero ¿y el ruido? Una puerta no se mueve sola. Por ahí tiene que andar alguien. Un chorizo, seguro. ¿Y si llamara a la pasma? ¡Eso es! Que venga la pasma y pesque al cabrón. ¡El susto que me ha dado, madre mía! Ja, pues ahora va listo”.

   Con nervioso contento se fue al teléfono. Ya lo había descolgado cuando lo pensó mejor. “¿Y si vienen y todo han sido figuraciones? Porque empiezas así y ya no sabes lo que oyes ni lo que ves… Anda que si me toman por borracho o por miedoso y  me largan a la calle…” La idea de perder el empleo o, más bien quizá, la de tener que explicárselo a su mujer  después de tanto tiempo de estar en el paro, volvió a destemplar a Obdulio. Respiró hondo. No, nada de correr riesgos. Además, si antes bebía un pelín demasiado, ya había empezado a regenerarse. Aquel día, sin ir más lejos, no había bebido una caña ni un vino desde la cena, o la comida, o cuando fuese, con aquel horario tan cambiado. No, seguro, estaba sereno como correspondía a su nuevo oficio, pero… “De todas formas debes beber menos”, le aconsejó su conciencia, sin gran empeño. Y, ya casi tranquilo, determinó: “Y ahora voy a cerciorarme de si hay o no hay caco”.

   Buscó un objeto que le sirviera de arma. En un cajón encontró una regla larga, negra, de madera, y una grapadora. Agarró ambas con energía, abrió la puerta y salió al rellano. Le confortó notar que los retratos cumplían su obligación de estarse quietos. Bajó los escalones y se asomó a la barandilla para atisbar mejor hacia el fondo de la galería.

–¡Eh! ¿Hay alguien ahí?

   Un denso silencio le respondió

–Por si te interesa saberlo tío, acabo de avisar a la policía. Te conviene salir ahora.

   Sus gritos resonaban bajo los altos techos. Pensó que debía aclarar al ladrón por qué era mejor para él salir antes de que llegara la policía.

–Si sales antes de que vengan los maderos te prometo que te dejo ir. ¡Venga, colega! ¡Que yo también sé lo que es pasar necesidad! Porque seguro que mangas por necesidad y no por vicio, ¿eh tronco? Yo soy comprensivo. Sé lo que es la vida, ¡hazme caso!

    Silencio todavía.

   Obdulio, incómodo  por la inclinación de su cuerpo sobre la barandilla, se enderezó. Con sus gritos y retórica iba ganando aplomo. Avanzó cuatro prudentes  pasos desde la escalera.

–Te prometo, tío, que dejo que te pires. Yo sé lo que es eso, la sociedad, que siempre te está jodiendo. Si yo también… Pero, joder, no tienes derecho a comprometerme a mí ahora… ¡Venga, tío! ¡Que no soy un hijoputa y me dolería que te trincasen! ¿Sales o qué? ¡Con confianza, coño!

   Si alguien escuchaba, no confió en Obdulio.

 “Bueno, si hay alguien, que siga. Si mangan algo, ya se darán cuenta mañana los empleados y me lo dirán. Yo, con decir que no vi nada… A mí no me pueden acusar porque no me llevo nada, ¿no?, así que ¡a paseo! No viene aquí uno a arriesgar el pellejo por la miseria que pagan. ¡Claro que no, hombre! ¡Que no! ¡Que los héroes ya están muy pasado de moda, te lo digo yo! ¡Que quieren héroes? Muy bien, me parece cojonudo, ¡¡Pues que los paguen!! Y si pierdo el curro, que lo pierda, y si la Genara se pone borde, que se ponga… Que igual es lo que me conviene, hombre, que si me despiden hasta me salvan la vida, porque aquí es que te da un infarto, pero que te da, ¿eh? No sé cómo antes no me lo dio… Pero, claro, eso a la parienta le trae al fresco, ella solo piensa en la pasta y si reviento, pues nada, le importa un huevo, ¡hasta se alegraría, cobraría la pensión y tan contenta! Pero lo que es yo, yo sí me voy a cuidar el pellejo, faltaría más, ¡nos ha jodido mayo!

