Lo que va a pasar y lo que hay que hacer.

La guerra civil y los problemas de la democracia en España (Nuevo Ensayo)

No hace falta ser un lince para discernir los rasgos principales que sigue hoy la política en España y que pueden concretarse en los siguientes:

–Fomentar los separatismos hasta el límite de la disgregación nacional.

–Fomentar la inmigración masiva (se dice que salvará el estado de bienestar ) y al mismo tiempo un abortismo masivo.

–Fomentar la ideología totalitaria feminista-LGTBI e imponer la no menos totalitaria de “memoria histórica”.

–Disolver progresiva y aceleradamente la soberanía nacional en la burocracia a su vez  LGTBI de Bruselas.

–Satelizar a España cultural y militarmente en la OTAN y en la UE.

   Hay otros muchos rasgos, pero estos son evidentísimos y mantenidos, con matices, por los partidos actualmente en las Cortes, sean los separatistas o los cuatro “nacionales”. Y son tendencias que inevitablemente dividen el país internamente, fomentan odios como los de la república y conducen a la catástrofe.

   Para entender el proceso es preciso remontarse a la guerra civil. El Frente Popular fue una alianza de separatistas y totalitarios, que básicamente tendían a destruir la nación española y la cultura cristiana. Esa alianza cayó derrotada por las fuerzas nacionales, dando lugar al régimen franquista. Al morir Franco se planteó nuevamente el problema, porque los antifranquistas no habían aprendido nada de la historia y querían volver a la situación previa a la guerra civil: basta ver las alianzas que se organizaron entonces en juntas y plataformas “democráticas”. Su objetivo era la “ruptura” con el franquismo. Sin embargo eran fuerzas muy débiles, y la decisión muy mayoritaria fue otra: democracia, pero desde el franquismo, no contra él.

   La debilidad de las fuerzas antifranquistas ha hecho necesario un largo proceso hasta volver a imponer su ruptura, proceso culminado básicamente con Zapatero. A partir de ahí el sistema salido de la Transición simplemente ha ido pudriéndose hasta la situación actual de golpe de estado permanente.

   Los factores principales  en este proceso no han sido, como podría suponerse, las demagogias separatistas, socialistas y similares, sino la colaboración con ellas por parte de la derecha, desde Suárez. Este es un fenómeno nuevo en la historia, que ha desarmado cualquier oposición a las tendencias arriba citadas y otras menores concomitantes.

   Por otra parte, el hecho de que hayan necesitado tantos años de insidias, calumnias, propaganda subvencionada y presiones de todo tipo  para ir imponiéndose, demuestra la solidez de la sociedad creada por el franquismo, y explica el odio feroz que la figura de Franco ha inspirado a todos ellos y que ahora se manifiesta en el plan de profanar y ultrajar sus restos. Franco fue el artífice de una sociedad próspera y reconciliada,  condiciones para una democracia que funcione; y lo fue también de la monarquía, aparte de salvar literalmente de la destrucción a la Iglesia católica. El hecho de que la democracia se haya convertido en una palabra mágica sin verdadero contenido explica que la reacción democrática a tales planes sea (aún) débil. Y el hecho de que ni la monarquía ni la Iglesia estén moviendo un dedo contra el bestial y delictivo plan del gobierno, indica precisamente esa anomalía histórica que nos lleva muy previsiblemente al desastre. 

     Como decía, el factor principal en estas deriva no ha sido el antifranquismo rupturista, sino una derecha que ha colaborado con él hasta hacerse igualmente antifranquista, y ha bloqueado cualquier alternativa.  Lo que debe planteársenos es, como decía Julián Marías, “no lo que va a pasar, sino lo que podemos hacer”. Y para hacer algo hay que partir de un análisis claro. Porque la situación es muy difícil y exigirá grandes esfuerzos. De momento parece surgir una salida en Vox, pero el tiempo apremia.

Los mitos del franquismo (Historia) de [Moa, Pío]
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P. Dice ud que admiraba a Inglaterra, mientras que ahora parece detestarla. De todas maneras no aparece en Adiós a un tiempo una cosa ni otra

–Su cultura de élite  me parecía y me parece admirable, también parte de la popular. Bueno, da igual si me parece o no: lo es, objetivamente. Pero también la veo como una cultura ajena y peligrosa para la nuestra, pues en cierto modo la está fagocitando. Este es un problema porque, según juzgo por lo que veo, la cultura española actual es muy poco interesante, como una versión algo cutre de la anglosajona junto con cierto costumbrismo de chascarrillo o de un antifranquismo impostado, muy poco estimulante.

P.  También ha dicho que en su formación tuvo poco que ver la literatura española

–Estamos hablando de la época hasta los quince o dieciséis años. En el colegio estudiábamos la literatura española, creo que mejor que ahora pero de todas formas no muy bien, y no animaba mucho a profundizar. Leí buena parte del Quijote, novelas picarescas, que me interesaban, pero luego la más moderna, no. Galdós se me hacía algo pesado, y ese costumbrismo y falta de problema moral y de épica o de aventura… Hace poco discutía con una persona sobre la diferencia entre la literatura rusa y la española de finales del XIX y principios del XX. La rusa aborda problemas que rebasan con mucho la sociedad rusa de la época, tienen alcance universal, como pasa con el Quijote. No me extraña que muchos consideren a Tolstoi y Dostoyevski las cumbres de la novela universal, hay un ensayo de George Steiner sobre los dos, de bastante interés. La otra persona y yo coincidíamos en que la novela española tiene más bien un interés local, como pasa por ejemplo, con la griega actual. Evidentemente hay una buena literatura española en el siglo XX, cada vez menos en mi opinión, baste recordar a Baroja, varias generaciones de poetas, a Cela, Gironella  y otros cuantos. Aún así dan la impresión, comparada con la rusa, de cierto provincianismo  y para mi gusto, algo de pesadez.

