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Las elecciones de la aljofifa / Goticismo y humanismo / Analistas de nimiedades
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Inconsciencia y realidad / Hegemonías e ideologías / Ucrania: punto de vista militar
Inconsciencia y realidad
Con respecto al comentario de J. L Huertas, no sé tampoco si hay otra novela cuyo argumento sea el anciano que intenta rememorar su “turbulenta juventud”. ¿Quizá Las inquietudes de Shanti Andía? Novelas que transcurran en un día creo que hay bastantes, pero tampoco conozco ninguna en que la salida y puesta de sol desempeñen un papel importante en la narración. Claro que mis lecturas de novelas son más bien limitadas, y las actuales no me interesan: me basta con ver las reseñas o cómo se presentan al lector para sentirme disuadido, y a falta de incentivo, me quedo con la impresión, aun si poco documentada, de que la literatura actual es una filfa. Seguramente habrá excepciones.
El segundo relato, Cuatro perros verdes, transcurre entre dos momentos: cuando la gente sale de la inconsciencia, al amanecer, y cuando vuelve a ella al anochecer. Esto es clave, porque nos empuja hacia el sentido y sentimiento de la realidad. En Sonaron gritos hay un momento, cuando Alberto, casi demente y sobreviviendo en la indigencia, contempla desde el Montjuich cómo la oscuridad va borrando lo que tenemos por real. En otras palabras, Cuatro perros narra la peripecia de los personajes entre la salida y la puesta del sol, y esa doble alusión a la inconsciencia, nos dice: ¿es real lo que hemos vivido? ¿Es más real la inconsciencia, y lo que llamamos consciencia solo un intervalo defectuoso, incompleto, entre el dormir y el despertar? Para ponerlo más de relieve, los dos relatos dan a la acción importancia decisiva, aunque podría haberlo presentarlo como no acción, como expresión de tedio de la vida, por ejemplo, hay bastante literatura de ese tipo. No obstante, la acción viva aumenta el contraste.
Pero no escribí las novelas pensando en estas cosas. Estas reflexiones me vienen después de haberlas escrito y al filo de reflexiones ajenas. Si queremos profundizar más, el anciano que quiere relatar su juventud podría preguntarse al final, no solo si su memoria es fidedigna, sino, más allá: ¿todo aquello existió? El tiempo lo ha disuelto como humo, y el protagonista revela su perplejidad indirectamente, al considerar las carreras de sus hijos.
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El franquismo no fue lo que dicen los antifranquistas… ni tampoco los franquistas. 228 – El franquismo no fue lo que dicen | Lecciones de Ucrania – YouTube
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Era Europea: hegemonías e ideologías.
El concepto de Era Europea enfoca muchos problemas relativos tanto a la evolución político-militar de las hegemonías como a la de las ideas, economía y técnica, etc. No cabe duda de que el contenido de ideas o ideológico de la época española difiere profundamente del de la época francesa, la inglesa y la que sería frustrada alemana. Por eso, al final del libro me pregunto si, en la complicada época actual podría salir de España la palabra, es decir, el discurso, la salida capaz de dar respuesta a las inquietantes cuestiones suscitadas por la decadencia europea, y si ese discurso podría apoyarse en algún grado en la gran época de España. Adelanto que no veo atisbos de tal cosa, pero el problema y la posibilidad, aun remota, subsiste.
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Ucrania. El punto de vista militar
Las agresiones de la OTAN (siempre en nombre de la democracia, claro está, España tiene memoria de algunas) se han hecho desde el final de la guerra fría, siguiendo tres modelos: a) la invasión, como en Irak y Afganistán. El resultado han sido semiderrotas muy costosa; b) La provocación por fuerzas interpuestas y manipuladas, como en Libia y Siria. Aquí, el empleo de grupos de provocación “primaverales” ha resultado, en el caso de Libia, en la completa devastación de un país antes próspero y ordenado, que no amenazaba a nadie; y en Siria, en una feroz guerra civil. El balance general han sido cientos de miles de muertos y millones de desplazados y refugiados. La OTAN (Usa-Inglaterra y satélites) jamás ha expresado el menor sentimiento por tales fechorías. c) La destrucción de todo tipo de infraestructuras y desde seguro, sin arriesgar apenas tropas, sin invasión ni movimientos comprados, haciendo uso de una tecnología imbatible para la víctima, como en Serbia.
