Perspectivas ucranianas
La guerra de Ucrania cambia todo el panorama político en Europa. Hasta ahora, y mientras hubiera sido posible la “finlandización” de Ucrania, las razones de Putin tenían mayor peso. Desde el momento en que ha decidido la guerra a gran escala, las razones se convierten en mera propaganda, y lo que cuenta son las relaciones de fuerza.
El mayor error del gobierno de Ucrania ha sido su abierta posición antirrusa y llamamientos a la OTAN, cuando una parte considerable de los ucranianos es étnica o culturalmente rusa. Según los acuerdos de Minsk, las regiones más prorrusas debían tener autonomía y derecho de veto sobre decisiones estratégicas, lo que habría imposibilitado la entrada de la OTAN. Putin ha justificado su decisión de intervenir en el Donbás en el incumplimiento de los acuerdos por el gobierno de Kíef. Pero su objetivo actual no es simplemente garantizar la secesión de dos provincias, sino de imponer a Ucrania lo que llama “desmilitarización y desnazificación” (lo de la desnazificación alude al recuerdo de la SGM, muy vivo en aquellas regiones). Es decir, pretende satelizar al país.
Estamos ahora ante una cuestión de relación de fuerzas. Putin ha advertido en los términos más duros contra cualquier intervención exterior en este conflicto; es decir, sugiriendo el empleo incluso de armas nucleares. No sabemos si realmente estaría dispuesto a usarlas, pero la simple amenaza es probable que surta efecto, pues hasta ahora todas sus advertencias han resultado creíbles. Por lo tanto, lo más probable es que Ucrania tenga que enfrentarse militarmente sola a Rusia. Para Putin es muy importante que la guerra se resuelva con rapidez y no se “pudra”, pues si la resistencia ucraniana fuera demasiado prolongada, podría ocurrir algo parecido a Afganistán y no solo el fin de Putin, sino de incluso de Rusia tal como está hoy.
¿Qué pueden hacer la OTAN y la UE en este caso? Si se descarta una intervención directa que pudiera desencadenar una guerra nuclear, le quedan dos cosas, ayudar con armas y medios al gobierno ucraniano, e imponer a Rusia tales sanciones que arruinen en gran medida al país y provoquen inestabilidad interna, apoyando a políticos favorables (como Navalni). Es precisamente lo que viene haciendo, solo que ahora se intensificaría al máximo. Frente a ello, Rusia cuenta con cierto respaldo de China, pero la alianza chinorusa es táctica, no estratégica, es decir, los grandes intereses chinos –como en definitiva los de la OTAN– pasan por Siberia, parte de la cual reivindican.
En este escenario, lo que me parece más probable (pero probable dista de ser seguro) es que el gobierno ucraniano sea vencido con bastante rapidez, que Navalni no derroque a Putin y que la situación general europea, hoy gravemente amenazada, se reencauce, aunque en una atmósfera de amenaza como no había habido desde la guerra fría. De no ser así, veríamos una desestabilización mayor tanto en la UE como en Rusia, de consecuencias imposibles de prever.
A la caída de la URSS pareció que el sistema económico-político de tipo anglosajón se iría imponiendo en todo el mundo, una forma de mesianismo que ha venido fracasando, precisamente en los países más débiles, como Afganistán, Pakistán Libia o Siria, aunque de momento triunfara en Yugoslavia. Y entre tanto ha surgido una nueva superpotencia, China, Rusia se ha recuperado notablemente, aunque económicamente sea poca cosa, y han surgido potencias regionales relativamente grandes que no aceptan el mesianismo anglosajón (sobre la ideología anglosajona he expuesto algunos esbozos en el blog).
¿Cómo afecta toda esta situación a España? Los gobiernos PP y PSOE han ligado a España a potencias que invaden nuestro territorio, satelizándola a ellas en los planos militar, político y cultural. España no tiene hoy política exterior propia, es tan satélite como la ucrania que intenta imponer Putin. Esta deriva, asentada en muchos años, es difícil de invertir, pero con toda evidencia es totalmente contraria a los intereses del país, si este quiere subsistir como nación soberana. La clave en el conflicto de Ucrania es esta: España no tiene conflictos con Rusia, y sí con unas potencias que a la larga tienen a disolver la nación como entidad independiente.
El servilismo a la gibraltareña encandila hoy a infinidad de periodistas y políticos, que claman por replicar militarmente a Rusia empleando a los españoles de carne de cañón. Arguyen que “compartimos valores democráticos con el resto de la OTAN”. Me temo que se trata de valores tan democráticos como la ideología de género, de memoria histórica y similares, impuestos “a la hitleriana”. Que no debemos compartir en modo alguno, si respetamos nuestra propia libertad.
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Momentos históricos
En la actualidad coinciden dos sucesos que afectan en profundidad al futuro de España: la prueba del carácter mafioso del PP ante todo el mundo (del PSOE y los separatistas no hay ni que hablar), y la guerra de Ucrania.
Sobre el primer punto, nada puede ser más significativo que la casi unanimidad en el PP para sustituir a Casado por Feijoo. Ni asomo de análisis político, todo son elogios a las dotes organizativas y de gestión del presunto salvador del PP, “el único adulto en el partido”, dice Cayetana. Y todos olvidan lo principal: el significado político del personaje, que ha hecho de la lengua regional un arma para fomentar los separatismos, marginar en lo posible a los hispanohablantes y atacar, en definitiva, la unidad nacional. Exactamente la misma estrategia seguida por Pujol en Cataluña. Dejando aparte otros muchos temas, la cuestión de los separatismos, que ha llevado a un golpe de estado permanente, ha sido el más persistente ataque, tanto del PP como del PSOE, a la nación, la Constitución y la democracia España. Este es el “salvador” del PP, y no podía ser otro.
En cuanto a Ucrania, pone de relieve a quien estime en algo a su propio país, la necesidad de una política exterior independiente, que solo puede ser la neutralidad. Un tema que todos los políticos rehúyen y que es indispensable poner sobre la mesa. La crisis del PP, que con suerte puede reducir ese nefasto partido a marginal, y la cuestión de Ucrania abren una nueva exigencia histórica: reforzar la unidad nacional y la democracia, y dotar a España de una política internacional que solo puede continuar la tradición de neutralidad en las anteriores guerras mundiales. VOX va por el primer camino, pero todavía no ha analizado bien el segundo.

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Propuesta televisiva
Uno de los problemas mayores de la democracia en España es el puro ilusionismo, la política de “imagen” de los dirigentes. Por eso, una labor necesaria sería informar seriamente al electorado de quiénes son y cual es su carrera real. Esto podría hacerse mediante un programa de televisión ad hoc, con alguna antelación a las elecciones. Tendría que ser un programa objetivo y serio, prescindiendo de moralinas o sarcasmos, en lenguaje neutro. Por ejemplo, el Doctor. habría que tocar una serie de datos esenciales: su doctorado, la cuestión de las saunas, sus conllevanzas con los separatistas, con los comunistas, sus actitudes con Biden, Merkel, Trump…etc. Tendría que basarse sobre todo en sus propias palabras ante cada cuestión que se plantease, con muy poco comentario de los autores del programa. El mismo esquema serviría para los demás dirigentes.
Un título posible del programa podría ser: “Conozca a los líderes”, o “Esos personajes que buscan su voto”, o algo parecido