P.  Pero hablábamos de la inglesa

–Bien, comparada con la rusa resulta más ligera o más trivial, pero no me deja esa sensación de pesadez de gran parte de la española, que yo creo que va ligada a la decadencia general. La originalidad y potencia de la literatura española se encuentra en los siglos XVI y XVII. Después ha seguido los cauces marcados por la francesa o la inglesa. No lo ha hecho mal, pero su originalidad dentro de las modas internacionales del momento  venía de su costumbrismo un tanto provinciano… Claro, esto no tiene mucho que ver con mis recuerdos de Adiós a un tiempo, que probablemente no tienen mucho valor literario, pero sí bastante originalidad. No conozco intentos parecidos en la literatura española actual, lo mismo que en mi Viaje por la Vía de la Plata, que es también un intento literario, o mi novela Sonaron gritos…. que me parece que no encuentra precedentes en la literatura hispana.En fin, como autor me pasa algo común: a ratos me parecen obras muy buenas y otras veces muy malas. Qué más da…

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Adiós a un tiempo: Recuerdos sueltos, relatos de viajes y poemas de [Moa, Pío]

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PSOE (XII) 1917 (c): La Restauración se derrota a sí misma/ Adiós a un tiempo

Una hora con la Historia: El Cid, ¿héroe o mercenario? https://www.youtube.com/watch?v=v465-dv-HTI

 

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De la intentona revolucionaria de 1917 salieron conmocionados y divididos los enemigos de la Restauración. Cambó y Lerroux, que se habían creído al borde de la victoria, volvieron rápidamente a una política de orden, hasta el punto de que Cambó sería ministro de Fomento al año siguiente. El hecho de que los republicanos, con más votos y seguidores que los socialistas, apenas se movieran en la huelga revolucionaria, causó una gran decepción en el PSOE, cuyos militantes se consideraron vendidos, y parte de los dirigentes resolvió no mover  más un dedo por una alternativa y unos políticos al fin y al cabo burgueses,  tan explotadores como los demás. El PSOE había creído utilizar a aquellos burgueses,  empujándolos a que tomaran el poder para condicionarlos desde fuera, y se encontraban con que los utilizados habían sido ellos: “seducidos y abandonados”, podría decirse. Prieto era el principal animador de la colaboración que había permitido al PSOE acceder a las Cortes, pero Besteiro, Largo Caballero y otros adoptaron  una desconfianza rayana en hostilidad a los republicanos.

   Sin embargo, su derrota fue todo menos decisiva. Los jefes socialistas podían haber sido condenados incluso a muerte. Lo fueron a cadena perpetua cuatro de ellos, Besteiro, Largo, Saborit y Anguiano, pero tras unos meses y el habitual indulto estaban de nuevo libres, y varios de ellos en las Cortes. Había obrado el milagro una intensa campaña de agitación en la calle, auspiciada por una Alianza de Izquierdas, que  los presentaba como héroes del progreso y la libertad, injustamente reprimidos. En las elecciones de febrero de 1918 , apenas siete meses después de los sucesos, salieron diputados los cuatro, además de Pablo Iglesias y Prieto que ya lo eran. Apenas les aplicaron la amnistía, en mayo, ya exigían cuentas en las Cortes, con inaudita, por la represión del movimiento revolucionario. Un indignado Dato les replicaba: “Los autores de un movimiento revolucionario que tenía por fin derribar al régimen, los que se lanzaron o lanzaron a los demás por caminos de perturbación, considerando que la amnistía no es el perdón sino una apoteosis del delincuente, vienen aquí a acusar a aquellos gobernantes que en los días negros y amarguísimo del mes de agosto, tuvieron que defender el orden social. Vosotros, deteniendo proyectos de ley que a esas clases trabajadoras  se refieren habéis pasado sesiones y sesiones hablando ¿de qué? ¿De aquello que puede unirnos para una colaboración común tan indispensable en los momentos por que la Nación está atravesando? No; para sembrar aquí rencores, para establecer antagonismos, para continuar aquí la obra revolucionaria de que estáis encargados”.

   En la derrota del movimiento revolucionario había sido decisiva la hábil táctica de Dato, que había neutralizado con flexibilidad a los militares, disuelto y dejado en ridículo la Asamblea de Diputados y reprimido con firmeza y escasa dureza el movimiento revolucionario. Sin embargo, pese a tan excepcional servicio, más apreciable entre unos gobernantes y políticos  cuya más destacada cualidad era la maniobra intrigante y una mediocridad extrema, el régimen se infligió una derrota a sí mismo echando a Dato del poder en noviembre del 17, apenas tres meses después del levantamiento. Cambó se atribuye el dudoso mérito por haberle creado un ambiente hostil hasta hacer que “el rey Alfonso XIII lo expulsara del poder”. A ello contribuyó una fuerte campaña de agitación callejera de las izquierdas.  Según Romanones, el rey  lo relevó por presión de las juntas militares, cuyo ejemplo de insubordinación se extendió a otros organismos del estado, amenazado así de colapso.

   Cabe hacer aquí varias observaciones generales: a) Se trató de un movimiento que buscaba la destrucción del régimen con el muy probable fin de meter a España en la guerra europea como satélite de Francia e Inglaterra; b) El ataque fue derrotado gracias a la decisión y destreza de Dato; c) El éxito de Dato fue convertido por el propio régimen en derrota al ceder a las presiones de sus enemigos; d) El régimen demostró así que se encontraba en la agonía por falta políticos de calidad, de ideas y de respaldo intelectual; e) A su vez, el fracaso revolucionario de sus enemigos demostró su debilidad, pero también su capacidad de hacer la vida muy difícil a cualquier gobierno, aprovechando las debilidades de este; f) Este mismo esquema o patrón de desarrollo político iba a aplicarse posteriormente hasta conducir a la guerra civil, implícita en las mismas concepciones marxistas del PSOE.

   Hay en todo ello un aspecto ideológico-psicológico, según el cual diversas fuerzas, y particularmente el PSOE, se atribuían el derecho de aniquilar violentamente al régimen liberal, y negaban a este todo derecho a defenderse, considerando tal defensa una especie de acto criminal. 

La guerra civil y los problemas de la democracia en España (Nuevo Ensayo)

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El título Adiós a un tiempo tiene una sugerencia un poco lúgubre, como si ud diera su vida por concluida.

No, no es así, nadie sabe cuándo le va a tocar. Es porque, aparte de la edad, tengo la impresión de que se han acabado muchas cosas no solo para mí. Tengo 70 años, de los cuales veintiocho en el franquismo, es decir,  la infancia y juventud, y el resto en el actual régimen, que ha evolucionado muy mal, de modo que actualmente vacilo en llamarlo democracia, aunque mantenga algunos rasgos democráticos. Esos años dan una perspectiva que no tienen las personas criadas en el régimen actual. Es decir, la dan si uno se molesta en analizar la experiencia, de otro modo, no.