   Miró de refilón los retratos y, sin aguardar posibles sugestiones, retrocedió deprisa a la oficina. Cerró nuevamente con llave y siguió sus meditaciones.

   “Yo me meto en el despacho más alejado y ¡a dormir! Sí, hombre,  sí, a dormir. ¡Lo que yo te diga!  ¿Qué se habrán creído estos explotadores? Para la porquería que pagan, bastante hago con venirme desde Vallecas… ¡Lo que tiene que hacer un ser humano por cuatro perras! ¡Arriesgando la vida! ¡Quemándote la salud! ¿Y quién te lo reconoce? ¡Te mean encima! ¿Es vida esto? ¿Es la ética honrada que nos prometían los políticos? ¿El socialismo? Porque ¡anda que no rajaban cuando estaban en la oposición! Pero llegan al poder, y lo de siempre, los de abajo pringando, mientras esas sanguijuelas…”

   Con tales reflexiones cruzó las oficinas hasta el último despacho, el del presidente del Ateneo. Ya en él se dirigió maquinalmente a un aparador donde sabía que se guardaban licores. Extrajo una botella de coñá, llenó la copa y la apuró de un trago. Le cortó el aliento, pero se sintió reconfortado, olvidando felizmente su resolución antialcohólica de minutos antes. Se tumbó en un sofá y trató de conciliar el sueño.

   Se adormilaba cuando le vino a la mente la incertidumbre de si había echado la llave a la puerta de las oficinas. “Seguro que sí, hombre, no ibas a ser tan idiota” “¿Seguro?” Por momentos se desasosegaba. Se levantó por fin y entró en la secretaría, que era una salita  entre su ocasional dormitorio y las otras oficinas.

   Fue el cruzar frente a otro despacho anejo a la secretaría cuando creyó advertir un resplandor a través de la puerta entreabierta, como si alguien merodease allí dentro con una linterna. Un vislumbre levísimo, pero suficiente para que su corazón volviera a batir como un tambor y su frente a regarle cejas y mejillas. ¡El enemigo se había colado hasta su último refugio! De repente comprendió que el enemigo podía ser múltiple. Curiosamente, solo había pensado en un posible chorizo –había rechazado, con semiconsciente resistencia, la idea de asesinos o satánicos—y la repentina hipótesis de que quizá eran varios le erizó los cabellos.

   A aquellas alturas, Obdulio Pi, flamante sereno del Ateneo de Madrid, podía haberse desmayado, quién sabe si hasta fenecido. Se dan casos, pero ¿quizá por efecto del coñá?, no sucedió tal. Superado el primer choque, el alma y el organismo del sereno temblaron con un espasmo de autocompasión. ¡Cómo le estaban tratando! A él, que solo deseaba conservar un honrado empleo con que sostener dignamente a su familia. ¿Había derecho? Y la conmoción dio lugar, como un terremoto submarino a una ola gigante, a un estallido de furia salvaje. Sobre una mesa de secretaría vio unas tijeras de grandes dimensiones. La empuñó y con el mismo impulso saltó como un jabato –aún no llegaba a los cuarenta—hacia el despacho del supuesto resplandor. El empujón que dio a la puerta hizo que esta rebotara y que la punta de la tijera se clavase en la madera. Rugiendo “¡Hijos de perra, os vais a enterar, hijos de perra!”, Obdulio forcejeó en la oscuridad para liberar su arma, logrado lo cual tanteó la pared buscando el interruptor, sin dejar de rugir y de lanzar al vacío feroces golpes de tijera.

   Dada la luz, comprobó que en la estancia no había nadie. En una esquina se abría un ventanuco a un muy angosto patio, respiradero más bien. Sacó la cabeza por el ventanuco y solo encontró una completa oscuridad. Se retiró, hombros y brazos caídos. Un inmenso cansancio le hacía flojear las piernas. Gimiendo, con las mejillas bañadas en sudor y lágrimas, desanduvo el camino al sofá y no se molestó ya en averiguar si había echado la llave o no.

