La batalla por la historia
Que unos políticos incultos, intelectual y en muchos casos económicamente corruptos, se permitan dictar por ley a los españoles lo que han de creer sobre su historia reciente, es seguramente la mayor aberración de la actual involución antidemocrática. Y es obligación de todo aquel que estima las libertades públicas oponerse y desafiar esa ley. Pues cumplirla significa hacerse cómplice de la gran fechoría.
La oposición tiene dos niveles: a) Denuncia del carácter antidemocrático y anticonstitucional de la ley, y del empleo de formas legales para imponerla, como hicieron los nazis. b) Explicación y defensa de la realidad histórica contra la morralla de falsedades en que se apoya la ley. Las dos cosas deben ir juntas.
VOX podría centrarse en la denuncia y evitar la demagogia beata sobre una concordia que los liberticidas nunca han aceptado ni aceptarán. Y la defensa de la historia real puede hacerla también, aunque compromete a todo aquel que estime su propia libertad, sea del partido que sea. Defender la verdad histórica es fundamental, porque sobre la falsificación del pasado se apoya la fraudulenta autoridad de los autores de la ley para proseguir su políticas de socavamiento de las libertades y de la unidad nacional.
Un instrumento importante para restablecer la necesaria verdad es Los mitos del franquismo, cuya nueva edición acaba de aparecer. Los idiotas de turno dirán que lo que quiero es vender mi libro. Pero su utilidad deriva de su fuerza argumental, que han entendido muy bien, sin lograr destruirla, los enemigos de la libertad. Y que les ha llevado, por eso, a desenmascararse con su ley de tipo soviético y antiespañol: como con el Frente Popular, basta ver quiénes la han impuesto.
Estamos, pues, en una batalla por la historia, que es también por la libertad y la nación española. Ha habido ya en estos años demasiados retrocesos y derrotas parciales, y es hora de tomarla con la mayor seriedad y decisión.
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Entretenimiento y tragedia
En literatura encontramos géneros que podemos llamar mayores y menores. Los menores (policíaco, sentimental, de aventuras, de comedia, de terror, etc.) aspiran esencialmente a entretener o divertir. Los mayores aspiran a penetrar en la contradictoria y enigmática condición humana. En los dos tipos hallamos obras que cumplen mejor o peor sus aspiraciones; incluso obras deliberadamente frívolas llegan a ser brillantes en su estilo. Pero cuando hablamos de grandes obras literarias nos referimos a las más logradas de género que llamamos mayor. Aunque muchas de estas no pasan de pesadas, en las que la aspiración se queda en pretensión. El asunto se complica porque lo que algunos encuentran genial a otros les parece irrisorio o falso, y lo que a unos les divierte a otros les aburre, pero este es otro problema.
Pero hay también en la literatura de entretenimiento una implicación hasta trágica. Algún filósofo andalusí exponía una impresión melancólica de la vida como un entretenerse en espera de la muerte. Hoy la literatura es, con pocas excepciones, de puro entretenimiento, como parte de una gigantesca industria sobre todo audiovisual, como si todo el mundo tuviera la obsesión de apartar la atención de la vulgaridad de la vida y de la visión de la muerte. Son cosas muy discutibles, por supuesto.
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