Pero su libro no es de análisis

   Por supuesto, es otra cosa. Acaso un acercamiento a la época a través de sucesos personales. Cada persona tiene una biografía particular y única, y al mismo tiempo parecida a la de tantos otros,  muy condicionada por las circunstancias históricas y sociales del entorno. Por eso puede ser interesante lo que cuente de sí mismo y de la época y ambiente que le correspondió. Mucha gente que no vivió el franquismo lo entiende como un período lóbrego y tenebroso, imagen perfectamente ajena a la realidad. Es una visión fabricada por la propaganda contraria, que fue esencialmente comunista. De modo que mucha gente mira esa época con las lentes de la propaganda comunista, que para mayor falsedad  se disfraza de demócrata. Pero lo curioso es cómo gente que sí vivió aquello ha terminado “recordando” cosas inexistentes. Por ejemplo, la cantidad de tipos que decían haber corrido delante de los grises en la universidad, cuando realmente éramos muy pocos… Pero eso resulta una anécdota cómica al lado de otros “recuerdos”, que ahora subvenciona el gobierno, para más inri.

 Tampoco es un libro político, o la política asoma muy poco en el libro

   Sí, los recuerdos de infancia y juventud no tienen nada que ver con la política. Y los extractos de mis memorias comunistas tampoco son propiamente políticas, más bien exponen los costumbrismos y reacciones personales en la lucha antifranquista, la vida clandestina y demás. Son recuerdos de ambiente, digamos.

Se dice que la vida viene muy condicionada por las lecturas, sobre todo en la adolescencia y juventud.

    Y en la infancia. Desde luego es así, por lo menos para los que han leído mucho por su cuenta. Yo leía bastante literatura italiana, Salgari cuando era niño, después a Papini, Guareschi y otros. Alguna rusa, especialmente Dostoievski. Useña, muy poca, Mark Twain… venezolana de Rómulo Gallegos, argentina de autores que no recuerdo ahora, junto con el Martín Fierro… El Zorba de Kazantzakis… En cambio poca francesa y española, ahora solo me vienen a la memoria Los cipreses creen en Dios, Jardiel Poncela… Uno se pone a hacer memoria y no para. Pero sobre todo inglesa: los “guillermos” de Richmal Crompton, Wodehouse, Maugham, Greene, Stevenson, policíacas de Agatha Christie y de Edgard Wallace, ya no me acuerdo de tantas… A través de ellas llegué a sentir gran admiración por Inglaterra. Se decía lo mucho que leían los ingleses, las tiradas de la prensa, por ejemplo…  Cuando fui allí comprobé que la prensa de gran tirada era pura porquería sensacionalista… Pero bueno… Como puede verse, tiraba sobre todo a obras de aventuras o de humor.  Sin embargo tres me impresionaron especialmente: Crimen y castigo, de Dostoievski, sobre todo la primera parte,  me dio una extraña sensación de haber vivido yo mismo el crimen de Raskólnikof; Inglaterra me hizo así, de Greene, una imagen tan deprimente de frustración e inutilidad; El cero y el infinito, de Koestler me acercó al ideal comunista, como más tarde La noche quedó atrás, de Jan Valtin, pese a ser obras netamente anticomunistas. Hasta los quince años leí mucha novela, después cada vez menos y me he pasado bastantes sin leer ninguna.

¿Eran lecturas frecuentes entre los adolescentes de entonces?

No, no lo eran, la mayoría leía poco, en España siempre ha habido poca afición a leer a cualquier edad. Los estudiantes de colegios institutos  preferían el cine, al que yo iba poco (mis padres decían que ya tendría tiempo cuando fuera mayor), y las charlas nunca giraban sobre temas literarios o de pensamiento: fútbol, chicas, canciones… la música anglosajona fue poniéndose de moda y desplazando a la francesa e italiana… A mí me interesaban poco esas discusiones, porque además se repetían mucho.  Yo leía en la biblioteca municipal, y mi padre traía libros prestados del Mercantil, una sociedad recreativa de Vigo, una verdadera institución de la ciudad, que creo que quebró hace pocos años. ¿Ve usted? Un cambio significativo: adiós a un tiempo.

  Resulta chocante que unas obras anticomunistas le inclinaran al comunismo. ¿Por qué?

 ¿Por qué? Cualquiera sabe. Una paradoja. Lo he pensado a veces. Creo que porque mostraban un ideal sospechosamente falso, pero que empujaba a una vida de acción y de riesgo en contraste con la  anodina vida burguesa de adquirir una profesión, fuera buena o mediocre, estabilizarse, casarse, tener familia y morir de infarto o de cáncer. El propio sacrificio y riesgo de aquella vida me hacían pensar que  el ideal no podía ser tan malo como lo presentaban. Ya dije que empecé a acercarme al comunismo después de una experiencia de fábrica en Inglaterra y otras similares.

¿Pretende usted ponerse como ejemplo a otras personas?

Nunca se me ocurriría, pero uno debe preguntarse a qué viene todo esto. A todo el mundo le encanta contar su vida, o lo que cree que ha sido su vida, aunque solo sea al círculo de amigos o familiares. Hay ahí algo de vanidad pueril, sobre todo porque casi siempre se olvidan los aspectos desagradables y se pinta la vida propia con bellos colores, para impresionar al prójimo, que casi nunca se impresiona porque cree su propia vida más interesante. Claro,  hay quienes se recrean en sus experiencias más humillantes o sórdidas, pero siempre cabe la sospecha de que lo hacen precisamente para llamar la atención como seres excepcionales. En fin, es un impulso casi universal. Yo he procurado limitar esa vanidad en lo que he podido y no mentir a sabiendas, pero también percibo que el “conócete a ti mismo” es imposible. Nunca sabemos bien lo que somos. Basta comparar la imagen que nos hacemos  de nosotros con las que se hacen los demás, y nunca estaremos bien seguros de cuál se acerca más a la realidad. Parece como si lo que hemos vivido tuviera otras claves e incluso otro relato que el que percibimos de nosotros mismos, que sería solo parcial. Siempre me llamó la atención cómo un poco de vino, sin llegar a embriagarse, puede hacer ver los propios actos con una luz distinta, más viva  y brillante que la habitual, que suele ser un tanto pesada. Creo que lo digo en el libro, en relación con el recuerdo de Mick, un excelente amigo inglés que murió alcoholizado. Yo me he emborrachado muy pocas veces, y en todas me dejó tan mal sabor físico y mental que la mera idea me repugna.