Si observamos el caso de Ucrania, vemos que la táctica seguida ha sido doble: una “primavera” para dar un golpe de estado, seguida de una permanente provocación a Rusia hasta conseguir de esta una “operación especial” basada en cálculos erróneos. La “operación especial” ha permitido utilizar a Ucrania como instrumento para desgastar a Rusia (y a la propia Ucrania) volcando en ella las armas más modernas que hagan demasiado costosas las ofensivas acorazadas y dificulten en extremo el uso del arma aérea: una guerra por país interpuesto. Rusia dispone del arma nuclear, pero es algo muy difícil de emplear realmente, y poco creíble como amenaza. Pero en la guerra convencional está en desventaja, basta ver la gigantesca desigualdad en presupuestos militares con la OTAN.
En Ucrania, Rusia ha intentado el “método Irak”, que le está resultando fallido. No obstante podría intentar el “método Serbia”, pues dispone también de misiles de gran precisión y muy perfeccionados. Creo, siempre partiendo de las noticias confusas que recibimos, que si Rusia tiene capacidad para fabricar suficiente número de estos misiles, podría utilizar el dicho “método Serbia” de la OTAN, devastando las instalaciones e infraestructuras ucranianas con poco sacrificio de tropas, tanques y aviones, hasta poner de rodillas a los gobernantes de Kíef. En este sentido, el arma nuclear podría servir de disuasión a la OTAN, para evitar una escalada hasta la confrontación directa con Moscú.
Pero si no dispone de suficiente armamento de ese tipo, Rusia se verá forzada a una humillante derrota o semiderrota en una guerra larga de enorme desgaste, que podría, por desesperación, abocar por esa vía también a una guerra nuclear.
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Religiosidad española / Festival de Euromicción /
El franquismo no fue lo que dicen los antifranquistas… ni tampoco los franquistas. 228 – El franquismo no fue lo que dicen | Lecciones de Ucrania – YouTube
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La religiosidad española
Lo que más sorprende de la época de hegemonía española es el contraste entre la inmensidad de cosas que hicieron entonces los españoles, y su decadencia posterior y más acentuada a cada siglo. El propio Julián Marías, que ensalza la primera época, considera luego modélica la de Carlos III. En realidad, la época de Carlos III fue mediocre, y la expulsión de los jesuitas ocasionó un duro golpe a la cultura española, a la formación de élites.
La gran época de España (XVI-XVII) ha sufrido los embates denigratorios sucesivos de los borbones –una dinastía impuesta precisamente por el mayor y más tenaz enemigo que había tenido España después de los otomanos (y aliado con estos)–; y de la ideología inglesa, hasta volverla opaca a los mismos españoles que la defendían. Ejemplo máximamente revelador es la semiceguera ante el alcance histórico sin parangón de las empresas y exploraciones navales españolas, aceptando una imaginaria superioridad del historial inglés, del que tradicionalmente se han recordado como hechos supuestamente definitorios la “invencible” y Trafalgar. Estas actitudes no solo venían de los fervorosos adoradores del trasero de Inglaterra o de Francia, sino de quienes los criticaban, pero un tanto acomplejados e insuficientes.
En la sarta de disparates que es la, por lo demás tan influyente, España invertebrada, de Ortega, hay un punto en que acierta bastante: la escasez o casi inexistencia de “minorías selectas” o élites. Lo que ocurre es que ese fenómeno dista de ser connatural a la historia hispana como él suponía, sino que ya toma fuerza con los Borbones y se acentúa al máximo desde la invasión napoleónica.
Sería un error culpar de tal hecho directamente a los borbones o a la influencia inglesa. Creo que el fallo se encuentra en el declive de la institución universitaria, que va percibiéndose ya desde la segunda década del siglo XVII. La universidad ha sido en la cultura europea el mayor venero de aquellas “minorías selectas” cuya escasez o ausencia lamentaba Ortega, y que hoy se hace notar tan agudamente. Más que minorías selectas, predominan actualmente los grupillos de pícaros con poder.
La decadencia se percibe muy bien en la religiosidad. En el siglo XVI, la Iglesia española es capaz de crear órdenes como los carmelitas descalzos, los jerónimos y sobre todo los jesuitas, o de evangelizar América y Filipinas. Aparte de su influjo artístico o literario como la poesía mística, es capaz de oponerse intelectualmente a las interpretaciones luteranas y calvinistas, con éxito culminado en Trento, el concilio doctrinalmente más importante del cristianismo desde el primero de Nicea Después, la religiosidad se vuelve más ritualista y formalista, más beata y supersticiosa, y la decadencia en conjunto podemos verla comparando Trento con el Vaticano II, en el que la participación de la Iglesia española fue insignificante. Y que marcó el comienzo de la traición eclesiástica hacia quienes habían salvado a la Iglesia del exterminio. La diferencia es sin duda enorme.