   Se durmió apenas echado

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¿Cómo es el partido que quiere ultrajar los restos de Franco?

Saliendo al paso

*No entiendo (o tal vez sí) cómo los católicos no están presionando enérgicamente a los obispos y al papa para impedir el ultraje a los restos del hombre que salvó a la Iglesia del exterminio en España. Su pasividad implica colaboración con los canallas.

*La contienda entre el Casado y la Soraya solo podría haberse seguido en clave de humor. Que los medios la hayan seguido tan serios demuestran que la inmensa mayoría de los periodistas y opinadores son asnos solemnes.

*Me asombra (¿o no debería?) que los que se declaran monárquicos no estén movilizándose contra el ultraje a la tumba de quien volvió a traer la monarquía a España.

*Lo que hoy se hace en la universidad sobre historia es en un 90% pura bazofia, y cada año desciende el nivel.

* La izquierda sabe muy bien la importancia histórica y política de gestos como la profanación de la tumba del hombre que la derrotó. La derecha es tan cobarde y roma que hace como que no se da cuenta y se sale con bobadas.

*Los insultos de Torra a los españoles van dirigidos especialmente a los catalanes,  que son y siempre han sido españoles.

*El ridículo entusiasmo de mucha gente con Casado recuerda el entusiasmo de los mismos bobos con Rajoy

*Dice García de Cortázar que la ETA ha ganado porque “ya no nos mata, pero nos manda”.  Pero nos manda gracias a la complicidad del PSOE y del PP de Rajoy. Esa segunda parte nunca se dice. Parece que en lugar de libertades políticas tuviéramos una tiranía oscura que tapa las bocas y ciega las mentes.

*Nadie odia tanto a los catalanes como los separatistas. ¿Por qué? Porque los catalanes siempre se han sentido españoles y Cataluña siempre fue parte de España. ¿Cómo no odiarles? Les odian más que a los “charnegos”. Igual que los feministas odian sobre todo a la mujer, por la maternidad.

*Calvo Sotelo fue asesinado por los socialistas del “moderado” Prieto, concretamente. Los mismo que organizaron la guerra civil en 1934. Querían provocar a la derecha para alzarse, pensando que la aplastarían con facilidad. Y casi lo logran. No entiendo por qué algunos quieren lavarle la cara achacando el crimen a los comunistas.

*La contienda entre el Casado y la Soraya solo podría haberse seguido en clave de humor. Que los medios la hayan seguido tan serios demuestran que la inmensa mayoría de los periodistas y opinadores son asnos solemnes.

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P.  Pero no puede ud negar que el PSOE ha defendido siempre los intereses de los trabajadores frente a la explotación y los abusos del capital… ¿O va a decir que esas cosas no existieron o no existen?

–Eso requiere también abandonar la palabrería y atender a  los hechos.  Solo con Primo de Rivera adoptó el PSOE una actitud constructiva y beneficiosa para los trabajadores. En la república el resultado de sus huelgas demagógicas y sus violencias fue de un millón de parados, y el paro en aquel tiempo podía ser muy dramático. En los dos años de colaboración ministerial, por ejemplo, el número de los muertos por hambre duplicó ampliamente los de la dictadura de Primo de Rivera y volvió a niveles de cuarenta años antes. Parece que el desempleo masivo es la contribución del PSOE a “los intereses de los trabajadores”. Felipe González dejó un paro de tres millones, y Zapatero de cinco millones. En cambio en el franquismo hubo prácticamente pleno empleo, es más, el pluriempleo estaba muy extendido. Hubo emigración por los mejores salarios entonces en Alemania y otros países, no por falta de trabajo aquí. Sin embargo, según la doctrina de estos malhechores, el franquismo hundía en la miseria a los obreros.