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Adiós a un tiempo: Recuerdos sueltos, relatos de viajes y poemas de [Moa, Pío]

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PSOE (XI) 1917 (b): ¿Una revolución para entrar en la guerra europea?

Una hora con la Historia: El Cid, ¿héroe o mercenario? https://www.youtube.com/watch?v=v465-dv-HTI

Si junio de 1917 fue el mes de las Juntas de Defensa, y julio el de la Asamblea de Parlamentarios, en agosto el país crujió con una gran huelga revolucionaria organizada por socialistas, anarquistas y republicanos. Los organizadores contaban con la pasividad benévola de otros sectores y confiaban, por diversos contactos con las juntas, en la adhesión o al menos la neutralidad del socavado ejército. Desde marzo, socialistas y anarquistas promovían huelgas y acumulaban armas. El PSOE coordinaba el movimiento pero, creyendo prematura una revolución proletaria, aceptaba la primacía provisional de una república burguesa,  al modo de la revolución rusa de pocos meses antes, más tarde desbordada por los bolcheviques.

Los jefes socialistas querían aguardar, “nos oponíamos tenazmente a declarar el movimiento sin preparación”, explicará Largo Caballero, dirigente de la UGT, en sus memorias. Pero el ambiente les arrastraba: “Existía gran efervescencia política en España. Se habían constituido las Juntas Militares de Defensa; se anunciaba la asamblea de Diputados en Barcelona para fecha muy próxima; las Agrupaciones socialistas y Sociedades obreras se impacientaban: querían ir al movimiento revolucionario” Anarquistas y republicanos hervían por entrar en acción. Marcelino Domingo, republicano, aseguró a los ferroviarios que la asamblea de diputados sería la señal para la huelga revolucionaria, y los obreros pararon los trenes de Levante. La empresa despidió a varios agitadores y la dirección de UGT, alarmada,  trató de zanjar el prematuro conflicto. Pero un dirigente socialista, Anguiano, y los ferroviarios amenazaron con huelga general si no eran readmitidos los expulsados. “Preguntado Anguiano por qué habían tomado semejante acuerdo, contestó que estaba seguro de que el Gobierno se apresuraría a buscar la solución antes de que expirara el plazo legal. Las ejecutivas opinaban lo contrario, temiendo que el Gobierno aprovechase la circunstancia para infligir una derrota a la clase obrera”.

El temor de las ejecutivas resultó justificado, y Dato volvió a acreditar su hábil firmeza, como ante la asamblea de diputados. Dato era el principal valedor, por otra parte, de reformas sociales desde el gobierno, con las que pensaba integrar a los elementos moderados del obrerismo y frenar a los extremistas, como  había hecho Bismarck en Alemania. Alertado por los indicios externos, o tal vez conocedor por confidencias, de los planes secretos de los revolucionarios, prohibió la readmisión de los despedidos. Se dijo después que había forzado adrede la revuelta, antes de que estuviese bien preparada. Si fue así, habría demostrado buena información y sangre fría ante el evidente riesgo del momento. Los dirigentes revolucionarios presentaron después los hechos como una provocación del gobierno contra una huelga pacífica. En realidad, la  huelga fue planteada con carácter netamente revolucionario, y de haber estallado bien preparada habría resultado mucho más sangrienta y conducido a una guerra civil.

Los ferroviarios lanzaron la huelga general y fueron inútiles los esfuerzos disuasorios de la ejecutiva socialista, que hubo de cargar “con la responsabilidad de un movimiento que ninguno queríamos” en aquel momento. Una comisión revolucionaria improvisada, con Largo, Besteiro, Anguiano y Saborit, declaró la huelga indefinida en pro de unas Cortes constituyentes y un cambio de régimen “para la salvación de la dignidad, del decoro y de la vida nacionales”. Los obreros renuentes debían ser forzados a parar y las ciudades quedar desabastecidas. Por titubeos causados por la impreparación de la lucha, o porque esperaban ayudas militares, las instrucciones decían: “Solo en el caso de que la actitud de la fuerza armada fuese manifiestamente hostil al pueblo, deberán adoptarse las medidas de legítima defensa”.

La huelga empezó el 3 de agosto. Hubo choques sangrientos en Barcelona, Madrid, Asturias, Bilbao y otros lugares, se multiplicaron los sabotajes, y un descasrrilamiento provocado causó numerosos muertos y heridos en Bilbao. Los militares, contra  lo esperado por los rebeldes, se pusieron al lado de la legalidad. Suele afirmarse que la represión fue muy dura, y se destacan frases truculentas de algún general, pero los datos indican otra cosa. Oficialmente hubo 80 muertos y 150 heridos, menos que en la Semana Trágica barcelonesa, y Dato subrayó en el Congreso, sin ser desmentido, que el ejército sufrió  más bajas que los revolucionarios.

No está claro por qué los revueltos militares defendieron entonces el orden, haciendo fracasar la intentona. Quizá porque sus fines, bajo frases regeneracionistas, eran puramente corporativos. Alcalá-Zamora apunta otra causa de mayor interés: “Mi impresión, confirmada por cuanto después he oído a los caudillos socialistas, es que en aquella huelga entró solo como pretexto el problema social. En el fondo de aquellas oscuras aguas hubo un movimiento intervencionista (en la guerra europea). Precisamente por eso no  prevaleció; porque contra sus esperanzas de coincidir con la otra agitación simultánea del ejército, este, que presintió la tendencia, combatió la huelga y ayudó a vencerla a un gobierno al que volvería a mirar con desdeñosa hostilidad tan pronto como pasó aquel peligro”. Muchos, en efecto, creyeron que el objetivo oculto de la revolución era arrastrar a España a la Gran Guerra, deseada por pocos militares y, desde luego, por muy poca gente en general. Pues  la impresión prevaleciente es que en ella no se perdía nada a España, ni gustaba la perspectiva de servir de carne de cañón para intereses ajenos y nunca respetuosos con el propio país.