Es muy difícil predecir si estas miserias tendrán arreglo o no, el futuro dirá. Pero si no empezamos por constatarlas, no habrá remedio posible.
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Crónica Festival de Euromicción
**En el festival de Euromicción, los europeos de la UE han vuelto a sentirse fuertes, solidarios y agresivos contra Rusia, con la que sostienen una guerra llamada “híbrida”. Creen que vencerán, no en vano los presupuestos militares de Usa, padrino de la UE, son trece veces mayores que los de Rusia. Solo que Rusia es una de las culturas europeas más significativas.
**España ha contribuido al festival con una micción de sugerencia un tanto burdelaria y en un brutal espanglish. Ganó el tercer puesto, y la Triple M y los políticos, eufóricos, han clamado: “España ha hecho historia”. La historia de la mugre.
**VOX se ha apuntado a la micción de tercer puesto para hacer propaganda electoral. Ha estado muy en su punto que la tía tercerpuéstica le haya replicado: “VOX is not Spain”. Ojalá capte el mensaje Olona. No puede lucharse contra la basura socialista-pepera con micciones de folkorismo modelno, nueva versión de “la España de charanga y pandereta”, y cultivar la gibraltarización cultural del país.
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La operación “Torch” y España / El cansancio
La operación Torch y España
A principios de noviembre de 1942 comenzaban las operaciones soviéticas que pronto iban a cercar a las tropas alemanas y auxiliares en Stalingrado, mientras en el norte de África la segunda batalla de El Alamein finalizada el día 3, obligaba a Rommel a emprender una retirada hacia Túnez, para salvar su ejército en lo posible.
Y entre tanto empezaba también la Operación Torch (Antorcha) el día 8, el desembarco useño-inglés en Marruecos y Argelia. Stalin llevaba tiempo apremiando a sus aliados para que atacasen por Francia, donde las guarniciones alemanas no solo estaban muy debilitadas, se componían de tropas de inferior calidad y se habían acostumbrado a una vida cómoda. Pero aun así los anglosajones no se animaban, fuera por esperar una derrota, como se quejaba Churchill, o por ganar tiempo para que la URSS y Alemania se desgastasen más a fondo. En cambio el norte de África ofrecía las mayores facilidades, pues allí contenderían con tropas franceses, parte de cuyos mandos estaban “trabajados” para ofrecer mínima resistencia o colaborar sin más con la invasión.
Sin embargo el plan tenía un riesgo muy alto: la posición española, si se sentía amenazada, podía frustrar la operación en inicio o convertir a esta en una ratonera cortando el estrecho de Gibraltar. Esto podía hacerse incluso sin que tropas alemanas atacaran el peñón, pues todas las zonas de concentración de barcos y aviones, y el propio tránsito del estrecho, estaban al alcance de la artillería desplegada por España en la zona. Las dudas eran muy fuertes, y se hicieron planes para ocupar una amplia área en torno a Gibraltar, otra opción peligrosa, porque significaba la entrada de España en guerra, y el seguro paso de tropas alemanas. Al final se optó por mostrarse amistosos con Madrid y darle todas las garantías posibles. Roosevelt escribió a su “Querido general Franco” una carta muy ponderada en tal sentido, asegurando que no tocarían los intereses españoles y declarándose “su sincero amigo”. A su vez, los ingleses le expresaban sus mejores deseos de que “España tenga todas las oportunidades para recuperarse de la devastación de la guerra civil y ocupar el lugar que le corresponde en la reconstrucción de la Europa del porvenir”.
Por supuesto, Franco no creyó una palabra de sus repentinos amigos, pues entre otras cosas sabía que, lejos de sus promesas, estaban organizando partidas subversivas en el interior de España, los ingleses apoyándose en grupos carlistas más o menos engañados, a quienes se hacía creer que solo se trataba de organizarse para volver a la monarquía tradicionalista. Los useños se dedicaban a adiestrar grupos, sobre todo de comunistas, para realizar sabotajes y en caso de invasión del país, colaborar con ella. Los grupos formados por el embajador inglés Hoare fueron identificados y fácilmente desmantelados por la policía franquista, mientras que los organizados y pagados por los useños transfirieron su lealtad a organizaciones comunistas, y la eficaz policía española también los desarticuló cuando parecieron peligrosos, como recuerda el embajador Hayes.
