Los chekistas vocacionales odian el Valle de los Caídos

En LD, hace ¡trece años!:

Hace cosa de un mes me llamaron de Com Radio de Cataluña para hablar sobre los proyectos de socialistas y separatistas de hacer alguna fechoría con el Valle de los Caídos. Hablé unos momentos, y enseguida empezaron a ponerme verde unos supuestos historiadores. Repliqué, pero ellos seguían impertérritos, hasta que me advirtieron de la emisora que habían cortado mi voz y no estaba en onda. Así entienden los debates y el pluralismo los medios catalanes, tan corrompidos y sometidos a un poder que restringe cada vez más la democracia en Cataluña.

El poder socialista-separatista ha emprendido una campaña para justificar alguna acción contra un monumento concebido, con mejor o peor criterio, como símbolo de reconciliación, y que muchos izquierdistas han jurado demoler o desvirtuar. Según ellos, habrían pasado por allí 20.000 presos políticos en trabajos forzados y condiciones inhumanas, con cientos o miles de muertos por accidentes y mal trato, etc. Si hubiera sido así, ciertamente, nadie podría pensar en reconciliación alguna, y estaría justificado algún tipo de intervención para recordar, por lo menos, los hechos.

Sin embargo, ya cuando empecé a oír hablar del asunto, aquellos datos me olieron a fraude, máxime al divulgarlos con tanto ahínco periódicos de estilo fascistoide como El País, o la televisión oficial manejada por el partido de los “ciento y más años de honradez”. Cualquiera medianamente informado sobre la falsificación sistemática del pasado por esos partidos tomará con suma precaución sus denuncias y datos. Pero mucha gente, ignorando la historia de socialistas y separatistas, repite como loros las invenciones de éstos. Así el ABC y otros, o la encargada de cultura del PP, perfectamente homologable a la ministra actual, por lo que se ve.

La campaña recuerda mucho otras como la de las supuestas atrocidades de la represión en Asturias tras la insurrección del 34, campañas en que han sido siempre especialistas estas-estos honradas-honrados señoras-caballeros, y destinadas a “envenenar” a la gente, como decía Besteiro. Insisto en el interés de un estudio monográfico sobre estas campañas, de tan crucial influencia en la España del siglo XX, y vuelvo a animar a hacerlo a los historiadores jóvenes.

Los “datos” citados sobre el Valle de los Caídos han brotado, todo lo indica, de mentes preclaras tipo Alfonso Guerra o el presidente Sonrisas, o sus asesores en honradez. Por suerte podemos acudir a otra información más contrastada y contrastable, como la proveniente de uno de los arquitectos del monumento, del médico de la obra, de testimonios como los del padre de Peces-Barba, etc. El médico, Ángel Lausí, no era ningún “sicario fascista”, sino un izquierdista que redimía allí penas por el trabajo, y cifra en catorce los muertos en los dieciocho años de la obra, número muy bajo, que incluye a obreros presos y libres, y por diversas circunstancias. Nada, pues, de los “cientos, quizá miles” de víctimas de las “condiciones inhumanas”. El total de obreros que allí trabajaron no debió de pasar de 2.000, también entre presos y libres, con mayoría de libres. La costumbre de multiplicar por diez y más las cifras reales está muy extendida en las factorías de mitos de los de la honradez centenaria. Vemos la misma operación en el bombardeo de Guernica, en la matanza de Badajoz y en tantos casos más. El truco está al alcance de cualquiera: basta añadir un cero.

¿Hubo trabajos forzados? En una entrevista para un reportaje televisivo, el periodista, algo inexperto, me comunicó el testimonio de personas que decían haber sido seleccionadas a ojo en las cárceles o campos de internamiento y enviadas por la fuerza a Cuelgamuros. Puede ser, pero esos testimonios deben tomarse con cuidado. Hace un par de años los rebuscadores del Rencor Histórico creyeron encontrar en Órgiva, Granada, el anhelado Paracuellos de la izquierda, un osario gigantesco de 2.000 a 5.000 izquierdistas asesinados por los de Franco. Surgió entonces algún testigo recordando cómo llegaban los camiones cargados de hombres, mujeres y niños, los cuales eran liquidados a tiros y caían rodando a las fosas. Luego resultó que los huesos eran de cabras y perros. Tengo experiencias parecidas de “historia oral” desmentida por los documentos. No todos los testigos son fiables, e incluso los más ecuánimes y de mejor memoria suelen tener lagunas o recuerdos mezclados.