 P. Pero insisto en que, en general, el PSOE luchaba contra los abusos y la explotación, muy reales.

–Quizá deberíamos decir mejor que el PSOE  ha explotado la denuncia de esos abusos para obtener un poder que siempre fue maléfico.  Abusos y explotación, lo mismo que crímenes o corrupción, se dan en todas las sociedades y bajo todos los regímenes. Son manifestaciones de la condición humana. Lo importante es el grado en que se producen. No es lo mismo un abuso bastante generalizado que un abuso ocasional, una ciudad llena de violencia que otra en que es escasa, una corrupción extendida que una corrupción limitada. Pero, precisamente, el PSOE presenta demagógicamente los casos de explotación como generalizados y característicos, dando a entender que tiene el remedio absoluto. Un remedio que suele ser peor que la enfermedad. Esas demagogias atraen por una parte a intelectuales seudoidealistas que se creen llamados a remediar los males de la humanidad, y por otra a los sectores sociales más embrutecidos. No tiene ud más que recordar los crímenes realmente sádicos y viciosos cometidos en la guerra civil por socialistas, anarquistas y otros.  Por los “milicianos sudorosos” y violadores cuyo recuerdo tanto excita sexualmente a alguna escritora progre, no sé si socialista, en cualquier caso próxima. Y  ahora mismo  solo tiene que mirar las redes sociales para ver la brutalidad, el odio gratuito y el lenguaje soez y amenazante que acompaña a las gentes influidas por las propagandas del PSOE, de los separatistas, proetarras, etc. La guerra civil  nació de tales ambientes creados sistemáticamente por las propagandas “en defensa de los trabajadores y contra la explotación”. Y el PSOE no ha aprendido nada de la historia.

P. No obstante, debe reconocer que en el PSOE ha militado gente que sentía una indignación genuina ante los atrasos del país, y que ha contribuido a superarlos. Usted mismo fue en otros tiempos comunista radical

–Vuelvo a remitirle a los hechos. ¿Cuál es el balance de la actuación histórica del PSOE? Políticamente siempre ha ido con los disgregadores de España, con los separatistas y con los terroristas. El mismo PSOE tiene su propio historial terrorista. Provocó la guerra civil y asesinó a mansalva. Otro punto clave ha sido la apertura de la verja de Gibraltar, anulando la victoria diplomática de España en la ONU y convirtiendo la colonia en un emporio corruptor… ¿Todo esto lo ha hecho para servir los intereses de los trabajadores, de los oprimidos? Siempre ha sido un partido antiespañol,  ya lo explicó Julián Marías: tiene un concepto negativo de la historia de España. Y, añado yo,  alucinadamente positivo de sí mismo, siendo un partido intelectual y moralmente deleznable.  Y esto es grave, porque España es la base de la democracia y no al revés. El balance económico no ha sido mejor: paro, abusos, corrupción  y demagogia, al tiempo que impotencia para destruir un sistema económico que, según su doctrina, causa todos los males.

Y con lo de la indignación genuina volvemos al principio: claro que hay gente en el PSOE que se ha tragado todas sus teorías sinceramente, aunque muchos otros son perfectos hipócritas. Porque, en fin, el marxismo es una doctrina muy consistente cuando se aceptan sus premisas básicas: que la historia es la historia de la explotación del hombre por el hombre y de la lucha de clases derivada. Y por eso vamos a empezar por examinar la ideología del PSOE, una ideología que tiene esa capacidad de transformar en auténticos delincuentes a personas en otro sentido corrientes y normales. Lo que pretende ahora en relación con el Valle de los Caídos es un auténtico acto de guerra, propio de una mente criminal.  Y ya que menciona mi caso, le diré que mi evolución se debe a un largo proceso de investigación y reflexión, es decir, a algo que nunca ha hecho el PSOE con su aparente renuncia al marxismo para adoptar otras ideologías intelectualmente ridículas pero con el mismo fin destructivo. Y que por eso cultiva el renacer de los odios del pasado, de un espíritu guerracivilista que nunca le abandonó, salvo cuando las circunstancias le impusieron una moderación aparente.

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