Para entender el contexto debe recordarse que, aunque el PSOE se proclamaba por las buenas representante de los obreros, la gran  mayoría de ellos no parecía estar de acuerdo, de modo que el “purismo” obrerista del comienzo había ido dando paso a una táctica más híbrida de alianza con los burgueses republicanos. Los cuales, después de la desastrosa experiencia de la I República y estar próximos a desintegrarse, iban recobrándose, sobre todo en Barcelona, de la mano de Lerroux. Esta alianza socialista-burguesa permitiría al PSOE tomar vuelo. Iglesias, Largo Caballero y García Ormaechea eran ya concejales por Madrid desde 1905, y el primero de ellos lograba el primer escaño parlamentario del PSOE en 1910, poco después de la Semana Trágica de Barcelona, en la que había llamado a la huelga general (sin éxito). Entre republicanos y  socialistas alcanzaron en 1914 los  34 escaños  (sobre 408), aunque los socialistas propiamente nunca pasaron de siete. Seguía siendo un partido con pocos miles de afiliados, pero su influencia aumentaba considerablemente porque su sindicato, la UGT,  pasaba de los 100.000 en 1917, lo que ya suponía una fuerza considerable.

En segundo lugar, la necesidad de reunir el máximo de fuerzas con vistas al derrocamiento de la monarquía empujó al PSOE a entablar negociaciones con la anarquista CNT,  con la que, a lo largo de los años, mantendría una rivalidad intensa y a veces sangrienta, ya que también los cenetistas decían representar a los trabajadores y consideraban a los socialistas y su dictadura del proletariado  una variante de la opresión ancestral sobre los pueblos.  Los anarquistas participarían, en efecto, en la intentona revolucionaria, pero con menor protagonismo que el PSOE-UGT.

Por otra parte, la política socialista varió significativamente en los meses previos a la rebelión. Primariamente  se trataba de “una transformación completa de la estructura económica y política del país”, es decir, la toma del poder por “el proletariado”, o sea por el propio PSOE. Creían muy propicia la situación general porque, decía Besteiro. “En el proletariado hay ya una conciencia revolucionaria”. Besteiro era por entonces muy exaltado y se proclamaba “profesional del proletariado revolucionario”, aunque él tenía muy poco de obrero. Sin embargo, en el seno del partido había otras ideas, que se impusieron pronto. Según la doctrina marxista, solo en los países ya muy industrializados,  como Alemania, Francia, Inglaterra o Usa podría aplicarse una revolución socialista, pero en España era precisa una fase en la que  el papel del partido “proletario” consistiría en colaborar con los republicanos, empujarlos a tomar el poder para que  realizaran las reformas conducentes al socialismo en una segunda fase. Con esa  escolástica rompió Lenin (a quien faltaban varios meses para llevar a cabo su revolución): utilizando teorías liberales sobre la internacionalización del capital, que supuestamente impediría nuevas guerras, Lenin afirmó que esa internacionalización creaba una “cadena imperialista” susceptible de romperse por su  eslabón más débil, que resultaría ser Rusia. Pero la idea no se les ocurría a los marxistas del PSOE, los cuales se lanzaron a la gran huelga con idea de entregar el poder a los republicanos radicales.

Finalmente tiene mucho interés el dato de que esa visión revolucionaria coincidiera con los intereses francoingleses, muy deseosos de arrastrar a España a la guerra.  Como vimos, tanto el PSOE como los republicanos eran muy probelicistas, y hay pocas dudas de que todo iba junto y mezclado. La revolución de febrero (o marzo) en Rusia, había tenido vasta repercusión internacional y desde luego había animado e inspirado a los enemigos de la Restauración en España. El zarismo había sido derrocado, y lo mismo debía ocurrir con la monarquía española, pese a ser esta muchísimo más liberal que la rusa (El zar Nicolás II se había mantenido fiel a Francia e Inglaterra por un equivocado sentido del honor, contra los intereses rusos y al final contra los suyos personales: le sería rechazado el asilo en los dos países,  lo que abocaría a su asesinato y el de toda su familia por los  bolcheviques). La revolución rusa no interrumpió la colaboración con los Aliados, cosa que el PSOE vio con gran simpatía. Cuando la revolución comunista cambió drásticamente la política rusa, el PSOE lo vio como una traición o poco menos. Paradójicamente, sería esa colaboración con los Aliados lo que llevaría a la revolución bolchevique.

    La historia habitual de la huelga revolucionaria de 1917 en España pasa casi siempre por alto esta faceta del asunto. Que es posiblemente la más explicativa. 

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los personajes de la republica vistos por ellos mismos (vol. ii)-pio moa-9788474905793

P. Los personajes de la república… es un libro que ud mismo suele mencionar poco o nada. ¿A qué se debe?

–Es el segundo, y en realidad el primer tomo de la trilogía sobre la república y la guerra. El segundo (primero publicado), es Los orígenes de la Guerra Civil. Lo menciono poco porque posteriormente he publicado otros muchos, pero es uno de los que considero mejores. Entre otras cosas porque introduce una metodología nueva en España y posiblemente fuera: se trata de contrastar las memorias y explicaciones de los principales protagonistas entre ellos y con los datos reales conocidos. Es algo extremadamente revelador. El método tiene el mayor interés, a mi juicio, porque el historiador tiende a menudo incluso de modo inconsciente, a suplantar a los verdaderos protagonistas interpretándolos de acuerdo con sus propio prejuicios o intereses ideológicos. Pero una ventaja de la historia desde hace mucho tiempo, es que los protagonistas suelen dejar sus memorias y otros documentos.

P. Pero es bien sabido que los políticos y no solo ellos, mienten mucho en sus memorias.

–Unos más que otros, pero aquí lo importante es ver cómo juzgan los mismos hechos unos y otros, cómo se contradicen entre sí y a menudo a sí mismos. Porque es verdad que casi todas las memorias son justificativas, pero de todos modos, cuando uno escribe sobre sí mismo dice siempre más de lo que él supone, por mucho que trate de ocultar o modificar a posteriori sus puntos de vista. Es un ejercicio por otra parte apasionante. En todos los libros utilizo en mayor o menor medida el método, pero en este es la investigación misma. Lo que permite vislumbrar algo que en los libros corrientes de historia apenas aparece o no aparece en absoluto: el personaje detrás de sus hechos, y sus juicios a posteriori comparados con los que podía haber hecho y hacía (la prensa es esencial en esto) en el momento mismo de la acción….