Adiós a un tiempo: Recuerdos sueltos, relatos de viajes y poemas de [Moa, Pío]

Según la ley, no existían trabajos forzados, sino que los presos podían trabajar, voluntariamente, para redimir penas y cobrando un pequeño sueldo. Dudo mucho de que nadie fuera obligado, porque la redención solía ser de dos días por cada uno trabajado, y en el Valle de los Caídos, lugar privilegiado, llegaron a los cinco días por cada uno de labor. Sólo un preso con mucho apego a la existencia carcelaria o aversión al trabajo rehusaría tal posibilidad. Y el hecho es que la mayoría de quienes habían sido condenados a prisión perpetua o conmutados de la pena de muerte estaban libres a los seis o incluso a los cuatro años.

¿Por qué le ha dado ahora al PSOE y los separatistas por abrir una nueva herida? Sospecho que se trata de una maniobra de distracción mientras prosiguen su designio de liquidar la Constitución y disolver las unidad de España. La maniobra les permite generar crispación y divisiones en la derecha, y motejar de “fachas” a quienes rechazan sus planes. Pero también ofrecen la ocasión de poner en evidencia sus falsificaciones y de clarificar la situación política, ocasión que debe aprovecharse con energía.

En los análisis del suceso ha solido

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Viejos embrollos de César Vidal

Como decía, la primera entrega de la crítica de César Vidal a mi supuesto antiliberalismo resultó algo decepcionante, en parte porque no refutaba nada, en parte por un tono pontificador poco liberal y menos aún protestante.  Y su nueva acotación, me temo, no mejora mucho la anterior.

Dos observaciones previas: una, sobre la dificultad de debatir enfoques que abren cuestiones nuevas por encima de los lugares comunes  que en España  suelen pasar por “pensamiento”, así en la izquierda como en la derecha. Por ejemplo,  vengo denunciando el desplazamiento del español y de la cultura española por el inglés y la cultura –o sus peores productos—anglosajona. La interpretación más habitual afirma que yo pretendo que nadie aprenda inglés, y es  difícil sacar de esa idea a mucha gente. La cuestión es muy distinta, pero hay que repetir mucho para que empiece a entenderse.

    La segunda observación, sobre el carácter del liberalismo. Este no es un conjunto doctrinal cerrado y acabado a partir del cual se pueda expulsar como hereje al discrepante. Las polémicas dentro de las doctrinas cerradas terminan con la expulsión del disidente a las tinieblas exteriores, pero dentro del liberalismo hay y habrá siempre debates, a veces muy agrios, sin otra consecuencia que una mejor clarificación de los asuntos o, al menos, de las posiciones de cada cual. Stuart Mill suele considerarse un referente liberal, pero Hayek lo ataca sin contemplaciones. Lo mismo puede decirse de Isaiah Berlin  yHannah Arendt, ambos pensadores liberales, lo que no impedía al primero despreciar olímpicamente el pensamiento de la segunda –que a mí, con menos conocimiento y centrado en su análisis del totalitarismo, también me parece algo endeble, como indico en El derrumbe de la República–.  Elreputado liberal y consejero de Reagan, Milton Friedman, visitó a Pinochet y le sirvió de orientador económico. Fue muy criticado en ambientes liberales y él se justificó diciendo que la liberalización económica provocaría la democratización política (se equivocó en ello, pues Pinochet se retiró voluntariamente después de perder un plebiscito convocado por él mismo). Estos casos entre tantos permiten ver que el espíritu liberal admite las polémicas más duras siempre que se respete el derecho de cada individuo a pensar por su cuenta y la discusión se atenga al asunto.

