Qué es una gran novela (I).
Vi el otro día la película de Woody Allen Medianoche en París, una burla suave y graciosa de la “Generación perdida”, con un autor de guiones useño que intenta imitar a Hemingway y convertirse en verdadero escritor. Me recordó cierta afición a Hemingway de cuando yo era adolescente, no sé si ahora me gustaría, pero me he puesto con sus memorias de juventud París era una fiesta (A moveable feast). Nunca la había leído y la tomaba por una obra de juventud, pero fue de las últimas que escribió, terminándola en 1959 0 60, después de haber descubierto que el hotel Ritz de París conservaba un baúl con materiales suyos dejados allí casi treinta años antes. Cuando se puso a escribirla estaba enfermo y deprimido. El libro termina: “Pero así era París en aquellos días tempranos, cuando éramos muy pobres y muy felices”. Al año siguiente, 1961, se suicidó, no sé si habría relación entre ese hecho y la nostalgia por la época probablemente más feliz de su vida, con su primera esposa.
El libro se compone de recuerdos sueltos, personales y sobre otros escritores, algún ajuste de cuentas y evocación de situaciones. Probablemente no pretende ser demasiado veraz, aun si lo hubiera deseado, pues treinta años son muchos para recordar con precisión. Uno de los escritores que trata es a Scott Fitzgerald, a quien pinta como un tipo aprensivo y exigente, algo capullo, preocupado también por el tamaño de su pene, pues su mujer, Zelda, le había dicho que era demasiado pequeño. Zelda, en opinión de Hemingway, estaba loca, lo cual se demostraría cierto. Escritora mediocre y celosa del talento de su marido, dice Hemingway, procuraba perturbarlo en su trabajo e inducirle a beber, aunque Fitzgerald aguantaba mal la bebida. Zelda, retribuía a Hemingway asegurando que era un marica que se fingía muy macho.
No obstante, Hemingway y Fitzgerald se hicieron buenos amigos. Zelda también presionaba a su esposo para que escribiera relatos de escaso valor literario, pero bien pagados, mientras que Hemingway le aconsejaba despreciar ese tipo de literatura, ya que tenía verdadero talento: ”Si era capaz de escribir un libro tan bueno como El gran Gatsby, yo estaba seguro de que podría escribir alguno aún mejor”, y le insistía: “Has escrito una novela excelente, no debes escribir basura”. Pero el relato no se había vendido bien, y eso preocupaba mucho a Fitzgerald. Algo de todo esto queda insinuado, sin hincar el colmillo, en la película de Woody Allen.
Aquella era la novela por la que Fitzgerald es más recordado. ¿En qué sentido es tan buena como apreciaba Hemingway (y muchos otros, hasta valorarla como la mejor novela useña del siglo XX)? También la leí en mi adolescencia, y de ella solo me quedó en la memoria algo así como un vago perfume, había olvidado la trama, cosa que me ocurre con la mayoría de las novelas, así que he mirado en internet algún resumen de ella. Si me preguntaran “¿es una gran novela?”, no sabría qué decir. Sin duda está bien construida, la acción y los personajes, como Gatsby, un arribista gangsteril obsesionado por compartir la “gran sociedad” y ocultar su origen humilde, y románticamente enamorado de Daisy, la mujer encantadora como una sirena, pero egoísta y convencional, esposa del brutal millonario Tom Buchanan: o el único no corrompido por la riqueza, George Wilson, propietario de un taller mecánico, leal y enamorado de su mujer, Myrtle, que le desprecia y le engaña con Tom. El coche de Gatsby, conducido por Dolly, mata accidentalmente a Myrtle, y su marido, que descubre la infidelidad de ella, aunque sin saber con quién, siente que su mundo se desmorona. Tom le informa de que el coche que mató a su mujer es el de Gatsby, el cual está dispuesto a aceptar la culpa, por proteger a Daisy, pero Wilson, enajenado por creer también que Gatsby es el amante de su mujer, asesina a este y se suicida.
Parece un reflejo de los ambientes opulentos y corrompidos (¿pero todos los opulentos eran corrompidos?) de los años 20 useños, calificados de “locos” o de “felices” según gustos. Reconociendo su coherencia y sutileza psicológica, no me impresionó cuando la leí, ni demasiado ahora, creo que porque básicamente es una historia de gente rica, con sus falsedades o no falsedades y sus devaneos, y esos ambientes nunca me interesaron. Pero eso no tiene mucho que ver. Puedo aceptar que es una gran novela, y que mi gusto particular no puede ser juez literario definitivo.