 

 

 

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PSOE (X) Las intentonas revolucionarias de 1917 (a)

  La I Guerra Mundial tuvo un efecto muy beneficioso sobre el conjunto de la economía española, que creció con rapidez gracias a las exportaciones a los Aliados. Pero generó al mismo tiempo una considerable inflación, que aprovecharon las fuerzas contrarias al régimen para agitar con huelgas, protestas y atentados. Para rebajar la tensión, en 1916 el ministro de Hacienda, Santiago Alba, propuso una reforma fiscal  que gravaría las ganancias  extraordinarias de las empresas,  para financiar un ambicioso plan de enseñanza y de infraestructuras. El proyecto fue saboteado directamente por el semiseparatista catalán Francisco Cambó, que recorrió los principales centros del país para movilizar al empresariado contra la reforma, cosa que consiguió. El plan de Alba se frustró y al año siguiente la situación se hizo explosiva. En cierta curiosa simultaneidad con Rusia, aquel 1917  presenció una ofensiva general de las fuerzas antirrégimen  con el objetivo de derrocar a este.

   Ese año se produjeron tres procesos revolucionarios, uno militar, otro promovido por el partido de Cambó, la Lliga Regionalista, y un tercero obrerista-republicano. La debilidad del régimen se manifestó en el hecho que ante tal crisis se sucedieran nada menos que cuatro gobiernos, sin posibilidad de aplicar una política coherente.

   La desestabilización empezó  con las Juntas Militares de Defensa, especie de sindicato castrense que, exigiendo la supresión de favoritismos en la provisión de cargos y una subida de sueldos, mermados por la inflación, terminó en subversión abierta  cuando el gobierno quiso imponer disciplina. En su rebeldía usaron  la retórica regeneracionista, acusando a los políticos, no sin cierta razón, de anquilosamiento, caciquismo y corrupción, y exigieron unas Cortes constituyentes. Como en otra ocasión anterior (Ley de Jurisdicciones), el régimen flaqueó. Las injerencias del rey en el ámbito militar y la camarilla de que se había rodeado, unidas a la constante rotación de los partidos en el poder,  habían frenado una tarea de tanto alcance como la remodelación del ejército después del 98. Tarea en apariencia aplazable al haber renunciado España a intervenciones exteriores, salvo la menor de Marruecos. Además, los actos revolucionarios y la hostilidad de los aspirantes a enterradores de la Restauración, obligaban a los partidos turnantes a extremar su tacto con los militares. Así, las juntas y sus arrogancias hubieron de ser toleradas, y con ellas hubo de pechar Dato, que sucedió al inepto García Prieto en junio de 1917.

    Esta claudicación  desacreditó al régimen y exaltó a sus enemigos. Quienes, como Lerroux, Cambó o Melquíades Álvarez, habían ingresado en el sistema, salieron de él creyéndolo agonizante. Las izquierdas apoyaron a las juntas, en las que vieron, con razón, un factor revolucionario y una probabe ayuda para el golpe violento que preparaban. Alentados por la revolución de febrero en Rusia, los socialistas llamaban a las izquierdas a cerrar filas, y el 17 de junio publicaba El País un manifiesto de ruptura, firmado por Pablo Iglesias, Lerroux, Álvarez y otros. Ocurría, casualmente, que todos ellos deseaban introducir a España en la guerra europea al lado de Francia e Inglaterra. El republicano catalán Marcelino Domingo amenazaba: “Los reyes, ha dicho Voltaire, han de tener  el instinto de poner fin oficial a su reinado para evitar al país el trance doloroso de liquidar al mismo tiempo el reinado y el rey”. El día 21, el anarcosindicalista Solidaridad Obrera, concluía: “En este país del caciquismo, de la violencia, es a la fuerza a la que debemos encomendar nuestro pleito”. Las huelgas proliferaban.

   Entre la fragilidad del régimen y el temor a la revolución, Cambó creyó llegada la hora para un avance decisivo. Es preciso tener en cuenta que su nacionalismo, al contrario que el vasco, no aspiraba a la secesión, sino a convertir a Cataluña en la región rectora, realmente dominante, de todo el país. Los últimos años había cosechado un rosario de triunfos, como él explica en sus memorias: “En toda España la Lliga tenía un enorme ambiente. Todo el mundo confiaba en nosotros y todos querían aliarse con nosotros” (Lo cual demostraba una vez más, la inanidad intelectual y política de aquel régimen en plena decadencia). El año 1916  había sido “la etapa más gloriosa de nuestra historia”, entre otras cosas por haber hundido los planes de Alba, mientras que “Se había llegado al máximo desprestigio del poder público y de los que lo encarnaban. El Rey, en aquel período, se había entregado a la pública disipación, en la cual participaba también la reina. Las fortunas improvisadas durante la guerra y la impúdica ostentación que de ello hacían sus poseedores fomentaba la crisis social que venía como consecuencia de la crisis política y la crisis moral”.

   Considerando a su partido lo único vivo y fuerte en la política española, Cambó volvió a la táctica semirrevolucionaria de sus comienzos: “Si los partidos de turno nos cerraran el camino al Poder, nosotros demostraríamos que sin Cataluña (es decir, sin la Lliga) en España no se podía gobernar”. “Únicamente un gran revulsivo que crease un estado de opinión podía salvar a España. Este revulsivo podía llevar a una convulsión revolucionaria como al fortalecimiento y rehabilitación  del poder público”. El revulsivo consistió en convocar una “Asamblea de Parlamentarios” con vistas a unas Cotes constituyentes que reestructurasen el estado en un sentido fuertemente autonomista. La asamblea, respaldada por la izquierda, buscó el concierto con las Juntas militares, en las que decía ver  la señal para “una profunda renovación de la vida pública española”.