A César Vidal, hablando de la homosexualidad, le ocurre algo parecido a lo del inglés y el desplazamiento del español. No acaba de entender que yo no hablo de la homosexualidad,  un asunto privado (y, por tanto, la pretensión que me achaca de convertirla en “estigma social” yerra por completo). De lo que hablo es de una cuestión política, pública:  la ideología homosexualista, que pretende educar y conformar a la sociedad según concepciones a mi juicio absurdas y peligrosas, y hacerlo de modo totalitario (¿podía ser de otro modo?) coartando y persiguiendo la libertad de conciencia y cualquier pensamiento disidente. Por otra parte, César Vidal no plantea el problema en el terreno político sino en el religioso, hablando de pecado (y ojo, que a tales pecadores puede caerles la condenación eterna, un castigo más grave que los que estaban en vigor hasta hace poco no solo en España, también en Inglaterra o Usa). En sus artículos no aceptaba como “hipótesis de trabajo”, sino como hecho cierto, que los homosexuales eran pecadores. De ahí, también, que hable de compasión. Pero en el debate político no entran o no deben entrar, sentimientos como la compasión, la ternura, el odio, etc., sino el afán de clarificar los conceptos y tesis. Imaginemos a Hayek acusando a Keynes de no ser compasivo… Quien quiera informarse puede repasar la polémica en Libertad Digital en julio del año pasado.

Y si César Vidal tiende a confundir la religión con el liberalismo, también tiende a confundir el liberalismo con Inglaterra o Usa, revelando cierta anglomanía que le lleva a motejarme de anglófobo y a acusarme de “detestar a Inglaterra” por no compartir esa actitud de excusar cualquier crimen si lo cometen ingleses. Como bien dice, sobre la Gran Hambruna existen diversas versiones, cosa lógica: las hay en todo, y los “consensos académicos” nunca han valido gran cosa frente al descubrimiento de los hechos y su análisis crítico. Naturalmente, César Vidal tiene tanto derecho a discrepar de mí como yo de él  en estos temas, pero yo he expuesto mis puntos de vista con cierta extensión y argumentación, mientras que él quiere replicarme con una referencia, de nuevo algo pontificante,  a “las fuentes”. Y esa no me parece manera liberal de discutir. De nuevo, quien quiera enterarse de la necesidad de moderar –no necesariamente anular– la “leyenda heroica” inglesa, puede leer en mi blog desde el 1 de junio de este mes, y sobre la Gran Hambruna una serie discontinua de comentarios, en octubre y diciembre del año pasado, en febrero de este año, y otros.

Lo mismo cabe decir sobre Felipe II,  la represión anglicana y protestante, el franquismo, el Plan Marshall y cualquier otro tema.  Por supuesto, César Vidal tiene todo el derecho a sostener posturas distintas de la mía, y si quiere entrar en debate, por mí encantado. Nadie tiene la verdad absoluta, y sería muy interesante que un diario liberal como LD sirviese de foro. Lo que no puede hacerse es descalificar una tesis simplemente declarándola “no liberal” y a base de dos o tres alusiones.  Espero que su próximo artículo sea más detallado.

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Homosexismo y homofobia

Hazañas del PSOE, el partido más saqueador y destructor de patrimonio histórico-artístico de España en el siglo XX: https://www.youtube.com/watch?v=Ed5BWQ_pBVQ

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(LD, 16-7-2010)

En la polémica sobre la homosexualidad ha intervenido ahora el señor Esplugas con un artículo algo confuso y palabrero, como suelen ser muchas discusiones en España, sugiriendo además que homosexualismo y liberalismo van juntos. Para no perder el tiempo, resumiré algunas cuestiones básicas:

  1. 1.      Una cosa son los homosexuales y otra el homosexualismo, como una cosa son los obreros y otra el marxismo, o las mujeres y el feminismo, o los catalanes y el nacionalismo catalán, etc. Esas ideologías se dicen, falsamente, representantes de los homosexuales, los obreros y demás, y pretenden transformar la sociedad de acuerdo con sus particulares concepciones.

  2. 2.      El término “GAY” se ha interpretado como “Good As You”, pero no es verdad. Un homosexual puede ser tan bueno o mejor que la mayoría como arquitecto, nadador o matemático, pero su homosexualidad no será “tan buena” como la normal: seguirá siendo una desgracia, que puede afrontar mejor o peor. Por hacer una comparación trivial, un cojo puede ser un gran empresario o científico, pero no logrará convencernos de que andar cojeando es tan bueno como andar normalmente.