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Locuelas con poder
**Las locuelas de Podemas, contra “los pantanos franquistas”. Cretinos y cretinas así siempre existirán, el problema es: ¿cómo han llegado a tener tanto poder? Y no dejan de tener razón, hasta el mismo PP se la ha dado. Los pantanos son una herencia, en definitiva, del 18 de julio, condenado en 2002 por ese partido.
**¿Cómo un timador barato como Pujoliño está encandilando a tanta gente? No debemos olvidar que las víctimas de un timo también colaboran a él.
**Lo llevo diciendo mucho tiempo: el mayor éxito del PCE fue su infiltración en la universidad, hasta dominarla. No porque todos los profesores y alumnos sigan las versiones comunistoides de la historia, sino porque los disconformes están literalmente acojonados.
**Un partido que no se plantee influir con fuerza en la universidad, carece de programa cultural, el decisivo a medio plazo.
**Nunca se dice, y por eso hay que repetirlo, que el discurso del criminal Zelenski contra Rusia es idéntico al de los separatistas contra España. En los dos casos es un discurso de autoodio, paradójicamente.
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Reseña de 2013
Veo ahora esta reseña en internet (es de 2013):
Ahora mismo, acabo de terminar una obra de Pío Moa: “Sonaron gritos y golpes a la puerta”. Nunca había leído a este autor. Sinceramente la empecé con desgana tras ver lo brusco de su introito sumario y desbocado en sucesos. A medida que iba pasando páginas hizo nacer mi amistad hacia Paco y Berto, como si yo mismo fuera una prolongación de ellos.
Realmente soy el menos indicado para emitir juicios u opiniones ante escritores de la talla de D. Pio Moa, o de cualquier otro de ahora o de siempre. El arte también nos llena de sensaciones y esas son las que quiero transmitir tras su lectura. Destaco que con una increíble facilidad el autor me lleva a vivir todas las dichas y desdichas de los protagonistas, especialmente de Berto como si fuera junto a él, a su mismo lado, sufriendo por momentos y alegrándome en otros. Esquivando las balas y las traiciones. Superando los odios.
¿Es realmente una novela?. Para mí no; es bastante más que una narración de aventuras, de buenos y de malos, de ficción al gusto para deleite, de intrigas odios y sangre, crueldades, de encadenar hechos sin posicionamientos apodícticos.
Siempre he dicho que un buen libro es el que te hace pensar y que pensar es como vivir más de dos veces. Con esta obra se han superado mis expectativas de vida, ya que en ella misma está la propia esencia del ser humano, también la mía, un poco la de todos. Es un torbellino de filosofía también, una búsqueda constante de algo que se desarrolla a lo largo de toda la obra. Es un desafío vivaracho a sistemas y etiquetas hodiernas, va muy por encima de todo eso. No busca lo correcto en ella, sino el razonamiento y la verdad esquivando la absoluta, haciendo al lector partícipe y protagonista de sus propios pensamientos. No indica un camino, señala posibilidades de sendas.
Estoy convencido que Berto es el propio autor, o que habla por boca de aquél y vive en él mismo. De ahí tantas reflexiones y preguntas, pues solo desde las dudas se puede avanzar.
A su vez está repleta de anécdotas, de datos y de historia misma. Desde los clásicos griegos que vienen a darle la bienvenida asomándose en alguna ocasión a ella, hasta los autores y pensadores más recientes o contemporáneos. Y conviven entre sí pacíficamente, mientras el frío en el frente de Rusia parece calarte el alma también.
Esta obra tiene en sí misma el don de la ubicuidad, mucha realidad y ficción en su regazo. Sobre todo no te obliga a odiar al otro bando en contienda. Une más a España desde las diferencias, también con la humanidad y la comprensión de ideas opuestas. Todos somos un poco todos y juntos uno.
Me he sentido apenado y triste tras la muerte de algunos de los protagonistas que iban quedando por el camino. Pero consigue que sigan vivos, de alguna manera hasta el Epílogo He visto odio, pero también mucho amor, en situaciones fáciles y difíciles. De un arma mortífera me queda la canción al viento de la muchacha enamorada al bajar al río por la mañana: la Katiusha.
Realmente me sentí un poco D. Augusto Pérez ante el Maestro Unamuno, no para exigirle ni discutirle nada sino para agradecerle el placer inesperado de la lectura de su obra.
Beatus ille,
Blog de José Cuevas