El fondo de toda la cuestión es que los anglouseños podía amenazar a España con su fuerza abrumadora, pero a su vez se encontraban por el momento en una posición muy débil y expuesta. De ahí que los anglouseños tuvieran buen cuidado de no perjudicar las posiciones españolas, y los españoles hicieran ojos ciegos a los preparativos de la invasión en Gibraltar. Para España, la neutralidad era el objetivo principal, y una vez más fue salvaguardado, aprovechando que Alemania estaba demasiado concentrada en Rusia como para activar la Operación Félix, en la que se había persistido con distintos nombres.
Pero era cierto también que, como había advertido Hitler a Franco, “nunca le perdonarán su victoria”. Conforme la Operación Torch se asentó, tomando a las tropas italogermanas de Rommel entre dos fuegos y amagando la invasión de Italia, las obsequiosidades y promesas anglosajonas hacia España se volvieron amenazas y chantajes cada vez más graves, con seguridad de que no iba a permitirse la pervivencia del franquismo cuando estuviese resuelto lo principal de la guerra.
La obsesión anglouseña por Gibraltar era tal que el propio Churchill había expresado al embajador español, Duque de Alba, un año antes, sus deseos de “que España sea cada vez más próspera y fuerte. Que si Inglaterra gana la guerra, Francia le deberá mucho, y ella a Francia nada, por lo que Inglaterra estará en situación de hacer presión fuerte y definitiva para que Francia satisfaga justa reivindicación de España en el Norte de África (prometía lo que no había podido prometer Hitler). Italia quedará como Francia bastante disminuida, lo que proporcionará a España la ocasión de ser la potencia más fuerte del Mediterráneo, para lo cual podrá contar con la ayuda decidida de Inglaterra. Estamos decididos a ayudar a España en todo, solo pedimos que España no deje pasar por su territorio a los alemanes”.
Franco, desde luego no creía una sola de esas promesas, que incluían un arreglo para Gibraltar. Pero la neutralidad de España era para él también una obsesión, basada en tres puntos generales: a) La prioridad era la reconstrucción del país, sin la cual no sería posible una verdadera independencia nacional; b) La guerra en el occidente europeo solo podía favorecer a la larga a la URSS, su enemigo principal, razón de más para mantenerse al margen; y c) La victoria alemana, con la que en principio simpatizaba más que con la anglosajona, podía tener el efecto de una hegemonía germana tal que redujera a España a una posición de satélite, por lo que tampoco había que embarcarse en la guerra a su lado. Esta triple concepción general forma el criterio al que Franco se atuvo, y que le permitió maniobrar en las condiciones y tentaciones más difíciles y cambiantes.
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El cansancio
El Nocilla es un gran admirador de Blas Infante y emplea una demagogia “andalucista” de fondo excluyente y victimista. El Feijóo ha seguido en Galicia la misma política que Pujol en Cataluña, en plan “cordial”, cree que Cataluña y Galicia son naciones, y que la solución está en “Europa” (ahora todos van a incrementar, el Dotor también, su europeísmo de humo) y en una educación que prime el inglés. El Nocilla y el Feijóo son, como el Dotor y los demás, unos mafiosos que consideran que “eso de España” está ya “desfasado”. Me gustaría decir: “¡démosles una lección!”, pero me temo que la lección la seguirán dando ellos a quienes defienden la unidad nacional y la democracia, pero lo hacen con tan poco brío que tampoco parecen creer mucho en todo ello.
Vean este artículo de 10-6- 2008, hace catorce años: “¿No es Rajoy proetarra?” ¡Qué cansancio produce recordarlo!
Mi comentario de ayer sobre el Rajoy proetarra ha suscitado críticas un tanto indignadas, a derecha e izquierda, etc., acusándome de mentir, insultar o delirar. Veamos.
El análisis político no debe partir de las palabras, sino de los hechos, o, mejor, de la relación entre unas y otros. Cuando los hechos no corresponden a las palabras o estas se contradicen demasiado, o los cambios de orientación se explican mediante buenas intenciones vacías, sabemos que estamos ante demagogos, los cuales, como también sabemos desde Aristóteles, constituyen el mayor peligro de las democracias.