  3. 3.      Tampoco lograrán convencernos –ni convencerse– de que el único problema consiste en la actitud de la gente con respecto a esas desgracias o a cualesquiera otras, o de que solo hay desgracia si uno se siente desgraciado. Se trata de la idea de que la realidad no existe, que solo existen constructos o invenciones mentales, y que basta cambiar el punto de vista sobre la realidad para que esta se transforme en otra cosa. “La mujer no nace, se hace”, decía Simone de Beauvoir, y esa concepción se ha extendido mucho. Este modo de ver las cosas es inconsecuente, porque entonces valdría igual un punto de vista que otro, una opinión que otra, etc., ya que todas son invenciones en el fondo arbitrarias. Valdría tanto, por ejemplo, el homosexualismo como lo que llaman la homofobia. Pero ahí las ideologías se detienen: solo valen los puntos de vista, las invenciones de ellas.

  4. 4.      La homofobia, como el antiobrerismo, el machismo o el anticatalanismo, son, en ese sentido, palabras-policía, intimidatorias, a fin de paralizar la expresión de ideas o puntos de vista no conformes a tales ideologías. Estas rebosan odio a sus contrarias, pero no toleran el mismo odio en las demás. Pretenden, incluso, crear leyes para perseguir criminalmente a quienes piensan u obran de modo diferente, y cultivan asiduamente el victimismo sobre el pasado para justificar privilegios y opresiones presentes a los que aspiran –y a menudo logran.

  5. 5.      El homosexual razonable no hace de su condición sexual el centro de su personalidad y de su vida, acepta su realidad si cree que no puede cambiarla, y la lleva con discreción, ya que se trata de un asunto íntimo, como debieran hacer también los heterosexuales, aunque hoy se procura ya desde la escuela destruir los sentimientos de pudor y otros parecidos. El homosexualista, más consciente que nadie de su desgracia, en lugar de asumirla intenta grotescamente convertirla en motivo de orgullo y obligar a los demás a creerla “good as you“.

  6. 6.      El homosexualismo no se limita a decir que un homosexual es una persona y debe ser respetado. En realidad eso le importa poco y va mucho más allá. Hace de su condición sexual el centro de su pensamiento y de su acción, y pretende que la sociedad se conforme según sus teorizaciones. Necesita creer y hacer creer que el apego social a una sexualidad normal, a la reproducción, a la familia, al pudor, etc. son “prejuicios” que deben desarraigarse por todos los medios. El homosexualismo, el feminismo y otras ideologías “radicales” suelen ir juntos, con efectos “progresistas” como el creciente fracaso matrimonial y familiar, el auge de la prostitución en mil formas y otros muchos que en otro artículo he definido como índices de mala salud social.

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La puta y la marimacho, o la degradación de la feminidad.

Hazañas del PSOE, el partido más saqueador y destructor de patrimonio histórico-artístico de España en el siglo XX: https://www.youtube.com/watch?v=Ed5BWQ_pBVQ

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Según Paul Diel, las cualidades humanas (los dones de los dioses) tienden a degradarse por efecto de lo que él llama “vanidad” (la voz o la mordedura de la serpiente, es decir,  lo vano, la pretensión de ser superior a lo que se es, la hybris o desmesura…; en fin un concepto amplio). La vanidad exalta necesariamente la culpa, ya que las pretensiones vanidosas son incumplibles ante los demás y sobre todo ante sí mismo. Como la culpa exaltada es insufrible, se proyecta acusatoriamente sobre los demás (ellos, hasta la misma sociedad, tienen la culpa de mis males); los cuales a su vez la rechazan, convirtiendo la acusación en sentimentalidad victimista.  Mientras la actividad vanidosa permanece (nunca es por completo eliminada en el individuo), genera un círculo infernal de culpa, acusación y sentimentalidad que se refuerzan entre sí, creando neurosis y hasta la locura o cierto tipo de ella.

La teoría me parece interesante, sin estar muy seguro de su certeza. Y creo que puede ser útil para analizar también ciertas actitudes sociales. Así las ideologías, que pretenden divinizar al hombre, por ejemplo, y dan lugar a una especie de pensamiento histérico. Pero veamos a ver cómo funcionaría en relación con la feminidad.