    Cambó comprendía que sus aliados tenían fines divergentes: “Los republicanos iban a la Asamblea con el convencimiento de que ayudaría a crear un estado revolucionario que redirigirían a su arbitrio: Lerroux, convencido de que él sería el director para instaurar una República burguesa; Melquíades Álvarez tenía una ilusión parecida a la de Lerroux; Marcelino Domingo pensaba que la reunión tomaría un carácter tan social como político y que él, que ya tenía contactos con organizaciones obreras, podría aprovecharlo. Los anarquistas estaban seguros de que acabarían haciéndose dueños de la situación revolucionaria que la asamblea tenía que engendrar”. También el PSOE apoyaba, con sus aspiraciones particulares.  Otro separatista catalán, Maciá,  pedía  armas para lanzarse al monte: “Inútil discutir con aquel iluminado”. Desde el 5 de julio “se creó en España un período de agitación sin precedentes”, “un estado febril del cual se vieron libres muy pocos”. Cambó era consciente del riesgo de verse desbordado, pero creía poder dirigir todo el movimiento a su manera.

    Los partidos turnantes estaban amedrentados, pero el nuevo gobernante, Dato, demostró ser hombre de agallas. Avisó que consideraba ilegal y sediciosa la asamblea. Los asambleístas, retadores, mantuvieron la convocatoria y el 19 de julio sesionaron 68 diputados y senadores en un palacio de la antigua ciudadela de Barcelona. Al puerto habían arribado dos barcos de guerra y la Guardia Civil  patrullaba la ciudad. Detectada la asamblea, el gobernador civil ordenó arrestar a su presidente, Abadal. Los reunidos se solidarizaron con este. “Bien, quedan todos ustedes detenidos”, fue la respuesta. Los guardias los acompañaron hasta la salida, donde los dejaron libres para que fueran a recibir ovaciones de sus seguidores. Uno de ellos, José Zulueta, afirmó: “El Gobierno no sabe cómo hacer uso de lo que cree tener: la fuerza. Nosotros empleamos lo que tenemos: la razón. Hoy hemos escrito el prólogo de un libro voluminoso”. El libro era la ruina de la Restauración, que duraría aún cinco años.

   Probablemente Cambó sobreestimó su propia fuerza, subestimó la del régimen y no apreció con claridad el ímpetu obrerista. El episodio asambleario, concluido sin mucha pena ni gloria, ahondó la crisis política y dio alas a movimientos revolucionarios más consecuentes. (Tomado esencialmente de Los personajes de la república vistos por ellos mismos.)

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P. Los personajes de la república… es un libro que ud mismo suele mencionar poco o nada. ¿A qué se debe?

–Es el segundo, y en realidad el primer tomo de la trilogía sobre la república y la guerra. El segundo (primero publicado, es Los orígenes de la Guerra Civil. Lo menciono poco porque posteriormente he publicado otros muchos, pero es uno de los que considero mejores. Entre otras cosas porque introduce una metodología nueva en España y posiblemente fuera: se trata de contrastar las memorias y explicaciones de los principales protagonistas entre ellos y con los datos reales conocidos. Es algo extremadamente revelador. El método tiene el mayor interés, a mi juicio, porque el historiador tiende a menudo incluso de modo inconsciente, a suplantar a los verdaderos protagonistas interpretándolos de acuerdo con sus propio prejuicios o intereses ideológicos. Pero una ventaja de la historia desde hace mucho tiempo, es que los protagonistas suelen dejar sus memorias y otros documentos.

P. Pero es bien sabido que los políticos y no solo ellos, mienten mucho en sus memorias.

–Unos más que otros, pero aquí lo importante es ver cómo juzgan los mismos hechos unos y otros, cómo se contradicen entre sí y a menudo a sí mismos. Porque es verdad que casi todas las memorias son justificativas, pero de todos modos, cuando uno escribe sobre sí mismo dice siempre más de lo que él supone, por mucho que trate de ocultar o modificar a posteriori sus puntos de vista. Es un ejercicio por otra parte apasionante. En todos los libros utilizo en mayor o menor medida el método, pero en este es la investigación misma. Lo que permite vislumbrar algo que en los libros corrientes de historia apenas aparece o no aparece en absoluto: el personaje detrás de sus hechos, y sus juicios a posteriori comparados con los que podía haber hecho y hacía (la prensa es esencial en esto) en el momento mismo de la acción….

 

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Por qué Casado no. Perspectivas de VOX

Los mitos del franquismo (Historia) de [Moa, Pío]

P. En tuíter le han criticado por no dar una oportunidad a Casado, ni siquiera los famosos cien días. Por lo menos debe admitir que es mejor que Soraya

– Yo no tengo la capacidad de dar oportunidades a nadie, y a Casado le da igual las “oportunidades” que yo pueda darle. Simplemente no creo en sus promesas. Soraya es la peste, desde luego, esa clase de señoritos y tiorrillas maquiavelos de aldea típicos del PP, incultos e intelectualmente corruptos pero muy aferrados al poder. Con Rajoy y Soraya, el PP ha seguido a ZP en todo: financiación y apoyo a los separatismos, marginación de la resistencia a ellos, ataque al español en las comunidades donde ha gobernado o gobierna, como Galicia, Valencia o Baleares,  colaboración con la ETA, ataque a los símbolos de España, como en Andalucía, imposición de la “memoria histórica”, doblemente abyecta en su caso porque supone escupir sobre las tumbas de sus padres y abuelos, algo que define muy bien a esos sucios señoritos, me es imposible emplear un lenguaje “educado” al mencionar a esa gentuza; por lo menos izquierdas y separatistas honran a los suyos, aunque sea mintiendo. Y no olvidemos el despotismo LGTBI,  el abortismo, las leyes feministas antijurídicas y antidemocráticas, el engorde de Gibraltar, la entrega ilegal de soberanía a la burocracia de la UE, el engorde de Podemos para recuperar el voto del miedo y aislar a VOX… Los desmanes de esa chusma son incontables. No solo han seguido en todo a Zapatero, es que al mismo tiempo han impedido toda resistencia, han intentado bloquear toda alternativa, lo que lo vuelve un partido especialmente nocivo.