Zapo nunca dirá: “vamos a entrar en chanchullos con los asesinos a costa de la unidad de España y del estado de derecho”. Dirá más bien: “vamos a dialogar con todos sin excepción”, lo que en la práctica significa lo mismo, pero engaña a mucha más gente. No dirá: “lo que nos interesa realmente es ese “diálogo” con los asesinos y extorsionadores; con los contrarios y las víctimas directas, nada de diálogo, los silenciaremos y marginaremos”. Dirá, en cambio: “Algunos extremistas de derecha rechazan el diálogo, quieren la continuidad de la violencia, no hacen más que crispar”. Y tratará de acosar a los críticos en los medios, judicialmente o de otros modos. Y así sucesivamente.
Rajoy acaba de emplear los dos términos reveladores: “diálogo” y ”con todos sin excepción”. La primera palabra ha dado buen resultado a Zapo porque la seudo oposición de nuestro futurista ha sido incapaz de explicar algo tan simple como esto: el diálogo con los terroristas implica la negación del diálogo con las víctimas y la aceptación y premio al crimen como forma de hacer política. Esa negociación, ese “diálogo” solo puede hacerse, y se hace, a costa de la Constitución y del estado de derecho, y de la unidad de España. Rajoy, en lugar de explicarlo, trataba a Zapo de ingenuo y se ofrecía a ayudarle “cuando todos le abandonasen”. Simple exhibición de majadería, oficiosidad y servilismo, si no fuera acompañada del abandono, en la práctica, de la AVT o de quienes realmente criticaban la política de Zapo, a los cuales nunca defendió Rajoy con un mínimo de sinceridad y empeño.
Pero ha habido cosas más graves. Desde siempre, la ETA ha buscado la disgregación de España, y su designio se ha visto favorecido por unos políticos banales y a menudo venales (cuando no compartían gran parte de la ideología etarra, como sucede con Zapo). La clave del “diálogo” con la ETA ha sido el desmantelamiento de la Constitución mediante los estatutos balcanizantes, con el catalán como modelo, que reducen el estado español a “residual”, dejando un ligero barniz unitario que permita a Zapo seguir en el poder (otra cosa es que los etarras quieran eliminar incluso ese barniz, pero eso ya son disputas peculiares entre los del tiro en la nuca y los “gorrinos”). Pues bien, Rajoy, tras denunciar el estatuto catalán, entró en la carrera de las reformas balcanizantes desencadenadas por el “diálogo”, no exigidas por la sociedad y sí por camarillas de politicastros regionales. Así, el Futurista se ha sumado a la política de Zapo para complacer a los separatistas y a la ETA (su casi nula resistencia a las maniobras socialistas en el Tribunal Constitucional va en la misma dirección). Rajoy, por tanto, sigue EN LOS HECHOS, como el gobierno, una política pro etarra, y no vamos a cerrar los ojos a los hechos para abrir enormes orejas de asno a la verborrea demagógica con que se orquesta la delictiva operación.
¿Por qué obra así Rajoy? Al revés que Zapo, él no concuerda con la ETA en casi nada. Pero ansía el poder, se siente “en forma” y “con ganas” de presidir el país para llevarlo al futuro de la nena angloparlante; y le han convencido de que solo puede alcanzar tan nobles objetivos imitando la demagogia de Zapo, aceptando el diseño balcanizante del actual gobierno e integrándose en él, entrando en la competición para complacer a los secesionistas. Por el poder ha renunciado a la honradez, y quedará sin poder y deshonrado. Y de paso, posiblemente destruya su partido.
Mi comentario de ayer ha provocado críticas, con rasgado de vestiduras y tono injurioso, entre los mismos que solían tratar a Rajoy de ultraderechista: ¡Qué ternura repentina por el líder del PP, qué interés por salvar su honor, mancillado al parecer por mis palabras! ¿Cómo explicarlo? Pues porque ya casi sienten al futurista como uno de los suyos, y defendiéndole, se defienden. Navegan en el mismo barco. El barco de los farsantes.
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Pasado e inconsciencia / La aljofifa / Situar la historia
Pasado e inconsciencia
“Primera novela: un anciano, al filo del siglo XXI, rememora su lejana juventud. Una juventud muy turbulenta, llena de altibajos y claroscuros, que había querido sepultar deliberadamente en el olvido. ¿Conozco alguna novela planteada de este modo? No se me ocurre ninguna. ¿Tiene algo que ver con su biografía? Después de aquella época juvenil vino la vida constructiva de profesor de universidad y cónyuge feliz (así lo da a entender). ¿Por qué esta otra parte de su vida, la más larga, no le da de sí? Hay miles de novelas que tratan de las menudas historias cotidianas, o las tragedias vulgares, amoríos o intrigas, y pueden ser muy entretenidas. Me sorprende, quiero decir, no recuerdo haber leído otra así.