Aunque la feminidad es una evidencia, resulta difícil concretarla, porque se muestra en formas diversas según las mujeres y nunca existe en forma digamos pura, lo mismo  que la masculinidad. No existen individuos absolutamente masculinos o femeninos. Sin embargo es una evidencia que se manifiesta tanto física como psíquicamente, en actitudes vitales, tendencias, gestos, formas de hablar, emocionalidad…; en, por ejemplo, la gracia, la delicadeza, cierta forma de alegría, compasividad, empatía  o generosidad, que se atribuyen a la mujer por contraste con el varón, en quien esas cualidades están definidamente menos acentuadas. Parece claro que todas esas cualidades están ligadas a la maternidad, es decir, la transmisión y conservación de la vida, que no solo dibuja el cuerpo femenino, sino también su psique de manera más o menos profunda.

Pero en la sociedad actual, a la difusión del comunismo le ha sucedido la del feminismo que ya estaba implícito en aquel, ambos basados en una idea exacerbada y falsa (vanidosa) de la igualdad. El feminismo trata de negar la diferencia y la complementariedad sexual, lo cual supone, entre otras cosas, la anulación de la atracción entre los sexos, que se basa precisamente en esas diferencias. En primer lugar, los feministas (pues en gran proporción son hombres a quienes tampoco gusta la diferencia y que suelen presentarse, paradójicamente como   protectores de la mujer, por lo demás innecesarios)  ven la maternidad como un mal, como una inferioridad. Se ensueñan con posibles modos científicos de hacerla inncecesaria; y mientras no llega tan feliz adelanto, promueven activamente el aborto como un derecho e incluso un “sacramento”, del que el padre debe ser drásticamente excluido (el abortismo va acompañado de una intensa acusación al varón que no tiene que sufrir esa maldita “inferioridad”)   De ahí, que el feminismo sea tan proclive también a la homosexualidad o a cualquier forma de satisfacer el deseo sexual, comparado a veces a beberse un vaso de agua cuando hay sed. Las implicaciones destructivas de la familia son obvias.

   Como, a pesar de todo, la diferencia y la atracción persisten, se trata de anularlas en el plano social. Las actitudes de “marimacho” se presentan en el cine, en la publicidad política, etc., como deseables y admirables (mujeres militares, “caudillas” guerreras, boxeadoras o hasta toreras).  Se celebra el acceso de la mujer a tareas o puestos  tradicionalmente “reservados al varón” (en realidad creados por el varón), en especial a aquellos de dirección de empresas, entidades burocráticas o políticas, etc. (generalmente no se reclama la igualdad en tareas como la construcción o las minas). Se critica constantemente el hecho de que haya menos investigadoras que investigadores (lo señalaba una necia que dirige el CSIC) o menos directivos que directivas en la universidad o en cualquier tipo de puestos de mando, etc. Cosas que en realidad provienen de una diferencia natural de inclinaciones entre los sexos. Hombres y mujeres tendrían que ser iguales en todo, a su modo un tanto demente de ver las cosas.

Dado que la diferencia no solo persiste sino que además mucha gente sigue viendo en ella algo así como un don maravilloso de la naturaleza,  contradicen su igualdad obsesiva (como su obsesivo sexismo, que dicen intentar erradicar) , sin darse cuenta, promoviendo leyes y derechos particulares y antijurídicos como los LGTBI y similares, tratando de volver a una sociedad de privilegios (leyes privadas).

 En cambio no suele ocurrir lo mismo en la publicidad comercial, por mucho que se la critique, porque ahí el interés económico inmediato no admite demasiadas fantasías igualitarias, ya que la imagen “marimacho” vende poco. Y precisamente es ahí donde se explota la belleza femenina y la diferencia del modo más explícito, dando de la mujer la imagen de objeto sexual.   Es decir, la feminidad queda degradada en un doble sentido, como marimacho y como “puta”, esta última palabra en el sentido popular que no implica necesariamente prostitución, sino falta de control o de dignidad personal en relación con la sexualidad.