P. Pues razón de más. Casado está prometiendo enmendar esa política, precisamente.

–No creo que lo haga, y le diré por qué.  Casado, como todos los cargos políticos del PP, ha colaborado con el rajoyismo-sorayismo. ¿Recuerda usted que alguna vez le hiciera una crítica? Él ha medrado, como los demás, al calor de las fechorías de Rajoy y Soraya. Solo que a raíz del “prusés”  se ha dado cuenta de que aún existe en España un sentimiento patriótico, y trata de explotarlo. Alguien ha escrito: “el PP recupera sus principios cuando pierde las elecciones, y vuelve a olvidarlos cuando las gana”. Es una verdad a medias, porque realmente el PP no tiene ningún principio. Quizá lo de “la economía lo es todo” lo defina muy bien, junto con el engaño sistemático a sus ilusos votantes. Al mismo tiempo, el PP está empezando a alarmarse por la actividad de VOX, que poco a poco va rompiendo el muro de silencio que el PP y los demás han erigido en su entorno. Entonces trata al mismo tiempo de frenar el auge, todavía no muy fuerte pero sí significativo, de VOX. Observe usted este dato definitivo: Abascal estaba en el PP, pero terminó hartándose de sus traiciones, se salió de él y montó otro partido, con todos los enormes riesgos que ello entrañaba.  Y ha mantenido la bandera en las condiciones más difíciles. Solo por eso tiene un gran mérito. Compárelo con el oportunista Casado. ¿Cómo puede usted equiparar a ambos? ¿Se ha vuelto usted tonto y ciego? Uno de los objetivos de Casado es, precisamente, impedir que VOX siga creciendo. Y ahora mismo se plantea una batalla de máximo contenido político y cultural en torno al Valle de los Caídos y el ultraje a la tumba de Franco. ¿Qué postura toma Casado? No es un problema menor, es definitorio.

P. Pero todo el mundo dice que VOX no tiene perspectivas, por lo que el voto a ese partido es poco útil

–El voto perfectamente inútil es el que va al PP con la ilusión de que se está votando una alternativa al PSOE. ¡Vamos a los hechos, hombre, aprendamos de la experiencia! Olvídese de la retórica de esos políticos, que es siempre la misma. VOX no es lo mismo que los demás partidos. Naturalmente tiene sus fallos, a mi juicio, derivados de un provincianismo que afecta tanto a los políticos como a los intelectuales e historiadores españoles en general. Ante todo, carece de un análisis de la posición de España en el mundo actual, por tanto carece de verdadera política exterior; está en contra de la colonia de Gibraltar, pero no entiende su alcance; la colonización cultural que sufrimos no le dice nada, es más, algunos de sus líderes la apoyan… Luego hay otras cuestiones: con respecto a la memoria histórica es preciso adoptar una posición firme de explicación y condena del antifranquismo, verdadero cáncer de nuestra democracia, y no contentarse con esas bobadas de “olvidar a Franco” y similares. Y así otros aspectos. Naturalmente, dada la demagogia que se viene haciendo sobre esas cuestiones desde hace cuarenta años, estas cosas precisan un análisis racional y una propaganda intensa, no se van a destruir los prejuicios y tópicos de la noche a la mañana, pero es indispensable una posición de principio bien explicada. Otro punto suyo, la eliminación de las autonomías. Esto exige también una explicación clara, porque va contra la actual Constitución y  se han creado con las autonomías enormes intereses que van a oponerse con uñas y dientes,  etc., por lo que es preciso explicar también cuál sería el proceso que llevaría a su eliminación… En fin, creo que VOX ya se diferencia de los partidos zapateriles, y que sus lagunas políticas pueden irse cubriendo. En cambio el PP está tan degenerado moral, política e intelectualmente, que seguirá siendo una especie de parásito de la masa de españoles que desean otra cosa, pero no encuentra cauce ni voz.

P. ¿Aun así, ¿no cree ud que Casado y VOX podrían llegar a un entendimiento, sobre la base de algunos puntos concretos, como el del antiseparatismo?

–Creo más bien que VOX sería fagocitada rápidamente por el PP en cuanto cometiese ese error. VOX tiene además otro riesgo: que se meta en él lo que podríamos llamar “franquismo casposo”, que ya denunciaba Ricardo de la Cierva como un peligro, porque con su simpleza y tópicos trasnochados hace el juego muy bien a sus enemigos. Ahora he visto a algunos de ellos empleando el inglés o esas imágenes propagandísticas de Abascal como un nuevo Franco… El balance del franquismo ha sido espléndido, pero en el terreno de la propaganda y de la estética no fue lo que se dice muy afortunado. Rescatar la memoria de Franco y del franquismo es esencial, pero pensar en la vuelta de aquel régimen revelaría falta de sentido común. Es preciso analizar ese pasado, extraer de él lo que pueda ser más valioso actualmente y desarrollar nuevas ideas. El análisis he procurado hacerlo en Los mitos del franquismo, pero queda mucho por hacer y parece que nadie se pone a la tarea.  Y plantear nuevas ideas es igualmente necesario. Estamos en una crisis del sistema político e ideológico montado en la transición sobre la base de una especie de traición al legado del régimen anterior y a la decisión popular, claramente expresa en el referéndum de 1976. El resultado  es una putrefacción creciente que cada vez más gente considera insoportable. Son precisas nuevas ideas, porque tampoco el mundo actual es el de hace cuarenta años.

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Adiós a un tiempo: Recuerdos sueltos, relatos de viajes y poemas de [Moa, Pío]

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En relación con “Adiós a un tiempo“, usted dijo en el programa de Luis del Pino que su vida le desconcierta. ¿Qué quiere exactamente con eso?

–Hay un dicho de la sabiduría griega: “Conócete a ti mismo”. Es un buen consejo, solo que me parece imposible de cumplir

–¿Por qué? Todos nos conocemos por lo menos aproximadamente.

–Si fuera así, no sería necesario el consejo. Nuestra vida no se nos debe a nosotros, los azares y avatares, las mismas lecturas que nos influyen, nos llegan sin que nosotros podamos determinarlos, salvo muy parcialmente. En nuestra mente bullen motivos y deseos de los que no somos del todo conscientes y que a veces nos ocultamos a notros mismos…

 –Entonces, ¿qué sentido tiene escribir un relato autobiográfico?

–Todos los relatos autobiográficos son en parte falsos, y hay en ellos algo visible y algo invisible. Adiós a un tiempo  no pretende ser un relato coherente y sistemático, son recuerdos sueltos, algo así como islotes de un archipiélago que emergen de un mar de incertidumbre…Me parece que eso nos ocurre a todos, solo que unos le prestan atención y otros no.

 

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