“Segunda novela: un estudiante aficionado a contemplar las salidas y las puestas del sol. Estos fenómenos le sugieren pensamientos, le cansan la mente, pero le interesan. ¿Cómo es posible que nadie preste atención a esas cosas, siendo así que sus pequeñas vidas dependen absolutamente de ellas? En cambio son las preocupaciones de cada día, casi siempre insignificantes, las que les llenan la cabeza y la atención. Ve pasar a la gente, salir del metro, ir al trabajo con cara soñolienta. Hace media hora esa gente estaba como muerta, inconsciente, ajena a la realidad, y ahora se mueve en una realidad de la que prácticamente no se entera. Y dentro de unas horas se pondrá el sol, y poco a poco volverá a la inconsciencia.
“Verdaderamente son dos novelas de lo más inquietante. Rarísimas en el panorama literario, actual o de cualquier tiempo. Que yo pueda recordar, ya se entiende” J. L. Huertas
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La aljofifa
“En los comienzos del régimen democrático en España se celebró en La Rábida un congreso hispánico de zoólogos de vertebrados, al que fue invitado y en el que incluso llegué a leer una ponencia. Me figuro que se me invitó más por vertebrado que por zoólogo. El caso es que por aquellas fechas había hecho mi libro sobre Doñana y se me tenía poco menos que por especialista en el célebre y conflictivo Coto. A uno de los lados de la explanada de la universidad de verano ondeaban las banderas de los países hispanoamericano que habían mandado los delegados al congreso, y en el centro, exenta, la bandera nacional. Una tarde, veo al pie del mástil un grupo de gente y noté que pasaba algo raro. Alguien había arriado la bandera española y la había sustituido por la de la “patria andaluza”. El profesor don José Antonio Valverde, con ayuda de un bedel, se disponía a reparar el entuerto entre expresiones de reprobación y desagrado. Entonces se acercaron al grupo dos congresistas que venía como paseando, y uno de ellos, del que solo supe que era de Córdoba, le dijo a Valverde:
–Que conste, profesor, mi más enérgica protesta por lo que usted está haciendo.
Valverde se encaró con él y le dijo, señalando a la tarjeta de congresista llevaba prendida en la solapa:
–Mira, muchacho. Ahí pone que tú eres de Córdoba, y que yo sepa Córdoba está en España y La Rábida también, y si eres español, esta es tu bandera.
La bandera volvió a subir, pero el mal nacido aquel no se quedó conforme y hubo varios tiras y aflojas. Yo estaba de simple mirón y aún me duele no haber terciado con la dialéctica de los puños. Tal vez así, con una escena violenta, hubiera evitado la bochornosa transacción a la que se llegó, que fue la de poner en el mismo mástil no dos, sino tres banderas, a saber, la española, la andaluza y la de Moguer de la Frontera. Ya imperaba, como puede comprenderse, el espíritu de chapuza que hizo posible el “Estado de las autonomías”. Como la única dialéctica que yo practico es la de la pluma, a ella recurrí y escribí un artículo, que salió en el diario “Informaciones”, en el que proponía que, para no ser menos que los vascos y los catalanes que tenían nombre específico para su enseña regional, le pusiéramos los andaluces a la nuestra un nombre, que a mi juicio debía se una palabra que tuviera a la vez abolengo árabe y llaneza popular: la palabra “aljofifa”. El caso es que cada vez que veo la aljofifa, siento la humillación aquella de La Rábida y me duelen en la boca del estómago los puñetazos que no llegué a dar al miserable aquel” (Aquilino Duque).
La “aljofifa”, paño de fregar suelos, fue diseñada con modelo islámico por Blas Infante, declarado “padre de la patria andaluza” por la chusma socialista, ucedea y “andalucista”. Y así hasta hoy. Creo que este relato vendría muy bien en la campaña electoral próxima.
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Situar la historia
Es una manía ciertamente ilustrativa la de explicar la época de hegemonía española destacando todos los factores que la habrían hecho imposible, como se asombraba Julián Marías. Pero la historiografía española, salvo excepciones “es así”. He procurado explicarla de otra manera, y al mismo tiempo situarla en un plano histórico más amplio, el de la Era Europea terminada con la SGM. Esta situación me parece absolutamente necesaria, pues arroja luz sobre aquella época como parte de un proceso que, en lo esencial, puede darse por cerrado
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