   Hace años, cuando empezó el neofeminismo, se intentó crear la imagen de “la mujer ejecutiva”, vestida con sobrio traje sastre y con una cartera en la mano, imitadora en todo de los modales masculinos. La cosa no cuajó, porque las primeras a las que disgustaba tal modelo era a la gran mayoría de las mujeres. Y vino la reacción en sentido contrario: la vestimenta “prostibularia” y actitudes parejas, como decía un poeta, no recuerdo el nombre, que terminó suicidándose. Ya he hablado un poco de eso.  

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El tema de Lara

Hazañas del PSOE, el mayor ladrón y destructor de patrimonio histórico-artístico de España en el siglo XX: https://www.youtube.com/watch?v=Ed5BWQ_pBVQ

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Había visto un par de veces la película “El Doctor Zhivago” y leído parte de la novela, que es un poco distinta. He oído que los rusos han hecho otra película, bastante más pegada al  relato de Pasternak.  La novela y la película vienen a ser una historia épica y de amor,  y ahora leo en el último libro de Jiménez Losantos que la mujer que inspiró el personaje Lara a Pasternak, la amante del propio autor Olga Ivínskaya, estaba encargada por los servicios secretos soviéticos de “controlar” al escritor.  Olga fue condenada  al Gulag, donde pasó tres años, y en una segunda ocasión cuatro años más. Aparentemente la condenaron por no cumplir bien su papel y considerarla cómplice de Pasternak. En una carta que escribió a Jruschof desde prisión para exculparse, decía: Hay gente que puede decir cómo yo traté de impedir o retrasar la publicación de la novela en el extranjero; que puede recordar cómo le convencí de que no saliera de Rusia cuando se le obligó a renunciar al Premio Nobel en 1958. Yo me dirigí al Comité Central para pedir ayuda y traté de hacer todo lo posible para que el escándalo quedara en Rusia   Y añadía: Quiero dejar claro que la novela la escribió Pasternak; él mismo recibió los honorarios, él mismo eligió cómo recibirlos. No debe pensarse que es un corderito inocente. Esto es evidente, como lo es mi propia pena.

La carta tiene aspecto de una repulsiva traición al enamoradísimo Pasternak, pero quizá no era así. Este, que para entonces había fallecido –esto importa, porque la carta ya no podía hacerle daño– había escrito a un amigo: La encarcelaron por mi culpa, como la persona que, según la policía secreta, era la más cercana a mí, y esperaban que a través de amenazas y un interrogatorio agotador obtuvieran de ella pruebas suficientes para enjuiciarme. Le debo mi vida y el hecho de que no me tocaran en aquellos años se deben a su heroísmo y resistencia.

Me parece probable que Olga hubiera correspondido más o menos a la pasión de Pasternak, viéndose obligada por el sistema policíaco a desempeñar un doble papel. La policía sospechó, muy probablemente con razón, que en realidad ella no estaba cumpliendo sus encargos, y de ahí el castigo. Por otra parte, creo recordar,  en algún momento de la película Lara dice a Zhivago, al leer uno de sus poemas: “Esa no soy yo, es tu imaginación”, o algo así. También podríamos pensar que, efectivamente, pudo ser una semiconfesión del doble papel de Lara. Y en todo caso, en los enamoramientos profundos  es frecuente la confusión entre la realidad del otro o la otra y lo que pone en su imagen esa especie de ilusión y  ansia de sublimidad en la naturaleza humana.

Hay otro aspecto que me interesa y es el contraste entre la novela y la vida del propio Pasternak. Yo creía que Zhivago era más o menos un trasunto del propio autor, pero no es así, aunque él podía sentirse de algún modo representado en él, como sentía a Olga en Lara. Pero la obra, como digo, tiene una fuerte carga épica en su descripción de la historia de Rusia, o aspectos de ella, en aquellos años y de las peripecias de los dos protagonistas. En cambio tanto el autor –un poeta reconocido aunque hostigado– como su amante vivieron la vida más bien doméstica de intelectuales próximos a un poder vigilante y amenazador, y salvando el valor de ambos ante la brutal presión, transformada en persecución real para Olga. Parece que Stalin tachó el nombre de Pasternak de una lista de condenados a muerte, considerándolo un chiflado que vivía en las nubes.

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